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21 de noviembre de 2012

III. Luchas abajo por la vigencia de los derechos humanos y la construcción de la democracia real


Veinteene
Por Ulises Bosia. La clase trabajadora en el centro de la escena. Niveles de unidad insospechados, respuestas oficiales con resonancias neoliberales, novedades en el discurso gremial y mayores exigencias para las fuerzas políticas populares.  
El primer paro general convocado en casi diez años de gobiernos kirchneristas ya es historia. Reunidos en una conferencia de prensa, sus principales organizadores –la CGT moyanista y la CTA opositora- consideraron que la medida “superó las expectativas”. Según el dirigente estatal y líder de la CTA Pablo Micheli, fueron más de 300 los cortes realizados en todo el país. A lo que se sumó la huelga del poderoso gremio de camioneros, de los petroleros, de un sector de los aeronáuticos, de los bancarios, de los trabajadores del peaje, de los judiciales, de una parte de los ferroviarios, de los estatales de ATE, y de los municipales de la Ciudad de Buenos Aires, entre muchos otros. Los líderes sindicales aseguraron que el acatamiento fue altísimo y tiraron la pelota del lado del gobierno nacional al declarar que ahora es el kirchnerismo el que debe responder los reclamos de las centrales obreras y que de no hacerlo los obligarían a programar nuevas medidas de fuerza.
Las principales reivindicaciones del paro fueron las que Hugo Moyano viene instalando desde hace ya varios meses: el aumento del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias y la universalización de las asignaciones familiares. Pero además, fueron incorporadas un conjunto de reivindicaciones que la CTA viene impulsando históricamente, como el aumento del salario mínimo, el 82% móvil para las jubilaciones y el rechazo a la llamada ley antiterrorista. Mayoritariamente se trata de reclamos al Estado, que quizás deberían ser complementados por la exigencia de ser financiados por los sectores más concentrados de la economía. De todas maneras, se trata de un conjunto de medidas que gozan de una amplia legitimidad en las organizaciones del campo popular, a tal punto que ni siquiera quienes se opusieron al paro las rechazan. La novedad, de la que es necesario tomar nota, es la incorporación al discurso moyanista del problema de los trabajadores y trabajadoras tercerizados, precarizados o en negro.
Frente a un verbo sindical raras veces permeable a la problemática del amplio sector del pueblo trabajador que se encuentra por fuera de la vida gremial, resulta positivo que se encare esta cuenta pendiente que hasta hace un tiempo era patrimonio casi exclusivo de sectores minoritarios del movimiento obrero y de la izquierda independiente. Indudablemente este cambio tiene que ver con la necesidad de Moyano de asumirse como un referente popular en función de su propia perspectiva política, traspasando los límites del férreo liderazgo sectorial del que gozó hasta ahora. De todas maneras, aún teniendo en cuenta las particularidades del empresariado argentino, hay que tener en cuenta que la precarización del trabajo en todas sus variantes no es un fenómeno casual o accidental sino que es una de las características más retrógradas de la era del capitalismo neoliberal que rige en el mundo. En consecuencia la lucha por el fin de las tercerizaciones y del empleo informal tiene grandes potencialidades y no es solamente algo que debe estar presente en los discursos ni en una demanda puntual sino que requiere para ser llevada a fondo de un proyecto político alternativo, porque representa un desafío al capitalismo dependiente que sufrimos día a día.       
Tras la jornada de cacerolazos del 8N en la que distintos reclamos de la clase media estuvieron en el centro de la escena política, mayoritariamente sustentados en el sentido común liberal que la caracteriza, es auspicioso que sean ahora los reclamos de la clase trabajadora los que estén en discusión. La misma presidenta tomó nota ya hace varios días de esta cuestión, razón por la cual se adelantó a liberar del pago de ganancias al medio aguinaldo de diciembre para los sueldos brutos menores a $25.000. Y por otro lado el discurso oficialista se centró en la supuesta extorsión de los cortes de accesos, rutas y avenidas pero no cuestionó en ningún momento la legitimidad de los reclamos. La utilización de argumentos más propios de quienes históricamente justificaron la represión de la protesta social, como el plenipotenciario “derecho a la libre circulación”, expresa también la incomodidad de un gobierno que no está acostumbrado a enfrentar demandas legítimas de gran magnitud ante las que no tiene una respuesta contundente.
Otra de las características del paro tuvo que ver con la capacidad de sus organizadores de reunir a un amplio espectro político al interior de la medida. Desde el ruralista Venegas, aliado de las patronales rurales y de lo peor de la derecha política, hasta el ferroviario Sobrero, referente del Frente de Izquierda, pasando por el gastronómico Barrionuevo, líder de la CGT Azul y Blanca, el conductor de la Juventud Sindical Facundo Moyano  y el referente social territorial Carlos Chile de la CTA. La demostración de que se trató de una inteligente política premeditada fue la conferencia de prensa del día de ayer, en la que se pudo escuchar desde vivas a José Ignacio Rucci hasta la exigencia de la adecuación a la Ley de Medios de los monopolios y reclamos al gobierno por la aplicación de la ley para los medios de comunicación populares y alternativos. Cada sector aplaudía lo suyo, por supuesto, pero lograron la unidad de acción necesaria para generar este hecho político. Por otro lado, en cada corte pudieron verse también banderas de distintas organizaciones de izquierda y populares, que vieron facilitada su participación por la modalidad de la medida de fuerza.       
Finalmente, resta llamar la atención del lector sobre la transformación que a lo largo de este año sufrió el discurso kirchnerista. De unas elecciones realizadas bajo la consigna de “profundizar el modelo”, se pasó ahora a “cuidar mucho lo que tenemos”, como afirmó ayer la misma presidenta. Se trata de un reflejo del cambio en la situación política más general. Nos acercamos a fin de año, y antes del pan dulce y la sidra, ya podemos ir aventurando los primeros e incompletos balances del 2012. Es evidente que tras un periodo de alza de la conflictividad social el gobierno nacional ya no se encuentra a la ofensiva, sino que redujo su hegemonía política. De todas maneras la oposición no ha logrado hasta ahora fortalecer sus liderazgos, en gran medida por su incapacidad de formular un modelo alternativo de país. Lo que le permite al kirchnerismo continuar dominando cómodamente la situación política. Además, se trata de una fuerza política capaz de remontar situaciones muy difíciles sin bajar sus banderas, como quedó demostrado tras el voto no positivo de Julio Cobos en el 2008. Tras el 7D será posible completar la pintura y así evaluar con más elementos el cierre del año.
Si el 8N ponía en evidencia la ausencia de una representación política para la clase media que asumiera las banderas del liberalismo y el egoísmo social, el 20N también plantea un problema similar para las organizaciones de izquierda y populares. No existe hoy por hoy una fuerza política que logre representar políticamente los reclamos de la huelga con la capacidad de articular con amplios sectores buscando una superación de la experiencia kirchnerista y así convertirse en una opción real para nuestro pueblo. En esa ausencia se asientan los sectores más reaccionarios que intentan aprovechar la medida de fuerza para acumular para su propio molino, como es el caso de la Sociedad Rural. 
Fuente: http://www.marcha.org.ar/1/index.php/nacionales/97-analisispolitico/2531-veinteene

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