Archivo del blog

15 de diciembre de 2014

I. La importancia de ir cambiando desde ahora las reglas de juego del capitalismo o los límites que impone a la lucha política, la sindical, la socioambiental y la de pueblos-naciones indígenas.

 Y hacerlo reconstruyendo los sentidos comunes.

Iñaki Gil de San Vicente (Rebelión), en “Debate sobre cuatro cuestiones urgentes”/15 de noviembre de 2014, señala:
(...)La visión de la ideología como conjunto de opiniones e ideas sobre la realidad demostró en este momento su acierto y su límite. Lo primero porque cientos de miles de personas oprimidas y enfadadas radicalizaron parcialmente sus ideas sociopolíticas, democráticas, culturales, etc., su ideología en suma; pero lo segundo, su límite, porque no fueron más allá, no profundizaron más allá de las meras ideas progresistas, no llegaron a una praxis revolucionaria con objetivos históricos, estrategia general y tácticas concretas, es decir, no dieron el salto de la ideología progresista a la teoría revolucionaria. Y no lo dieron porque de repente se les ofreció como salida a su rabia el camino más fácil: el electoral desde una visión totalmente «nueva», no contaminada por las corrupciones y ataduras del resto de alternativas electorales. Esta salida fue Podemos como años antes lo había sido el PSOE que surgió de la nada, salvando todas las distancias. 
Sobre el magma del malestar social complejo apareció la propuesta vertical, ambigua, polisémica, abstracta y de política-espectáculo, televisiva, de Podemos, la expresión más plena del concepto de ideología como bloque de ideas, pero sólo de ideas que no de teorías. La diferencia entre idea progresista y teoría revolucionaria radica en que la primera se mueve en el ámbito de lo deliberadamente impreciso, mientras que la segunda, la teoría revolucionaria, lo hace deliberadamente en la radicalidad más concreta. Las ideas ambiguas son cómodamente reducidas a eslóganes sencillos que se repiten en TV, Internet, radios, prensa en general, pero la teoría requiere de esfuerzo intelectual crítico realizado en colectivo y en base a métodos democráticos-radicales de debate y contrastación. La idea progresista reducida a eslogan reiterado, a frase hecha que sirve para responder a cualquier pregunta, puede atraer a mucha gente cabreada e indignada pero no puede ofrecer un objetivo histórico, una estrategia y una táctica colectivas, sino grandes sueños imprecisos. 

Peor aún, las ideas generales reducidas a tópicos, a muletillas repetidas durante pocos segundos en programas televisivos pensados para anular toda sistematicidad expositiva, hacer mucho ruido y aspaviento que impida toda reflexión bajo luces multicolores que dirigen la atención a la imagen y no al contenido, estas ideas huecas se rellenan fácilmente con contenidos reformistas blandos como ya lo está haciendo Podemos; del mismo modo que el espectáculo de luz y sonido en tiempo real de unas supuestas «votaciones democráticas» individualizadas en extremo con el voto-electrónico, sirve para legitimar el verticalismo burocrático previamente impuesto a la vez que anular todo debate interno riguroso y serio. 
La crisis que azota al capitalismo español ha terminado forzando una primera y relativa toma de conciencia de amplias masas populares, como no podía ser menos. Pero por ahora sólo relativo y primer paso en el largo proceso de radicalización teóricamente asentada. Uno de los mayores obstáculos a vencer no es otro que el de superar el subjetivismo y la reducción del pensar a la simple amalgama de ideas generales; dicho de otro modo, el movimiento ha de dar el paso a una crítica radical del orden existente. Mientras no lo logre y tienda a estancarse en la esperanza electoralista y parlamentarista, como parece que está ya ocurriendo porque Podemos no hace ningún llamamiento a la movilización en la calle para reconquistar derechos y condiciones de vida y trabajo destrozados por la represión, si así ocurriera se tendrá que empezar de nuevo.

No hace falta decir que uno de los problemas decisivos a los que ya debe responder no sólo Podemos sino el movimiento obrero y popular, la «gente», la «sociedad civil» como dice ambigua e interesadamente Podemos, es el de cómo acelerar -desde el internacionalismo- el proceso independentista de las naciones oprimidas por su Estado, ése al que apenas nunca citan y menos aún llaman por su nombre verdadero echando la culpa de todo a una «casta» que nunca definen con un mínimo de rigor teórico y político.(...)Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=192026

No hay comentarios:

Publicar un comentario