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13 de abril de 2020

II. Covid-19 a causa de agronegocios y usado para estado de excepción

Un virus, la humanidad

y la tierra

12 de abril de 2020

¿Qué lecciones podemos aprender gracias al coronavirus sobre nuestra especie humana, los paradigmas económicos y tecnológicos dominantes y la tierra?

Por Vandana Shiva para El Salto

Un pequeño virus ha confinado el mundo, ha parado la economía global, se ha llevado por delante la vida de miles y el sustento de millones de personas.
 
¿Qué lecciones podemos aprender gracias al coronavirus sobre nuestra especie humana, los paradigmas económicos y tecnológicos dominantes y la tierra?
 
Lo primero que nos recuerda el confinamiento es que la tierra es para todas las especies y que cuando dejamos espacio y liberamos las calles de coches, la contaminación se reduce. Los elefantes pueden acceder a las zonas residenciales de Dehradun y bañarse en el Ganges en el ghat de Har Ki Pauri, en Haridwar. Un leopardo campa a sus anchas en
Chandigarh, la ciudad diseñada por Le Corbusier.

La segunda lección es que esta pandemia no es un desastre natural, al igual que los fenómenos climáticos extremos tampoco lo son. Las epidemias emergentes, así como el cambio climático, son antropogénicas, es decir, causadas por las actividades humanas.
 
Una economía global basada en la ilusión del crecimiento ilimitado […] se traduce en una ilimitada transgresión de los límites del planeta, de los ecosistemas y de las especies.
 
Los científicos nos avisan de que al invadir los ecosistemas forestales, destruir los hábitats de muchas especies y manipular las plantas y los animales para obtener beneficio económico fomentamos la aparición de nuevas enfermedades. A lo largo de los últimos 50 años han aparecido 300 nuevos patógenos. Está sobradamente documentado que un 70 % de los patógenos que afectan al ser humano, entre los que se encuentran el VIH, el ébola, la gripe, el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS, por sus siglas en inglés) y el síndrome respiratorio agudo grave (SARS, por sus siglas en inglés) surgen cuando se invaden los ecosistemas forestales y los virus se transfieren de animales a personas. Cuando se apiñan animales en granjas industriales para maximizar los beneficios afloran nuevas enfermedades como la gripe porcina o aviar.
 
La avaricia humana, que no respeta los derechos de otras especies ni los derechos de los miembros de nuestra misma especie, es la raíz de esta pandemia y de las pandemias que la seguirán. Una economía global basada en la ilusión del crecimiento ilimitado se traduce en un apetito insaciable por los recursos planetarios, lo que en consecuencia se traduce en una ilimitada transgresión de los límites del planeta, de los ecosistemas y de las especies.
 
La tercera lección que nos enseña el virus es que la emergencia sanitaria está relacionada con la emergencia de la extinción masiva de especies. También con la emergencia climática. Al usar venenos como insecticidas y herbicidas para matar insectos y plantas es inevitable provocar una crisis de extinción. Al quemar combustibles que la tierra fosilizó hace 600 millones de años transgredimos los límites planetarios. La consecuencia es el cambio climático.

Los pronósticos de los científicos establecen que si no frenamos esta guerra antropogénica contra la tierra y las especies que la habitan, en cien años habremos destruido las condiciones que permiten a los humanos vivir y prosperar. Nuestra extinción será una más de las 200 que se producen a diario. Nos vamos a convertir en una especie en peligro de extinción por la avaricia, arrogancia e irresponsabilidad humanas.
Si no frenamos esta guerra antropogénica contra la tierra y las especies que la habitan, en cien años habremos destruido las condiciones que permiten a los humanos vivir y prosperar.
Todas las emergencias que en la actualidad ponen en peligro vidas tienen su origen en la visión mecanicista, militarista y antropogénica de los humanos como seres al margen de la naturaleza, como amos y señores de la tierra que pueden dominar, manipular y controlar a otras especies como fuentes de beneficio. También tienen su origen en un modelo económico que considera los límites ecológicos y éticos como obstáculos que se deben superar para aumentar el crecimiento de los beneficios empresariales. En ese modelo no caben los derechos de la Madre Tierra, los derechos de otras especies, los derechos humanos, ni los de las generaciones futuras. Durante esta crisis y la recuperación tras el confinamiento, necesitamos aprender a proteger la tierra, su clima, los derechos y los hábitats de las diferentes especies, los derechos de los pueblos indígenas, de las mujeres, de los agricultores y agricultoras y de los trabajadores y trabajadoras.
 
Tenemos que romper con la economía del lucro y el crecimiento ilimitado que nos ha llevado a una crisis de supervivencia. Tenemos que aprender de una vez por todas que somos miembros de la familia planetaria y que la verdadera economía es la economía de los cuidados: el cuidado del planeta y el cuidado mutuo.
Para prevenir futuras pandemias, hambrunas, y la perspectiva de convertirnos en sociedades en las que la vida humana no tenga valor, tenemos que romper con el sistema económico global que está generando el cambio climático, la extinción de muchas especies y la propagación de enfermedades mortales. La vuelta a lo local deja espacio para que las distintas especies, las diferentes culturas y las variadas economías locales se desarrollen.
Tenemos que aprender de una vez por todas que somos miembros de la familia planetaria y que la verdadera economía es la economía de los cuidados: el cuidado del planeta y el cuidado mutuo.
Tenemos que reducir de manera consciente nuestra huella ecológica para dejar recursos y espacio disponibles para otras especies, para el resto de seres humanos y para las generaciones futuras. La emergencia sanitaria y el confinamiento ha demostrado que cuando hay voluntad política, se puede revertir el proceso de globalización. Hagamos que esta reversión sea permanente y volvamos a la producción local y de cercanía en línea con los principios del swadeshi (autosuficiencia) que promulgaba Gandhi, es decir, el restablecimiento de la economía doméstica.
 
Nuestra experiencia en Navdanya nos ha enseñado a lo largo de tres décadas que los sistemas de producción de pluricultivos locales y ecológicos son capaces de proveer de alimento a la población sin empobrecer el suelo, contaminar el agua ni dañar la biodiversidad.
La riqueza de la biodiversidad en los bosques, las granjas, los alimentos que consumimos, la microbiota intestinal, es un hilo conductor que comunica el planeta y sus diferentes especies, también los seres humanos, a través de la salud, no de la enfermedad.
Un pequeño virus puede ayudarnos a dar un gran paso adelante para fundar una nueva civilización planetaria ecologista basada en la armonía con la naturaleza. O bien podemos seguir viviendo la fantasía del dominio sobre el planeta y seguir avanzando hasta la próxima pandemia. Y por último, hasta la extinción.
La tierra seguirá adelante, con nosotros o sin nosotros.
 
 
Vandana Shiva nos aparta de condenar al sistema mundo capitalista cuyo criminal objetivo, cada vez más exclusivo y excluyente, es el crecimiento incesante del lucro oligopólico. Nos dice:
Los pronósticos de los científicos establecen que si no frenamos esta guerra antropogénica contra la tierra y las especies que la habitan, en cien años habremos destruido las condiciones que permiten a los humanos vivir y prosperar. Nuestra extinción será una más de las 200 que se producen a diario. Nos vamos a convertir en una especie en peligro de extinción por la avaricia, arrogancia e irresponsabilidad humanas.
Si no frenamos esta guerra antropogénica contra la tierra y las especies que la habitan, en cien años habremos destruido las condiciones que permiten a los humanos vivir y prosperar.
Renán Vega Cantor nos plantea con mayor precisión que debemos emanciparnos, los pueblos y sus diversidades, del sistema mundo capitalista y sus locales para garantizar la vida humana y la no humana en el planeta.
 


El capitaloceno
27 de febrero de 2017
Por Renán Vega Cantor
 
Al borde del precipicio
Varias informaciones recientes indican el acelerado proceso de destrucción de la naturaleza y de trastorno climático en el mundo, así como de la miseria de millones de seres humanos, afectado por catástrofes que se pretenden naturales pero que tienen un claro origen social, aunque eso no sea evidente a primera vista. Sin pretender ser sistemáticos recordemos algunas de las noticias que se registraron en el 2016 sobre caos climático, extinción de especies, pérdida de biodiversidad y las mal llamadas “catástrofes naturales”. (...)

Las características del capitalismo, su lógica de funcionamiento, explican que se haya convertido en una destructiva fuerza, que ataca a la mayor parte de los seres humanos y destruye la naturaleza, habiendo originado el capitaloceno (La época del capitalismo). Algunos de los elementos centrales de su funcionamiento son los siguientes:

  • Primer elemento: la acumulación capitalista que crece en forma exponencial e ininterrumpida en la búsqueda insaciable de ganancias. Para obtener ganancias se debe explotar intensivamente a los trabajadores y expoliar el medio ambiente, sin interesar si se destruyen a otras formas de vida. Se supone que puede haber crecimiento al infinito, como requisito de la acumulación de capital, en una tierra cerrada y limitada en recursos.
  • Segundo elemento: para obtener ganancias el capital rebasa las fronteras nacionales y se expande por el mundo en búsqueda de fuentes de materias primas, trabajo barato y nuevos mercados de inversión y consumo. Incluso, algunos lunáticos hoy hablan de la “colonización de Marte”, como forma de huir de la tierra. Esta expansión tiene como motor principal la competencia desenfrenada de capitales, que primero compiten a escala local y luego en el mundo entero.
  • Tercer elemento: obtener réditos en el corto plazo, porque, como decía Keynes, en el largo plazo todos estaremos muertos. Esto supone que no se tienen en cuenta los tiempos de la naturaleza, sino los tiempos del capital y los negocios. Como consecuencia se aniquila a los ecosistemas, tal y como lo evidencia la explotación mineral o de hidrocarburos, ya que no se tiene en cuenta el tiempo de reposición de los ecosistemas (cuando hablamos de bienes renovables) y se actúa en contra de los límites naturales.
  • Cuarto elemento: para conseguir el incremento de ganancia en forma permanente se produce un crecimiento ininterrumpido de las fuerzas productivas-destructivas, lo que se expresa entre otras cosas en el desarrollo de la tecnociencia, lo que lleva a inventar tecnologías más potentes, y que consumen mayores cantidades de materia y energía, para extraer más materia y consumir hasta la última porción de energía disponible. Esto genera una particular forma de arrogancia tecnocrática, para la cual no hay límites naturales, ni de ninguna otra índole, y que postula que tarde o temprano se encontraran las soluciones técnicas a los problemas que ha generado el capitalismo.
  • Quinto elemento: se estructura una jerarquía de valores que exaltan la competencia, el individualismo, el egoísmo, la codicia, la sed de ganancias, el consumismo, la explotación de otros seres humanos, como propias de la “naturaleza humana”. Esos valores son inculcados desde la escuela, y por los medios de comunicación, lo que legitima al capitalismo, que es visto como el orden natural de las cosas, un sistema eterno e insustituible.
  • Sexto elemento: la producción de mercancías obliga a su consumo, para poder obtener ganancia por parte de los capitalistas. Esto conduce a impulsar el consumo, creando necesidades artificiales e innecesarias, como puede verse hoy al examinar gran parte de las mercancías que se generan en el capitalismo, muchas de las cuales son inherentemente nocivas.
 
Con estos elementos, puede concluirse sin mucho esfuerzo que el capitalismo es insustentable a corto plazo. Como indican Fred Magdoff y John Bellamy Foster: El sistema capitalista mundial es insustentable en: (1) su búsqueda por una acumulación sin fin de capital tendiente a una producción que debe expandirse continuamente para obtener ganancias; (2) su sistema agrícola y alimentario que contamina el ambiente y sin embargo no garantiza el acceso cuantitativo y cualitativo universal de comida; (3) su desenfrenada destrucción del ambiente; (4) su continua reproducción y aumento de la estratificación de riqueza dentro y entre los países; y (5) su búsqueda por la “bala de plata” tecnológica para evadir los crecientes problemas sociales y ecológicos emergentes de sus propias operaciones34.
 
El término capitaloceno hace referencia a un periodo de tiempo reciente, una nueva era geológica, y a una categoría analítica y explicativa.
En el primer sentido, establece una cronología para englobar un conjunto de procesos cuyo nexo articulador es la existencia y el predominio de la relación social capitalista, desde el momento mismo de su génesis, como capitalismo de guerra en el siglo XVI, en algunos lugares de Europa y que luego, se expande por el resto del mundo durante los últimos siglos, adquiriendo una fuerza e impacto mundial tras la revolución industrial a finales del siglo XVIII.
 
En el segundo sentido, es una noción que se dirige a dar una explicación de los fundamentos de funcionamiento del capitalismo y sus impactos destructivos sobre el planeta tierra. Busca explicar en forma racional las raíces de lo que sucede. Aunque el capitaloceno representa un período muy corto, su impacto es tal que la mayor parte de las transformaciones que ha generado tienen un carácter de irreversibles. El capitalismo es una fuerza geofísica global, eminentemente destructora, aunque se suponga que es creadora, su carácter devastador es de tal dimensión que puede catalogarse como un nuevo meteorito, pero de origen social, similar al meteorito que se estrelló contra el Golfo de México hace 65 millones de años y que produjo la quinta extinción de especies y arrasó con el 90 por ciento de la vida que por entonces existía en la tierra35.
 
Al hablar de capitaloceno no importa tanto que se le conciba como una época histórica o una era geológica, y lo menos interesante es argüir que hoy no pueden leerse los registros estratigráficos que demuestren su existencia. Es poco importante que exista un reconocimiento estratigráfico del capitaloceno. Lo fundamental es el sentido político del término y al desafío cognitivo de orden colectivo que debería generar, que conduzca no solamente a cambiar nuestra comprensión de la realidad, sino lo que es más importante y decisivo, nuestro accionar como sociedades. El asunto es crucial, no es una cuestión terminológica ni una querella entre geólogos. Tiene que ver con el esclarecimiento de las razones y de las causas que producen la destrucción de la naturaleza, la extinción de especies, el vuelco climático, la acidificación de los mares, la destrucción de los corales…. El capitaloceno sí está dejando huellas de tipo geológico. Al respecto, uno de los cambios geológicamente más significativos, aunque aparezca casi invisible para nosotros, es la modificación en la composición de la atmosfera: las emisiones de bióxido de carbono (CO2), cuya contribución al calentamiento global es innegable –lo que produce cambios climáticos, concretamente elevación de la temperatura, que no se presentaban hace millones de años– y que permanecen durante miles de años en la atmósfera. Asimismo, el desplazamiento de plantas y animales hacia los polos, un movimiento migratorio forzado por el aumento de la temperatura, que ya se está presentando, va a dejar su registro fósil, en idéntica forma que la elevación del nivel del mar en varios metros, con lo cual se hundirán ciudades completas.
 
Es probable que mucho tiempo después de que nuestros autos, ciudades y fábricas se hayan convertido en polvo, las consecuencias de quemar carbón y petróleo equivalente a miles de millones de toneladas sean claramente ostensibles. El bióxido de carbono calienta el planeta y, al mismo tiempo, se cuela en los océanos y los acidifica. En algún momento de este siglo serán tan ácidos que los corales ya no podrán construir arrecifes, lo que se registrará geológicamente como "un hiato de arrecifes". Estos hiatos han marcado cada una de las últimas cinco extinciones masivas principales. La más reciente, que se cree fue causada por el impacto de un asteroide, tuvo lugar hace 65 millones de años, al final del periodo Cretácico; no sólo eliminó a los dinosaurios, sino también a los plesiosaurios, los pterosaurios y los ammonoideos. La escala de lo que les está sucediendo ahora a los océanos es, de acuerdo con muchos expertos, incomparable desde entonces. Para los geólogos futuros, dice Zalasiewicz, nuestro impacto podría parecer tan repentino y profundo como el de un asteroide. (Bienvenido al Antropoceno, la era del hombre36)
 
Entre algunos de los cambios que ha generado el capitalismo se encuentran: un aumento en la tasa de extinción de la fauna y la flora a niveles sin precedentes desde la aparición del homo sapiens; aumento en los niveles de C02 en la atmosfera, que modifica el clima y aumenta las temperaturas, de tal forma que no había sucedido hace 66 millones de años; producción masiva de plásticos, que inundan ríos, lagos y océanos, interfiriendo en la vida de miles de especies; la utilización de fertilizantes ha duplicado la cantidad de nitrógeno y de fosforo en las tierras de cultivo. Se calcula que esto puede causar un impacto sobre el ciclo de nitrógeno que no se presentaba hace 2.500 millones de años; “la presencia de una capa permanente de partículas transportadas por el aire en los hielos glaciares y sedimentos, como por ejemplo carbono negro procedente del consumo de combustibles fósiles” 37. Con estas evidencias, advierten algunos geólogos, "Muchos de estos cambios son geológicamente duraderos y algunos son efectivamente irreversibles"38.
 
Los rasgos distintivos del capitaloceno no apuntan a señalar en abstracto al ser humano como una fuerza geológica en sí misma de extinción masiva, sino al sistema capitalista, como una forma de organización social e histórica particular, cuyo funcionamiento ocasiona los problemas que vivimos en la actualidad. Como tal, desde su origen el Homo sapiens ha vivido en diversas formas de organización social, y en ninguna de ellas se puso en peligro global la supervivencia de la misma humanidad y de otras formas de vida a una escala masiva, como hoy acontece. Uno de los aspectos que suele resaltarse cuando se habla de Antropoceno es el tamaño de la población humana, cuyo número creció en forma exponencial en los últimos dos siglos, tras la Revolución Industrial y en forma más veloz en los últimos cincuenta años. Este crecimiento está asociado a las energías fósiles, porque sin ellas no hubiera sido posible, algo que se deriva entonces del mismo desarrollo del capitalismo. Pero un elemento adicional que no puede ser negado es que no todos los seres humanos que hoy vivimos en el planeta tierra tenemos el mismo grado de responsabilidad, puesto que hay una asimetría evidente entre una ínfima minoría de grandes capitalistas y el resto de la población mundial.
 
En otros términos, existe una segmentación en términos de producción y consumo entre unos pocos países y el resto, y más en general, entre los más ricos entre los ricos y millones de pobres y miserables. Oxfam lo ha dicho en sus informes de enero de 2016 y de enero de 2017. En este último proporciona algunos datos sobre la aterradora desigualdad social y económica en el mundo:
1. Cuando una de cada diez personas en el mundo sobrevive con menos de dos dólares al día, la inmensa riqueza que acumulan tan sólo unos pocos resulta obscena. Sólo ocho personas (concretamente ocho hombres), poseen la misma riqueza que la mitad más pobre de la población mundial, 3.600 millones de personas. […]
2. Siete de cada diez personas vive en un país en el que la desigualdad ha aumentado en los últimos 30 años.
3. La desigualdad extrema tiene un enorme impacto en las vidas de las mujeres, sobrerrepresentadas en los sectores con peores salarios y que sufren mayores niveles de discriminación en el ámbito laboral y asumen la mayor parte del trabajo de cuidados no remunerado. Al ritmo actual, llevará 170 años alcanzar la igualdad salarial entre hombres y mujeres.
4. La evasión y elusión fiscal por parte de las grandes multinacionales priva a los países pobres de al menos 100.000 millones de dólares cada año en ingresos fiscales, dinero suficiente para financiar servicios educativos para los 124 millones de niños y niñas sin escolarizar o servicios sanitarios que podrían evitar la muerte de al menos seis millones de niños y niñas cada año39.(...) Leer

    

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