El rol político de los movimientos
sociales
Por José Luis Ropero de la
Hoz (Rebelión)
Un derecho fundamental de todo ciudadano es la libertad de
asociación, facultad engranada a la libertad de expresión y locomoción. Si
falta uno de estos elementos, cualquier discurso resultará vacuo y cualquier
ley, injusta o ineficaz.
Pretender que un movimiento social prescinda
de plantear una posición política es desconocer que los grandes sucesos,
conmociones y transformaciones de una nación, siempre tienen una amplísima base
popular. El ejemplo clásico está en las luchas por la independencia, incluso
desde la Revolución de los Comuneros, primera muestra articulada de una
conciencia nacional colombiana (o neogranadina por aquellas épocas), donde los
diferentes gentilicios, ya se sentían compatriotas.
También fueron movimientos políticos los
que a principios del siglo XX emprendieron los comerciantes y asalariados del
banano en las plantaciones del Magdalena, cuando sólo ellos sentaron posición de
soberanía frente a la explotación del extranjero y la corrupción de las
autoridades; o qué decir de los maestros del Caribe emprendiendo la Marcha del
Hambre en 1966, todos estos movimientos sociales fueron propuestas políticas
nacidas desde la base del pueblo, defendidas hombro a hombro por los
trabajadores y reprimidas por la dirigencia oficial.
Hoy en Colombia confluyen los más diversos
sectores de la sociedad, contrario a lo expresado en la prensa pagada por el
presupuesto nacional, agricultores, mineros, transportadores, estudiantes, madres comunitarias y maestros, están unidos por mucho más
que un subsidio o un aumento salarial, los enlaza el deseo de vivir en un país
justo y soberano.
Varios son los pliegos de peticiones que a
todo pulmón y con gran sustentación se defienden en este país, desde la plaza
pública hasta las universidades; lo sorprendente es que las exigencias de los
diferentes grupos sociales son complementarias entre sí, o qué decir de lo planteado por la Mesa de
Interlocución Agraria Nacional:
- Exigimos la implementación de
medidas y acciones frente a la crisis de la producción agropecuaria.
- Exigimos acceso a la
propiedad de la tierra.
- Exigimos reconocimiento a la
territorialidad campesina.
- Exigimos la participación
efectiva de las comunidades y los mineros pequeños y tradicionales en la
formulación y desarrollo de la política minera.
- Exigimos se adopten medidas y
se cumplan las garantías reales para el ejercicio de los derechos
políticos de la población rural.
- Exigimos inversión social en
la población rural y urbana en educación, salud, vivienda, servicios
públicos y vías.
Mientras tanto el gobierno nacional se atreve
a expresar sin vergüenza que en este país no hay ningún paro; ¿será que por
repetir mil veces una mentira esta se convertirá en verdad?
Claro, las amenazas no se hacen esperar para
quienes expresan con orgullo su apoyo a las causas del bien común, como las anunciadas por la banda mercenaria
“Los Rastrojos”, en contra de connotados dirigentes comunitarios,
sindicales y políticos.
Es por esto sociedad colombiana, que se hace
necesario comprender que los asuntos públicos nos competen a todos y que el
simple hecho de exigir la prevalencia del interés general, implica manifestar
una posición política; como es política también la decisión de no hacer nada.
(*) José Luis Ropero de la Hoz es Director del
Instituto Ecojugando
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=173636&titular=el-rol-pol%EDtico-de-los-movimientos-sociales-
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"Todos somos campesinos"
Por Elizabeth
Jiménez (El Espectador)
“Todos somos campesinos” podría ser una frase
de cajón, mediática u oportunista, en un paro agrario. Pero en Colombia, por
sus raíces y antecedentes históricos, cobra total vigencia y credibilidad.
Hacia los años 40, el 70% de la población
colombiana vivía en el campo y sólo el 30% comenzaba a poblar las ciudades. Esa
proporción se invirtió de manera exacta hacia los años 90. Hace poco más de un
siglo, en 1905, sólo había 100 mil habitantes en Bogotá. Ahora son cerca de
nueve millones. Fue precisamente la precariedad agraria la que llevó a los
campesinos a poblar otras zonas y a dejar el azadón por el palustre, el campo
por la ciudad.
La mayoría de los colombianos que ahora pueblan las grandes
ciudades, son de ascendencia campesina. Sus bisabuelos y abuelos vivieron en el
campo, muchos trabajado la tierra, pescando o pastoreando animales. Basta con
escuchar las conversaciones espontáneas y las arengas en las manifestaciones
desde hace dos semanas, en apoyo al paro campesino, donde han brillado por su
ausencia las pancartas de grupos políticos u organizaciones determinadas. Ha
habido una mezcla evidente de ciudadanos de diferentes estratos sociales, vestimentas,
edades, tendencias, gritando las mismas consignas “Colombia, afirma, su
herencia campesina”; “Amigo, soldado, su abuela está en el campo”; “Queremos
chicha, queremos maíz, multinacionales fuera del país”.
Marchas, ‘plantones’, ‘cacerolazos’ nocturnos
o rituales chamánicos con velas y silencio (como el que se realizó hace dos
días en Bogotá) han congregado desde dos mil hasta cien mil personas en
diferentes lugares de Colombia, de forma pacífica y sin que nadie oculte su
rostro. Estos eventos distan en forma, tamaño e intención de los actos
vandálicos protagonizados por unos cuantos encapuchados que se han enfrentado a
la fuerza pública, con actos de violencia de parte y parte, que no consiguen
opacar el apoyo masivo y pacífico del ciudadano común desde dentro y fuera del
país, de manera virtual o presencial, demostrando la cohesión de la sociedad
colombiana en apoyo al campesinado colombiano.
En los encuentros, que se han extendido por
horas, se ha destacado la abundante presencia de niños y jóvenes luciendo
ruanas, bailando música campesina y cantando arengas, lo que ha confirmado que
a pesar de las alocuciones presidenciales de los primeros días, los ciudadanos
no lograron convencerse de que el paro no existe. Por el contrario, se volcaron
a las calles a demostrar que el tema alimentario les concierne a todos y que
los campesinos no están solos.
Internet o “los
infiltrados” (Ver video)
La columna “Tener una semilla es un delito”,
del colaborador de este diario, Dharmadeva, publicada hace unos días, ha sido
compartida por más de 64 mil personas. El primer plantón, que citó a las
personas al mediodía del pasado domingo 25 de agosto, fue convocado apenas unas
horas antes, a través de las redes sociales. La gente “corrió” a agolparse en
cercanías de la casa presidencial, recorrió la carrera octava y se congregó en
la Plaza de Bolívar. El ‘cacerolazo nocturno’ del día siguiente, el 26, fue
promovido a través de Facebook y Twitter y fue de allí de donde los grandes medios lo replicaron. Al principio iba a ser sólo en
Bogotá, Cali y Medellín, y resultó haciéndose en quince ciudades grandes,
medianas y pequeñas de todo el país, con las plazas principales a reventar, con
todos los participantes golpeando, con cucharas metálicas o de madera y sin
pausa, desde ollas viejas, hasta elegantes sartenes de teflón. Entre las seis
de la tarde y las diez de la noche no se presentó ningún brote de violencia en todo
el país.
Sin embargo, desde el 29 de agosto se
acentuaron algunos enfrentamientos, especialmente en áreas urbanas; han
resultado heridos campesinos, ciudadanos comunes, periodistas y policías.
Mientras el Gobierno firmó acuerdos con los campesinos en Nariño el domingo 3
de septiembre, en Neiva y Florencia
hubo fuertes disturbios al día siguiente. Durante los primeros brotes de
violencia, en la primera semana del paro, murió un joven a la entrada de Ciudad
Bolívar y en Boyacá, un policía. Estos hechos, rechazados por la comunidad y
expuestos con todo el despliegue por los medios
televisivos del país, son apenas una parte frente a los videos divulgados por
los mismos ciudadanos colombianos a través de Youtube y compartidos masivamente
en las redes sociales. En ellos quedaron en evidencia los supuestos abusos de
la policía en Medellín con reporteros que cubren el tema y los del Esmad
(policía antidisturbios) con los campesinos, especialmente de Boyacá. Había
tantas pruebas audiovisuales que el director de la Policía Nacional ,
Rodolfo Palomino, se vio abocado a ofrecer excusas por estos abusos y aseguró
que investigaría a los agentes implicados.
El apoyo cívico ha sido tal y las razones del
paro tan evidentes, que el mismo vicepresidente de la República, Angelino
Garzón, no temió pronunciarse frente al país: “La gente en Colombia se está
cansando de vivir miserablemente”.
Sin embargo, en Colombia ha sido una constante preguntarse “qué” y
no “por qué”. Esto lo analizó claramente el columnista de El Espectador William
Ospina hace unas semanas con respecto a los campesinos del Catatumbo. “Aquí se
pregunta ¿Quién está detrás del bloqueo de esas vías?, en vez de preguntarse
¿por qué las están bloqueando? Cuando en otros países están tratando de
identificar las causas, en Colombia están tratando de encontrar un culpable”.
El fiscal general de la Nación y el presidente
aseguraron que las marchas están infiltradas por agentes armados ilegales. Las
investigaciones ya están en marcha. Sin embargo, para muchos ciudadanos comunes
este argumento resulta un chivo expiatorio, como lo argumenta una señora mayor,
de clase media, bogotana, entrevistada en el corto documental Mi tierra no se
vende, uno de los más sensibles e íntimos que se han compartido por Youtube
sobre el paro. El periodista le pregunta: “Señora, el presidente dice que el
paro está lleno de infiltrados, ¿usted es una infiltrada?”. A lo que ella
responde entre risas: “¡Sí, el paro está infiltrado de gente con dignidad! No
como ellos, que están vendido el país”.
En medio de la crisis social y política
resulta desconcertante ver los primeros anuncios televisivos promoviendo las
próximas elecciones, que serán en un año, lo que da validez a argumentos de
analistas y dirigentes para insistir en el tema de los infiltrados, como lo
sostiene el presidente del Senado, Juan
Fernando Cristo : “La inmensa
mayoría de las peticiones de los campesinos son justas y válidas, pero tampoco
podemos desconocer que hay políticos oportunistas pescando en el río revuelto
de la justa protesta social. Detrás del vandalismo y las acciones
delincuenciales que han surgido paralelas al paro hay sectores interesados en
crear un clima que le genere dificultades al gobierno”.
El antropólogo y analista Alfredo Molano, que
ha contado la historia reciente de Colombia a través de sus columnas y libros,
al presenciar los primeros bloqueos de los campesinos en el Cauca, comentó:
“Los gobiernos, con el incumplimiento sistemático y deliberado de los acuerdos
que firman con los campesinos y con el cumplimiento estricto de los acuerdos
que firman con EE. UU., Europa, Corea, han obligado a la gente a las vías de
hecho, a enfrentarse con las fuerzas armadas, para luego argumentar con cinismo
que los labriegos están siendo utilizados por la guerrilla. Desprecian
a la gente al mostrarla como una masa estúpida, ignorante y maleable,
susceptible siempre de ser manejada por los agentes del mal, y por eso son
capaces de firmar los TLC pensando sólo en los intereses de los “agentes del
bien”.
¿Prosperidad para
quién?
El eslogan de este gobierno, “Prosperidad para
todos”, cada día se desdibuja más. La implementación desde gobiernos anteriores
de políticas de globalización se ha venido en contra de todo el campesinado a
pesar de tener unas de las tierras más fértiles del mundo. En los años 80 los
cafeteros le dieron riqueza al país, con sus propias maneras asociativas de
negociar. Sólo tres décadas después esa prosperidad se vino abajo. Fueron ellos
quienes comenzaron toda esta movilización por la dignidad del campo desde hace
unos meses. Hace apenas un año nadie hubiera imaginado que se verían por las
carreteras de Colombia vallas publicitarias puestas por los mismos
agricultores, invitando a la gente a que no consuma papa, pollo o arroz
importado. Poco previsible con todos los beneficios con los que ‘pintaban’ el
TLC y mucho menos pronosticable dada la abundancia y la calidad de estos
productos nacionales.
Las denuncias y foros para precisar el alcance
de un hecho registrado en el documental 9.70, de la joven realizadora Victoria Solano, visto multitudinariamente por
Youtube, en el que se muestra a agentes de la policía obligando a unos
campesinos arrojar 62 toneladas de semillas de arroz en Campo alegre, Huila,
encendió la polémica.
El ICA (Instituto Colombiano Agropecuario) argumentó que
realizó el decomiso y destrucción porque “gran parte de las semillas de arroz
(producto de semilla modificada y no nativa) estaban contaminadas y empacadas
en costales de harina y fertilizantes, lo que podría significar un riesgo
fitosanitario”.
La presión alrededor de este debate fue tal,
que este miércoles 4 de septiembre el presidente Santos y los voceros de los
campesinos de los departamentos de Boyacá, Nariño y Cundinamarca lograron
avanzar en la mesa de diálogos: “el Gobierno Nacional se compromete a no
aplicar la resolución 970 de 2010
a las semillas nacionales y a trabajar en una mesa
técnica el tema de semillas con delegados de la presente mesa, en la
estructuración de una nueva propuesta sobre semillas certificadas que no
afecten al productor agropecuario”. Sin embargo, la petición del sector
agropecuario al gobierno de renegociar el Tratado de Libre Comercio con Estados
Unidos y la Unión
Europea , sigue en vilo.
Los agricultores esperan que este acuerdo se
cumpla, pues el incumplimiento de la palabra del Gobierno con base en acuerdos
pactados en marzo fue lo que provocó que comenzara este paro, que hoy cumple 19
días. Eso lo afirmaron, a la periodista Cecilia Orozco ,
líderes agrarios. César Pachón, dirigente parero: “En el paro pasado, cuando
nos invitaron a negociar, firmamos un acta de compromiso con el Gobierno y ¿qué
sucedió después? Nada. Continuamos en crisis profunda. Por eso estamos en las
vías”.
Y Luis Gonzaga, representante de los cafeteros
en Caldas: “El 25 de febrero de este año iniciamos un paro que supuestamente
llegó a feliz término el 8 de marzo con un acuerdo que avalaron el
vicepresidente Garzón y varios ministros. El Gobierno y la Federación aseguran
ahora que el pacto se está cumpliendo porque el PIC (Protección de Ingreso
Cafetero, ayuda de $145.000 por cada carga de 125 kilos de café) le está
llegando al productor. Pero no es el único problema que se comprometieron a
resolver. A las 4 o 5 multinacionales que tiene el monopolio de importación de
fertilizantes no se les controla el precio que ponen en Colombia. Los cafeteros
colombianos terminamos pagando precios al doble o al triple de lo que lo pagan
los del resto del continente”.
Cada vez los líderes, campesinos y ciudadanos están más informados
y alertas con lo pactado. Toda la información que surge es consultada por
internet. Algunos medios
alternativos o videos aficionados logran más visitas y credibilidad que los
canales tradicionales.
Las personas que apoyan a los campesinos de
Colombia desde dentro y desde fuera, en países como Chile, Alemania o hasta
Emiratos Árabes, quieren estar informadas. Uno de los artículos más compartidos
vía internet fue el publicado durante los primeros días del paro por el diario
El País, de España, sobre el análisis de la actitud del presidente Santos
frente al Paro Agrario:
“La respuesta del Gobierno ante el paro ha
sido errática. Mientras el Ministro encargado de la Agricultura se reúne con
los campesinos, el de Defensa acusa a las Farc de haber infiltrado las
protestas. El discurso de Santos ha sido ambivalente. Mientras que durante los
primeros días promovió la protesta social, también permitió el uso de la fuerza
contra campesinos y estudiantes. Santos, con sus diferentes discursos sobre el
paro, ha causado más desconfianza que tranquilidad”, dijo el medio español.
Durante más de dos semanas de paro
(particularmente en la primera), las manifestaciones masivas de ciudadanos en
Colombia y el mundo evidencian que los dirigentes colombianos se encuentran
frente a una ciudadanía menos maleable, con más poder y decisión para
autoconvocarse en la defensa de los derechos humanos y ciudadanos, sin requerir
de la violencia.
Una ciudadanía que ve la unidad de todos como algo posible, que
exige la verdad y las negociaciones justas, con dos valiosos argumentos: tener
uno de los países más ricos en recursos naturales y contar con la convicción de
no querer permitir que la pobreza y miseria masiva del campesinado colombiano
siga siendo algo natural.