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20 de septiembre de 2018

II. El ajuste y militarización es del G20-FMI con apoyo de todos los poderes locales. Alternativa a crear desde abajo y a la izquierda.

Argentina, crisis de la deuda y acuerdo con el FMI: Camino a un nuevo colapso del modelo
20 de septiembre de 2018
Por Carlos Carcione (Rebelión)

El primer acuerdo del gobierno Macri con el FMI duró apenas dos meses. Solicitado por el gobierno y firmado en junio cuando el Banco Central argentino demostró su incapacidad para frenar la corrida cambiaria. Los 15.000 millones de dólares, de un total de 50.000, hechos efectivos en ese mes se evaporaron, aspirados por la crisis. Para finales de agosto, en medio de una nueva corrida, la devaluación del peso superaba el 100% en apenas 6 meses, Macri pidió al Fondo el adelantamiento a 2019 de los desembolsos previstos para el 2020 y, según versiones, como parte de esta negociación, se estaría estudiando un refuerzo de otros 15.000 millones de dólares para el nuevo programa 1 .
Unos días después, cuando la corrida cambiaria se había convertido en crisis política, el gobierno anunció nuevas medidas de ajuste; una reestructuración del organigrama de funcionamiento del gobierno eliminando la mitad de los ministerios, y el llamado a lo que denomina “peronismo racional”, expresado en los gobernadores del PJ, a un acuerdo para aprobar el presupuesto de 2019 que contempla las exigencias del Fondo.
Sobre la base de estas “señales” y con el fracaso consumado del acuerdo de junio, el FMI aceptó comenzar a negociar un segundo acuerdo. Al tiempo que la directora general del organismo, Cristine Lagarde, confesaba en el Financial Times de Londres el 11 de septiembre, su temor de que las crisis de Argentina y Turquía se convirtieran, vía efecto contagio, en una nueva crisis mundial de la deuda.
No esta demás señalar que cuando el FMI todavía pronosticaba un 2018 sin mayores sobresaltos en la economía mundial, nosotros, desde anticapitalistas en red, alertamos sobre la posibilidad de un nuevo capítulo de la crisis internacional empujado por la inminente crisis de la deuda y la guerra comercial de Trump 2 .
Que estamos atravesando una “tormenta”, que el país ha vivido por por encima de sus posibilidades, que el déficit fiscal, que los subsidios, que la sequía, la falta de confianza, o la mala comunicación del plan, etcétera. Estas son algunas de las explicaciones de Perogrullo que desde el gobierno ensayan como causas locales de la actual crisis, además del impacto, ese si indudable, de la crisis capitalista mundial.
Sin embargo ninguna de estas explicaciones puede revelar por qué el acuerdo con el FMI de junio pasado, que incluye el mayor desembolso de la historia del organismo, ha fracasado en apenas 2 meses y es necesario renegociarlo. Las preguntas que hay que contestar son dos. La primera es develar las causas de fondo, estructurales, de las crisis recurrentes del capitalismo dependiente argentino. Y la otra es si la política económica del macrismo, independientemente de su claro carácter antiobrero, antipopular y antinacional, apunta a corregir o por el contrario profundizará esas causas estructurales, desembocando en un nuevo colapso.
Un patrón de acumulación basado en la fuga de capitales
Desde la quiebra del modelo de sustitución de importaciones a finales de la década de los 60 del siglo pasado, la elite dominante en el país buscó un nuevo patrón de acumulación de capital rompiendo la lógica de lareproducción ampliada 3 . Lo encuentra recién a mediados de los 70 con la dictadura militar y el plan económico de Martínez de Hoz, estimulado por el FMI y los capitales internacionales. Desde entonces hay una constante en la economía argentina: la fuga de capitales .
En varios estudios a lo largo de la última década, pero sobre todo en los realizados por el equipo de investigadores que encabeza Jorge Gaggero del CEFIDAR, se aportan importantes datos que son útiles para entender cómo funciona, desde entonces, el patrón de acumulación de las elites locales. En uno de ellos publicado en el 2010, por ejemplo, señala que: En 1974 la deuda externa era de US$ 7600 millones, y el capital fugado era prácticamente la mitad, US$ 3800 millones. En 1982 las cifras eran US$ 44.000 y US$ 34.000 millones, respectivamente. En 1989la deuda era de US$ 65.000 millones y los capitales fugados llegaban a US$53.000 millones. A fines de 2001 la deuda era de US$ 140.000 millones y lo fugado US$ 138.000 millones.
Esta dinámica continúa durante todo el periodo kirchnerista y por su puesto se mantiene en la actualidad. Un ejemplo de ello es que la información brindada por el Banco Central para el primer semestre de este año para la cuenta Formación de Activos Externos de Residentes (un eufemismo para la fuga) muestra que esta fue un 117 % superior a la del mismo periodo del año anterior, llegando a los 16.676 millones de dólares 4 . Teniendo en cuenta que ha seguido de esa manera, es indudable que se establecerá un nuevo record histórico de Fuga de Capitales.
Es importante señalar también que el acumulado de los bienes de argentinos en el extranjero bordean según fuentes citadas por Gaggero los 400.000 millones de dólares hasta el año 2014 5 . Lo que permite afirmar que en la actualidad es muy superior, sobre todo teniendo en cuenta que el mismo informe del Banco Central citado arriba, muestra que en los dos últimos años, es decir el periodo Macri, la fuga supera largamente los 50.000 millones de dólares.
De todas maneras es importante destacar, como lo hace la investigadora de la UBA Magdalena Rua, que se desarrollaron dos maneras de alimentar esta fuga. Afirma Rua que durante el periodo kirchnerista, a pesar de haber descendido la relación Deuda –PBI, la fuga no se interrumpió, por el contrario se mantuvo en niveles similares a los actuales, pero financiada esencialmente por los superávit que el extraordinario periodo de precios internacionales de los cereales generó 6 .
En síntesis, financiada por deuda externa durante gran parte de las últimas cuatro décadas o por el superávit de cuenta corriente como ocurrió en una parte del periodo kirchnerista 7 , el patrón de acumulación de la burguesía local no se asienta en la reinversión productiva de los excedentes logrados en la producción y por la explotación del trabajo o por el diferencial obtenido por los precios extraordinarios de los comodities exportados (plusvalía extraída o renta agraria obtenidas), sino en la búsqueda de una valorización financiera de ese excedente vía fuga de capitales. Esto muestra al pasar, la íntima relación de los grandes grupos económicos locales con el capital financiero internacional y sus definidos rasgos mafiosos, especulativos y parasitarios.
Endeudamiento creciente, especulación y ajuste permanente, las herramientas del saqueo
En un artículo del 1 de enero de 2018 en el periódico El País de España 8 se afirmaba que a pesar de que la deuda argentina había crecido un 35% durante los dos años de mandato de Macri hasta entonces, ubicándose en los 342.000 millones de dólares para diciembre de 2017, señalaba que el consenso general (entre los funcionarios e inversores) era que esa deuda era sostenible en el tiempo. Para entonces la relación Deuda/PBI se ubicaba alrededor del 54%.
Apenas meses después Argentina debe recurrir al crédito más importante en la historia del FMI para no caer en la cesación de pagos y cumplir con el servicio de esa deuda que, en enero para El País era “sostenible”. Si una parte de las causas de esta situación se debe buscar en la evolución de la crisis económica internacional, las causas locales inmediatas, más allá de las estructurales que señalamos más arriba, tienen que ver con la política económica específica que desarrollo el macrismo desde el mismo momento de su asunción al gobierno. La liberación del tipo y las operaciones de cambio, la desregulación financiera, la eliminación de las retenciones para el agro y la minería, el aumento de la base imponible para el impuesto a las ganancias, y el pago de la deuda contraída por el gobierno De la Rúa a los fondos buitres, pago que estaba suspendido desde finales de 2001, entre otras, no lograron atraer las tan propagandizadas “inversiones de capitales” que vendrían al país cuando nos “abriéramos al mundo”. Pero si alimentaron un flujo de capital especulativo de cortísimo plazo. Cuando esos capitales especulativos comenzaron a desprenderse de los títulos y bonos en pesos del gobierno y pasarse a dólares para realizar una ganancia obscena obtenida por esa especulación, la burbuja de las LEBAC y otros instrumentos financieros especulativos estalló.
Por otra parte el llamado “ajuste en dos tiempos”, o “gradualismo”, en el ajuste neoliberal que se propuso al inicio del gobierno Macri y que duró hasta el inicio de la corrida, fracasó. El síntoma más claro del fracaso fue frente a la ofensiva del gobierno en diciembre pasado por imponer la reforma de la seguridad social y la reforma laboral, el fuerte rechazo del movimiento de masas impidió la segunda y llevó a que no se pudiera llevar el ajuste hasta donde pretendía Macri. Porque La eliminación de subsidios, el ataque al salario, el crecimiento de los despidos y del desempleo, la disparada inflacionaria, la recesión económica, similar en números de caída de producción y consumo al 2001, aunque brutales para la población, son insuficientes para encontrar el camino hacia el “país normal” que Macri le prometió a las Elites del país y extranjeras. Por eso a cada nuevo acuerdo con el Fondo sigue una nueva ronda de ajustes.
Frente a esta situación y al estallido de la burbuja especulativa 9 , sobrevino una nueva crisis de la deuda en el país. Los números son contundentes: A pesar del “apoyo” del FMI y de que, durante 2018 se pagarán en total algo más de 78.000 millones de dólares de deuda, el stock total de deuda al contrario de reducirse, aumentará, pasando de los 342.000 millones de dólares de finales de 2017 a superar los 390.000 millones a finales de 2018 (ver números actuales en Observatorio Fiscal) 10 . Y la deuda habrá pasado del 54% del PBI a representar a fines de 2018 un 107% del mismo como señalan los propios consultores burgueses 11 .
Entramos como en oportunidades anteriores, en una dinámica de grandes confrontaciones para definir ganadores y perdedores de esta crisis. Para evitar que se consolide un nuevo saqueo hacia el pueblo, los trabajadores y el país, las grandes mayorías que viven de su trabajo deben enfrentar con su movilización este pacto de Macri con el FMI y derrotarlo. La alternativa vuelve a ser: nuevo colapso del capitalismo dependiente argentino o modelo alternativo anticapitalista. 
Notas:
3 Carlos Marx, Acumulación y Reproducción Ampliada El Capital, libro 2do. Capítulo 1
4 Fuga de capitales primer semestre de 2018 Ámbito Financiero con datos del BCRAhttp://www.ambito.com/928345-la-fuga-de-capitales-se-duplico-en-el-primer-semestre-alcanzo-los-us-16676-millones
7 Hay estudios que demuestran en base a números oficiales que durante el periodo Kirchner, el aumento en la producción se basó esencialmente en la utilización de la capacidad instalada y no en la ampliación de la capacidad productiva. En algunas ramas como petroquímica y otras, hubo inversión productiva, el resto del aumento de la inversión en ese periodo se explica por la ampliación de la capacidad de almacenamiento.
8 El País España, La deuda argentina creció 35% desde la llegada de Macri.https://elpais.com/economia/2018/01/01/actualidad/1514832832_626904.html
9 Que sin dudas se extenderá a otros emergentes.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=246748

19 de septiembre de 2018

I. El ajuste y militarización es del G20-FMI con apoyo de todos los poderes locales. Alternativa a crear desde abajo y a la izquierda.

Crisis en Argentina: salarios, moneda y socialismo

15 de septiembre de 2018

Por Rolando Astarita
La inflación en el mes de agosto fue del 3.9%; el acumulado del año es 24,3%, y de agosto de 2017 a agosto de 2018 la inflación fue 34,4% (Indec). Las subas salariales en 2018, y hasta agosto, habrían rondado el 20% (los datos del Indec sobre salario son hasta junio). La inflación pronosticada para septiembre estaría entre el 5 y 6%. Para el año, la inflación estaría por encima del 42%. Todo indica que los salarios, en el curso de 2018, crecerán muy por debajo de esa cifra. Y en todo caso, si la lucha de clases arranca aumentos salariales, lo más probable es que sigan subiendo los precios y el dólar. O sea, la respuesta del capital y el Gobierno apunta a derrotar a la clase obrera amenazando –además del desempleo con una espiral de subas de precios y del tipo de cambio.

Pero en ese caso la perspectiva es que la moneda nacional progresivamente deje de actuar como medida de valor, medio de pago e incluso medio de cambio (y de hecho, ya ha dejado de ser reserva de valor, o medio de atesoramiento). De ahí la propuesta de que Argentina vuelva a establecer una caja de conversión (o convertibilidad), adelantada por Larry Kudlow, presidente del Consejo Económico Nacional de la Casa Blanca, y por la editorialista del Wall Street Journal, Mary O’ Grady. Si bien todo indica que no existen condiciones políticas –tampoco económicas- para la dolarización completa de la economía, el reclamo sustancial es por una moneda fuerte, necesaria para restablecer la disciplina de la ley del mercado. Es que en alta inflación (o hiperinflación) la constricción de la ley del valor se debilita, ya que el dinero deja de encarnar tiempo de trabajo, y no hay forma de comparar productividades y valores. Por eso, en alta inflación, tampoco hay manera de que el capital se determine como valor en proceso de autovalorización. La caída de los salarios reales vía alta inflación (o hiperinflación) tiene esta limitación.

En consecuencia, restablecer la constricción monetaria equivale a restablecer el poder disciplinador del mercado –de la ley del valor- sobre el trabajo y en beneficio del capital de conjunto. En este punto es conveniente recordar que el dinero en manos del capitalista es la forma de existencia en que el capital inicia su proceso de valorización, y como tal, es poder social sobre la clase obrera.

Sin embargo, y dado que no existen condiciones políticas y económicas para la dolarización, todo indica que el gobierno de Cambiemos apuesta a anclar el dólar alrededor de los $40, y contener la suba nominal de salarios. Pero por ahora pierde reservas sin detener la suba de la divisa. Solo en la última semana el dólar aumentó 7,2%, para volver a superar los $40, a pesar de que el Banco Central vendió 395 millones de dólares. Y nadie puede asegurar que se mantenga en ese precio en las próximas semanas. Tampoco que los precios no sigan subiendo en espiral. La crisis se desarrolla con una dinámica caótica, de manera que es imposible prever sus ritmos y formas.

Es necesaria una alternativa socialista
La crisis cambiaria y la suba de  precios se desarrollan en un marco de ventas en caída, ruptura de la cadena de pagos, freno de las inversiones y desplome del consumo. Desaparecen las horas extras; se extienden las suspensiones y los despidos; y el cierre de talleres y comercios. Lo cual deprime más la demanda e intensifica la recesión. En este contexto el mensaje de los capitalistas y gobernantes es: “si los trabajadores pelean por recuperar salarios habrá más desocupación”. Y también: “si no resignan conquistas laborales, no habrá inversión”.

De manera que las subas del tipo de cambio y de precios, por un lado; y el desempleo (o la amenaza de desempleo), por el otro, atenazan a la clase trabajadora. Por eso, es necesario luchar, pero también ser conscientes de que la fuga de capitales, el aumento de precios, los despidos y suspensiones, no se paran con simples movilizaciones sindicales, ni con las tantas veces mentada “relación de fuerzas”. Las luchas reivindicativas pueden arrancar paliativos, pero no bastan para superar las contradicciones de la sociedad capitalista. Tampoco se arreglan las cosas con medidas del tipo “imprimir dinero hasta acabar con el desempleo”. Ni cambiando las figuritas de las altas esferas del Estado; o prohibiendo, por ley, las crisis, la desocupación y los aumentos de precios. El cretinismo parlamentario y el curanderismo social burgués sólo refuerzan la ideología de la clase dominante, y llevan a las masas trabajadoras a la frustración y el desánimo. Es necesario discutir un programa integral, que abra una perspectiva socialista. Lo cual implica plantear el enfrentamiento en términos de la lucha de clases.
Pero además, es necesario aprender de la historia. Frente a las crisis de 1975, 1981-1982, 1989-1991, 2001-2002 (profundas devaluaciones, alta inflación, caída dramática de los salarios y empeoramiento de las condiciones laborales), los programas reformistas burgueses y pequeño burgueses a los que adhirió (y adhiere) el movimiento obrero, no constituyeron solución ni alternativa. Y con la actual crisis el resultado no va a ser muy distinto, en tanto subsista el poder del capital, y la clase obrera no oponga una alternativa radical de cambio social.
Descargar el documento: varios formatos siguiendo el link, opción Archivo/Descargar Como: “Crisis en Argentina: salarios, moneda y socialismo”

Las "zonas de sacrificio" son los inicios del actual ajuste y militarización del G20-FMI

“Zonas de sacrificio”, acción política de clase y ecosocialismo

10 de septiembre de 2018
Por Maximiliano Rodríguez (Rebelión)
Existe la idea en la izquierda de que la problemática medioambiental es una cuestión ajena a las clases sociales. Pareciera que compete a la ciudadanía, a la humanidad, a las personas conscientes, etc. Los más fieles a la ortodoxia, admitiendo la existencia de éstas, pero al no calzar con sus representaciones idealizadas, argumentan que en este tipo de problemáticas dichas diferencias se diluyen, adquiriendo un carácter indeterminado, “aclasista”.
Por el contrario, sostenemos que la problemática medioambiental es una cuestión que involucra especialmente a las distintas clases sociales. Ninguna solución puede existir al margen de éstas, y de sus respectivos intereses y proyectos. Y aún más, en el estadio actual del capitalismo global, la problemática medioambiental no es sino una expresión de “la lucha de clases realmente existente”.
Esta es una contradicción del capitalismo que emplaza directamente a la moderna clase obrera. Golpea sus condiciones de vida, y abre espacio para su constitución como actor político con capacidad de acción colectiva propia, y posibilidad de organizar y aunar extensos sectores populares tras un proyecto de transformación social.
La izquierda tiene que tomar nota respecto de las nuevas realidades que impone la actual etapa del capitalismo y las formas que adopta la lucha de clases, y debe dar cuenta de estas en lo político-programático. En el asunto medioambiental, el desafío está en la formulación de un ecologismo obrero. O sea, un ecologismo que se asiente en la moderna clase trabajadora y que además se inserte en el proyecto emancipador histórico de esta clase: el socialismo.
Este ecosocialismo tiene que diferenciarse de las intenciones, deseos piadosos y asistencialistas reactivos a la emergencia con las víctimas de las desastrosas, e incluso mortales, consecuencias medioambientales del desarrollo capitalista, rechazar la invocación a principios abstractos de reglamentación social e idealizaciones románticas de tiempos pasados de la humanidad; para, en cambio, fundamentarse en las posibilidades que ofrecen el desarrollo de las contradicciones capitalistas y la descarnada realidad de la lucha de clases.
Las “zonas de sacrificio” del capitalismo chileno
La situación que actualmente padecen los habitantes de las comunas de Quintero y Puchuncaví en la V región se suma a otros hechos de similar naturaleza que han afectado a distintas localidades del país en los últimos años (Freirina, Chiloé). El común denominador de todos ellos responde a la anatomía específica que el desarrollo del capitalismo en Chile le ha impuesto a la actividad económica.
Históricamente, y liberado de toda traba bajo la fase neoliberal, la incesante búsqueda de ganancias ha llevado al gran capital en Chile a afincarse en la explotación rentista de recursos naturales: minería, pesca, acuicultura, actividad forestal, agroindustria, etc., las cuales le han permitido extraordinarios y permanentes niveles de rentabilidad.
Complementariamente, y parte del mismo complejo industrial, se ha instalado paralelamente a dichas actividades una industria manufacturera procesadora de recursos naturales de escaso valor agregado y altamente contaminante: fundiciones, plantas de procesamiento de pescado y elaboración de celulosa, etc.
Bajo esta modalidad de acumulación se han configurado zonas enteras en que, en el altar del crecimiento económico, sus habitantes son población sacrificable. Si bien no se reconoce oficialmente, para nadie es un misterio que para las propias autoridades hay zonas del país cuya población debe cargar con los costos medioambientales que el capitalismo chileno genera, incluso a costa de su propia salud. Son las denominadas “zonas de sacrificio”.
Entre estas comunas se encuentran: Tocopilla, Mejillones y Huasco en zona la norte; Quintero, Puchuncaví y Titil en el centro; y Coronel y Hualpén en el centro-sur del país. Ocho en total.
Trabajadores y zonas de sacrificio
Habitan en estas comunas unas 330 mil personas. Población con altos contingentes de pobreza, que la expone al chantaje económico del gran capital y sus representantes que les prometen empleos y mejores condiciones de vida.
Desde el punto de vista de la composición social destaca el marcado sesgo hacia las clases populares de su población, con especial predominancia obrera. Si a nivel nacional la clase obrera, con su grupo familiar incluido, se acerca al 44% de la población total, en las zonas de sacrificio esta proporción se eleva al 54%.
El 51% de ocupados que habitan en las zonas de sacrificio laboran como obreros, mientras que a nivel nacional es un 42%. Una proporción importante de estos (42%) se desplaza cotidianamente fuera de estas áreas. De este modo, con el flujo de obreros que habita en estas zonas y que se desplaza a trabajar fuera y aquel que, habitando fuera, se desplaza hacia dichas comunas, se tiene que un poco más de dos tercios (70%) de la clase obrera que se desempeña en las zonas de sacrificio corresponde a población lugareña, mientras que el resto es una población obrera “foránea”.
Las clases sociales ante la cuestión medioambiental
La cuestión medioambiental cruza transversalmente a la sociedad chilena, y seguramente irá cobrando mayor fuerza con el correr de los años.
Sus impactos son tales que obligan a las distintas clases sociales a tomar posición. Particularmente amplios sectores de las clases medias se sensibilizan con el tema, que puede llegar a constituirse en uno de los elementos para nuevos arreglos institucionales en el sistema de dominación burguesa. Arreglos que busquen encausar “racionalmente” la actividad de los capitales individuales en pos de garantizar la sostenibilidad general de la acumulación.
Las clases populares, en tanto, son impulsadas a la acción ante la desesperación por el deterioro de sus condiciones de vida y salud, llegando incluso a la pérdida de sus fuentes laborales y de sustento (pescadores artesanales, trabajadores de la industria salmonera).
Para la clase obrera, que sufre con particular fuerza las consecuencias del daño ambiental, esta lucha se constituye en otro espacio de su acción contra el capital. Un ámbito más de su experiencia como actor político.
Casos como los de Quintero y Puchuncaví literalmente constituyen para la clase obrera, una cuestión de vida o muerte. El capitalismo le pone ante una disyuntiva sin solución posible en este sistema de dominación político y económico. Las únicas alternativas reales dentro sus límites son simplemente una muerte lenta por envenenamiento o la miseria por falta de trabajo.
La alternativa socialista
El desastre ecológico es la expresión de las contradicciones que desgarran globalmente al capitalismo contemporáneo. Su solución demanda que la naturaleza de dicho régimen social sea cambiada. Se requiere que la producción adquiera una forma social distinta a la capitalista, una socialista.
Sólo la socialización de los medios de producción podrá poner a funcionar a la economía bajo un plan global que aproveche los avances científico-técnicos disponibles. Posibilitará además la puesta en práctica de patrones de producción y consumo socialmente racionales y que garanticen los equilibrios ecológicos, despojándolos a su vez del estrecho y peligroso marco al que los constriñe la incesante búsqueda de ganancias.
La solución de la cuestión medioambiental, por tanto, se inscribe necesariamente dentro del proyecto emancipador de la clase obrera. No hay otro actor que pueda dar una respuesta real y definitiva al problema.
Consideraciones para una política ecosocialista
Algunas consideraciones acerca del ecosocialismo como programa político de los trabajadores.
- Renovación programática de la izquierda
Una de los asuntos que el desastre ecológico del capitalismo ha desnudado con particular crudeza es la obsolescencia del programa industrialista levantado por la izquierda durante el siglo XX. La industrialización ha dejado de ser una demanda revolucionaria en tanto que lo que hoy enfrenta la clase obrera no es la pobreza derivada de la falta de desarrollo industrial capitalista, sino de las consecuencias que este último impone sobre sus condiciones de vida.
Ya nada soluciona que la producción pase del capital privado al Estado, para que éste a su vez emule y sustituya a la burguesía como agente del desarrollo económico. De hecho, precisamente los sucesos de Quintero y Puchuncaví han develado la responsabilidad de empresas modélicas de la fase desarrollista del capitalismo chileno.
Si alguna vez el desarrollismo burgués y el socialismo pudieron haber tenido puntos en común en sus respectivas agendas programáticas, hoy ya no. Para efectos de la acción política de la clase obrera, deben quedar claramente diferenciados el capitalismo de Estado del socialismo.
El industrialismo no constituye una opción ecológicamente viable. La reciente emergencia de nuevas potencias industriales ha demostrado que si se replicara el patrón de desarrollo de los capitalismos desarrollados las consecuencias medioambientales serían insostenibles. No resulta ecológicamente factible que los países monten individualmente una industria propia a escala nacional a imagen y semejanza de los grandes centros de la acumulación mundial.
Por lo mismo, el ecosocialismo requiere una perspectiva internacional. La racionalización de los procesos de producción y consumo que éste implemente no podrán ser completos si no se llevan a cabo en un marco que traspase las fronteras nacionales, y bajo el principio de una nueva división internacional del trabajo que aproveche racionalmente el actual desarrollo de las fuerzas productivas. La tragedia medioambiental encontrará una solución sostenible y definitiva sólo con la integración económica de las naciones basada en la complementariedad socialista, en oposición a la actual integración de competencia capitalista.
- Conciencia y acción de clase
Otro de los elementos que ha evidenciado la situación de las zonas de sacrificio ambiental en Chile es la separación que enfrenta la clase obrera en relación al lugar de trabajo con el que ella y su núcleo familiar habitan. A partir, entonces, de esta separación relativa entre las condiciones de vida y las condiciones salariales-laborales, las cuales no tienen por qué tener una conexión directa entre sí, bien pueden originarse comportamientos diferenciados -y hasta contradictorios- en el seno de esta.
Precisamente una de las potencialidades de la problemática medioambiental para la clase obrera es la necesidad que se le plantea a crecientes contingentes de esta de elevarse por sobre la conciencia corporativista-sindical /1, y confluir además en la acción con otras clases populares.
- Independencia de clase
Finalmente, las organizaciones de izquierda que actúen en el seno de los trabajadores deben ante todo velar por preservar su independencia de clase. Esclarecer a ojos de estos los distintos intereses en juego con el fin de que no terminen siendo usados como elemento de fuerza en las pugnas inter burguesas. Evitar que la clase obrera se desgaste y divida inútilmente librando una guerra que no es la suya.
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1/De hecho, fue Marcos Varas, presidente del sindicato de ENAP, quien rápidamente salió a deslindar responsabilidades de la estatal en la crisis de Quintero y Puchuncaví. Sibilinamente esgrimió la condición estatal en defensa de esta, deslizando supuestos intereses privatizadores tras las voces del gobierno que la señalaban como responsable. Cabe recordar que los gobiernos corporativos de ENAP y Codelco contemplan la presencia de representantes sindicales en sus respectivos directorios. Varas es precisamente, a parte de presidente del sindicato, miembro del directorio de ENAP.