Corrupción y capitalismo (1)
2 de mayo de 2013
2 de mayo de 2013
Por Rolando Astarita
(…)En
cuanto Argentina, todo indica que buena
parte del dinero proveniente de la corrupción sale del país y se
integra a las tenencias de argentinos en el exterior, que algunos calculan en
unos 202.000 millones de dólares.
Posiblemente, solo una pequeña fracción vuelve al país. Un ejemplo sería la
compra de la gráfica Ciccone por el oscuro Old Fund (no es casual que los
legisladores hayan estatizado la empresa sin averiguar el origen de esos
fondos).
Vinculación con el capital financiero
Lo anterior
demuestra la íntima relación entre las llamadas “burguesías nacionales” (y los
gobiernos “nacionales y populares”) con el capital financiero internacional. No
sólo porque la colocación en activos financieros internacionales es un destino
favorito de muchos fondos, sino también por la misma naturaleza de las
operaciones involucradas en hacer “productivos” los flujos de dinero sucio. Es
que entre el atesoramiento de los flujos líquidos, y su lanzamiento al circuito
de acumulación, debe mediar el lavado. Como es conocido, el lavado es el proceso
por el cual el dinero recibido por una acción criminal, que no ha pagado
impuestos, etc., se convierte en dinero aceptable legalmente, borrando las
vinculaciones con su origen. Puede realizarse al interior del país, o en el
exterior, y se realiza de diversas maneras, que involucran, en diferentes
grados, la colaboración del Estado y del sistema bancario. Por ejemplo, se
montan negocios que mueven mucho líquido; la mafia norteamericana, por caso,
operaba con restaurantes, lavanderías y similares para blanquear dinero.
Naturalmente, los órganos de recaudación y fiscalización, hacen “la vista
gorda”. También se lava dinero mediante la confección de facturas apócrifas.
Otra forma de lavado se da cuando los gobernantes aumentan sustancialmente, año
tras año, sus declaraciones patrimoniales, en la seguridad de que la Justicia no
averiguará sobre el asunto, o desestimará cualquier denuncia. Apuntemos que
todas estas operaciones implican sumas destinadas a actividades
improductivas; desde ese punto de vista, y contra lo que afirma Chang, se
trata de un factor negativo para el desarrollo de las fuerzas productivas.
A su vez,
cuando se trata del blanqueo en el exterior, es imprescindible la cooperación de
las instituciones financieras internacionales, tanto para abrir cuentas, como
para mover el dinero. Es que una de las operaciones más usuales consiste en
mover el dinero muchas veces entre diferentes países y cuentas, a fin de que se
pierda su rastro. Dado que en la actualidad el sistema financiero está altamente
conectado, el dinero puede ser transferido a través de muchas jurisdicciones en
cuestión de minutos. Los lavadores de dinero explotan la complejidad de estas
interconexiones, así como las diferencias entre las leyes nacionales sobre
lavado de dinero. Evidentemente, no
es posible el lavado de esas siderales sumas de dinero sin el concurso de
grandes bancos de las principales potencias. Al respecto, existen múltiples
investigaciones y denuncias. Por ejemplo, Global Witness ha denunciado muchas
veces la renuencia de los grandes bancos de EEUU a rechazar fondos sospechosos.
Un caso representativo es lo sucedido con el HSBC. Según Global Witness, entre
2007 y 2008 la sucursal de México introdujo 7.000 millones de dólares en EEUU,
que solo podían provenir de los negocios de la droga. En 2012 un subcomité del
Senado de EEUU llegó a la conclusión de que el HSBC había permitido a lavadores
de dinero, traficantes de drogas y terroristas mover sus dineros a través del
sistema financiero estadounidense. La Justicia probó que por lo menos había
lavado 880 millones de dólares para el cartel de Sinaloa, y fue condenado a
pagar 1.900 millones de dólares en multas.
Global
Witness también ha dado una lista de otros bancos que operan en grandes centros
financieros y hacen negocios con funcionarios corruptos de Nigeria, Angola,
Turkmenistán, Liberia, Guinea Ecuatorial y República del Congo. A su vez, en
2011 un estudio realizado por las autoridades reguladoras del sistema financiero
británico encontró que los bancos de Gran Bretaña sistemáticamente no realizaban
los controles anti lavado, en especial cuando se trataba de cuentas sospechosas.
El sistema también colabora para que capitalistas de todo el mundo estén a salvo
de los impuestos de sus países. Por ejemplo, en 2011 los miembros de la
Delegación Florida de la Cámara de Representantes sostuvieron que, debido a las
leyes de privacidad vigentes en el país, habría depósitos de no residentes en
instituciones financieras estadounidenses por unos 1,3 billones de dólares.
Indudablemente, con la extensión de las relaciones mercantiles, “todo se vuelve
venal y adquirible” (Marx), y afecta incluso a las almas más puras y santas: en
2012 el economista Gotti Tedeschi, al frente del banco del Vaticano (el
Instituto para las Obras de la Religión), encontró que detrás de algunas de las
cuentas cifradas del banco se ocultaba dinero sucio de empresarios, políticos y
jefes de la mafia. Entre estos últimos, estaba Matteo Denaro, jefe de jefes de
la Cosa Nostra. Como vemos, no se trata solo de los paraísos fiscales, o de
Suiza.
En cualquier caso, y con lo visto en este punto, se hace insostenible el argumento “nacional” de que la corrupción contribuye a las fuerzas “progresistas antiimperialistas”. Más bien parece tratarse de un intento de fracciones de burguesías atrasadas, y sus agentes y representantes, de insertarse en la mundialización financiera. Desde el punto de vista de la acumulación global, los fondos que salen del país -que no se destinan a ampliar la infraestructura productiva, la obra pública, etc.- constituyen una sangría de excedente.
Acumulación “primitiva”, corrupción y la deidad del dinero
La
persistencia y extensión de la corrupción, y sus conexiones con el crimen,
obligan a pensar en las razones del fenómeno. Como hemos señalado antes, desde
el punto de vista de la teoría marxista, la explotación del trabajo y la
acumulación de lo producido, no exigen, necesariamente, el fraude y la
corrupción. Tampoco se puede sostener que las grandes orientaciones económicas
son regidas por la corrupción, como piensa una parte del progresismo
izquierdista argentino (véase aquí).
Esta tesis (aunque aplicada sólo al menemismo) constituye el reverso de la que
sostiene que “el” problema del país es la corrupción. (…)
Pero también la envergadura que adquiere la corrupción debería vincularse a la
extensión y profundidad de las relaciones mercantiles y capitalistas. Nunca
debería perderse de vista que la sociedad capitalista tiende a la
mercantilización de todas las relaciones. Por eso, en última instancia, las
virtudes y la decencia, incluidos votos de parlamentarios, y sentencias
judiciales, se compran y venden, como cualquier otra mercancía. Detrás de las
promesas de “nos preocupamos por la gente”, está el contenido de toda política
burguesa (esto es, de toda política que defiende la propiedad privada y la
explotación). Y el dinero, la encarnación misma del valor y del poder social, es
el centro de la atracción. “La triste esclavitud en que el dinero mantiene al
burgués se trasluce claramente en el mismo lenguaje de la burguesía. Es el
dinero el que da valor al hombre. … Quien tiene dinero es respetable, figura en
la “mejor clase de gentes”, escribía Engels en una de sus obras juveniles (1981,
p. 513). Y por la misma época Marx, inspirado en Shakespeare, anotaba que “el
dinero es la deidad visible que se encarga de trocar todas las cualidades
generales y humanas en lo contrario de lo que son, la confusión y la inversión
general de las cosas…. el dinero es la ramera universal, la alcahueta universal
de los hombres y los pueblos” (1987, p. 643).
Ante esta “deidad-ramera-alchahueta” todo se sacrifica. ¿Qué importa que no se hagan obras para evitar inundaciones? ¿Qué importa que se desvíen fondos destinados a mejorar los ferrocarriles? ¿Qué importa que se utilicen subsidios para afianzar mi poder? ¿Qué me importan los muertos por inundaciones, por accidentes ferroviarios? ¿Qué me importa la gente sin trabajo ni recursos? ¿Qué me importa todo esto, si yo me enriquezco de la noche a la mañana? ¿Qué me importa si “el dinero convierte la lealtad en felonía, el amor en odio y el odio en amor, la virtud en vicio y el vicio en virtud, el siervo en señor y al señor en siervo, a la estupidez en talento y al talento en estupidez”? Ésta es la civilización burguesa “en acto”; y es la razón última de la corrupción generalizada.
Corrupción y capitalismo (2)
8 de mayo de 2013
8 de mayo de 2013
Por Rolando Astarita
(…)Hoy
podríamos hablar de lumpen burguesía estatal para significar esa capa de altos
funcionarios del estado,
que no sólo recibe plusvalía bajo la forma de salario, sino también se apropia
de otra tajada en tanto intermedia y habilita el enriquecimiento, o la
formación, de nuevos capitalistas, sin transformarse por eso en explotadora
directa del trabajo. Por lo general, estos sectores acumulan en los mercados
financieros internacionales (bonos, acciones, depósitos en cuentas externas), o
en propiedad residencial (en Miami, por caso). Tienen una lógica especulativa,
que ni siquiera es la del prestamista que gana en el circuito “dinero – más
dinero”; aquí es “dinero que surge de la nada” y se reproduce de la nada, para
blanquearse y fundirse luego con el capital financiero internacional. Se trata
de una lumpen burguesía estatal y
financiera, que no pasa al
estatus de capitalista productivo; es una especie particular de parásito, un
tipo humano desfachatado y dilapidador sin límites, habituado a realizar todo
tipo de fraudes y engaños, en combinación con fracciones del capital privado,
interno o externo. Es curioso cómo un amplio abanico de la izquierda K
(peronismo de izquierda, militantes y ex militantes del PC, intelectuales estilo 6,7,8 y
similares) disimulan, o incluso justifican, con las más diversas excusas, la
existencia de este fenómeno.
Corrupción, clase obrera y movimientos sociales
Si bien los
marxistas rechazamos la idea de que la corrupción es la principal causa del
atraso económico, o de los sufrimientos de la clase trabajadora, en el
socialismo siempre existió una aguda conciencia de sus efectos negativos sobre
la clase obrera y los movimientos revolucionarios, o incluso democrático
reformistas. La preocupación ya estaba en Marx y Engels. Por ejemplo Marx, en
carta a Liebknecht del 11 de febrero de 1878, decía que la clase obrera inglesa
había sido “la más corrompida desde 1848 y había terminado por ser el furgón del
gran partido Liberal, es decir, lacayos de los capitalistas. Su dirección había
pasado completamente a manos de los corrompidos dirigentes sindicales y agentes
profesionales”. Marx y Engels también estaban convencidos de que la clase obrera
británica se beneficiaba de la explotación que realizaba Gran Bretaña en el
resto del mundo, lo que daba lugar a un “proletariado burgués” (carta de Engels
a Marx del 7 de octubre de 1858). Y Marx se refirió incluso al rol negativo de
las cooperativas obreras sostenidas por el gobierno prusiano; en carta a Engels,
del 18 de febrero de 1865, decía que “el apoyo del gobierno real prusiano a las
sociedades cooperativas… carece de valor alguno como medida económica, pero en
cambio extiende el sistema de la tutela, corrompe a un sector de los obreros, y
castra el movimiento”.
La idea de
que la corrupción es un factor de dominio de la burguesía, y de desmoralización
y desorganización de la clase obrera, también está presente, incluso de manera
más aguda, en Lenin y en Trotsky. Este último, por ejemplo, llegó a decir que
la
burocracia sindical
“es la columna vertebral del imperialismo británico”, y
“el principal
instrumento de la opresión del estado burgués”;
pensaba que en los países atrasados el capitalismo creaba “un estrato de
aristócratas y burócratas obreros”, y que los sindicatos se transformaban (era
el caso de México) “en instituciones semiestatales” que asumían “un carácter
semitotalitario” (véase Trotsky, 1977). En un texto de los años 1920 sostenía
que la burguesía norteamericana, como antes había hecho la británica, “engorda a
la aristocracia obrera para mantener maniatado al proletariado” (1975, p. 67).
Todo esto es
aplicable a la actualidad argentina (y sospecho, a la actualidad de la mayoría
de los países capitalistas). Históricamente, la clase dominante -a través del
capital privado, o del estado- ha buscado dividir, desmoralizar, desorganizar a
los movimientos sociales o críticos. Es conocida la historia de los sindicatos.
Hoy la
burocracia sindical es socia del capital y del estado, a través de múltiples
conexiones, como el manejo de obras sociales, la administración del ingreso de
trabajadores a las empresas, la participación directa en negocios capitalistas,
con colaboración, o no, de instancias estatales, y otras vías. La
burocratización trae aparejadas, inevitablemente, las prácticas burguesas y
represivas al interior de las organizaciones obreras.
Pero el mal se
extiende también a los movimientos de desocupados, a organismos defensores de
derechos humanos, y de cualquier tipo.
Por ejemplo, actualmente las cooperativas de desocupados opositoras del gobierno
K son discriminadas en la asignación de recursos, en tanto las adictas son
recompensadas de múltiples formas. De esta manera, se consolida un sistema de
tutelaje y corrupción de dirigentes sociales, a cargo del estado. Los casos son
muy conocidos, y no hace falta abundar en ello.
Señalemos
también el rol de la corrupción para convertir a intelectuales críticos en
apologistas del sistema, o defensores de alguna fracción de la clase dominante.
En esta vena, es frecuente encontrar esos sujetos en los cuales, y al decir de
Marx, “el charlatanismo en la ciencia y el acomodo en la política son
inseparables”. Como es costumbre, estos intelectuales “progres” dirán
-sesudamente, faltaba más- que no hay que denunciar esta corrupción porque “le
hace el juego a la derecha” o porque “desprestigia a los sindicatos, a los
movimientos sociales, o a la política”. Según esta tesis, no habría que
denunciar la corrupción y la represión de la burocracia sindical, aunque son
principales factores del debilitamiento de los sindicatos, para no debilitar a
los sindicatos. Y lo mismo se aplicaría al resto de las organizaciones; y a
ellos mismos. Es, por supuesto, un razonamiento absurdo (aunque acomodaticio).
Los marxistas son conscientes de que la emancipación de la clase obrera no se
logrará ocultando los problemas y las contradicciones. La crítica debe ir hasta
la médula, y el principio de toda crítica es el rigor.
Textos citados:
(…)
Fuente:
https://rolandoastarita.wordpress.com/2013/05/08/corrupcion-y-capitalismo-2