El problema es el sistema mundo moderno-colonial
La pandemia no es más
que una consecuencia
3 de agosto de 2020
Por Oswaldo Espinoza
La pandemia de la Covid-19
representa sin lugar a dudas el acontecimiento histórico más importante
de los tiempos contemporáneos, su alcance e impacto en la sociedad y la
ilusión compartida de una realidad inmutable e infinita que llamamos
normalidad, convierten este hecho en un momento de inflexión para el
destino de la especie humana; sin embargo, la pandemia no es la causa de
las calamidades presentes del mundo; de hecho no es más que un producto
del sistema mundo moderno-colonial sustentado en el modelo de producción
capitalista, en la racionalidad positivista, en la cosmovisión
antropocéntrica de la teología de la dominación y en la reproducción
constante de los patrones hegemónicos y coloniales.
Ignacio Ramonet, desde su
cuarentena en Cuba, reflexiona sobre la pandemia y el sistema mundo,
derrumbando algunos de los mitos que rodean al fenómeno de la pandemia
al tiempo que expone el potencial de la misma
para un iniciar un proceso de cambio societal, sin dejar de alertar
sobre los riesgos inherentes a este momento de incertidumbre histórica.
Para
entender la relación entre la pandemia y el sistema mundo del que se
desprende, es necesario conocer que el sistema mundo moderno colonial ha
establecido e impuesto su cosmovisión como la única lógica para la
existencia humana, negando y produciendo como inexistentes todas las
otras formas históricas y alternativas que existieron y existen en la
inmensa diversidad y riqueza de la humanidad;
sobre todo hay que leer ese sistema desde dos dimensiones
trascendentales para comprender como es que la lógica moderna del
sistema mundo produjo la pandemia.
Por una parte encontramos la forma
de relación entre la especie humana y la naturaleza, y por otra parte
los patrones de relación entre los seres humanos; en el primero de los
casos la cosmovisión judeo-cristiana establece a través del mito
creacional del génesis, una lógica del hombre como la cima de la
creación divina y a la naturaleza la coloca bajo su señorío y dominio,
es decir que la lógica relacional humano-naturaleza se establece bajo la
premisa de la propiedad, con la tierra y todas sus creaturas al servicio
del hombre que puede disponer a voluntad de la misma; esta lógica se
traduce en un modelo de explotación de los recursos naturales hasta el
agotamiento y su destrucción final que invariablemente obligaba a la
expansión y búsqueda de nuevas tierras y recursos derivando en el
colonialismo
El modelo de producción capitalista
no hace más que llevar esta lógica de relación al extremo, expandiéndola
y multiplicando sus efectos; así encontramos que, como expone Ramonet,
la expansión del modelo de producción
capitalista invade y destruye sistemáticamente ecosistemas naturales,
rompiendo los equilibrios biológicos establecidos y aumentando el
contacto y la exposición entre los seres humanos y organismos vivos
tradicionalmente aislados de la actividad humana, incrementando el
potencial de contagio de virus zoonóticos, que se transmiten de animales
a humanos como en el caso de los SARS, familia a la cual pertenece el
SARS COV-2 causante de la Covid-19; súmese a ello la superpoblación, la
interdependencia, la extinción de especies de control biológico, la
domesticación masiva y consumo indiscriminado de otras especies de
origen silvestre, y el resultado será el coctel perfecto para el
surgimiento de nuevas pandemias tan o más letales que la Covid-19.
La otra lógica relacional
del sistema mundo moderno-colonial es la que establece las relaciones
entre los seres humanos a partir de patrones de dominación y explotación
fundamentadas y racionalizadas a través de la naturalización de las
diferencias como jerarquías que establecería a una minoría de la especie
como superior y por lo tanto como la más preparada para gobernar y
dirigir los destinos del resto de la especie; básicamente, esta
población “naturalmente superior” viene a estar representada por los
hombres blancos, europeos y sus descendientes directos, positivistas,
cristianos y capitalistas, de ahí que los patrones de dominación sobre
los que sustenta la modernidad sean sus propios mitos racionalizados: El
patriarcado, racismo, colonialismo, y capitalismo.
La otra
cara de esta lógica consiste, en consecuencia en la producción
sistemática de las grandes mayorías de la especie humana como
naturalmente inferiores, barbaros, atrasados; cuando no declarados como
primitivos o simplemente inexistentes;
de esta
forma las grandes mayorías de la humanidad se ven privadas de su propia
historia, se les prohíbe su identidad, no se les reconocen sus
conocimientos, ven estigmatizadas sus creencias y cosmovisiones y
finalmente se les niega la posibilidad de soberanía y autodeterminación,
junto con su derecho a determinar y construir su propio destino.
Esta lógica relacional
profundamente injusta y desigual produce una enorme brecha abismal entre
una minoría privilegiada que gobierna el sistema mundo y las grandes
mayorías, ignoradas, explotadas, victimizadas, excluidas y producidas
como inexistentes. La pandemia no produjo la brecha abismal pero, como
bien apunta Boaventura de Souza Santos, sí la desnuda y la revela en
toda su magnitud, no por nada, si bien el virus no distingue raza ni
clase social, las condiciones de vida de los sectores desfavorecidos
terminan potenciando el riesgo de contagio y limitan enormemente el
tratamiento y lucha contra la enfermedad; la contundencia de tales
afirmaciones se evidencian en las cifras de contagio y letalidad entre
la población latina, emigrante y afrodescendiente en EEUU, hoy por hoy
centro de la pandemia mundial.
Sin lugar a dudas que las
condiciones en las que viven las grandes mayorías de excluidos de la
sociedad, de los olvidados de la tierra, contribuyeron innegablemente a
la rápida expansión de la enfermedad por el mundo y sobre todo en el sur
global; vivir hacinados, con bajas condiciones de salubridad, escasos
ingresos, trabajos de alto riesgo, bajos niveles de nutrición, limitado
acceso a la atención médica y escasa protección social, impiden cumplir
con el distanciamiento social y las demás medidas de prevención
sanitarias al tiempo que potencian exponencialmente los efectos de la
pandemia.
La pandemia parece estar dejando
claro en la conciencia colectiva que algo debe cambiar en el mundo; por
otra parte la mayoría de los analistas, estudiosos e intelectuales
coinciden en que nada será igual después de la pandemia; no obstante la
historia ha demostrado que luego de las grandes crisis la humanidad hace
lo posible por olvidar y retomar lo antes posible su forma de vida y
recuperar la “normalidad”,
el asunto es que el
problema es precisamente que esa normalidad se sustenta en un sistema
mundo que se basa en unas lógicas que producen simultáneamente la
destrucción de la naturaleza y la explotación injusta de la mayoría de
la humanidad por un pequeño sector privilegiado de la especie que se
asume soberbiamente como naturalmente superior; si bien ambas lógicas
han sido perfectamente racionalizadas por la modernidad, resultan
completamente irracionales desde el punto de vista de la creación y
reproducción de la vida y representan un camino suicida sin retorno para
la extinción de la especie humana; para superar esta ruta
autodestructiva el mayor obstáculo es que la modernidad ha hecho tan
bien su trabajo de racionalización de sus mitos que ha convencido a las
grandes mayorías que el sistema mundo moderno colonial es el mejor de
todos, es más, se trata del único posible, no ha existido, ni existirá
otro mejor o alternativo; por lo tanto, la humanidad parece estar
inclinada a olvidar y volver a la normalidad que conoce por más injusta
y ecocida que esta pueda ser, porque en la psique colectiva no existe
alternativa.
Aunque la tendencia descrita es
real, al parecer algo parece estar operando en la conciencia social en
el marco de la pandemia, quien escribe publicó hace un tiempo que la
pandemia del coronavirus al tiempo que cubría con mascarillas los
rostros de la humanidad, hacia caer las máscaras del sistema mundial, y
es ese proceso de develación y
exposición cruda
de las verdades ocultas detrás de la ilusión de la “normalidad”
cotidiana, lo que brinda la oportunidad de aprovechar la pandemia como
un momento de inflexión histórica con el potencial de provocar una nueva
sociogénesis con conciencia planetaria que nos saque de la ruta de
colisión con la extinción autoinflingida; esa dosis de realidad en la
que los buenos del cine que salvan al mundo de todo tipo de amenazas,
desde extraterrestres, asteroides, plagas, desastres naturales y los
malosos villanos, de repente se revelan como ladrones, egoístas y
oportunistas, incapaces de brindar solidaridad pero muy dispuestos a
aprovechar la coyuntura para bloquear, sancionar, atacar a los pueblos
del mundo del que supuestamente se autodenominan líderes y protectores;
realidad que irónicamente también muestra a la “liga del mal”, los
demonizados villanos, exportando ayuda, solidaridad, atención y
asistencia sin condiciones e incluso desde la propias carencias
y
necesidades prestando cooperación con quienes históricamente los han
calificado de inferiores, enemigos y malvados.
Contrario a la
pretendida exclusividad de la modernidad como único sistema mundo
posible y deseable, existen alternativas, ancestrales y contemporáneas,
previas y emergentes a la modernidad, formas otras de entender al mundo
y la humanidad, lógicas realmente racionales y sustentables de concebir
las relaciones de los seres humanos con la naturaleza y las relaciones
entre los miembros de nuestra especie; lógicas para la creación y
reproducción de la vida; se trata de cosmovisiones originarias que lejos
de establecer a la naturaleza como propiedad al servicio del hombre la
asumen como madre, dadora de vida, proveedora de recursos y protectora
de sus hijos; desde esta perspectiva los modelos de producción abandonan
la explotación hasta el agotamiento y la destrucción porque a una madre
no se la usa y abusa hasta matarla, a una madre se la ama, se le cuida y
se la protege; junto a una cosmovisión diferente, están las alternativas
contemporáneas y emergentes como la agroecología y la permacultura, la
fusión entre tradiciones milenarias e innovaciones tecnológicas
sustentables puede producir no solo una lógica alternativa de relación
humano-naturaleza, sino también nuevos modelos productivos que
favorezcan la reproducción de la vida.
De la mano de una mayor conciencia
planetaria, tiene que surgir una nueva ecología social, que parta de los
reconocimientos más allá de las diferencias, según Santos, se trata de
reconocernos como diferentemente iguales e igualmente diferentes,
distintos en identidad cultural, colores, costumbres, historias,
creencias y prácticas sociales, pero iguales en valor, capacidad y
derechos; la ecología de los reconocimientos implica el derrumbe de la
pretendida naturalización de las diferencias de la modernidad a través
del combate colectivo contra los patrones de dominación que las
sustentan, como el racismo, el patriarcado, la teología de la
dominación, la pretendida exclusividad y universalización del
conocimiento eurocéntrico, el colonialismo/neocolonialismo y el
capitalismo y globalismo neoliberal, así mismo exige la reivindicación
de la historia, memoria e identidad de los pueblos sistemáticamente
excluidos, explotados y producidos como inexistentes, reconocer su
sabiduría, sus conocimientos contextualmente e históricamente válidos,
reconocer y aprender de sus prácticas sociales y políticas más
participativas e incluyentes que el modelo liberal representativo. Una
nueva sociogénisis es posible, reducir la brecha hasta desaparecerla es
alcanzable, se trata de hacer, en palabras de Alí, más humana la
humanidad.
Lamentablemente, como advierte
Ramonet en su trabajo, en la pandemia también están gestándose otros
fenómenos que nos pueden llevar en la dirección contraria; de esta forma
el miedo colectivo, el temor generalizado a la enfermedad, exacerbado
hasta el paroxismo por los medios y las redes sociales, está haciendo
que la gente esté dispuesta a renunciar a su libertad general, a su
privacidad individual e incluso a sus derechos políticos, laborales y
sociales, de repente el estado aparentemente condenado a reducirse a su
mínima expresión antes de la pandemia podría emerger de esta como un
mítico Leviatán renovado o el gran hermano de la ficción, un ente que
con la excusa de proteger oprima, controle y vigile en formas
supuestamente olvidadas y hasta hace muy poco inconcebibles en la
actualidad; esto no quiere decir que el fortalecimiento del estado y el
hecho de que este retome funciones que había abandonado y cedido ante el
sector privado, como la salud, no representen una necesidad bienvenida,
pero lo cierto es que el fantasma fascista también puede estar rondado.
A la par
de las posibles implicaciones del fortalecimiento del estado, otros
actores privados y trasnacionales están posicionándose para aprovechar
la pandemia y la pos pandemia con peligros tanto o más preocupantes que
los del nuevo Leviatán, esta amenaza se presenta como una Hydra de
múltiples cabezas, sin patria, sin compromisos más allá que los
intereses de las minorías multimillonarias a las que
pertenecen, la
industria farmacéutica, el complejo industrial militar, las 5 grandes de internet, las agroquímicas y los gigantes del sector energético, entre
otros, todos preparándose para capitalizar el miedo y consolidar más que
nunca el sistema mundo con su lógica autodestructiva mientras dure;
ahora bien ellos también tienen en mente mecanismos para estirar la
bonanza y disfrutarla un poco más, una de ellas es la disminución de la
población mundial, a través de la desaparición de los débiles, los
viejos, los improductivos, los descartables, los inferiores, una especie
de purga social con muchas vías para su realización; más allá de las
teorías conspirativas y de la incertidumbre del origen de la enfermedad,
lo cierto es que la pandemia, y según los expertos las que seguirán si
nada cambia, sirve muy bien a este propósito.
Ya lo dijeron en su momento Fidel y
Chávez en los escenarios mundiales, no se trata de simples reformas,
cambios de gobiernos, o un capitalismo más humano, tampoco de una
evolución de la modernidad hacia la posmodernidad, de cambiar
aparentemente para que nada cambie, se trata de cambiar el sistema
mundo, se trata de aprovechar este momento de inflexión histórica para
impulsar una revolución mundial que transforme la sociedad y la
humanidad toda porque en ello nos estamos jugando la vida como especie.
Referencia
Ramonet Ignacio. (2020). “La Pandemia y el Sistema Mundo”.
La Habana. Disponible en:
https://www.jornada.com.mx/ultimas/mundo/2020/04/25/ante-lo-desconocido-la-pandemia-y-el-sistema-mundo-7878.html