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18 de agosto de 2020

I. Apropiación,mercantilización de todo condujo a actuales emergencias. Alternativa

El problema es el sistema mundo moderno-colonial

La pandemia no es más

que una consecuencia

3 de agosto de 2020

Por Oswaldo Espinoza

La pandemia de la Covid-19 representa sin lugar a dudas el acontecimiento histórico más importante de los tiempos contemporáneos, su alcance e impacto en la sociedad y la ilusión compartida de una realidad inmutable e infinita que llamamos normalidad, convierten este hecho en un momento de inflexión para el destino de la especie humana; sin embargo, la pandemia no es la causa de las calamidades presentes del mundo; de hecho no es más que un producto del sistema mundo moderno-colonial sustentado en el modelo de producción capitalista, en la racionalidad positivista, en la cosmovisión antropocéntrica de la teología de la dominación y en la reproducción constante de los patrones hegemónicos y coloniales.
Ignacio Ramonet, desde su cuarentena en Cuba, reflexiona sobre la pandemia y el sistema mundo, derrumbando algunos de los mitos que rodean al fenómeno de la pandemia al tiempo que expone el potencial de la misma para un iniciar un proceso de cambio societal, sin dejar de alertar sobre los riesgos inherentes a este momento de incertidumbre histórica.
Para entender la relación entre la pandemia y el sistema mundo del que se desprende, es necesario conocer que el sistema mundo moderno colonial ha establecido e impuesto su cosmovisión como la única lógica para la existencia humana, negando y produciendo como inexistentes todas las otras formas históricas y alternativas que existieron y existen en la inmensa diversidad y riqueza de la humanidad; sobre todo hay que leer ese sistema desde dos dimensiones trascendentales para comprender como es que la lógica moderna del sistema mundo produjo la pandemia.
Por una parte encontramos la forma de relación entre la especie humana y la naturaleza, y por otra parte los patrones de relación entre los seres humanos; en el primero de los casos la cosmovisión judeo-cristiana establece a través del mito creacional del génesis, una lógica del hombre como la cima de la creación divina y a la naturaleza la coloca bajo su señorío y dominio, es decir que la lógica relacional humano-naturaleza se establece bajo la premisa de la propiedad, con la tierra y todas sus creaturas al servicio del hombre que puede disponer a voluntad de la misma; esta lógica se traduce en un modelo de explotación de los recursos naturales hasta el agotamiento y su destrucción final que invariablemente obligaba a la expansión y búsqueda de nuevas tierras y recursos derivando en el colonialismo
El modelo de producción capitalista no hace más que llevar esta lógica de relación al extremo, expandiéndola y multiplicando sus efectos; así encontramos que, como expone Ramonet, la expansión del modelo de producción capitalista invade y destruye sistemáticamente ecosistemas naturales, rompiendo los equilibrios biológicos establecidos y aumentando el contacto y la exposición entre los seres humanos y organismos vivos tradicionalmente aislados de la actividad humana, incrementando el potencial de contagio de virus zoonóticos, que se transmiten de animales a humanos como en el caso de los SARS, familia a la cual pertenece el SARS COV-2 causante de la Covid-19; súmese a ello la superpoblación, la interdependencia, la extinción de especies de control biológico, la domesticación masiva y consumo indiscriminado de otras especies de origen silvestre, y el resultado será el coctel perfecto para el surgimiento de nuevas pandemias tan o más letales que la Covid-19.
La otra lógica relacional del sistema mundo moderno-colonial es la que establece las relaciones entre los seres humanos a partir de patrones de dominación y explotación fundamentadas y racionalizadas a través de la naturalización de las diferencias como jerarquías que establecería a una minoría de la especie como superior y por lo tanto como la más preparada para gobernar y dirigir los destinos del resto de la especie; básicamente, esta población “naturalmente superior” viene a estar representada por los hombres blancos, europeos y sus descendientes directos, positivistas, cristianos y capitalistas, de ahí que los patrones de dominación sobre los que sustenta la modernidad sean sus propios mitos racionalizados: El patriarcado, racismo, colonialismo, y capitalismo.
La otra cara de esta lógica consiste, en consecuencia en la producción sistemática de las grandes mayorías de la especie humana como naturalmente inferiores, barbaros, atrasados; cuando no declarados como primitivos o simplemente inexistentes; de esta forma las grandes mayorías de la humanidad se ven privadas de su propia historia, se les prohíbe su identidad, no se les reconocen sus conocimientos, ven estigmatizadas sus creencias y cosmovisiones y finalmente se les niega la posibilidad de soberanía y autodeterminación, junto con su derecho a determinar y construir su propio destino.
Esta lógica relacional profundamente injusta y desigual produce una enorme brecha abismal entre una minoría privilegiada que gobierna el sistema mundo y las grandes mayorías, ignoradas, explotadas, victimizadas, excluidas y producidas como inexistentes. La pandemia no produjo la brecha abismal pero, como bien apunta Boaventura de Souza Santos, sí la desnuda y la revela en toda su magnitud, no por nada, si bien el virus no distingue raza ni clase social, las condiciones de vida de los sectores desfavorecidos terminan potenciando el riesgo de contagio y limitan enormemente el tratamiento y lucha contra la enfermedad; la contundencia de tales afirmaciones se evidencian en las cifras de contagio y letalidad entre la población latina, emigrante y afrodescendiente en EEUU, hoy por hoy centro de la pandemia mundial.
Sin lugar a dudas que las condiciones en las que viven las grandes mayorías de excluidos de la sociedad, de los olvidados de la tierra, contribuyeron innegablemente a la rápida expansión de la enfermedad por el mundo y sobre todo en el sur global; vivir hacinados, con bajas condiciones de salubridad, escasos ingresos, trabajos de alto riesgo, bajos niveles de nutrición, limitado acceso a la atención médica y escasa protección social, impiden cumplir con el distanciamiento social y las demás medidas de prevención sanitarias al tiempo que potencian exponencialmente los efectos de la pandemia.
La pandemia parece estar dejando claro en la conciencia colectiva que algo debe cambiar en el mundo; por otra parte la mayoría de los analistas, estudiosos e intelectuales coinciden en que nada será igual después de la pandemia; no obstante la historia ha demostrado que luego de las grandes crisis la humanidad hace lo posible por olvidar y retomar lo antes posible su forma de vida y recuperar la “normalidad”, el asunto es que el problema es precisamente que esa normalidad se sustenta en un sistema mundo que se basa en unas lógicas que producen simultáneamente la destrucción de la naturaleza y la explotación injusta de la mayoría de la humanidad por un pequeño sector privilegiado de la especie que se asume soberbiamente como naturalmente superior; si bien ambas lógicas han sido perfectamente racionalizadas por la modernidad, resultan completamente irracionales desde el punto de vista de la creación y reproducción de la vida y representan un camino suicida sin retorno para la extinción de la especie humana; para superar esta ruta autodestructiva el mayor obstáculo es que la modernidad ha hecho tan bien su trabajo de racionalización de sus mitos que ha convencido a las grandes mayorías que el sistema mundo moderno colonial es el mejor de todos, es más, se trata del único posible, no ha existido, ni existirá otro mejor o alternativo; por lo tanto, la humanidad parece estar inclinada a olvidar y volver a la normalidad que conoce por más injusta y ecocida que esta pueda ser, porque en la psique colectiva no existe alternativa.
Aunque la tendencia descrita es real, al parecer algo parece estar operando en la conciencia social en el marco de la pandemia, quien escribe publicó hace un tiempo que la pandemia del coronavirus al tiempo que cubría con mascarillas los rostros de la humanidad, hacia caer las máscaras del sistema mundial, y es ese proceso de develación y exposición cruda de las verdades ocultas detrás de la ilusión de la “normalidad” cotidiana, lo que brinda la oportunidad de aprovechar la pandemia como un momento de inflexión histórica con el potencial de provocar una nueva sociogénesis con conciencia planetaria que nos saque de la ruta de colisión con la extinción autoinflingida; esa dosis de realidad en la que los buenos del cine que salvan al mundo de todo tipo de amenazas, desde extraterrestres, asteroides, plagas, desastres naturales y los malosos villanos, de repente se revelan como ladrones, egoístas y oportunistas, incapaces de brindar solidaridad pero muy dispuestos a aprovechar la coyuntura para bloquear, sancionar, atacar a los pueblos del mundo del que supuestamente se autodenominan líderes y protectores; realidad que irónicamente también muestra a la “liga del mal”, los demonizados villanos, exportando ayuda, solidaridad, atención y asistencia sin condiciones e incluso desde la propias carencias y necesidades prestando cooperación con quienes históricamente los han calificado de inferiores, enemigos y malvados.
Contrario a la pretendida exclusividad de la modernidad como único sistema mundo posible y deseable, existen alternativas, ancestrales y contemporáneas, previas y emergentes a la modernidad, formas otras de entender al mundo y la humanidad, lógicas realmente racionales y sustentables de concebir las relaciones de los seres humanos con la naturaleza y las relaciones entre los miembros de nuestra especie; lógicas para la creación y reproducción de la vida; se trata de cosmovisiones originarias que lejos de establecer a la naturaleza como propiedad al servicio del hombre la asumen como madre, dadora de vida, proveedora de recursos y protectora de sus hijos; desde esta perspectiva los modelos de producción abandonan la explotación hasta el agotamiento y la destrucción porque a una madre no se la usa y abusa hasta matarla, a una madre se la ama, se le cuida y se la protege; junto a una cosmovisión diferente, están las alternativas contemporáneas y emergentes como la agroecología y la permacultura, la fusión entre tradiciones milenarias e innovaciones tecnológicas sustentables puede producir no solo una lógica alternativa de relación humano-naturaleza, sino también nuevos modelos productivos que favorezcan la reproducción de la vida.
De la mano de una mayor conciencia planetaria, tiene que surgir una nueva ecología social, que parta de los reconocimientos más allá de las diferencias, según Santos, se trata de reconocernos como diferentemente iguales e igualmente diferentes, distintos en identidad cultural, colores, costumbres, historias, creencias y prácticas sociales, pero iguales en valor, capacidad y derechos; la ecología de los reconocimientos implica el derrumbe de la pretendida naturalización de las diferencias de la modernidad a través del combate colectivo contra los patrones de dominación que las sustentan, como el racismo, el patriarcado, la teología de la dominación, la pretendida exclusividad y universalización del conocimiento eurocéntrico, el colonialismo/neocolonialismo y el capitalismo y globalismo neoliberal, así mismo exige la reivindicación de la historia, memoria e identidad de los pueblos sistemáticamente excluidos, explotados y producidos como inexistentes, reconocer su sabiduría, sus conocimientos contextualmente e históricamente válidos, reconocer y aprender de sus prácticas sociales y políticas más participativas e incluyentes que el modelo liberal representativo. Una nueva sociogénisis es posible, reducir la brecha hasta desaparecerla es alcanzable, se trata de hacer, en palabras de Alí, más humana la humanidad.
Lamentablemente, como advierte Ramonet en su trabajo, en la pandemia también están gestándose otros fenómenos que nos pueden llevar en la dirección contraria; de esta forma el miedo colectivo, el temor generalizado a la enfermedad, exacerbado hasta el paroxismo por los medios y las redes sociales, está haciendo que la gente esté dispuesta a renunciar a su libertad general, a su privacidad individual e incluso a sus derechos políticos, laborales y sociales, de repente el estado aparentemente condenado a reducirse a su mínima expresión antes de la pandemia podría emerger de esta como un mítico Leviatán renovado o el gran hermano de la ficción, un ente que con la excusa de proteger oprima, controle y vigile en formas supuestamente olvidadas y hasta hace muy poco inconcebibles en la actualidad; esto no quiere decir que el fortalecimiento del estado y el hecho de que este retome funciones que había abandonado y cedido ante el sector privado, como la salud, no representen una necesidad bienvenida, pero lo cierto es que el fantasma fascista también puede estar rondado.
A la par de las posibles implicaciones del fortalecimiento del estado, otros actores privados y trasnacionales están posicionándose para aprovechar la pandemia y la pos pandemia con peligros tanto o más preocupantes que los del nuevo Leviatán, esta amenaza se presenta como una Hydra de múltiples cabezas, sin patria, sin compromisos más allá que los intereses de las minorías multimillonarias a las que pertenecen, la industria farmacéutica, el complejo industrial militar, las 5 grandes de internet, las agroquímicas y los gigantes del sector energético, entre otros, todos preparándose para capitalizar el miedo y consolidar más que nunca el sistema mundo con su lógica autodestructiva mientras dure; ahora bien ellos también tienen en mente mecanismos para estirar la bonanza y disfrutarla un poco más, una de ellas es la disminución de la población mundial, a través de la desaparición de los débiles, los viejos, los improductivos, los descartables, los inferiores, una especie de purga social con muchas vías para su realización; más allá de las teorías conspirativas y de la incertidumbre del origen de la enfermedad, lo cierto es que la pandemia, y según los expertos las que seguirán si nada cambia, sirve muy bien a este propósito.
Ya lo dijeron en su momento Fidel y Chávez en los escenarios mundiales, no se trata de simples reformas, cambios de gobiernos, o un capitalismo más humano, tampoco de una evolución de la modernidad hacia la posmodernidad, de cambiar aparentemente para que nada cambie, se trata de cambiar el sistema mundo, se trata de aprovechar este momento de inflexión histórica para impulsar una revolución mundial que transforme la sociedad y la humanidad toda porque en ello nos estamos jugando la vida como especie.
Referencia
Ramonet Ignacio. (2020). “La Pandemia y el Sistema Mundo”. La Habana. Disponible en: https://www.jornada.com.mx/ultimas/mundo/2020/04/25/ante-lo-desconocido-la-pandemia-y-el-sistema-mundo-7878.html

II. Apropiación,mercantilización de todo condujo a actuales emergencias. Alternativas

Entre la providencia y 
el autogobierno

El futuro de la estrategia antineoliberal 

en Argentina

 11 de agosto de 2020


Por Brian Kreschuk (Rebelión)

Introducción
El siglo XXI ha entrado en turbulencia permanente. Los débiles pilares en donde se asentó la utopía neoliberal comienzan a quebrarse. La extrema concentración de la riqueza se pone de manifiesto ahora al alcance de todos. La crisis del 2008 no hizo más que alertar a propios y ajenos que el corazón del ciclo de acumulación está arrítmico y que cualquier sobrecarga pondría en peligro todo el sistema. Ante esto, rápidamente brotaron desde las academias burguesas cientos de teorías de salvataje; léase: Redistribución vía impuesto a las grandes fortunas, renta básica, propuestas de un capitalismo ecológico, revivir al Estado de bienestar, entre otras. También han hablado aquellos que se regocijan en la depredación. Para garantizar la actualidad del modo de racionalidad económica no se necesitaba más que acelerar la conflictividad de clase y elevar a una fase de violencia antidemocrática el dominio. De esta forma emerge en el siglo XXI una nueva etapa del neoliberalismo: la del fascismo neoliberal y la legalización del despojo. Su modo de vida, sus estrategias de progreso individual, sus consumos, invalidan tanto la disidencia como el fracaso. Sobre mis vías o el odio.
La pandemia del Covid 19 al parecer dejará secuelas profundas tanto a nivel estructural como en los modos de vida. La conflictividad inherente pasará a violencia constante y el mundo ya no será igual para los de arriba y para los de abajo.
En Argentina el gobierno peronista del “frente de todxs” desde un principio ha advertido los límites del actual modelo económico. Su discurso antineoliberal se mostró como el elemento más dinámico para consolidar su oposición al gobierno de Macri. Sin embargo, es muy prematuro vaticinar una estrategia clara, sobre todo sabiendo que el ejercicio del poder por parte del peronismo valida la extensión de la racionalidad capitalista. Así lo demostró profundizando el modelo agroexportador y rentístico, habilitando al cercamiento del espacio público, la megaminería y poniendo a la propiedad en el centro de su modelo de Estado.
Sin embargo este artículo no intenta discutir en clave periodística con los discursos anti-neoliberales que giran alrededor de los partidos y movimientos sociales en Argentina. Aquí tenemos la intención de poner de manifiesto dos formas de pensar la estrategia contra el neoliberalismo en la actualidad, que se expresan tanto a nivel local como internacional.
El elemento central de nuestra afirmación será que para combatir al neoliberalismo en toda la extensión de su racionalidad no alcanza con el instinto conservador del Estado de la providencia sino que es necesaria la adopción del principio político de lo común y la democracia radical por vías del autogobierno y el combate contra toda forma de propiedad.

Un nuevo neoliberalismo entre nosotros
Lo que empezó como una alternativa a la crisis económica del estado bienestar en Europa se desarrolló abruptamente en todos los ámbitos de la vida social occidental. Desde un punto de vista estructural el neoliberalismo supo cómo disciplinar notablemente al trabajo. Romper la mayoría de sus cercos históricos de derecho y desarticular su organización. Desordenar su experiencia en los lugares de trabajo y enfermar las expectativas de un mundo obrero. El consenso de Washington del cual el Chile de Pinochet fue el primer ensayo, tuvo la claridad histórica para iniciar un periodo de acumulación depredador, ingresando elementos de la vida social antes no explorados por el capital como la educación, la salud, las cajas previsionales, los genes y el conocimiento, entre otros elementos tragados por agujero negro del capital (Harvey, 2007).
La institucionalidad estatal rápidamente se transformó para agilizar el nuevo movimiento histórico. Reformas laborales, nuevos códigos civiles, incluso constitucionales abrieron paso a la flexibilización, a la mundialización financiera, a barrer trabas a la circulación de capital y a redireccionar el grueso de la financiación estatal al sector privado. (Dardot y Laval, 2015)
En la dimensión cultural la búsqueda de un nuevo hommo económico, el ser de la ontología de los negocios del que nos habla Fisher (Fisher, 2016), pasó a ser el fetiche neoliberal. Hacer del ser humano una empresa, la vida en su conjunto una empresa. Es así que tomaron fuerza la figura del emprendedor y el inventor. Esta gran trampa, esconde sobre todo, las limitaciones para integrar a amplias capas de la población mundial sin trabajo estable y el no poder cumplir la promesa contra la escasez. Por ello recae sobre los sujetos individualizados la responsabilidad de la búsqueda de la prosperidad económica. Este elemento clásico del pensamiento liberal que aparece en la idea de “pionero”, se ha profundizado en el discurso dominante, ya no solo por la gracia del concepto, sino por la necesidad de abonar una salida argumentada a la crisis neoliberal. 

El sistema en crisis ya no puede incorporar, al menos en esta dinámica de acumulación y concentración, a esa masa de desocupación estructural, que en una parte sobrevive en la informalidad y en la otra es mantenida con ayudas de subsistencia por los Estados nacionales o programas internacionales financiados por el FMI o el Banco Mundial. Evidentemente esto está claro para los intelectuales y sobre el neoliberalismo mucho se ha dicho. Sin embargo es importante entender claramente que en esta etapa del neoliberalismo el individuo se ve afectado de modo estructural por no poder vender su fuerza de trabajo, pero desde el punto de vista de la racionalidad del nuevo neoliberalismo y con esto el elemento cultural de la vida social, la afección de devenir en fracaso, pasa a convertir a los sujetos en víctimas de la violencia estatal, mediática, empujado a la marginalidad, a ser golpeado por el racismo y en algunos casos a la ilegalidad. El nuevo neoliberalismo y con esto, la crisis del modelo económico, pone una sola puerta de entrada, si no entras, el sistema descarga su violencia. Por ello afirmamos junto a otros investigadores que nos encontramos frente a un neoliberalismo recargado, en su mayoría de odio y fascismo.
Hoy, en el año 2020 vemos con claridad que el sistema ha encontrado límites insuperables. El calentamiento global ya no es la predicción malintencionada de una novela distópica. Es una realidad incuestionable. El planeta no puede sostener el nivel de producción y consumo o el actual modelo de desarrollo (Gonzalez Reyes, 2020). Los recursos energéticos escasean y el paso a los renovables por utilidad, tiempo, costos y recursos no es una opción válida para el capitalismo (Gonzalez Reyes, 2020). El nivel del mar es un peligro ineludible para muchos países en los próximos años y las pandemias como vimos recientemente ponen en jaque la articulación económica internacional y la seguridad sanitaria de los ciudadanos. El nivel de crecimiento económico estimado para la próxima década vaticina un escandalosos 3% y no hay quien no espere un crecimiento exponencial de la desocupación y por lo tanto una disminución de la extensión del capital. Las economías que sobreviven en su mayoría por el nivel de deuda se exponen a la explosión inminente de sus burbujas. La guerra económica internacional imperialista re-ordena a los países bajo una incertidumbre constante. En síntesis, el neoliberalismo está en fase de guerra económica, esto abre la puerta a la aplicación espontánea de políticas de excepción o de la construcción de una ingeniería legal contra la excepción, dos caras de un movimiento contra la democracia (Dardot y Laval, 2017) Un ejemplo claro de esto en argentina es la actividad constante del gobierno por decreto (Mauricio Macri en solo cuatro años ejecutó 70 DNU), la judicialización de la política o el papel activo de los aparatos de inteligencia con fines persecutorios y corruptos.
Pero ante este escenario oscuro, la estrategia compleja del neoliberalismo, lejos de ser conservadora ha demostrado hacer cualquier cosa para la ampliación de la racionalidad capitalista y a diferencia del fascismo de Estado total, el fascismo neoliberal que expresan Trump, Bolsonaro, Moreno, Yanez, Salvini, Abascal, Le Pen y el neoliberalismo depredador de cara lavada de Macron, Merkel o Lacalle Pou, despliegan en esta etapa todas las estrategias que sean necesarias para radicalizar el modo de vida de racionalidad económica total. Este contexto de crisis y guerra para estos no es un problema. Ellos ejercen el poder desde la crisis, o mejor dicho, utilizan la crisis como modo de gobierno (Dardot y Laval, 2017). Así como de los laberintos se sale por arriba, de la crisis neoliberal se sale radicalizandose, auto expandiéndose, sobreviviendose contra todo. El neoliberalismo construye su existencia en la ilimitación, todo es comparable, cuantificable, apreciable, destruible. La vida en su totalidad puede y debe ser capitalizada.

Los estados nacionales cada vez más debilitados en su intención genealógica de economías patrióticas, se han puesto al ritmo de las actuales relaciones de fuerza, toda su legitimidad y su estructura institucional al servicio del despojo. Con ello las democracias cada vez más flacas se juegan la vida entre lo mediático y la resistencia interna de grupos que defienden lo poco que queda del Estado social.
La burguesía y el Estado argentino desde su subordinación lógica a los grandes capitales, desde la década del 70 han desarrollado las modificaciones que la nueva etapa del capitalismo demandaba para la ampliación de la tasa de ganancia y la racionalidad neoliberal. Es así que, dictaduras, reformas laborales, constitucionales, privatizaciones, integración por consumo y todas aquellas leyes que favorecieron a la circulación financiera y la extensión de la lógica de la propiedad privada, como la ley de semillas, la ley de educación superior, los cercamientos del espacio público, la ley anti-terrorista, entre otras. También impedir el ejercicio de la democracia vía poderes populares alternativos ha sido un elemento clave de la gobernanza argentina en todas sus variantes políticas. Institucionalizando en el Estado movimientos, cooperativas, fábricas recuperadas, centros culturales o simplemente reprimiéndolos (Mazzeo, 2014). La burocracia de los técnicos, la burguesía industrial, los nuevos enriquecidos desde el Estado y la nobleza de los profesionales al gobierno, son sin dudas el patrón central de la gestión estatal en Argentina.
Los gobiernos llamados por algunos populares, han sabido ejercer una fuerte redistribución del ingreso, sin embargo su espíritu conservador y su carácter ineludible de clase, no ha temblado un segundo al descargar la represión cuando las contradicciones propias del capitalismo como la dinámica de la acumulacion, son desfavorables y la expresión resistente del pueblo se les manifiesta. En toda latinoamérica los gobiernos populares fortalecieron sus aparatos represivos, su legalidad contra la protesta, y han operado desde la cooptación y la persecución a las formas de poder disidentes. Es en este aspecto que nos vamos a detener en el próximo punto. La Lógica de gobierno neoliberal se nos presenta en esta etapa recargada, y ante esto emergen dos variantes que queremos exponer que se expresan como alternativa para combatirlo.
El estado de la providencia
Como punto inicial en el desarrollo de este apartado es necesario echar un poco de luz acerca de la conceptualización del estado como “providencial” o “de la providencia” y debatir acerca del dominio de “lo común” por parte del Estado. En términos genealógicos el concepto de providencia puede rastrearse en la mayoría de las tradiciones religiosas. El cristianismo como doctrina central en Latinoamérica sostiene que es Dios el creador y además el coordinador de cada uno de los sucesos del mundo. El verdadero director de orquestas del universo. No hay poder que no venga de Dios. La providencia divina se caracteriza por el acto de “dar” pero también de gestionar el “Don”. En nuestro caso hacemos uso de su acepción en la sociología y la teoría política. Retomando las palabras de Boaventura De Sousa Santos nos referimos al Estado de la Providencia cuando hablamos de aquel que detenta el uso legítimo de la organización social para garantizar un equilibrio entre trabajo, estado y capital(De Sousa Santos, 1987). Esto lo hace por medio de la solidaridad social y la solidaridad de clases.
Es desde este lugar que funda su modelo de gobierno. Seguridad social, cajas previsionales, impuestos al salario o de modo no velado, de trabajador a no trabajador, de joven a viejo, de rico a pobre, entre otros. En el Estado providencial esta cuestión de la solidaridad es central ya que como bien advierten Dardot y Laval “mientras que en un principio la solidaridad fue una exigencia socialista y una práctica proletaria que cuestionaba a la propiedad, luego se convertirá en asunto de estado que permitirá estabilizar la situación (de conflictividad)” (Dardot y laval, 2015). Es evidente que en esta concepción es necesaria la separación espectacular de la práctica política en manos de los profesionales del bien y del mal, o del despojo y la beneficencia. La solidaridad lejos de igualar es pretendida como el Estado Providencial para equilibrar el conflicto. El Estado aparece como el único garante de la solidaridad social. “Es la idea que la solidaridad desde el Estado no le debe nada a una práctica instituyente popular, por el contrario es dispensada por una providencia administrativa(..)en el fondo de lo social estatal lo que hay es una negación de lo común como actividad de los miembros de la sociedad. Es este Estado benevolente y bienhechor quien fija las reglas de la reciprocidad y el apoyo mutuo y del reparto de la producción” (Dardot y Laval, 2015). De esta manera lo que tenemos es una sociedad beneficiaria del don del Estado pero excluida de participar en nuevas instancias válidas de deliberación.
En Argentina la fuerza organizada que representa el peronismo es la expresión consciente de una estrategia providencial para el ejercicio del poder estatal. El acuerdo de clases, los pactos sociales son siempre su modo de gobierno. La complejidad de dicha organización no nace de ninguna manera de su cuerpo doctrinario, tampoco del ejercicio de sus políticas de Estado. Hasta el más inútil de los sociólogos podría encontrar sostenidas regularidades en su forma de gobernar. La verdadera dificultad para pensar el peronismo recae en las múltiples capas de poder que expresan los diferentes niveles de gobernabilidad. Desde versiones barriales hasta las más altas cabezas de la oligarquía. Todas cumplen un rol a la hora de equilibrar un movimiento que ya lleva 75 años de existencia. Por esta extensión el peronismo puede metabolizar diferentes ideologías y movimientos políticos. La hegemonía como no puede ser de otra forma está en manos de la burguesía industrial y la oligarquía pero elementos más radicales de la izquierda luchan internamente para defender e impulsar políticas sociales y fortalecer la democracia nacional, con un sueño que lo erotiza, que tiene que ver con poder ganarle en algún momento la pulseada a las dirigencias burguesas e impulsar al peronismo en un camino anti-capitalista. Sin embargo, más allá del anhelo de un peronismo radicalizado a la izquierda, es de suma importancia pensar como el desplazamiento a la izquierda de un gobierno popular podría combatir al neoliberalismo.

Desde un punto de vista doctrinario pensar en una roja reconversión peronista no es más que una expresión de deseo, que muy pocos en el siglo XXI se atreverían a sostener. Estratégicamente el centro doctrinario del peronismo es la conciliación de clases, el ejercicio providencial de la política, la pretensión de exclusividad en la ejecución del don. En definitiva, y a sabiendas que en este razonamiento le estamos dando al estado más poder que el que tiene, el anti neoliberalismo peronista es solo una buena obra de teatro.
Sin embargo sabemos que existe una izquierda dispuesta a gobernar con el peronismo, nutriendo el movimiento con sus filas organizadas y colaborando en términos de representación, de lo beneficioso que resulta en términos comparativos, el peronismo en el poder. Esta izquierda que sin dudas enuncia sus expectativas revolucionarias no puede escaparle al despliegue de una lógica providencial por al menos dos motivos: El primero porque su pragmatismo lo ha hecho definir una teoría del Estado conservadora y providencial. El segundo punto es la falta de una estrategia de ruptura sistémica. En relación a su teoría del Estado, estos han adquirido una visión utilitarista, esto es, consideran válido el desvío de la lógica instituida de la institucionalidad por medio de la gestión. Y en este proceso de una gestión popular configuran estrategias de intervención para la redistribución de la solidaridad social orientada a resolver los problemas sociales, es decir, hacen suya las ideas básicas de la forma providencial de Estado. Sin embargo, desde nuestra lectura, el Estado no es en ninguno de los casos la expresión institucionalizada de los intereses colectivos, sino la expresión institucionalizada del conflicto. y para peor, su forma histórica diseñada por la lucha de clases, siempre ha sido y así lo será hasta su disolución, enemiga de lógicas de deliberación no contenidas en su imaginario como institución.
El Estado es terreno cómodo para los enemigos de lo común siempre, hay pocos grises en este plano. Las relaciones de fuerza nunca han sido favorables en Argentina para la clase trabajadora en el plano institucional. Bajo el falso debate entre Estado ausente o Estado Presente, no hacen más que validar la idea de que para mejorar la calidad de vida de las personas es necesaria una mayor participación del Estado en la gestión de la solidaridad social. Acá es donde se juegan su programa político y nos muestran las limitaciones en el plano estratégico. Tanto para el peronismo de izquierda como para la izquierda popular luchar contra el neoliberalismo es sobre todas las cosas luchar por una ampliación del dominio estatal en la orientación redistributiva de la solidaridad social. Esto en términos inmediatos podemos etiquetarlo como una medida progresista. Sin embargo no puede ni pretende ninguna modificación ni en el sistema político ni en la estructura productiva. No ataca la propiedad ni el capital. Por lo tanto es simplemente andamiar la desigualdad en la conciliación y garantizar la normal continuidad de los modelos de racionalización y desarrollo que el neoliberalismo impone. Incluso el pedido programático de aumentar la propiedad estatal por medio de expropiaciones y nacionalizaciones, no hace más que cambiarle el vestido a la propiedad. Es por esto que una estrategia de ruptura desde la providencia constituye un esfuerzo simplemente conservador. El Estado es terreno del enemigo. siempre lo será. Ocupar las instituciones solo sirve en el caso que se quiera fortalecer la nueva institucionalidad popular. Gobernar para la ruptura desde las instituciones es simplemente un absurdo.
Un punto central para comprender la confusión estratégica en la que cae la izquierda providencial nace de pensar que lo instituido y formalizado en la institucionalidad puede modificarse por su forma de uso. El acto instituyente es previo al uso y lo instituido no puede ser destituido. Solo por medio de una práctica consciente de institución puede ser transformada la sociedad. (Dardot Y Laval, 2015). Esto es, solo por la generación de nuevas prácticas que desafían las viejas lógicas y prácticas, podemos conseguir la transformación, el nuevo escenario para la significación, en definitiva, un nuevo sujeto social. Un nuevo mundo implica intervenir las instituciones, pero para arrancar su lógica y configurar nuevas. Su simple gestión tendrá muy cerca las fronteras de lo instituido, de su racionalidad.
En el despiste de mirar la institución y no lo instituidolo que entonces se significa es el sistema de reglas que rige una colectividad más que el acto mismo de legislar, la agrupación social cuya cohesión es asegurada por un poder de coerción más que el acto de transmitir o conferir dicho poder, el establecimiento de una instrucción más que el acto de instruir (Dardot y Laval, 2015).El esfuerzo entonces de la estrategia providencial está puesto en modificar los resultados y no el acto. Viajar por los carriles de lo instituido y no en los de la creación de algo nuevo.
El imaginario sin dueño que representa la representatividad política está instituido, la propiedad y el uso legítimo de la violencia física y simbólica están instituidas. ¿Realmente cree una estrategia providencial que es posible cambiar el mundo desde un eterno acto de resistencia mediante la pasividad gestora dentro de las instituciones actuales? evidentemente si. Desconociendo que activan la puesta en práctica de una resistencia reaccionaria, si, una resistencia estéril y contraproducente para una revolución social.
De esta manera sostenemos aquí que no es posible detener el avance de un neoliberalismo recargado con las herramientas del Estado. El neoliberalismo como modo de vida necesita de la ampliación constante de su racionalidad en las prácticas culturales de los sujetos individualizados. Las nuevas tecnologías de comunicación, plataformas, avances sobre la territorialización del trabajo y todas aquellas tácticas desplegadas para una profundización de la alienación social, deben ser contra-atacadas con nuevos caminos para la subjetivación social, que conviertan a la experiencia de vivir de forma radicalmente opuesta a la abstracción neoliberal. Encaminar un nuevo mundo hacia el valor de uso contra el imperio del valor de cambio.
A continuación expondré elementos retomados de la corriente de los comunes y reflexiones que podrían echar luz en el camino del desarrollo de una estrategia antineoliberal.

Comunes y autogobierno
La izquierda a nivel mundial se encuentra en un momento opaco en términos estratégicos. Los manuales se agotaron en las puertas del siglo XXI y la deriva ha llevado a muchos de los revolucionarios a la impotencia o la renuncia de sus objetivos de máxima. Algunos han optado por ser bomberos de crisis, otros encuentran el regocijo en la caridad crónica, también hay quienes han convertido la historia de la lucha de clases en un recetario doctrinario. Por último están los que se rindieron o que cambiaron de bando. En este contexto desértico de las vanguardias, los pueblos como siempre dan muestra de sus propias capacidades para luchar. Es así que desde los años 90´ vemos la emergencia de organizaciones y movimientos que descolocan a la ciencia de izquierda y plantean nuevas salidas al capitalismo.
Con la caída del muro como sabemos, muchos sostuvieron la idea de que ingresamos en una etapa de eternidad para el sistema capitalista. Sin embargo en el nuevo escenario de fuerzas que se comenzaba a esclarecer, emergen nuevos movimiento, organizaciones, protestas, demandas al calor de un mundo en transición. Es aquí donde se vislumbra el brote de un paradigma contra la globalización, el avance de la propiedad, la creaciones de espacios comunes de deliberación, todos bajo la idea de que otro mundo era posible y este no podía comprarse ni venderse. Esto tomó forma de movimientos en todo el mundo desde la década del 90. Seattle, Portugal, el EZ, Piqueteros, Cochabamba y las luchas por el agua. Más acá, Los Indignados españoles, las ocupaciones de Wall Street, de la plaza Sintagma o Estambul, todas estas luchas desafiaron las recetas históricas de la izquierda con formas de acción y demandas propias del momento histórico. Una verdadera evolución terapéutica han traído estos movimientos al pensar sus luchas desde el presente y aceptar que las condiciones históricas para la lucha habían cambiado. Lejos de sostener la inexistencia del sujeto de clase o algún otro disparate como el que podría advertir el individualismo metodológico, estos movimientos supieron renovar sus repertorios políticos visibilizando más opresiones, nuevos lugares en donde el capital estaba avanzando como el conocimiento o los espacios públicos, reivindicando la creación de nuevos elementos para la organización como los consumos, el internet y también la transformación del sistema político en nuevas instituciones para la deliberación popular como por ejemplo bajo el lema de democracia real, etc.

Sería difícil sintetizar en dos páginas todo lo producido en términos de nuevos movimientos sociales en las últimas tres décadas, sin embargo lo importante para nosotros es que de este momento histórico particular emerge para muchos intelectuales una corriente que conocemos como “los comunes”. Este paradigma hace referencia a una lucha constante contra el predominio del modelo de mercado, la globalización y la ampliación de los derechos de propiedad (Dardot y Lava, 2015). A diferencia del periodo previo donde la clase obrera fabril era el elemento más dinámico de las luchas sociales, ahora los nuevos movimientos al frente de la resistencia y la ofensiva pasan por el desarrollo de un anticapitalismo más extendido hacia toda la vida social. Evidentemente esto lo convierte en un contrincante para el capital más complejo, pero mucho más ecléctico. Motivado por demandas que en muchas ocasiones no pueden traducirse en una organización popular duradera. En nuestro caso consideramos válido advertir la existencia de regularidades en estos nuevos movimientos relacionadas a los tipos de demanda, como el agua, el conocimiento, el espacio público y prácticas políticas, tales como el horizontalismo o maneras asamblearias. Sin embargo sostenemos que lo común en ellos no nace de ninguna manera desde el objeto a defender o de los resultados esperados con sus luchas, sino más bien de la propia relación entre las necesidades insatisfechas de los sujetos, del conflicto y su práctica política. Del despliegue de una Praxis creativa orientada a la libertad. Un acto consciente de instituir algo nuevo. Esto es lo que se expresa en los nuevos movimientos. Compartimos con Dardot y Laval la idea de que lo común se ha convertido en un principio político singular, y que sostener a los comunes en plural implica correr el foco de la práctica política a la naturaleza de lo que se demanda.
Es decir, no es la condición natural del agua y su uso compartido lo que impulsa una estrategia de lo común, es el despliegue de una actividad política común lo que se posa sobre el agua para defender su uso compartido. Lo común pasa de esta forma de ser adjetivo a sustantivo. Abandona su cárcel como complemento de un bien o de los bienes, para tomar cuerpo en la singularidad de la práctica común.
Entendemos como común el principio político por el cual los sujetos establecen relaciones de cooperación y co-obligación, involucrando directamente la satisfacción de sus necesidades con su actividad de deliberación. No existe común si este no se desarrolla dentro de una relación de actividad compartida. Un principio que no es más que el corazón de la democracia y solo puede ser ejercido mediante la negación de una institucionalidad providencial y opresiva y a través de la creación de nuevas instituciones o transformando las actuales por vías del autogobierno. Abonar una estrategia de fortalecimiento y ensanchamiento de la actual institucionalidad Estatal, no es más que una práctica conservadora, llevada a cabo en terreno enemigo y que al fin y al cabo configura para el desarrollo de nuevas instituciones populares, un movimiento reaccionario (Dardot y Laval. 2015). En Argentina todavía vuelan por el aire algunos discursos y organizaciones que pregonan contra el neoliberalismo formas de autogobierno como por ejemplo la vieja guardia anarquista, organizaciones de herencia piquetera y espacios autonomistas. Sin embargo esta izquierda no es más que el pataleo estéril de grupos que se sienten inmunes a la contradicción. El caso más paradigmático en Argentina es el Anarquismo, que pasó de ser el movimiento más dinámico, creador de cientos de instituciones populares que aún prevalecen, impulsor de los ejes centrales del derecho obrero a principios del siglo XX y que hoy está casi desaparecido. En las últimas dos décadas han desfilado varias organizaciones que lo único que pudieron conseguir es la autoafirmación de su condición de anarquistas. Una bola de nieve doctrinaria que los redujo a ser parte de la izquierda de la efeméride. Perdidos en la infertil discusión de los niveles de organización, esto es, política, movimiento, sociedad, convirtieron a sus organizaciones en embudos donde depositar su doctrina, pero sin retorno para que la sociedad los transforme. De esta manera su lugar en la historia actual es la extrema marginalidad. Una verdadera lástima debido a la compatibilidad del desarrollo histórico de la cultura política anarquista en Argentina y la cultura Argentina. Fue y será su carácter conservador y doctrinario el que los frena como una foto en la historia. Para este sector le llegó el tiempo de rediscutir su teoría política, para hacer sobrevivir al menos su impronta revolucionaria y aportar lecturas históricas fundamentales como el papel del federalismo, la democracia radical y la centralidad de debatir la autoridad y la burocracia.
Acercarse a la corriente de los comunes podría ser una puerta interesante desde donde reconvertirse. Sin duda alguna el esfuerzo conservador de una izquierda providencial frente a estos sectores es ampliamente más progresivo. Lo importante para nosotros en este caso es poder plantear el porqué de nuestra afirmación acerca de que solo una estrategia de lo común y el autogobierno puede oponerse a la racionalidad neoliberal.

Como hemos advertido más arriba, el neoliberalismo es un modo de vida, una racionalidad social generalizada, un imaginario social sin amo llamando a Castoriadis (Castoriadis, 1983). El cual ha hecho de la empresa capitalista el modelo de pensamiento de la sociedad occidental. Para su supervivencia necesita auto expandirse. Y el elemento central de su expansión es la ampliación de la lógica de la propiedad y el valor de cambio a todos los ámbitos de la cultura.
El capital con todas sus instituciones pone a bailar sobre sus rieles al conjunto de la sociedad. A partir de esta garantiza la continuidad de sus lógicas, expande su racionalidad, activa su modo de vida. En definitiva, permite el constante acto de instituir. Con esto queremos decir que, una vez institucionalizada la actividad instituyente permite su permanente reproducción. Por eso no es suficiente administrar las instituciones actuales, ya que estas encierran lógicas, formas de racionalidad, toda una ingeniería de derecho de usos y obligaciones, que cualquier dirección, que sus prácticas políticas tomen, encontrarán el límite de lo instituido. Por ejemplo, las lógicas de representatividad política que encierra el Estado no se modifican en ninguno de los casos por quien represente el poder. Estas vuelan en el fondo garantizando un tipo de racionalidad alienante que tiene que ver o con el despojo de las posibilidades para deliberar o con la renuncia de la voluntad de deliberación.
La estrategia providencial piensa desde las categorías instituidas, desconfía de lo nuevo, de lo genuinamente nuevo, porque su voluntad no debe rebasar los límites de lo posible.
Una estrategia anti neoliberal, contra neoliberal o por la positiva para los más sensibles, de mundo nuevo, necesita partir desde la generación de una práctica consciente de ruptura y de institución. Acá empieza el camino para dilucidar la lucha. Solo a través de la creación de nuevas prácticas de institución o prácticas de transformación de las actuales instituciones podemos hablar de activar nuevos senderos sociales. Esto se da por el hecho de que limitarse a trabajar dentro de la institucionalidad estatal o activando tácticas de salvataje individual desde el emprendedurismo no hacemos más que revalidar la actividad de institución ya institucionalizada. La praxis que no es más que la lucha consciente por la autonomía debe configurar, sin una intención de control exhaustivo sobre los resultados, prácticas de lo común que reúnan a la actividad social real de los sujetos con su práctica política.
Contra la racionalidad neoliberal, contra el imaginario social de empresa o Estado total se debe presentar una racionalidad nueva del derecho de uso y la inapropiabilidad, apoyarse en el imaginario de lo común existente en la sociedad para instituir lo común. Formas de organización que basen su razón de ser en la cooperación y la co-obligación. Tener claro que toda práctica de lo común es una práctica instituyente por el hecho de que un nuevo orden y nuevas lógicas se configuran al calor de las síntesis de las prácticas de lo común (Dardot y Laval, 2015) El corazón de la democracia se juega en instituir lo común.
Ahora bien, de qué manera una estrategia de lo común puede materializarse contra el neoliberalismo.¿Cómo escaparle a un simple ocio intelectual y al regocijo de una verdad de papel?
En primer lugar es necesario desterrar la necesidad de un control exhaustivo sobre la relación entre praxis y resultado. Es decir, abandonar la racionalidad cientificista de los partidos tradicionales que validan sólo aquellas luchas iniciadas, supervisadas o de las que participan a partir de una relación táctico-estratégica concebida en el laboratorio partidario. Para combatir al imaginario sin dueño del neoliberalismo es primordial desarrollar una práctica política consciente y orientada a la autonomía de los grupos o clases pero configurada en la lucha real y concreta. En síntesis, una práctica política de lo común nace, se desarrolla, se transforma y resulta de la propia actividad de coparticipación y co-obligación que activan los sujetos. Masticar en casa la lucha y escupirla en la realidad es una operación direccionada a la frustración. Entiéndase bien. Esto no quiere decir que no sea necesario la existencia de partidos, organizaciones y movimientos que se nutran de realidad y las teorías para interpretar y dirigir las luchas de lo común. Esto quiere decir que estos espacios políticos se sometan a los resultantes de las propias luchas. Hemos asistido a la frustración y fracaso de cientos de miles de militantes y organizaciones por no comprender que se trabaja sobre la realidad y no metiendo un programa político a la fuerza.
En segundo lugar, una estrategia de lo común debe saber que los comunes están ahí afuera, desarrollando cotidianamente en el seno de las sociedades en múltiples expresiones. Luchas juveniles, ecologistas, animalistas, obreras, feministas, y cientos más. En la actualidad por la propia lógica de rebaño que enhebran los partidos no existen coordinaciones claras de los comunes. Una tarea central es generar la identificacion y la coordinacion de esas luchas. Hacerlas parte de un itinerario lo más compartido posible. Esto solo se puede hacer si se respeta una visión de bajo control sobre la actividad general. Si se piensa en dirigir la diversidad desde la centralidad, no se avanzará un solo paso. Las prácticas de lo común que se ponen de manifiesto en las luchas de grupo o colectivos son siempre prácticas instituyentes, por el hecho de construir su actividad desde la cooperación y la co-obligación, enfrentadas de esta manera a las lógicas de representatividad profesional, progreso individual o ganancia privada. Crean nuevos modos de ser en el mundo. Los comunes no son por naturaleza anti capitalistas, son comunes en tanto y en cuanto desafían con su racionalidad una racionalidad instituida. En el caso de una estrategia antineoliberal y por lo tanto anti capitalista, lo común se enfrenta desde la institución de modos de vida democráticos, por los derechos de uso y desde la inapropiabilidad.
En tercer lugar, una estrategia de lo común y el autogobierno debe orientar todos sus esfuerzos a la formalización de las prácticas instituyentes de los comunes, convertirlas en instituciones. Esto permitirá la economización de esfuerzos y garantizará la actividad instituida. Si miramos al interior de la escena política popular Argentina las únicas instituciones de largo plazo fueron sindicatos, clubes de fútbol, bibliotecas, mutuales, centros culturales y alguna que otra cooperativa. Seguramente me olvide de muchas. Creadas en su mayoría a principio de siglo, partieron de una praxis instituyente de derecho de uso, de derecho laboral, de cooperación financiera, de co-obligación política. Estas sobrevivieron por su carácter de institución. Más allá de sus condiciones actuales. Siempre hay que tener claro lo que dijimos más arriba acerca de que lo instituido nace de una praxis concreta pero esta praxis es permanente y por lo tanto las instituciones pueden modificarse o no. Entonces, si la praxis de lo común es una práctica instituyente los grupos deben formalizarla. Y no se trata de crear una cáscara a la que llamar institución “tal” y ponerla en un edificio. Se trata de elevar a la categoría de derecho a lo instituido. Y acá un punto central en la estrategia contra el neoliberalismo. Es fundamental identificar los lugares donde este se reproduce con mayor velocidad en términos de derecho. Para decirlo de otra manera, si lo que se quiere es hacer retroceder se necesita apuntar a su corazón, para nosotros: La propiedad Privada y el valor de cambio.
Primero Proudhon (Proudhon, 2005) y luego Marx (Marx, 1978) tenían bien claro que era el régimen de propiedad el que permitía estructurar las relaciones contradictorias en el capitalismo y su abolición era el objetivo central de una sociedad nueva. La propiedad privada rige sobre la obligación y participación social estableciendo canales muy estrechos para afrontar la vida. Es decir, la propiedad está detrás del modo de vida occidental, lo guia. Desde la materialidad, hasta las espectativas bailan al ritmo de la propiedad. Y no importa el carácter formal de su presentación, estatal, pública o comunitaria. La propiedad es una lógica de apropiación de los recursos del mundo, materiales, naturales e intelectuales que actúa instituyendo, desde su aparición, modos de vida. El neoliberalismo es la etapa más avanzada de expansión de la propiedad en la historia humana. Es en este modo de vida donde explota la ley del valor (Bifo, 2007), se derrama sobre absolutamente todo lo que pueda ser valorizado. La propiedad a través del derecho instituido debe en el neoliberalismo convertirse en el espíritu del sujeto contemporáneo. Esto permite y da pie a que sea el valor de cambio de todo lo valorizable el elemento más dinámico de su lógica. Apropiación y transaccionalidad de todo lo existente. Contra los que consideran que la propiedad Estatal es diferente, es simplemente porque asocian lo público a lo estatal y con ello lo común a lo estatal. Una confusión histórica en el pensamiento social que pone al Estado en un lugar de defensa de lo común. Pero como advertimos más arriba, cambiar de mano la propiedad no modifica su lógica instituida, por lo tanto no puede instituir la novedad.
Para luchar contra el neoliberalismo debe primar la lógica de la inapropiabilidad de lo existente, anteponiendo el derecho de uso, las lógicas del valor de uso por sobre el valor de cambio. Los comunes pueden luchar para elevar a categoría de derecho la inapropiabilidad. Un ejemplo de esto son las demandas de remunicipalización del agua impidiendo constitucionalmente la apropiación estatal o privada de los recursos acuíferos municipales. Son solo los sujetos participantes en el consumo y producción de los recursos los que se ven afectados por la co-obligación y la coparticipación, por lo común instituido. Esta es una guía para la ruptura y la transformación social.
Solo haciendo retroceder a la propiedad se hará retroceder al neoliberalismo. La democracia es el caballo de batalla contra este. El autogobierno de los pobres, el espíritu de lo nuevo. Y como la propiedad se expresa en todos los ámbitos de la vida, es tarea de los revolucionarios crear las estrategias para atacar sus puntos de reproducción más dinámicos. Por ejemplo el derecho obrero ha sido un freno a la expansión, que en los últimos años ha retrocedido considerablemente. Es momento para recuperar terreno y sobrepasar las lógicas de la propiedad al interior de los espacios de trabajo. Una demanda indudablemente revolucionaria es democratizar los procesos de producción. Si hasta ahora son las lógicas gerenciales las que organizan el trabajo y las leyes llegan hasta las puertas de la fábrica ya que no regulan la organización interna, es necesario que sean los propios trabajadores junto a las patronales los que establezcan reglas de convivencia, protocolos de decisión, horarios. Sin afectar la ganancia privada, pero democratizando el proceso productivo y así rompiendo con lógicas gerenciales enemigas de lo común y opresivas para los trabajadores. Así. hay cientos de ejemplos en donde puede progresivamente ir combatiendo lógicas, modos de vida que la racionalidad neoliberal necesita para su constante expansión. Estamos en tiempos de guerra, el neoliberalismo la despliega y por ello se necesitan prácticas políticas orientadas a la ruptura con el sistema y una praxis de institución de lo común.
A modo de cierre
Transitamos tiempos de guerra, de un neoliberalismo fascista, recargado de odio y dispuesto a activar su espíritu de ilimitación para avanzar con su racionalidad sobre todo lo que existe. Convertir a los sujetos individualizados en empresas, incorporarlo todo al proceso de valorización. Destruirlo todo si es necesario. Los Estados nacionales ya no cuentan con las armas para defenderse de su condición subordinada a los capitales internacionales y las resistencias providenciales se vuelven reaccionarias frente al intento de creación de un mundo nuevo, de un sujeto social diferente. Para luchar contra el neoliberalismo es necesario la institución de nuevos lugares para constituirse como sujetos, nuevas lógicas, una racionalidad que ataque los puntos neurálgicos donde se reproduce el capital.
Para ello la alternativa de lo Común se vuelve una herramienta más que interesante, no solo por su actividad de institución sino también porque existe en la sociedad un imaginario de lo común, por lo tanto una clave positiva para una praxis transformadora. Lo común frente al neoliberalismo se nos presenta como una alternativa política y de representación. Los postulados centrales de un gobierno de los pobres, esto es, la democracia, pasa por el establecimiento de oponer a la racionalidad de empresa total y representación vía experticia política, una nueva racionalidad de lo común, de la co-obligación y cooperación social dentro cada actividad donde los sujetos intervienen directamente. En definitiva, una praxis de institución de lo común sólo posible a partir del autogobierno social. Una estrategia antineoliberal debe desplegarse con urgencia contra la propiedad y el valor de cambio, contraponiendo la inapropiabilidad y el derecho de uso. Ya no son tiempos de defensa, por el simple hecho de que queda muy poco que defender y demasiado por construir.
Por último vale despabilar, que en este rincón no hablan Weberianos, sino la búsqueda, el intento por pensar. Compitiendo solo con nuestra angustia y dispuestos a equivocarnos para no ser como los dinosaurios aferrados a un mundo en retirada o como la brillantina de una izquierda pop.
Es necesario re-instaurar en la escena de los movimientos sociales en Argentina un nuevo auge de debates estratégicos, repensando y trayendo al frente problemas centrales relacionados a la creación o debate de ciertas categorías de pensamientos. Autoridad, institución, gobierno, revolución, entre muchas otras se presentan bajo déficit en el debate político argentino, tragado despiadadamente por las pujas coyunturales. La academia ha sabido cómo enfriar las pasiones de los escritores, sus códigos internos y la pretensión de una pureza científica no han hecho más que generar un ejército de perfeccionistas fríos y poco productivos. Es tiempo de activar una impronta rebelde en la escritura, oficiosa, libre del peso de la profecía ejemplar y respetando las únicas dos reglas para escribir que existen en la historia de la humanidad: tener algo para decir y decirlo.

Bibliografia:
Berardi Bifo, F .(2007). Generación Post-Alfa. Buenos Aires: Tinta Limón
Castoriadis, C. (1983). La institución imaginaria de la sociedad. España: Tusquets.
Dardot, P y Laval, C. (2015). Común: Ensayo sobre la revolución en el siglo XXI. Barcelona: Gedisa.
Dardot, P y Laval, C. (2017). La pesadilla que no acaba nunca: El neoliberalismo contra la democracia . Barcelona: Gedisa.
De Sousa Santos, B. (1987, Sept) O Estado, a sociedade as politica sociais: O caso das politicas de saude. Revista de Crítica de Ciencia sociais. N°23.
Fisher, M. (2017). Realismo Capitalista: ¿No hay alternativa?. Buenos Aires: Caja negra.
Harvey, D. (2007). Breve historia del neoliberalismo. Madrid: Akal.
Gonzalez Reyes, L. (2020). Colapso del capitalismo mundial y transiciones hacia sociedades eco-comunitarias: Mirando más allá del empleo. País Vasco: Inguro Gaiak.
Mazzeo, M. (2014). Piqueteros: Breve historia de un movimiento popular argentino. Buenos Aires: Quadrata.
Marx, K. (1978). El capital: Crítica a la economía política. México. FCE.
Proudhon, J. (2005). ¿Que es la propiedad? Investigación sobre el principio del derecho y el gobierno. Buenos Aires: Libros de anarres. 
Brian Kreschuk es investigador en la Universidad Nacional de Quilmes