La intermitente guerra del agua
Prólogo a ¿”La pachamama otra clase está”?
Prólogo a ¿”La pachamama otra clase está”?
de José Luis Saavedra
6
de junio de 2018
Por Raúl Prada Alcoreza
Hay que
tratar de entender cómo funciona el poder, esa máquina abstracta de las
dominaciones polimorfas; cómo funciona en sus despliegues singulares;
cómo combina de manera barroca distintas figuras el ejercicio de la
política. Cómo, por ejemplo, se combina un discurso de convocatoria
popular, la práctica de una forma gubernamental clientelar, el ejercicio
desfachatado de políticas, que continúan los mismos caminos que los
gobiernos derrocados, sobre todo en lo que respecta al modelo colonial
extractivista del capitalismo dependiente; acompañado por una
administración irresponsable de los recursos del Estado, además de venir
asistido todo esto por la apropiación privada de riqueza, canalizando la
misma mediante la participación personal en el “negocio”; es decir, la
ejecución del proyecto público convertido en “negocio”, tanto por los
jerarcas y funcionarios de alto rango, como por las empresas
involucradas, que se benefician con concesiones y contratos
displicentes.
Podemos
también sugerir otro perfil de combinaciones barrocas; por ejemplo, el
discurso liberal o neoliberal, según el caso, el ejercicio de la malla
institucional de acuerdo a las reglas del mercado, la política económica
del libre mercado, la libre empresa y la competencia, la apertura al
capital trasnacional en condiciones de altos incentivos y restricciones
para la tributación estatal; acompañando estas práctica “pragmáticas”
con beneficios privados, encubiertos por transacciones empresariales,
aunque también, como en el otro caso, con transferencias a cuentas
personales. Ambas composiciones discursivas, de prácticas discursivas y
de prácticas de poder son barrocas; la diferencia radica en el formato,
en el perfil y en el contenido de la composición. No solamente en la
ideología particular de legitimación. Se trata de expresiones políticas,
que, aunque de diferente composición y combinación, son similares en
cuanto a pertenencia al círculo vicioso del poder.
Ahora, en
este ensayo, volveremos a ocuparnos de la primera composición de poder;
no sólo porque se trata de la referencia connotada de la forma de
gubernamentalidad clientelar del “gobierno progresista”, sino porque
manifiesta de manera más elocuente el ejercicio mismo del poder, en las
formas dramáticas más desbocadas.
Un estilo
del barroco político populista
En una
composición barroca como la populista habría que preguntarse no sólo
cómo funciona una combinación tan heteróclita, sino qué es lo que
prepondera en la composición, dependiendo de la coyuntura o quizás de lo
que pone en práctica esta forma de gubernamentalidad clientelar. ¿El
discurso de convocatoria en momentos de ofensiva, aunque también en
momentos de premura, de crisis, de merma agobiante de la convocatoria?
¿El ejercicio de los circuitos prebéndales y clientelares cuando se
requiere preservar bajo control a una masa crítica de adherentes? ¿Las
formas paralelas de poder, que empujan al enriquecimiento privado a
costa del Estado y a nombre del “proceso de cambio”? ¿Las ceremonialidades del poder orbitando alrededor del núcleo solar del
mito, encarnado narrativamente en el caudillo? Quizás se haga hincapié
en alguna de estas tendencias, dependiendo de las exigencias de la
coyuntura, sin que las otras dejen de entrelazarse y reforzarse,
reforzando, en su momento, a la tendencia de emergencia. Pero, a lo que
apuntamos es a cómo funcionan los componentes en semejante combinación,
aunque dependa el perfil configurado de la coyuntura. Por ejemplo, el
discurso de la convocatoria no sólo sirve para lograr mantenerla, sin
para legitimar el mismo ejercicio del poder. Hasta aquí, lo consabido.
Pero, ¿qué tiene que ver, por ejemplo, el discurso de convocatoria con
las prácticas de apropiación privada de los recursos y riquezas del
Estado, de la manera como se acostumbra, monetizando estas
apropiaciones? Se podría acudir a la deducción inmediata de que se
legitima o, mejor dicho, encubren los actos mismos de corrupción y
corrosión institucional; sin embargo, si fuese así, queda pendiente
qué
sentido entonces adquiere el discurso en esta articulación perversa
entre discurso y práctica paralela.
El análisis político toma al
discurso político por sus enunciados, por lo que dice; sin embargo,
cuando se usa el discurso de esta manera, conectado con las prácticas
paralelas, el enunciado mismo se evapora, el sentido pretendido del
discurso se pierde; queda como un hueco abierto. ¿Con qué se llena este
hueco? Lo que se dice transmite no exactamente lo que se dice, sino lo
que se hace, aunque aparezca no en su evidencia, sino en su máscara
discursiva. Lo que se dice parece decir, mas bien, puedo decir lo que
quiera, lo que significa: puedo hacer lo que quiera. Entonces, al hacer
lo que quiera, puedo decir lo que quiera; lo que importa es lo que hago
cuando lo digo, diga lo que diga. Lo que hago aparece como lo digo; lo
que digo es el hecho incontestable del poder, del ejercicio del poder.
El
político en el poder actúa y habla; parece que no se puede separar su
acción de su evocación. No en el sentido de que cuando habla es para
encubrir o si se quiere, para decirlo de manera pedestre, para “mentir”,
sino en el sentido que el habla, en este caso, transmite otro sentido,
el del acto que habla y dice: puedo hacer lo que quiero diciendo lo que
quiera. En este caso, el habla esta implicado y condicionado por el acto
mismo, forma parte del acto, como una percusión del mismo. El que habla,
en estas condiciones, transmite un mensaje, no propiamente político,
tampoco ideológico, sino el mensaje del poder, del ejercicio del poder,
si se quiere, la verdad descarnada del poder: el poder hace lo que
quiere.
El
discurso de convocatoria forma parte de la conducta misma del político.
El significado del discurso político no se encuentra en el enunciado o
la enunciación, sino en la acción que dice: lo hago y digo cualquier
enunciación, lo que muestra que puedo hacer lo que quiero diga lo que
diga. Al decirlo duplico el acto en el espacio de la enunciación.
Esta parece ser la clave para descifrar la función del discurso de convocatoria en las prácticas políticas clientelares. El concepto de corrupción, aplicado en el análisis político, supone una disyunción entre discurso y práctica política; es decir, en pocas palabras, se hace algo distinto a lo que se dice; no se cumple con la Ley, con el compromiso político, con la institucionalidad establecida. Sin embargo, en la compleja composición de la práctica política parece que no se separan discurso y práctica, que conforman un nudo de entrelazamientos insoslayable. Entonces el discurso adquiere no solo otra tonalidad en el campo político, sino incluso otras significaciones prácticas. En la práctica política no se separan discurso no solo de práctica discursiva sino de práctica política; no se separa, en el ejercicio de poder, la dominación de facto no se separa de la dominación ejercida a través de un uso singular del lenguaje. No se usa, en este caso el lenguaje, para, exactamente, “mentir”, sino, mas bien, para reforzar el acto en el discurso político.
Esta parece ser la clave para descifrar la función del discurso de convocatoria en las prácticas políticas clientelares. El concepto de corrupción, aplicado en el análisis político, supone una disyunción entre discurso y práctica política; es decir, en pocas palabras, se hace algo distinto a lo que se dice; no se cumple con la Ley, con el compromiso político, con la institucionalidad establecida. Sin embargo, en la compleja composición de la práctica política parece que no se separan discurso y práctica, que conforman un nudo de entrelazamientos insoslayable. Entonces el discurso adquiere no solo otra tonalidad en el campo político, sino incluso otras significaciones prácticas. En la práctica política no se separan discurso no solo de práctica discursiva sino de práctica política; no se separa, en el ejercicio de poder, la dominación de facto no se separa de la dominación ejercida a través de un uso singular del lenguaje. No se usa, en este caso el lenguaje, para, exactamente, “mentir”, sino, mas bien, para reforzar el acto en el discurso político.
Es por
eso que cuando un vicepresidente “revolucionario” controla o se compra
la empresa de barcazas que transportan la exportación de soya por el río
Paraguay, no le parece contradictorio ni heteróclito ser el propietario
efectivo o el accionista mayor y a la vez decir que esta en marcha el
“proceso de cambio” del “socialismo comunitario”. Es más, fustigar a la
“clase media” por “conservadora” y “colonial”.
Pues el discurso emitido
no dice exactamente lo que expresa la enunciación, sino dice otra cosa,
dice que yo hago lo que quiero y digo lo que quiero porque soy
“revolucionario”. Ser “revolucionario”, entonces, adquiere otra
significación, pierde el significado heredado de la narrativa romántica
y de la narrativa insurgente; en el acto-discurso, en el discurso
convertido en parte del acto, adquiere el significado de soy el cambio
de élite, soy la nueva élite “revolucionaria”, pues he venido montado en
el caballo de la revolución, de la insurrección popular. Entonces la
insurrección popular, que antecede al “gobierno popular”, es motivo
suficiente para ungirlo de “revolucionario” y ungir de “revolucionarios”
a sus gobernantes. Ciertamente el sentido de cambio se estrecha a la
connotación circunscrita de cambio de élite, pero esta reducida
connotación basta para mantener la palabra, que ha perdido la fuerza de
la metáfora romántica, que sirve no tanto para legitimar lo que se hace,
sino para duplicar lo que se hace, el acto descarnado de poder.
Se puede
comenzar a entender también por qué se deriva en una administración
displicente y hasta bochornosamente irresponsable. En estas condiciones
descritas, ¿qué se administra? Ciertamente los bienes y recursos del
Estado; pero, ¿cuál es el sentido de pertenencia que se asume? La
Constitución dice que es el pueblo boliviano el propietario de los
recursos naturales, que el Estado es un mero administrador. Pero, como
la nueva élite es ungida de “revolucionaria”, la posesión efectiva la
tienen los administradores, quienes pueden tomar las acciones de
emergencia que son necesarias en un periodo álgido como el del
“comunismo de guerra”, cuando se le entrega todo el poder concentrado al
“comité central”. Obviamente esta comparación es insostenible, pues el
“comunismo de guerra” correspondió a la guerra civil que enfrentaron los
bolcheviques, ante una invasión imperialista a la Patria Socialista,
apoyando al ejército de los “rusos blancos”, resabios zaristas. Empero,
en el imaginario de la nueva élite cualquier analogía, por más lejana y
de atisbo tenga, basta para ungir a la concentración inconsulta de poder
del gobierno popular y de su estructura palaciega de cierto halo
histórico de la primera revolución proletaria triunfante. Sin embargo,
lo que no hay que olvidar es que si bien se dice en la enunciación del
lenguaje que hacemos lo mismo que hacen los bolcheviques en un momento
de emergencia para defender la Patria Socialista y salvar la revolución,
efectivamente se dice: estamos en el poder y hacemos lo que queremos,
pues el poder sirve para eso.
Lo que se
administra son las posesiones de la nueva élite, posesiones estatales,
que asumen como si fuesen propiedad privada de la casta gobernante.
Esta
administración es importante, no sólo por lo que se refiere al
enriquecimiento privado, sino por los recursos necesarios para
reproducir las extensas redes clientelares. Lo que importa es esto, la
reproducción de la masa clientelar, incluso, mejor, invertir en su
expansión. Lo demás no importa tanto; las tareas encomendadas por el
Estado, la administración pública, la administración de las empresas
públicas, en el sentido recomendado, buscando la eficiencia y eficacia,
el ahorro y los mejores beneficios y de calidad para el Estado.
Estas
tareas encomendadas por la Constitución son colaterales. Lo importante
es hacer funcionar el aparataje clientelar; se pueden construir
elefantes blancos, no importa; lo que se busca es la circulación
monetaria de los flujos que financian la reproducción de la máquina
clientelar. Como se dice popularmente, para muestra basta un botón. Sin
recurrir a ejemplos conocidos de corrupción y corrosión institucional,
los más connotados por los medios de comunicación, incluso sin recurrir
a lo que estos medios no ven,
la magnitud del control trasnacional a
través de la incorporación de gobernantes y jerarcas de la
administración pública a sus planillas, además de la incidencia del lado
oscuro del poder, vamos a referirnos a un ejemplo, mas bien, anecdótico,
que ilustra elocuentemente lo que ocurre. En una economía extractivista
administrada por un Estado rentista las fichas ambientales son cruciales
para habilitar precisamente la explotación de los recursos
naturales.
Que cuando la empresa contratada para hacer el diagnóstico de impacto
ambiental pide la información técnica y los mapas por donde pasarán los
senderos de exploración, después los caminos, las instalaciones de la
maquinaria extractivista, se le entrega, en vez de una documentación
técnica, basada en los propios estudios de la empresa estatal, en este
caso YPFB, un informe hecho desde el Google Earths, estamos ante el
hecho insólito; dato escabroso de a donde ha llegado la desidia y la
negligencia. Esto no quiere decir que probablemente no solo no cuentan
con esos estudios, esa información técnica, sino sobre todo que no les
importa lo que pase en cuanto a impacto ambiental; por eso, tampoco es
importante entregar estudios geológicos y geográficos que se requieren.
Se trata meramente de trámites administrativos, como cuando se llenan
formularios; todo para cumplir. De lo que se trata es de hacer marchar
el proyecto a como de lugar. Este ejemplo anecdótico muestra
patentemente el carácter de esta administración pública. No está
precisamente para velar por los intereses ya no solo del Estado sino del
mismo pueblo, que es el propietario de los recursos naturales, sino que
está para hacer que la máquina clientelar funcione.
Estamos,
entonces, ante una administración pública cuya tarea es hacer que
funcione la máquina clientelar; su tarea es garantizar que esto ocurra.
Mientras esto pasa, entonces, la administración de la maquina clientelar
cumple; es eficiente en este sentido. Aunque nos sorprenda lo que pasa,
no hay, en consecuencia, de qué sorprenderse; estamos ante discursos
políticos que dicen otra cosa diferente a la enunciación, estamos ante
un aparato administrativo público que no administra lo público sino las
posesiones de la nueva élite política y económica. Quizás sea esta la
razón por la que la administración pública clientelar funcione como lo
hace; desde la perspectiva normativa e institucional, de una manera
catastrófica; pero, desde la perspectiva de la gubernamentalidad
clientelar funciona como corresponde. Ahora, en lo que sigue, no vamos a
dar otros ejemplos anecdóticos, ni mostrar otros botones; lo que haremos
es concentrarnos en la problemática del agua, la crisis anticipada del
agua. Recurriremos al libro de José Luis Saavedra ¿”La pachamama otra
clase está”?, donde se describe la reciente crisis del agua, sus
causales, sus impactos, sobre todo lo que hace evidente, la cuestionable
administración estatal, además de sus complicidades innegables con las
expresas trasnacionales extractivistas, que derrochan el agua y la
contaminan, contaminando cuencas y territorios aledaños y lejanos.
Interrupción de los ciclos del agua
Los
ciclos del agua forman parte de los ciclos vitales, cualquier
interrupción redunda en los otros ciclos entrelazados. Por eso los
ciclos del agua como los otros ciclos son vitales. Cuando se interrumpen
por efectos sociales, como por ejemplo cuando se talan los bosques, es
cuando se interrumpe el ciclo, es decir, cuando se corta el circuito de
la evo-transpiración. Entones asistimos de pleno a la crisis del agua.
Esto es lo que se siente cuando el agua escasea en las ciudades, cuando
se siente las sequía en zonas geográficas identificadas. Empero, cuando
esto se ahonda por el efecto de una administración lamentable, que no
tienen en cuenta el ciclo mismo del agua, los efectos adquieren la
dimensión de la escasez demoledora del agua. Las ciudades son las
primeras en sentirlo.
La crisis del agua en la ciudad de La Paz y en otras ciudades de Bolivia
develan las grandes falencias del “gobierno progresista”.
El “gobierno progresista” no sólo no previó lo que se venía, sino que se convirtió en un factor de del desenlace dramático de la escasez del agua. La administración pública del agua contribuyó al desenlace de la crisis, no sólo por la cuestionable administración, sino porque desató otros factores que repercutieron en la crisis.
Crisis
del agua
Tenemos
que hablar de los ciclos del agua, pues nos encontramos ante procesos de
reproducción del agua, a través de la evaporación y transpiración; el
ciclo del agua forma parte de los ciclos vitales articulados e
integrados ecológicos. Cuando se interrumpe el proceso del ciclo del
agua se afecta a su reproducción, esta interrupción, por cierto es
parcial, pues si sería una interrupción absoluta ya no habría tal
reproducción ni el ciclo del agua. Las interrupciones parciales del
ciclo del agua afectan notoriamente a su reproducción y como el ciclo
del agua está entrelazado a los demás ciclos vitales, las interrupciones
parciales en el ciclo del agua afectan a los demás ciclos ecológicos. Lo
mismo ocurre con las interrupciones parciales en los demás ciclos, que
derivan no solo en la incidencia particular de la reproducción del ciclo
sino en la reproducción de los demás ciclos vitales. Por ejemplo, la
tala de bosques incide preponderantemente no solamente en el ciclo
biológico de los bosques, sino en el ciclo del agua, en el ciclo del
aire, en el ciclo de los suelos. De esta manera, se afecta notoriamente
al sistema de vida planetario.
El
sistema-mundo capitalista, en la medida que se ha venido expandiendo,
consolidando y desarrollando, ha incidido notoriamente en la acumulación
de interrupciones parciales de los ciclos vitales; en lo que respecta al
ciclo del agua, ha venido afectando notoriamente los procesos de
reproducción. No hablamos solamente del incremento del consumo del agua,
sino de los efectos de la contaminación y depredación en la reproducción
del ciclo del agua. El modelo colonial extractivista del capitalismo
dependiente ha afectado preponderantemente en los modos de la
reproducción del ciclo del agua, en la evaporación y transpiración. Se
estima que las sociedades humanas ya enfrentan lo que se denomina la
escasez del agua dulce; se estima que esta situación se ha de venir
agravado a tal punto que los estados van a enfrentar la guerra del agua.
¿”La
pachamama otra clase está”? comienza con la crisis del agua en la ciudad
de La Paz. El gobierno atribuye la disminución dramática del agua de la
represa de Hampaturi al “cambio climático” y oculta, al decirlo, su
desastrosa administración; tanto de la empresa encargada como de los
ministerios que tienen que ver con la administración del bien liquido.
El libro se propone demostrar las causales económicas, sociopolíticas y
ambientales de la crisis del agua, además de las falencias y errores
administrativos, sobre todo cuando la escasez del líquido elemento se
muestra en su más grave ausencia. Al final se propone plantear algunas
soluciones perentorias.
Entre las causales económicas se encuentra el modelo extractivista como núcleo de una estrategia depredadora y destructiva; entre las causales sociopolíticas se encuentra en el centro de la devastación el Estado rentista; entre las causales ambientales se hallan los efectos de la crisis ecológica, efectos alarmantes como el deshielo de las cumbres de la cordillera, así como la extensión intermitente de la sequía, acompañada paradójicamente por inundaciones paulatinas, convirtiendo a unas zonas en anunciados desiertos y a otras en zonas de inundación. Nos detendremos a analizar el factor del modelo extractivista de la economía dependiente y el carácter rentista del Estado-nación subalterno.
Modelo
colonial extractivista del capitalismo dependiente
La
conquista y la colonia del quinto continente, lo que se llama por los
propios, los nativos y mestizos asumidos por las territorialidades del
continente, que asumen la defensa de la vida, Abya Yala, ha instaurado
un modelo económico, por así decirlo, que es el substrato de la
economía-mundo capitalista y, por lo tanto, del sistema-mundo
capitalista; este es el modelo colonial extractivista del capitalismo
dependiente. Sabemos que al hablar de modelo lo hacemos metafóricamente,
pues, en efecto, no ha sido, si se quiere, de manera deductiva lo que ha
ocurrido, sino, mas bien, de manera inductiva. Las oleadas de conquista
y de colonización, que datan desde el siglo XVI, han venido conformando
este denominado modelo, en principio, en forma de enclaves, sobre todo
en las playas, haciendo como cabeceras de playa; después, en la medida
que se adentraban al interior del continente, los puertos de desembarque
se conectaban con la expansión de la colonización. Se puede decir que es
con la conquista de Tenochtitlán cuando se conquista propiamente toda
una región, incluida la metrópoli administrativa, además del sistema de
comunicaciones y redes y circuitos socio-demográficos-culturales de la
civilización de Mesoamérica. La conquista efectuada se consolida con el
primer virreinato ibérico, el Virreinato de Nueva España.
Los
siguientes virreinatos y capitanías casi repiten los mismos
procedimientos de conquista; terminan implantando en el continente un
modelo administrativo colonial, que corresponde a algo parecido a
estados absolutistas extraterritoriales, desde la perspectiva del la
Corona española. Son estas administraciones políticas y militares las
que se convierten, incluso para Europa, en los referentes de la
arquitectura estatal. La colonización, una vez consolidada la colonia,
continúa en la propia y Europa; se instauran administraciones estatales
de lo que va a venir a ser el Estado moderno; se implanta a sangre y
fuego la lengua nacional; se institucionaliza el mito de la nación.
Nacen los Estado-nación, quizás primero, como afirma Benedic Anderson,
en el continente conquistado, concretamente en Norte América, con la
independencia de las trece provincias sublevadas y ganadoras de la
guerra anticolonial con el imperio británico. La revolución francesa va
a ser otro hito en la construcción del Estado-nación, del Estado
moderno. Así como Tzvetan Todorov dice que el mundo es mundo desde la
conquista de América, se puede decir que el sistema-mundo moderno emerge
desde la conquista de Tenochtitlán. Después de la independencia de los
estados de la unión, de la conformación de la primera república moderna,
y después de la revolución francesa, los Estado-nación emergen, ya sea
de guerras de independencia, como en América, o como efectos irradiantes
de la revolución; más tarde, en el siglo XX, como consecuencia de las
guerras de liberación nacional. Entonces, el modelo de Estado moderno se
generaliza, incluso se mundializa. Este modelo político mundializado se
complementa con el modelo económico, también mundializado; se trata de
la economía-mundo capitalista, cuyo substrato es el modelo
extractivista, pues se basa en la explotación expansiva de los recursos
naturales. El sistema-mundo capitalista se desarrolla sobre la base de
la expansiva e intensiva explotación de los recursos naturales,
convertidos en materias primas para la industria. El susodicho
desarrollo lo hace, es decir, se desenvuelve, crece y se transforma,
sobre la base de esta explotación de los recursos naturales, que también
adquieren la envergadura mundial, en forma de una división del trabajo
mundial. El sistema-mundo capitalista crece y se consolida poniendo en
operación la geopolítica del sistema-mundo, que separa centros de
periferias, centros de acumulación y concentración de capital de
periferias de des-acumulación y transferencia de recursos naturales.
En consecuencia, tenemos un sistema-mundo compuesto por un modelo
económico y un modelo político; la economía-mundo tiene como substrato
al modelo extractivista y la política-mundo tiene como referente al
Estado-nación. Tendríamos que hablar, entonces, de un sistema-mundo
moderno económico y político; la composición económica y política y sus
combinaciones inherentes se complementan y se refuerzan. Por eso, es
insulso sugerir, peor hacerlo, operar desde el Estado para liberar a la
sociedad del capitalismo; el Estado es la otra cara de la medalla del
sistema-mundo, la otra cara es el capital.
El modelo
colonial extractivista del capitalismo dependiente corresponde a la
inmensa periferia del sistema-mundo capitalista; en tanto que el modelo
industrial, que no deja de ser colonial, puesto que la colonialidad es
mundial, corresponde a los centros del sistema-mundo. Centros y
periferias interactúan, se complementan, hasta pueden variar, no solo en
lo que respecta a la potencias emergentes, sino porque la geopolítica
del sistema-mundo capitalista es móvil. Sin embargo, lo que hay que
tener en cuenta es que sin la expansión e intensificación, incluso,
ahora, la tecnificación, extractivista, la economía-mundo y la
política-mundo no funcionarían. La crítica de la economía política de
Marx, por cierto, como dijimos en otros ensayos, restringida,
circunscrita al campo económico, supone como núcleo del modo de
producción capitalista la esfera productiva, es decir, el espacio de la
industrialización; en esta apreciación hay una sobrevaloración de la
producción, olvidando que no hay producción sin la incorporación de
materias primas; en consecuencia, no es sostenible colocar el núcleo del
modo de producción en los procesos de producción; no habría procesos de
producción sin procesos extractivistas. No queremos decir que el núcleo
del modo de producción capitalista se encuentra en el
modelo extractivista;
no se trata de esto, sino de comprender la articulación imprescindible
de los procesos extractivistas y los procesos de producción. Ambos conforman, si se quiere, un núcleo complejo, un núcleo
extractivista-productivo. La denominada valorización abstracta, tesis
marxista-ricardiana, no se da en el proceso de producción, en la
absorción de tiempos socialmente necesarios no pagados, sino comienza en
la extracción de recursos naturales, prácticamente de manera gratuita,
salvo la renta a los Estado-nación-subalternos, sin retribuir a la
naturaleza lo que se le quita; es decir, destruyéndola; transfiriendo
costos ecológicos irreparables, que no tiene en cuenta la contabilidad
capitalista. En esto, quizás tenían razón los fisiócratas, cuando
señalaban que el plus-producto y el plus-valor, de donde viene la
ganancia, deriva de la naturaleza.
Sin
periferias no hay centros, sin modelo extractivista no hay modelo
industrial, sin modelo colonial extractivista del capitalismo
dependiente no hay modelo colonial industrial. Entonces, la valorización
abstracta acaece desde el saqueo de la naturaleza hasta la explotación
de la fuerza de trabajo, además de la expoliación de los consumidores, a
través del mercado, por precios de inflación y la expansión de la deuda
impagable, a través del sistema financiero. La valorización abstracta es
el evento constante en el sistema-mundo moderno de este núcleo y motor
compuesto extractivista-productivo-financiero.
La
paradoja de la economía-mundo, sistema de la valorización abstracta y de
la contabilidad capitalista, no valoriza los recursos naturales, no
valoriza la destrucción que deja a su paso. Para la contabilidad
capitalista los recursos naturales no valen, salvo cuando se convierten
en materias primas y conllevan un costo, el costo de la renta y de la
inversión en la explotación.
El modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente, substrato
de la economía mundo, no valoriza los recursos naturales que transfiere
a los centros del sistema-mundo capitalista, salvo en lo que respecta a
las estadísticas de la renta que recibe. Por lo tanto estamos ante un
sistema-mundo que no valoriza la vida, sino la muerte.
Se
comprende pues que este sistema-mundo de la civilización moderna haya
desencadenado la crisis ecológica; se entiende que al orden mundial, el
imperio, no le inquiete la crisis ecológica desatada, salvo en lo que
respecta a las tibias propuestas de bajar los niveles de contaminación y
amortiguamiento de las extensas huellas ecológicas; se entiende que a
los Estado-nación subalternos no les importe la destrucción ecológica
desatada en sus países, salvo en lo que respecta a la pronunciación
demagógica. En este sentido, también se entiende el funcionamiento de
sus instituciones que amparan esta destrucción, ya sea con uno u otro
discurso, uno u otro procedimiento político y económico. La clave para
entender la negligencia del “gobierno progresista” de Bolivia respecto a
la crisis del agua se encuentra en este substrato de la dependencia, de
la colonialidad y de la subalternidad.
La guerra
del agua
La guerra
del agua parece intermitente, recomienza después de un lapso, como
descansando. En la llamada guerra del agua en Cochabamba, desatada en
los primeros meses de 2000, que comenzó, un año antes en Tiquipaya, se
rebelaron, primero, las organizaciones recolectoras del agua, encargadas
de distribuir el agua según “usos y costumbres”. El intento
gubernamental de privatización del agua comenzó ya en 1999. Los
recolectores del agua y los agricultores se unieron en defensa de los
“usos y costumbres” del bien común del agua, frente a los primeros pasos
que se daban estatalmente para su privatización. La guerra del agua de
Cochabamba convulsionó a todo el departamento, principalmente a la
ciudad capital; las Ongs denunciaron los intentos de privatizar el agua,
comenzando con las fuentes del Tunari. Desde este momento de denuncia la
información se extendió y se difundió; se coaligaron organizaciones
sociales y colegios de profesionales, así como otras asociaciones de la
urbe valluna. La población comenzó a reunirse y debatir el tema, después
a movilizarse. Conocido el proyecto de ley entregado por el gobierno de
entonces al Congreso, que proyectaba conceder el agua, en sus variadas
formas, a una subsidiaria de la empresa trasnacional Bechtel, denominada
Aguas del Tunari, la movilización y su extensión fueron indetenibles. La
Coordinadora de la Defensa del Agua y de la Vida, que aglutinó a un
conglomerado de organizaciones sociales, juntas de vecinos, asociaciones
profesionales, Ongs, bajo la convocatoria de la Federación Sindical de
Fabriles, se convirtió en el referente de la movilización y en la
organización coordinada de la misma. Ante el proyecto neoliberal de
privatizar el agua, la Coordinadora de la Defensa del Agua y de la Vida
propuso un proyecto autogestionario del bien común.
Cuatro años más tarde estalló otra guerra del agua, esta vez en la ciudad de El Alto. La escasez del líquido elemento y su deficiente y limitado suministro ocasionó la protesta y la movilización popular. La Junta de Vecinos de la Ciudad de El Alto buscaba no solamente subsanar estas falencias y deficiencias, sino también evitar cualquier forma de privatización.
Cuatro años más tarde estalló otra guerra del agua, esta vez en la ciudad de El Alto. La escasez del líquido elemento y su deficiente y limitado suministro ocasionó la protesta y la movilización popular. La Junta de Vecinos de la Ciudad de El Alto buscaba no solamente subsanar estas falencias y deficiencias, sino también evitar cualquier forma de privatización.
El problema de la crisis del agua se ha venido manifestando en distintas situaciones; variadas y contrastantes, sequías en unas zonas e inundaciones en otras. Se puede decir que las sequías aparecen en una amplia geografía que abarca tanto el Altiplano como el Chaco, sin dejar escapar, en ocasiones, a uno que otro valle. Las inundaciones aparecen intermitentemente en la región amazónica, sin descartar, en ocasiones, inundaciones en otros lugares. Esto no quiere decir que en unos lugares sobra el agua y en otros escasea; el agua dulce es un bien común, que ante el avasallante consumo compulsivo, ya es escaso. Esto no quiere decir que es escaso en términos absolutos, pues el agua forma parte de la reproducción del ciclo del agua; pero es escaso, en términos relativos, teniendo en cuenta las condiciones de posibilidad ecológicas del ciclo del agua. Cuando el consumo compulsivo se incrementa, cuando la explotación extractivista lo derrocha, cuando se contamina el agua, además de contaminar los suelos y el aire, depredándolos, se interrumpe parcialmente el ciclo de la reproducción del agua.
El año
2017 estalló nuevamente la guerra del agua, esta vez en el epicentro de
la geografía política, en la sede de gobierno, en la ciudad de La Paz,
con irradiaciones a la ciudad del Alto y otras ciudades, como Potosí,
incluso Sucre, la capital; también a otras zonas de pronunciada sequía.
Se hizo patente la descuidada y negligente, además de ineficiente,
administración estatal del agua. La principal represa que alimenta de
agua a la ciudad de La Paz bajó sus niveles de manera dramática. Los
personeros de la empresa estatal del agua y los ministerios encargados
con su administración atribuyeron esta calamitosa disminución de los
niveles de reserva de agua de la represa al “cambio climático”.
En
contraste, varias organizaciones sociales, desde campesinas hasta juntas
de vecinos señalaron al gobierno como el responsable de la catastrófica
disminución de la reserva de agua de la represa; no solo por no haber
sabido prever, sino por haber entregado el agua, mediante desvíos de
ríos, a empresas trasnacionales mineras. Varios especialistas en el
tema, al hacer el diagnóstico del problema, describen las falencias de
una administración estatal del agua improvisada. El dramatismo de la
escasez del agua se hizo sentir en la penuria de los barrios por
conseguir el líquido elemento.
El dramatismo alcanzó niveles de
tragedia, con la desaparición del lago Uru-Uru y con la amenaza de
desaparición del lago Popó, con todos los efectos sociales y ecológicos
que estas desapariciones conllevan.
Por otra parte, organizaciones ambientalistas informaron, apoyadas en investigaciones, que la descomunal tala de bosques, la ampliación de la frontera agrícola y de la frontera extractivista, provocan modificaciones críticas en los patrones de los ciclos ecológicos, trayendo a colación perturbaciones en el ciclo del agua. Estas organizaciones se oponen a la construcción de las mega-represas del Bala y del Chapete, que proyecta el “gobierno progresista”. Se estima que estas mega-represas van a causar inundaciones irreparables, conllevando la desaparición de de parte de la biodiversidad zonal, afectando dramáticamente a pueblos indígenas, los que se van a ver obligados a migrar, con las consecuencias irreparables de su desaparición. El efecto catastrófico de la represa del Bala tendrá como consecuencia la desaparición del Parque y Área Protegida Madidi, además de la desaparición de las comunidades indígenas que lo habitan.
Como se puede ver, la problemática de la crisis del agua es compleja e integral, además de ser un tema crucial para la sobrevivencia de las sociedades humanas y de las sociedades orgánicas. La actitud del “gobierno progresista” ante semejante cuestión muestra su patético desconocimiento y su irremediable irresponsabilidad. Minimiza la cuestión crucial convirtiendo la problemática en un enunciado abstracto, “cambio climático”, que al parecer no afecta gravemente, sino que se lo señala como exterior y mundial, salvo ahora, cuando se tiene que encubrir la pésima administración pública. Se aminora la problemática a la caricatura que tiene del “cambio climático”, reducido de antemano por los organismos internacionales al llamado “calentamiento global”, deduciendo de aquí que de lo que se trata es de disminuir la emisión de gases de efecto invernadero. La demagogia discursiva hace shows en los foros internacionales y en las Cumbres de Naciones Unidas, en tanto que, efectivamente, persiste en la intensificación y extensión del modelo extractivista. Insiste en llevar adelante la construcción de las mega-represas, deja ampliar constantemente la frontera agrícola y la frontera extractivista, además de avalar la tala de bosques, que proporcionalmente ha alcanzado en Bolivia a dimensiones apocalípticas.
En lo que
respecta a la crisis del agua en la ciudad de La Paz se llegó al extremo
brutal de seleccionar barrios que merecían un reparto de agua más
voluminoso y más continuo que otros; queriendo encubrir esta brutalidad
con balbuceos ideológicos: ni una gota de agua para los q’aras. Este
balbuceo ideológico, que es, mas bien, una grosera incomprensión de la
cuestión política, de la lucha social y anticolonial, no puede encubrir
el patético desconocimiento del problema y la pésima administración del
líquido elemento; además de mostrar que estos personajes ocupan cargos
administrativos sin merecerlo ni tener una peregrina idea de lo que se
trata sobre el asunto que administran.
La ciudad
de La Paz es una ciudad abigarrada, además de entrelazada, como lo fue
desde sus nacimientos; ciudad india y ciudad mestiza. En todas sus zonas
se nota esta composición abigarrada, claro que con variadas tonalidades;
por ejemplo, la zona sur se conforma por una composición colateral y
atravesada de barrios residenciales y barrios populares, que cohabitan,
además de estar recorridos por los circuitos que realizan noventa y
cinco comunidades campesinas de sus alrededores. Al decidir hacer pagar
caro a la zona sur se afectó a todo este conglomerado socio-demográfico
y socio-territorial abigarrado. Por otra parte, tampoco los barrios
escogidos como merecedores de una mejor atención se salvaron de la
dramática situación. Además, la dramática escasez del agua se hizo
sentir gravemente en la ciudad de El Alto. El gerente de la empresa
estatal del agua de esta ciudad fue el primero en caer. Las
movilizaciones sociales no se dejaron esperar; estallaron, primero,
puntualmente, después se expandieron a los barrios y a las zonas,
llegando a cubrir a la ciudad misma. El gobierno se vio en figurillas,
sin poder recurrir a la letanía de sus argumentos machacados. Desbordado
por la movilización social demandante y por el problema desbocado,
incapaz de atenderlo, cedió; pero, lo hizo de la forma como acostumbra,
buscó chivos expiatorios. Cayeron ministros y sus entornos de los
ministerios y oficinas encargados de la administración del agua; cayó la
administración de la empresa estatal del agua de La Paz. Cayó el padrino
de los ministros en desgracia, el hasta entonces permanente Canciller,
David Choquehuanca. Se incorporaron a la dirección administrativa de la
empresa estatal del agua a conocidos técnicos, que supieron, por lo
menos, mejorar las condiciones de la distribución del líquido elemento y
mejorar el acopio del agua. La llegada de las lluvias los salvó. Sin
embargo, se entiende, que la crisis del agua está lejos de haberse
resuelto; tampoco la guerra intermitente del agua ha concluido; se ha
dado un descanso.
De la
administración del agua
Se puede
decir que hay diferentes formas y tipos de administración del agua; la
más conocida es la que experimentamos en las sociedades modernas, la que
cobra por los servicios, convirtiendo al agua potable, es decir, a la
tratada, después de acumularla en represas y distribuirla por cañerías,
en mercancía. Esta administración se circunscribe a la captación del
agua y su manejo administrativo en la distribución. Para esta forma de
administración, el agua es, en el mejor de los casos, un recurso
natural, convertido en un servicio básico, sobre todo en lo que respecta
a las urbes. Claro que también entra el servicio a la industria, así
como a la minería. En lo que respecta a la agricultura, la mayor parte
de la misma se mueve a los ritmos de los ciclos de las lluvias y de los
flujos de los ríos, esperando sus llegadas o atendiendo al volumen de
sus flujos; también, en algunos casos se usan pozos. Solo una parte de
la agricultura usa canalizaciones más sofisticadas y regadíos más
técnicos; pero, este uso no es de agua potable. De todas maneras, se
trata de agua dulce, requerida por las dinámicas de los ciclos vitales
ecológicos.
Entonces
estamos ante usos que convierten al agua en objeto o de servicios o de
insumos para la explotación extractiva y la industria, para la
explotación minera, para el consumo industrial y para la agricultura.
Para que el agua se convierta en objeto es menester separarla, por lo
menos institucionalmente, incluso técnicamente; esto es, efectuar la
economía política de los recursos naturales, que separa el agua, en
condiciones de servicio, del agua como flujo ecológico; valorizando el
agua como servicio y desvalorizando el agua como flujo ecológico. El
agua convertida en objeto es adecuada para su conversión en mercancía;
no solo en cuanto servicio, sino en sus formas transformadas en la
industria de refrescos, gaseosas y bebidas. Entonces, el agua como
mercancía es decodificada como valor abstracto, como precio que no solo
circula en el mercado, en el comercio, sino también aparece
numéricamente en las estadísticas económicas, en tanto servicios, así
como en sus usos industriales. También puede aparecer cifrada en las
estadísticas referidas al consumo de la población. Sin embargo, a pesar
de esta circunscripción, esta economía política del agua, que supone la
separación institucional y técnica del agua. El agua no es objeto, por
más que se haya institucionalizado como tal y se la maneje de esta
manera, por más que así lo conciba el imaginario moderno. El agua,
efectivamente, forma parte de los ciclos vitales ecológicos.
Otra
concepción y forma de administración del agua es la que la considera
como un bien, que la concibe como flujo, desde sus fuentes hasta sus
desembocaduras; esto ocurría en las sociedades antiguas, que la conciben
en los ciclos y flujos de redes hídricas y estaciones de lluvia. Estas
sociedades conformaron lo que Karl August Wittfogel denominó modos de
producción hidráulicos. La concepción del agua en estas sociedades no
sólo es más amplia que la dada en las sociedades modernas, sino que
concibe al agua como flujo y no como stock; esta última es la figura
asumida en el imaginario de las sociedades modernas. En consecuencia, la
administración del agua en cuanto flujos hídricos y canalizados de modo
hidráulico, tiene una perspectiva de largo plazo, a diferencia de los
cortos y medianos plazos de las administraciones del líquido elemento en
las sociedades modernas; además de ser más eficientes en el uso del
agua. Hablamos de sociedades que ocasionaron la llamada revolución
verde, con el nacimiento de la agricultura, su consolidación y
extensión. Hablamos de sociedades humanas que domesticaron el genoma de
las plantas y animales, produjeron prácticamente casi todo lo que nos
alimentamos hoy. Las sociedades modernas han tecnificado estos logros,
los han industrializado y extendido peligrosamente, ampliando
desbordantemente la frontera agrícola.
Vamos a
configurar una tercera forma de administración y concepción del agua; la
llamaremos ecológica.
Esta forma de administración del agua concibe el
ciclo del agua como parte interrelacionada, imbricada y entrelazada de
los ciclos vitales del planeta. En este caso, el agua no se separa de
las otras composiciones vitales de los ciclos ecológicos. El agua no
sólo forma parte de los flujos, es concebido como flujo, sino como
fenómeno vital de procesos complejos y dinámicos, en mutación y en
metamorfosis, en el entramado de los ciclos vitales, que funcionan como
tejidos materiales en constante movimiento. En este caso, propiamente
hablando, no hay pues exactamente una administración del agua, sino, mas
bien, una participación en las dinámicas integradas de los ciclos
vitales ecológicos. Mejor dicho, se trata de reinserciones de las
sociedades humanas a los ciclos vitales del Oikos. Esta participación en
la dinámica de los ciclos vitales sugiere una administración integral de
los usos de los bienes; es la propuesta ecológica ante la crisis
ecológica desatada por el sistema-mundo capitalista. Se trata de un
proyecto ecológico en defensa de la vida, de la armonización en la
sincronización de los ciclos vitales y los seres. Esto equivale
considerar a las sociedades humanas, particularmente a sus
asentamientos, como parte de los nichos ecológicos.
De la
composición y la argumentación del libro
El libro
¿”la pachamama otra clase está”? comienza con una crítica de las
justificaciones del gobierno respecto a la crisis del agua; empieza
desmontando el argumento gubernamental de que la crisis del agua, la
disminución dramática de la reserva de la represa, se deba al “cambio
climático”. Se hace una descripción detallada del comportamiento
negligente y descuidado de las empresas encargadas de la administración
del agua y de los ministerios que tienen a su cargo esa responsabilidad.
Por otra parte se reúne información de diagnósticos y análisis de
especialistas sobre el tema, quienes advierten de la vulnerable
situación, aludiendo a las causales y condicionantes de la crisis del
agua y de la crisis ambiental. No quepa duda que se trata, en primer
lugar del modelo económico extractivista y depredador.
Una de
las fuentes primarias del autor es la referida a la hemeroteca, sobre
todo de noticias, entrevistas y reportajes que se dieron en el lapso que
antecede a la crisis y en el lapso mismo del desenvolvimiento de la
crisis. Otra fuente de información corresponde a las publicaciones
especializadas sobre el tema, sobre todo las que se refieren a los
contextos de la crisis particular del agua en Bolivia. En lo que
respecta a la situación crítica del país, las investigaciones, desde
hace dos décadas, han venido señalando los niveles alarmantes de la
misma; por ejemplo, en lo que respecta al deshielo de los glaciales, que
son las fuentes de los ríos de la cuenca andina y de la cuenca
amazónica. Por otra parte se han señalado pertinentemente lo que
ocasiona la desforestación como impacto desequilibrante el equilibrio
climático. Se suman a estas causales las contaminaciones y depredaciones
provocadas por la explotación minera, afectando notoriamente a las
cuencas y a los territorios. Al respecto, el autor hace puntualizaciones
insoslayables:
El crecimiento económico experimentado por Bolivia, bajo el Gobierno del presidente Evo, ha tenido una compleja serie de efectos realmente perversos sobre los recursos hídricos de y en el país. Además del duro impacto en el medio ambiente por la creciente expansión de los proyectos mineros y energéticos, aumentó el consumo interno en los núcleos urbanos y no hubo, ni hay políticas de concienciación ciudadana sobre el ahorro o al menos el uso razonado y razonable del agua.
El sector
de la minería usa (abusa) mucha, muchísima agua, requiere alrededor de
70.000 metros cúbicos de agua fresca por día para la explotación de los
minerales, de esa cantidad las cooperativas mineras consumen 40.000
metros cúbicos, lo que significa el 57% del total. Entre las empresas
privadas que usan gran cantidad del líquido elemento se encuentran San
Cristóbal, San Vicente, Bolívar, Porco y Manquiri. Ojo que sólo la
compañía minera San Cristóbal consume más de 47.652 metros cúbicos día (mcd)
de agua. En cambio, las cooperativas auríferas trabajan en el borde de
los ríos con dragas. Esto ocasiona que aparte de usar ingentes
cantidades de agua, también contaminan crudamente los afluentes por el
uso irracional del mercurio[1]. Recordemos que, en el país, operan
alrededor de 1.700 cooperativas, de las cuales 1.200 se dedican a la
extracción del oro, principalmente en el norte de La Paz.
La
actividad minera, según los estudios realizados por el Centro de
Ecología y Pueblos Andinos (CEPA), consume similar o mayor cantidad de
agua que el conjunto de los habitantes de la ciudad de Oruro[2] en un
día, cifra que llega aproximadamente a 30 millones de litros del líquido
elemento. Aquí hay que reiterar como el mayor ejemplo a la Empresa
Minera San Cristóbal[3] (de capitales japoneses, como Sumitomo) en
Potosí que, en un día, utiliza una cantidad superior de agua a lo que en
la ciudad de Oruro se consume (también) en un día; sin duda alguna, una
cifra alarmante. A ello hay que sumar la actividad minera de varias
empresas como Huanuni y otras en menor magnitud, además de las diversas
cooperativas mineras asentadas en la región.
Haciendo
una contrastación de estos datos y referencias, las operaciones de San
Cristóbal superan el consumo de agua de toda una ciudad en un solo día,
o en el caso de Huanuni y Kori Kollo en el departamento de Oruro, que
añadidos suman el empleo de algo más de 50 millones de litros de agua
por día, mucho más que la ciudad capital, afectando directa y
negativamente al abastecimiento y consumo de la población y disminuyendo
notablemente los niveles de los ríos y cursos de agua naturales. Según
Limberth Sánchez, coordinador general del CEPA, “Las empresas mineras
San Cristóbal, Huanuni y otras utilizan millones de litros de agua, y
estos no recirculan el agua, no tratan el agua. Por tanto, es un factor
que hace que -cada año- el agua sea (más) escasa, por eso es que debemos
emprender políticas de recuperación y tratamiento del agua” (La Patria,
25 noviembre 2016).
San Cristóbal, subsidiaria de la Sumitomo Corporation de Japón, utiliza una cantidad de agua superior a los 43 millones de litros por día, teniendo como fuente principal, el Campo de Pozos de la Cuenca Jaukihua. La Empresa Minera Huanuni (EMH) utiliza algo más de 28 millones de litros por día, sus fuentes son el río de Venta y Media, Pata Huanuni e interior mina. Con respecto a la operación Kori Kollo son 22 millones de litros utilizados por día y sus fuentes principales son aguas subterráneas y el río Desaguadero. Estos son los mayores ejemplos de empresas que diariamente emplean ingentes cantidades del recurso hídrico potable. A ello se suman otras empresas en menor escala, pero que también dependen del agua para sus operaciones.
La actividad minera y más todavía en las áreas protegidas puede tener pues consecuencias trágicamente irreparables. En especial, es preocupante la explotación de los ríos en busca de oro. Como también advierte Patricia Molina, “Una buena parte de la producción del oro en el país proviene de la explotación aluvial y en las vetas cercanas a los ríos en la Amazonia. Precisamente las cabeceras de las grandes cuencas amazónicas son zonas de explotación aurífera que arrojan mercurio en los ríos adyacentes”[4] (Página Siete, 12 diciembre 2016). La investigadora sostiene que al trabajar con mercurio en la cuenca amazónica se contamina no sólo el suelo y el agua[5], sino también los peces de cuya pesca viven muchos pueblos y comunidades indígenas adyacentes de y en la zona[6].
San Cristóbal, subsidiaria de la Sumitomo Corporation de Japón, utiliza una cantidad de agua superior a los 43 millones de litros por día, teniendo como fuente principal, el Campo de Pozos de la Cuenca Jaukihua. La Empresa Minera Huanuni (EMH) utiliza algo más de 28 millones de litros por día, sus fuentes son el río de Venta y Media, Pata Huanuni e interior mina. Con respecto a la operación Kori Kollo son 22 millones de litros utilizados por día y sus fuentes principales son aguas subterráneas y el río Desaguadero. Estos son los mayores ejemplos de empresas que diariamente emplean ingentes cantidades del recurso hídrico potable. A ello se suman otras empresas en menor escala, pero que también dependen del agua para sus operaciones.
La actividad minera y más todavía en las áreas protegidas puede tener pues consecuencias trágicamente irreparables. En especial, es preocupante la explotación de los ríos en busca de oro. Como también advierte Patricia Molina, “Una buena parte de la producción del oro en el país proviene de la explotación aluvial y en las vetas cercanas a los ríos en la Amazonia. Precisamente las cabeceras de las grandes cuencas amazónicas son zonas de explotación aurífera que arrojan mercurio en los ríos adyacentes”[4] (Página Siete, 12 diciembre 2016). La investigadora sostiene que al trabajar con mercurio en la cuenca amazónica se contamina no sólo el suelo y el agua[5], sino también los peces de cuya pesca viven muchos pueblos y comunidades indígenas adyacentes de y en la zona[6].
En
relación con los severos impactos de la minería, también hay que tener
en cuenta que la actividad minera en las áreas protegidas genera gran
deforestación, ya sea por el talado salvaje de los árboles, la quema de
extensas parcelas de bosque o la contaminación de los suelos por el
derrame de los combustibles o las aguas ácidas resultantes de los
procesos mineros[7], cuando no de las pozas de maceración. No olvidemos
además que la recuperación del bosque, luego de que (al menos
eventualmente) las operaciones mineras se puedan retirar, es mucho más
lenta que la relacionada con otras actividades. Actualmente, en Bolivia
existen 22 áreas protegidas[8], de las cuales 20 se encuentran en serio
riesgo[9] por la explotación petrolera, minera y la construcción de las
hidroeléctricas y termoeléctricas.
Asimismo
hay que hacer énfasis en la grave irresponsabilidad de los desechos
mineralógicos, que llegan a ser depositados en los lugares que tienen
conexión directa con los ríos y lagos, convirtiéndose en otro problema y
afectando directamente a las comunidades donde la mayoría dedica su
actividad a la producción de alimentos y crianza de ganado. De acuerdo
con el coordinador del CEPA, “Algunas empresas tienen su planta de
tratamiento; pero, Huanuni, Poopó, las cooperativas mineras no lo (las)
tienen; por ende, el agua baja con todos sus contaminantes hacia los
ríos y quiénes son los afectados, los municipios y las comunidades” (La
Patria, 25 noviembre 2016).
La escasez de agua, causada por la peor sequía de Bolivia en los últimos 25 años[10], se ha visto asimismo exacerbada por el crecimiento desmandado de la población en las ciudades, la deficiente y defectuosa infraestructura y el impacto profundo de las grandes plantaciones agrícolas: monocultivos y los proyectos mineros. Los proyectos agrícolas a gran escala, como la soya y las plantaciones de caña de azúcar, que comenzaron a fines de los años noventa, han reducido drástica y dramáticamente los bosques de Bolivia y han consumido y consumen mucha agua. La sequía ha expuesto igualmente el brutal impacto de los proyectos mineros al desviar el suministro de agua y contaminar crudamente los lagos y varias otras fuentes de agua dulce. El caso más catastrófico es el de una compañía minera china operando en el pleno glaciar del Illimani[11] achachila. De aquí que el Comité de Defensa del Illimani denunciara que varias empresas chinas se encuentran realizando diversas tareas de exploración en las faldas del nevado sagrado.
La escasez de agua, causada por la peor sequía de Bolivia en los últimos 25 años[10], se ha visto asimismo exacerbada por el crecimiento desmandado de la población en las ciudades, la deficiente y defectuosa infraestructura y el impacto profundo de las grandes plantaciones agrícolas: monocultivos y los proyectos mineros. Los proyectos agrícolas a gran escala, como la soya y las plantaciones de caña de azúcar, que comenzaron a fines de los años noventa, han reducido drástica y dramáticamente los bosques de Bolivia y han consumido y consumen mucha agua. La sequía ha expuesto igualmente el brutal impacto de los proyectos mineros al desviar el suministro de agua y contaminar crudamente los lagos y varias otras fuentes de agua dulce. El caso más catastrófico es el de una compañía minera china operando en el pleno glaciar del Illimani[11] achachila. De aquí que el Comité de Defensa del Illimani denunciara que varias empresas chinas se encuentran realizando diversas tareas de exploración en las faldas del nevado sagrado.
En relación con la presencia de las empresas mineras chinas en las cercanías del nevado Illimani[12], hay que decir que efectivamente existen no una sino varias entidades mineras chinas en esta región[13], que están perjudicando arduamente los cursos de agua dulce hacia la ciudad de La Paz. El pasado 25 de septiembre, alrededor de 86 comunidades, colindantes con las faldas del Illimani, se declararon en emergencia al denunciar la presencia de las empresas chinas[14], que estarían en busca de la explotación de minerales en faldas del nevado. Los pobladores de más de 60 comunidades de Palca también denunciaron que varios trabajos mineros en el Illimani y el Mururata ponían en riesgo los glaciares. Aseguraron que las aguas y la tierra estaban siendo gravemente contaminadas y que los nevados desaparecían no sólo por el cambio climático sino también por la bestial explotación minera.
Así, una
de las más importantes preocupaciones sociales y que ha causado mucha
susceptibilidad en la población paceña es pues la explotación minera en
el Illimani y el Mururata. De acuerdo con la autoridad del sector, la
inspección realizada en el nevado del Illimani dio cuenta que
actualmente existen más de 40 titulares de áreas mineras en el
lugar[15]. Según Navarro, en un radio de siete kilómetros aledaño al
nevado del Illimani se hizo la valoración y se estableció que hay al
menos 40 titulares de derechos mineros. Peor todavía, el Centro de
Documentación e Información (CEDIB) denunció que Comabol es acreedora de
al menos cinco concesiones en el Illimani y tiene más de 92 cuadrículas.
La
conclusión del autor es clara:
Podemos
ver así que la crisis hídrica no se debe, no de manera fundamental, a
los efectos naturales del cambio climático, que corresponden a los
ciclos (originarios) de vida de la Madre Tierra, sino y esencialmente a
la propia acción humana de carácter
extractivista y depredador, tal y
como es la actividad minera. Hay pues una procedencia radicalmente
atropo-génica, que es la que ha provocado la pavorosa crisis hídrica. A
partir de este contexto veamos ahora las causalidades específicas de la
crisis del agua en la ciudad de La Paz[16].
Estamos
ante una exposición crítica cuya argumentación pone en evidencia las
causales de la crisis del agua. No hay donde perderse, es el modelo
colonial extractivista del capitalismo dependiente. Desde esta base
referencial indiscutible se pasa al análisis de las manifestaciones
sociales del la crisis del agua, sin antes dejar de abordar la
descripción de las dramáticas disminuciones de las reservas de agua en
las represas. Lo que se devela es la ineptitud e incompetencia gerencial
y administrativa del agua. Se entrega por cuoteo la dirección de las
empresas a la dirigencia llunk’u. No hay competencia sino zalamería. La
consecuencia es desastrosa; no se administra sino se despilfarra, al
contrario de administrar, se afecta desordenadamente a los usos del los
flujos del agua. Con lo que se puede decir que esta administración
improvisada es también causal inductora de la crisis del agua.
El
análisis de la situación catastrófica de la escasez del agua pasa,
después de la descripción y la identificación de la estructura del
problema, la crisis del agua, a la evaluación del entramado de la guerra
del agua, en la singularidad como se desata en 2016. Si bien se pueden
señalar varias causas, que se articulan y se refuerzan, repercutiendo en
los niveles de la crisis, lo cierto es que la causa de la mala
administración del agua es el hilo que teje la trama del drama social,
ciudadano y de los pueblos, en lo que respecta a la dramática escasez
del agua; llegando a dar lugar a los desenlaces; la movilización social
y ciudadana; la caída del gabinete de la administración de los recursos
naturales y del agua; el desvelamiento de la ignominiosa ignorancia
gubernamental sobre el tema, la constatación de su complicidad y
concomitancia con el modelo colonial extractivista del capitalismo
dependiente.
Conclusiones
1. La
crisis del agua desata la guerra intermitente del agua. La crisis del
agua forma parte de la crisis ecológica; crisis, que si bien puede ser
interpretada, en la perspectiva de los ciclos largos ecológicos, como
recurrente, aunque singular, de acuerdo al contexto ecológico donde se
manifiesta y desenvuelve, la particularidad de la crisis del agua
contemporánea es apresurada por el modelo colonial extractivista del
sistema-mundo capitalista.
2. La
crisis del agua en Bolivia adquiere un perfil propio debido a la
incidencia del “gobierno progresista”, que se ocupa más por la continua
campaña electoral que por la propia administración pública.
3. La
recurrencia de la guerra intermitente del agua demuestra que la
problemática del agua, lejos de avanzar en hacia sus soluciones, se
aleja, agudizándose cada vez más el problema. La guerra intermitente del
agua evidencia que tanto los gobiernos neoliberales como las gestiones
del “gobierno progresista” comparten el paradigma desarrollista y el
modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente; ambos
perfiles políticos conciben a los recursos naturales como objetos, es
más, como mercancías. Con esta actitud compartida, a pesar de la
diferencia discursiva e ideológica, atentan contra la vida de los
ecosistemas y las sociedades.
4. La crisis del agua, que forma parte de la crisis ecológica, exige responsabilidad, no sólo en la administración publica y las formas de gubernamentalidad, que están lejos de tenerla, sino, sobre todo en los pueblos y sociedades, quienes se encuentran exigidos y convocados a la defensa de la vida, por lo tanto, a la defensa del agua. Esta defensa integral y ecológica de la vida exige como condición de posibilidad histórica-social-cultural la madurez social, es decir, el uso crítico de la razón; lo que significa asumir la democracia en pleno sentido de la palabra, esto es, autogobernarse, generar autogestiones, construir consensos de transición.
[1] Cfr.
“Experto alerta sobre el uso de mercurio en la minería aurífera” (Página
Siete, 30 septiembre 2014) y, sobre todo, “Un lago y 16 ríos son
envenenados por la minería en siete departamentos” (La Razón, 8
septiembre 2014).
[2]Los habitantes de la ciudad de Oruro consumen alrededor de 30 millones de litros de agua por día, considerando que el total es distribuido en todos los distritos y llegando a una población de 264.943 ciudadanos según datos del reciente censo.
[3] San Cristóbal es uno de los yacimientos con reservas de zinc, plomo y plata más grandes del mundo y opera con 1.461 trabajadores.
[4] Cfr. “La contaminación con mercurio en la Amazonía” (Fobomade, 10 abril 2013) y “La bonanza del oro y la contaminación de los ríos amazónicos” (Fobomade, 4 octubre 2012).
[5] El metal líquido del mercurio es altamente tóxico y deletéreo y no se degrada, permanece en los lechos de los ríos, en los peces, en los árboles, o se evapora y viaja grandes distancias hasta asentarse en otro lado, multiplicando los daños. Cfr. “Bolivia: Más de 130 toneladas de mercurio son emitidas por año (Mongabay, 12 diciembre 2016)
[6] Cfr. “Indígenas de Amazonia sufren contaminación por mercurio” (Página Siete, 14 junio 2016).
[7] Deforestación y cambio climático son señaladas como las principales razones para que se dé esta situación en el país. Cfr. “Factores que agravan la falta de agua en Bolivia” (El Día, 13 noviembre 2016).
[8] Bolivia tiene 22 áreas protegidas como parques naturales, territorios indígenas, áreas de manejo integrado, reservas de biosfera y reservas naturales. Estos son Madidi, Manuripi, Apolobamba, Pilón Lajas, Noel Kempff, Cotapata, Isiboro Sécure, Tunari, Carrasco, Amboró, San Matías, Toro Toro, El Palmar, Iñao, Aguarague, EBB, Kaa Iya, Otuquis, Sama, Tariquia, Eduardo Abaroa y el parque Sajama.
[9] Cfr. “Los riesgos de la contaminación petrolera en las áreas protegidas” (Fobomade, 14 junio 2013); “Parque Nacional Tariquía en riesgo por explotación petrolera” (Los Tiempos, 14 junio 1015); “Alertan que 20 de las 22 áreas protegidas de Bolivia están en riesgo” (El Potosí, 14 octubre 2015) y “En el Madidi y el área Pilón Lajas existen 41 operaciones mineras” (Página Siete, 12 diciembre 2016).
[10] Para Bolivia el 2016 fue el más seco en 25 años. El problema es que este año es sólo una muestra de lo que se nos viene. El 2018 está diagnosticada una sequía peor y no son contextos puntuales. Aunque hay quienes prevén que la crisis puede ser más mucho pronto. Cfr. “Vaticinan duro escenario de sequía en el país a partir de agosto de 2017” (Correo del Sur, 11 diciembre 2016).
[11] Cfr. “Informes técnicos indican que capitales chinos tienen concesiones sobre 3.200 hectáreas en el Illimani” (Página Siete, 26 noviembre 2016).
[12] Cfr. “Chinos explotan minería en nevados Illimani y Mururata” (El Diario, 18 noviembre 2016) y “Múltiples concesiones mineras a empresa china” (El Diario, 15 diciembre 2016).
[13] Cfr. “Empresarios chinos cuentan con autorización oficial para explotar” (El Diario, 15 diciembre 2016) y “Confirman que chinos tiene concesiones mineras en el Illimani” (Bolivia Prensa, 19 diciembre 2016).
[14] Cfr. “Comunarios en emergencia por explotación minera en el Illimani” (Correo del Sur, 17 noviembre 2016).
[15] Para un análisis un poco más amplio de la inversiones chinas y las consecuencias geopolíticas de las mismas en Bolivia es recomendable leer “China, el peligro sub-imperialista” (Página Siete, 26 noviembre 2016).
[16] Leer de José Luis Saavedra La pachamama otra clase está. Ob. Cit.
[2]Los habitantes de la ciudad de Oruro consumen alrededor de 30 millones de litros de agua por día, considerando que el total es distribuido en todos los distritos y llegando a una población de 264.943 ciudadanos según datos del reciente censo.
[3] San Cristóbal es uno de los yacimientos con reservas de zinc, plomo y plata más grandes del mundo y opera con 1.461 trabajadores.
[4] Cfr. “La contaminación con mercurio en la Amazonía” (Fobomade, 10 abril 2013) y “La bonanza del oro y la contaminación de los ríos amazónicos” (Fobomade, 4 octubre 2012).
[5] El metal líquido del mercurio es altamente tóxico y deletéreo y no se degrada, permanece en los lechos de los ríos, en los peces, en los árboles, o se evapora y viaja grandes distancias hasta asentarse en otro lado, multiplicando los daños. Cfr. “Bolivia: Más de 130 toneladas de mercurio son emitidas por año (Mongabay, 12 diciembre 2016)
[6] Cfr. “Indígenas de Amazonia sufren contaminación por mercurio” (Página Siete, 14 junio 2016).
[7] Deforestación y cambio climático son señaladas como las principales razones para que se dé esta situación en el país. Cfr. “Factores que agravan la falta de agua en Bolivia” (El Día, 13 noviembre 2016).
[8] Bolivia tiene 22 áreas protegidas como parques naturales, territorios indígenas, áreas de manejo integrado, reservas de biosfera y reservas naturales. Estos son Madidi, Manuripi, Apolobamba, Pilón Lajas, Noel Kempff, Cotapata, Isiboro Sécure, Tunari, Carrasco, Amboró, San Matías, Toro Toro, El Palmar, Iñao, Aguarague, EBB, Kaa Iya, Otuquis, Sama, Tariquia, Eduardo Abaroa y el parque Sajama.
[9] Cfr. “Los riesgos de la contaminación petrolera en las áreas protegidas” (Fobomade, 14 junio 2013); “Parque Nacional Tariquía en riesgo por explotación petrolera” (Los Tiempos, 14 junio 1015); “Alertan que 20 de las 22 áreas protegidas de Bolivia están en riesgo” (El Potosí, 14 octubre 2015) y “En el Madidi y el área Pilón Lajas existen 41 operaciones mineras” (Página Siete, 12 diciembre 2016).
[10] Para Bolivia el 2016 fue el más seco en 25 años. El problema es que este año es sólo una muestra de lo que se nos viene. El 2018 está diagnosticada una sequía peor y no son contextos puntuales. Aunque hay quienes prevén que la crisis puede ser más mucho pronto. Cfr. “Vaticinan duro escenario de sequía en el país a partir de agosto de 2017” (Correo del Sur, 11 diciembre 2016).
[11] Cfr. “Informes técnicos indican que capitales chinos tienen concesiones sobre 3.200 hectáreas en el Illimani” (Página Siete, 26 noviembre 2016).
[12] Cfr. “Chinos explotan minería en nevados Illimani y Mururata” (El Diario, 18 noviembre 2016) y “Múltiples concesiones mineras a empresa china” (El Diario, 15 diciembre 2016).
[13] Cfr. “Empresarios chinos cuentan con autorización oficial para explotar” (El Diario, 15 diciembre 2016) y “Confirman que chinos tiene concesiones mineras en el Illimani” (Bolivia Prensa, 19 diciembre 2016).
[14] Cfr. “Comunarios en emergencia por explotación minera en el Illimani” (Correo del Sur, 17 noviembre 2016).
[15] Para un análisis un poco más amplio de la inversiones chinas y las consecuencias geopolíticas de las mismas en Bolivia es recomendable leer “China, el peligro sub-imperialista” (Página Siete, 26 noviembre 2016).
[16] Leer de José Luis Saavedra La pachamama otra clase está. Ob. Cit.