La madre de
todas las crisis
11
de mayo
de 2019
Andrés Cañas
Especial para Contrahegemonía.
Varias voces convergen sosteniendo la pronta
aparición de una crisis financiera global. La de Eric Toussaint es una de esas
voces connotadas. “Ya se unieron todos los ingredientes de una nueva e
importante crisis financiera internacional. Los dirigentes de los bancos
centrales lo saben y también los dirigentes de instituciones como el FMI, la
OCDE Y el Banco de Pagos Internacional (BPI). Por consiguiente, la prensa
especializada le está dedicando numerosos artículos. Uno de los factores que
dirigen la economía hacia una nueva crisis internacional de gran envergadura, es
la enorme acumulación de deudas de las grandes empresas privadas y la
utilización que se hace de las mismas”.
Yanis Varoufakis habla de la desesperanza que
se empeña en retornar. “El renacimiento del capitalismo en la posguerra, y
en particular el ímpetu hacia la globalización financiarizada después de la
Guerra Fría, resucitaron la fe en las capacidades autorreguladoras de los
mercados. Hoy, más de diez años después de la crisis financiera global de
2008, esta fe conmovedora está otra vez hecha añicos, ahora que vuelve a
afirmarse la tendencia natural del capitalismo al estancamiento. El ascenso
de la derecha racista, la fragmentación del centro político y el aumento de
tensiones geopolíticas son meros síntomas de la descomposición del
capitalismo”.
Raymond Goldsmith ha acuñado una definición de
crisis financiera: “un deterioro agudo, breve y ultra cíclico de todos o de la
mayoría de los grupos de indicadores financieros: tipos de interés a corto
plazo, precios de los activos (valores, propiedades inmobiliarias, terrenos),
insolvencia comercial y quiebras de las instituciones financieras”. Por su parte
Miguel Angel Ramos Estrada ha trazado una anatomía de las crisis económicas
financieras: “Expansión económica, relajación del crédito, aumento del
endeudamiento, importante aumento del valor de los activos (con la creación de
burbujas), inicio de una política monetaria más restrictiva, caída en el precio
de los activos y recesión económica.”
Mónica Peralta
Ramos diseña un recorrido paralelo transitado por crisis y endeudamiento.
“Hacia 2008 el PIB global era cercano a los 58 billones de dólares (trillions)
y la deuda total ascendía a los 100 billones de dólares (trillions).
La crisis financiera produjo corridas bancarias a nivel mundial. El peligro
principal residía en la posible implosión de los grandes bancos americanos y
europeos fuertemente endeudados con activos tóxicos, es decir irrecuperables.
Para superar la crisis, la Reserva Federal y la banca central de los principales
países del mundo implementaron una política de facilitación monetaria con tasas
de interés cercanas a cero. Esta política inundó el mundo de dólares baratos y
permitió salvar a los grandes bancos, pero a costa de incrementar los problemas
que originaron la crisis financiera. Diez años después la deuda global había
crecido a 250 billones de dólares (trillions)
mientras el PBI global había ascendido a 80 billones de dólares (trillions)”.
El
capital es un sistema que es causa de sí mismo,
por ende sus personificaciones cuando emprenden la tarea de encontrar el
paliativo perdido, al analizar la situación no van más allá de dar una
pretendida respuesta desde los efectos. “Desde 2010, aprovechándose de la
política de bajas tasas de interés adoptada por los bancos centrales de los
países más industrializados (Reserva
Federal de los Estados Unidos, Banco
Central Europeo, Banco de Inglaterra, Banco de Japón, Banco de
Suiza….), las grandes empresas privadas han aumentado masivamente su
endeudamiento. En los Estados Unidos, por ejemplo, la deuda de
las empresas privadas no financieras ha aumentado en 7 800 millardos de dólares
entre 2010 y mediados de 2017”, sostiene Eric Toussaint.
El
capital es un sistema que tiene una determinación central: expansión guiada por
la acumulación. El capital monopólico globalizador no
encuentra en la actualidad el nivel de acumulación requerido en el ámbito
productivo,
¿entonces qué destino le dieron las empresas a los cuantiosos préstamos
recibidos?
-Compraron
sus propias acciones en bolsa, con las consiguientes ventajas especulativas;
sube el precio de la empresa y remuneran a sus accionistas sin pasar por la
ventanilla donde se abonan los impuestos.
-Compraron
obligaciones emitidas por otras empresas privadas así como títulos públicos. La
firma Apple tenía ella sola en 2017 créditos sobre otras empresas por un
montante de 156 millardos de dólares, lo que representa el 60% del total de sus
activos. Ford, General Motors y General Electric compraron igualmente deudas de
otras empresas. El 80% de los activos de Ebay y el 75% de los activos de Oracle
son créditos sobre otras empresas.
Al menos
la mitad de estos créditos encuentran calor de hogar en paraísos fiscales.
Las
crisis fiscales dejan en los pueblos huellas de dolor, Argentina 2002 es una diáfana ilustración
sobre el particular; la economía se contrajo 11 %, la moneda se devaluó de un
peso por dólar a cuatro; la inflación alcanzó en ese año 41 %; los salarios
cayeron 24 %; y la tasa de pobreza llegó hasta 57 %. Se estimó que 4 de cada 10
argentinos llegaron a vivir con un dólar o menos por día.
Si
bien la atención de las mentes se ocupa prioritariamente de la crisis financiera
no se debe soslayar la crisis sistémica sustrato de las amenazas a la
continuidad de la humanidad. “La crisis que se desarrolla con toda
gravedad en nuestra época histórica es estructural precisamente en el sentido de
que no puede ser barrida del camino ni siquiera gracias a los muchos billones de
las operaciones de rescate del Estado capitalista. Así, la crisis estructural
del sistema cada vez más profunda, junto con el fracaso demostrable de las
medidas remediales intentadas en forma de aventurerismo militar y financiero en
una escala antes inimaginable, hacen que el peligro de la autodestrucción de la
humanidad resulte mayor que nunca”, teoriza István Meszáros.
Cuando decimos estructural señalamos que
afecta a la totalidad de un complejo social, nada queda por fuera de ella. Se
puede argumentar que crisis y capital son viejos compañeros de ruta, que el
capital superó el escollo y salió fortalecido creando una situación que
podríamos llamar como la “existencia natural” del sistema. En efecto, el capital
emergió fortalecido luego de superar a cada una de ellas, sin embargo, como
hemos dicho la presente crisis tiene otras características.
La actual
crisis estructural se evidencia bajo cuatro aspectos:
-Es de
carácter universal, afecta a todas las esferas del sistema.
-De
cobertura global, no confinada a un conjunto de países como sucedió en
anteriores oportunidades.
-Permanente, en su escala temporal.
-Se
desarrolla de forma reptante, sin que deban descartarse convulsiones vehementes.
Una compleja maquinaria creada por las
personificaciones del capital procura desplazar las contradicciones; en el
pasado funcionó de manera exitosa y en la actualidad es cada vez más requerida y
con menores resultados.
El Estado es parte central de esta maquinaria, como se observó con toda claridad en el
salvataje realizado por el gobierno de Estados Unidos a los bancos involucrados
en la crisis hipotecaria inmobiliaria.
A diferencia de otros autores y corrientes,
para Marx-Mészáros la crisis anida en el interior del sistema y tiene
repercusiones en los límites y otras externalidades. Si observamos el
desarrollo de la crisis vemos que afecta tres dimensiones internas y
centrales del sistema: producción, consumo, circulación/distribución; estas
dimensiones en el pasado reciente han tendido a fortalecerse y expandirse
mutuamente, dinamizando la reproducción del capital; en el presente esas
dimensiones han comenzado a ocluirse. Las limitaciones inmediatas de
cualquiera de estas dimensiones podían ser superadas gracias a la
interacción recíproca con las otras.
Una barrera inmediata
para la producción podía ser superada mediante la expansión del consumo. Con
el carácter destructivo que reviste la producción capitalista, su expansión,
que requiere de mayores recursos materiales y humanos, agudiza las
contradicciones.
Voceros del capital afirman que el sistema se las arregló para superar
anteriores crisis y que algo similar ocurrirá con la presente; por supuesto, no respaldan con razones estos
deseos. El colapso de algunos mecanismos y determinaciones acentúan la crisis de
control y dominación.
Otro aspecto que ilusiona
a estos voceros es la inmensa fuerza represiva del capital; olvidan que nada se
resuelve con el uso exclusivo de la fuerza: el nazismo, el estalinismo, a lo que se
podría agregar las agresiones a Irak y Afganistán, son una prueba de la
esterilidad de la fuerza en el momento de desplazar contradicciones.
En esa misma línea se encuadran las esperanzas
depositadas para refrenar las contradicciones en base a intentos políticos
autoritarios; se debe tener presente que el capital es eficiente movilizando los
recursos de una sociedad fragmentada, no es un sistema de unificación de la
emergencia, se requiere del sistema una intervención positiva, más aún cuando el
proceso productivo está perturbado, por ende la emergencia sólo puede tener un
carácter transitorio, jamás ser la condición permanente de una futura
normalidad. El capital configura una sociedad dividida por intereses antagónicos
y es dentro de esa fragmentación que el sistema encuentra sus mejores cauces
para la auto reproducción.
Importantes
contradicciones internas de partes del sistema y sus mutuas relaciones crean
vallas para el manejo de la crisis:
–
Las contradicciones sociales/económicas del capital avanzado.
Crisis en Estados Unidos y en la Unión Europea
signadas por un elevado desempleo, pérdida del hogar para un elevado número de
trabajadores, recesión, secesionismo, decadencia social y política, pobreza
creciente.
Las dimensiones internas y las contradicciones
inherentes de la auto expansión del capital configuraron desde sus orígenes una
unidad contradictoria, ya que una tenía que sojuzgar a la otra; por ejemplo,
subordinar la producción al intercambio, en la medida en que la reproducción
ampliada de cada una pudiese realizarse sin perturbaciones, cada una de las
dimensiones se fortalecía y el conjunto funcionaba en armonía. Cuando las
perturbaciones no pueden ser superadas se tornan acumulativas, estructurales.
Otro aspecto alarmante de la crisis estructural
es el hecho de que las falencias de la sociedad civil ( para la reproducción del
sistema ) repercuten de forma ostensible en las instituciones políticas, se
requieren garantías políticas nuevas, que el estado capitalista se ve en graves
dificultades para proporcionar. Vivimos una auténtica crisis de dominación,
basta mirar la realidad desde los ángulos más diversos para comprobarlo.
La reproducción ampliada del capital, a lo que
todo lo demás debe quedar subordinado, se alza como un obstáculo para la
satisfacción de las necesidades humanas. Los gastos militares de los Estados
Unidos impuestos por la lógica de la “acumulación por el pillaje” se cuentan por
billones de dólares mientras mil millones de seres humanos sufren hambre. Los
millones de personas que padecen necesidades alimentarias en el mundo podrían
ser alimentados más de 50 veces con los presupuestos destinados al armamento.
La producción capitalista procurando su
reproducción ampliada ha entrado en una fase de destrucción sistemática de la
naturaleza; a su vez, el incremento e incorporación de la tecnología torna
devastador su preocupante poder de destrucción de la vida en el planeta,
Ha quedado atrás la ilusión de Marx de ver en
el desarrollo capitalista un aporte civilizatorio, la destrucción es el sino de
la producción capitalista. El alto nivel de productividad alcanzado genera una
contradicción insoluble del capital expresada en un desempleo estructural, el
sistema crea las condiciones materiales para el desarrollo de los individuos
para negarlas inmediatamente en tiempo de crisis en interés de su propia
supervivencia.
Todos estos fenómenos socioeconómicos deben ser
observados bajo la crispación generada por una latente y presente guerra
comercial.
-Contradicciones
sociales, económicas y políticas en Europa del Este; estados al borde de la
desintegración.
-Rivalidades
y tensiones entre los principales países capitalistas, competencia intensificada
por la crisis. En 1974 Alemania Federal y Japón lanzaron al
mercado productos industriales a un precio notablemente inferior al que tenían
los mismos productos fabricados en Estados Unidos, los costos de Norteamérica
eran superiores. Desde entonces los salarios en Estados Unidos se hallan a la
baja procurando las empresas mejorar su situación competitiva. El dólar, la
moneda que Estados Unidos emite según sus necesidades, ha participado de manera
activa en la puja: cuando Estados Unidos debe pagar desciende su cotización,
cuando Estados Unidos es acreedor asciende el valor del dólar.
-Dificultades para mantener el sistema de dominación neocolonial.
La búsqueda de la tasa de ganancia en un
“Tercer Mundo” con elevada tasa de explotación llevó a la radicación de
capitales del mundo avanzado en países emergentes originando un desarrollo
desnaturalizado pero desarrollo al fin y la desindustrialización en los países
de origen. Esta situación, más el fracaso de las políticas neoliberales
(especialmente en Latinoamérica y El Caribe .
-Por otra parte, como se ha sostenido líneas
atrás, el éxodo empresarial incrementó los problemas laborales y sociales en los
países centrales. En Detroit, que fue una ciudad industrial, alrededor del 50 %
de las viviendas carecen de moradores
-Desde algunos círculos -con tintes
reformistas- del capital se ha alentado la ilusión de hallar los recursos para
una expansión económica en la reasignación de presupuestos destinados al gasto
militar. Los anhelos se frustraron por diversas cuestiones. Una de ellas es el
inmenso peso económico y por ende el poder político del complejo
militar/industrial, además el “complejo” desplaza una porción importante de la
economía de las azarosas sendas del mercado a las seguras y rentables finanzas
estatales y tanto o más importante, gran parte de la producción armamentística
tiene una tasa de utilización cero, lo cual contribuye a dinamizar la economía
formal.
-Desarrollar
el Tercer Mundo apareció como una alternativa apetecible; sin embargo, una
vez más la realidad se encargó de disipar las ilusiones, los países
emergentes ya están integrados al capital y cumplen dentro de él una función
vital a través de la división internacional del trabajo; se debe señalar que
si fuese posible la convivencia de un Tercer Mundo desarrollado con los
países capitalistas avanzados, lo único que se lograría sería incrementar
los problemas del capital. Entre otros factores cabe señalar el deterioro
del medio ambiente que provocaría la industrialización del Tercer Mundo bajo
los mismos parámetros que siguió el desarrollo en los países metropolitanos.
Mirando desde Los Andes
La sociedad que estructura el capital es una
formación de antagonismos y contradicciones permanentes, en el marco de la
crisis estructural del sistema estos aspectos que inducen al individualismo han
sido analizados con mirada certera por cientistas sociales enrolados en la
cosmovisión del Buen Vivir, forjada por los pueblos andinos.
“Estamos ante la presencia de una gran crisis
global, que amenaza tanto a la vida comunitaria como al planeta mismo”,
sostienen desde el Buen Vivir y continúan. Responsable de este proceso que
amenaza la humanidad es la codicia de los grandes dueños del dinero, que han
expandido por todo el mundo sus empresas transnacionales, la cultura occidental,
el sistema capitalista.
Una crisis profunda está en desarrollo. Son
cada vez más evidentes determinadas tendencias que se interrelacionan y
potencian entre sí:
– El cambio climático, que se manifiesta en
sequías o inundaciones, olas de intenso calor o frío polar; huracanes y tornados
cada vez más frecuentes, que asolan especialmente a poblaciones pauperizadas. En
proyección, el cambio climático generará transformaciones en el organismo de
todos los seres vivos. La actividad humana es la principal responsable del
calentamiento detectado a partir de 1950, particularmente ocasionado por los
“patrones de consumo” implantados a partir de la revolución industrial. Se
estima que la emisión de dióxido de carbono proveniente de la quema de
combustibles fósiles era de 3 millones de toneladas en 1751:en 2006, se
emitieron a la atmósfera 8.379 millones de toneladas a la atmósfera . Desde
1860, Europa y Norteamérica han aportado el 70% de emisiones de CQ2, los países
empobrecidos sólo el 25%. Forman parte de la crónica periodística diaria las
noticias sobre la desaparición de las masas de hielo en el Ártico y en la
Antártida, o en las cumbres de montañas de Asia, África y Latinoamérica.
Acompañan esta información prospectivas sobre la subida del nivel de los mares,
inundaciones en zonas costeras, y sequías progresivas en África subsahariana,
regiones andinas de Sudamérica, o próximas al Himalaya.
Las consecuencias son conocidas o
previsibles:
– La desaparición de especies vegetales y
animales, hambrunas, enfermedades, desplazamiento de poblaciones, conflictos
sociales, desertificación.
– El agotamiento de los recursos naturales del
planeta. La sobreexplotación que realizan las naciones más desarrolladas, que
consumen un 30% más de lo que la Tierra puede regenerar, amenaza la vida en el
planeta y la supervivencia de culturas que tradicionalmente han vivido en
equilibrio con la naturaleza.
– La crisis del agua. La urbanización y los
procesos industriales producen un mayor consumo de agua tanto de superficie como
subterránea, con su correlato en un 15 a 30% de insostenibilidad de las
extracciones para riego. Sin agua, la vida es imposible. Hemos interferido en el
ciclo hidrológico mismo, hemos destruido cuencas hidrográficas imprescindibles
para la reproducción de la vida. En Estados Unidos la agricultura industrial, y
las plantas de generación de energía atómica consumen cuatro quintas partes del
agua que usa todo el país. En el sur del planeta se consume con el riego el 85%
del total del agua utilizada. Si le sumamos procesos extractivos como la
minería, la situación se define con rasgos sumamente críticos. La presión sobre
la Tierra se intensifica; implementamos seis formas fundamentales de
explotación: extrayendo el agua subterránea de los acuíferos mediante equipos de
tecnología reciente, con una rapidez que supera la reposición natural de la
misma; exportando “agua virtual” de las cuencas hidrográficas, incorporada en
las materias primas o en los productos industriales; desviándola por tuberías,
para abastecer grandes ciudades o para cultivos en zonas semiáridas,
desprotegiendo así el ecosistema de origen; mediante la deforestación, que
altera el ciclo del agua, creando “islas de calor”.
– La crisis
en la producción de alimentos, incidida por el cambio climático y por la
utilización de productos agrícolas para la obtención de combustibles. Se
reduce progresivamente la reserva mundial de alimentos, encarecidos además
por la utilización de agroquímicos en la cadena de producción, y por los
costos de transporte. El aumento de precios de los alimentos fue constante
en los últimos 50 años, tendencia que muy probablemente se mantendrá. Una
gestión inadecuada de los recursos hídricos pone en riesgo la seguridad
alimentaria mundial. Cuencas fluviales hasta hoy potentes productoras de
alimentos están al límite de la sobreexplotación. El cambio climático incide
en sequías y en inundaciones, sobre todo en regiones tropicales áridas y
semiáridas los agricultores no podrán prever cuál será el flujo de agua
disponible, agravando la situación de poblaciones que ya padecen inseguridad
alimentaria. La
más afectada será la agricultura de secano, esta comprende el 96 por ciento
del total de la superficie agrícola en el África subsahariana, el 87 por
ciento en América del Sur y el 61 por ciento en Asia. En zonas semiáridas de
los márgenes, se pierden cosechas por la sequía; especies animales se ven
afectadas en sus posibilidades de vida por la misma causa. Millones de
productores y de consumidores se verán damnificados por la disminución en
el rendimiento de alimentos. A esto se suman los problemas sanitarios
generados por la utilización de agua contaminada – la única disponible-en
las regiones más pobres del mundo
– La crisis en la generación de energía, por el
fin de la era de energía barata – petróleo, gas. No han adquirido desarrollo
suficiente las energías alternativas, y se duda sobre las magnitudes que puedan
suministrar en relación con las energías tradicionales. Esto tendría como
correlato la incapacidad del actual sistema industrial para sobrevivir, y la
necesidad de un rediseño cualitativo y cuantitativo de la producción, cambios en
los modos de vida, y en los proyectos urbanísticos de las ciudades.
– La crisis financiera mundial, con la
consecuente reducción del crecimiento económico. Esta corriente lo atribuye al
estancamiento en la producción de petróleo desde 2005, sumado a la
desaceleración de la producción causada por el cambio climático. La posibilidad
de retomar la etapa de crecimiento se verá probablemente frustrada por el
estancamiento en la producción de petróleo, con el concomitante incremento de su
precio, por lo que la crisis puede prolongarse hacia el futuro.
– La crisis del tiempo: el tiempo global de la
producción industrial, del ciber espacio y las telecomunicaciones “chocan
brutalmente contra el tiempo de la vida, ocasionando una tremenda colisión de
tiempos entre el tiempo cíclico de la naturaleza y el tiempo lineal de la
historia, el tiempo del reloj”.
Estas tendencias, combinadas, constituyen una
explosiva y amenazante amalgama que puede terminar con la vida, no sólo de la
civilización gestada por el occidente “desarrollado”, sino también de los
hombres y demás seres vivientes; los golpes más peligrosos e inmediatos caerán
primero en las regiones más indigentes. Los esfuerzos de los gobiernos por dar
respuesta a esta crisis global aparecen como inadecuados.
Los intentos de las empresas e industria de
reformar sus políticas se encuentran imposibilitados por imposiciones
estructurales que sólo consideran la expansión y las ganancias.
Los modelos
dominantes del capitalismo y del socialismo priorizan el crecimiento económico
rápido y la acumulación colectiva e individual de la riqueza, para responder a
un consumismo insaciable demandante de la visión ocultando graves e insolubles
problemas. Desencanto y lucidez transitan el mismo camino. El ser humano para
ser lo que es debe cambiar siempre y la imposibilidad de cambio real muta en
resistencia. A todo esto, la tendencia conservadora cobra primacía en la
sociedad, para que el yo cobre
certeza es preciso cerrarse a toda alternativa de cambio. Se persigue a todos
los que proyectan los cambios necesarios, el suicidio tiene rango colectivo.
En la vida moderna la pérdida de sentido de la
vida genera un vacío cultural, la cultura aunque sea muy “expresiva” no expresa
nada, es cobertura de vaciedad. La dinámica del comercio cultural, la gran
producción, no son muestras de excelencia, sino de decadencia. Nada dura en ese
universo, salvo la insatisfacción que ni el consumismo logra atenuar.
Consumismo, adicción, pilares de un mercado que
digita, consagra y denosta. El ánimo de los seres humanos alberga indiferencia,
insensibilidad, sinsentido; se pretende cubrir el vacío con objetos. Un
sinnúmero de formas pretenden conferir sentido a la existencia.
Reinan las apariencias, desaparece lo
sustancial y esencial. Ganan espacio en la consideración social lo frívolo y
superfluo, aunque sin explicitarse. Ese universo de frivolidad se puebla con
cosas y mercancías que postergan al ser humano, la fetichización impera en todos
los órdenes de la cotidianidad. La conciencia queda inmovilizada, su inercia
produce retraso mental. La voluntad, que es el poder real, no se manifiesta, ni
proyecta. Proyectarse significa exponerse, mostrar de lo que se es capaz,
persuadir, convencer. Todo lo contrario de la fuerza que clausurando a los demás
se clausura. La vida, el bienestar de todos es considerado imposible por los
poderosos.
Estos modelos de consumo exagerado no pueden
extenderse a toda la población mundial porque provocaría daños inmediatos
irreversibles. Son los principales causantes de la Crisis Global; ante las
evidencias del daño ambiental continúan con su expansión, con la explotación
irracional de los recursos aún en las regiones más lejanas del planeta, e
incluso buscan ganancias en acciones presuntamente medioambientalistas.
La crisis avanza y las amenazas a la paz
mundial se acrecientan. Las naciones- estado demandan recursos naturales escasos
para sobrevivir, las guerras por el petróleo ya han comenzado.
De acuerdo
con Rafael Bautista (2011), 500 años de Modernidad han derivado en un sistema
socioeconómico que sume en la pobreza al 80 % de los habitantes del planeta;
mientras niega la capacidad regenerativa de la propia naturaleza.
Las derivaciones sociales de la crisis
sistémica crean situaciones paradójicas; en efecto, en la era de las
comunicaciones deambulamos en una sociedad de sordos, no somos capaces de
escucharnos. La incomunicación devalúa las relaciones humanas, perdemos
humanidad, las relaciones se mercantilizan, todo pasa por el rasero
individualista de los intereses utilitarios. Con esas actitudes las personas
contribuyen a la destrucción de la vida. Como dice Rafael Bautista, “todos, al
perseguir su bienestar exclusivamente particular, colaboran en el malestar
general”. Se
generaliza la competencia, las aspiraciones chocan entre sí, no existe la
comunidad, los seres humanos se atomizan.
La sociedad se
sumerge en un continuo desequilibrio, algo debe cambiar siempre para que nada
cambie, la moda es el reflejo de lo social, variaciones de lo mismo, la vida
pierde sentido y el sin sentido da origen al cambio superficial, lo sustancial
es ignorado y las apariencias cubren todo: no es factible cuando el tema
concierne a la posibilidad de mejorar la economía de los pobres, inviable,
cuando se propone ampliar el horizonte democrático. Es que el poder precisa
relativizar la importancia de los pueblos en la construcción de su propia vida
“porque sólo hay ejercicio del poder cuando hay sobre quien ejercerlo”,
manifiesta Rafael Bautista. La sempiterna dialéctica del amo y el esclavo.
La importancia de
la acción personal se percibe en toda su magnitud cuando se constata que la
transformación real es transformación del sujeto, desde allí se dinamiza el
cambio estructural. La historia se hace conciencia, condición insoslayable para
proyectar futuro. Los sueños perseguidos habitan nuestro interior, no proceden
de afuera, se carece del conocimiento que les otorga visibilidad; las respuestas
a las preguntas que nos acucian anidan en nuestros pechos. El resplandor moderno
de las mercancías ajenas nos coloniza la subjetividad. En ese contexto, nadie
podía enseñar como Buen Vivir, los que lo sabían soportaban el extenuante peso
del sometimiento estructural. “La
estructura de las luchas indígenas se puede condensar en un afán que manifiesta
el deseo de vivir-de-otro-modo; esto quiere decir: vivir como se vive ahora no
es vida, vivir de modo digno no es posible en la forma de vida actual”, sostiene
Bautista. “No hay ningún paraíso para recuperar, se trata de retomar una
estructura ética que expresa un modo de vida más racional, más humano, más
digno. Recuperar recuperándonos como sujetos, viviendo una buena vida con
plenitud moral y rebosante de belleza”, sostienen desde los Andes.
Dejar atrás la tolerancia represiva
La
crisis estructural trae aparejada una crisis de dominación para el capital.
“En el transcurso del desarrollo humano, la función del control social ha sido
enajenada del cuerpo social y transferida al capital que, por consiguiente,
adquirió el poder de agrupar a las personas en un esquema jerárquico estructural
funcional, de acuerdo con el criterio de una mayor o menor participación en el
necesario control sobre la producción y la distribución”, sostiene I. Meszáros.
En el marco del proceso de globalización,
concentración y expansión el poder de control asumido por el capital se va
retransfiriendo de facto al cuerpo social. Aflora una contradicción fundamental
entre una incipiente pérdida de control y la forma de control establecida. Si
miramos debajo de la superficie de los acontecimientos vemos que el control del
capital se va esfumando y el paisaje de las calles presenta como un hecho
habitual a movimientos sociales protestando por las consecuencias de las
políticas instrumentadas por los gobiernos. Poderosas presiones sociales inciden
en el cambio producido hasta en el vocabulario de políticos y el surgimiento de
corrientes identificadas a tientas con propuestas de cambio.
En
Estados Unidos, el gendarme del sistema se producen fenómenos hasta hace poco
tiempo impensados. Según un sondeo realizado por Gallup en el 2018, solo un 45 %
de los estadounidenses de entre 18 y 29 años de edad está a favor del
capitalismo y un 51% apoya el socialismo. Además, el estudio GenForward, realizado por
científicos de la Universidad de Chicago, reveló que de los cuatro grandes
grupos raciales, sólo los blancos eligen mayoritariamente —un 54%— el sistema
económico actual, mientras que los ciudadanos de origen africano, asiático y
latino simpatizan predominantemente con el socialismo.
«Hemos encontrado una tendencia preocupante
hacia la normalización de la connotación positiva del ‘socialismo'», afirmó con
amargura la fundación Víctimas del Comunismo (VOC), comentando su
propio estudio, que corroboró, en general, los datos de Gallup.
Un socialismo que navega en ambigüedades, aún
en los conceptos y mentes de sus dirigentes. Bernie Sanders, precandidato a
presidente por el Partido Demócrata, ha dicho: «No creo que el Gobierno deba
poseer los medios de producción, pero sí creo que la clase media y las familias
trabajadoras, que producen la riqueza de EE.UU., merecen un trato justo. Creo en
las compañías privadas que prosperan, invierten y crecen en EE.UU. en lugar de
enviar sus trabajos y ganancias al extranjero». Julia Salazar, estrella en
ascenso del socialismo democrático elegida el año pasado en el Congreso del
estado de Nueva York, sostiene que el objetivo final del movimiento debe
consistir en la supresión del capitalismo: «Un socialista democrático reconoce
que el sistema capitalista es inherentemente opresivo y está trabajando
activamente para desmantelarlo y para empoderar a la clase obrera y a los
marginados en nuestra sociedad».
Suben a la superficie los límites del capital
tanto en lo militar como en lo ecológico, de cara al peligro de un
aniquilamiento nuclear y una marcada destrucción del medio ambiente, el sistema
colisiona con los propios límites de la existencia humana. El capital fiel a su
naturaleza procura obtener ganancias de esta situación.
Instituciones de relevante importancia en el
control social y el encasillamiento ideológico de las personas pierden el favor
de los pueblos con cada aparición del sol, nos referimos a la iglesia, la
educación, la familia.
En el capital, lo que hoy se incrusta en el
ámbito de la libertad, mañana se inserta en una de las tantas contradicciones.
En la década de los `60 del siglo pasado la píldora anticonceptiva era un
símbolo de libertad sexual, en especial en lo que concernía a la mujer. “…la
típica familia nuclear occidental, la pareja casada con hijos, se encontraba en
franca retirada. En los Estados Unidos, estas familias cayeron del 44 por 100
del total de hogares al 29 por 100 en veinte años (1960-1980); en Suecia, donde
casi la mitad de los niños nacidos a mediados de los años ochenta eran hijos de
madres solteras… En determinados casos, dejó de ser incluso típica. Así, por
ejemplo, en 1991 el 58 por 100 de todas las familias negras de los Estados
Unidos estaban encabezadas por mujeres solteras, y el 70 por 100 de los niños
eran hijos de madres solteras”, decía Eric Hobsbawm. Aparecían fuertes
indicadores de la pérdida de vigencia de la familia nuclear, el gran reproductor
ideológico del capital.
El presidente francés E. Macron estimó que
podía lograr una tregua con los movimientos sociales que vienen cuestionando su
gestión, refugiándose en el sentimiento religioso de los franceses que esperaba
estarían sensibilizados por la destrucción de la catedral de Notre-Dame. Desde
esa perspectiva postergó el discurso que debía pronunciar para comunicar los
resultados del llamado debate nacional. No hubo tregua y las ciudades francesas
volvieron a vestirse de amarillo.
«Los chalecos amarillos agradecen a todos los generosos multimillonarios
donantes para salvar a Notre-Dame y proponen que ofrezcan lo mismo a los
Miserables –publicó
en su facebook Jerôme Rodrigues, – referente de los “chalecos”. No hubo
tregua y durante las marchas pudieron escucharse a los chalecos gritar revolución en
repetidas oportunidades. Un cartel decía: «El capitalismo es el cáncer del
planeta, Macron es un tumor y los chalecos amarillos el remedio», «No
escuchan a la gente, y de repente, sacan del bolsillo millones para las
piedras», «La piedra tiene más valor que el ser humano».
La escuela es uno de los mayores espacios de
socialización. “La enseñanza general básica, es decir la alfabetización
elemental, era, desde luego, algo a lo que aspiraba la práctica totalidad de los
gobiernos … La gran expansión económica mundial hizo posible que un sinnúmero de
familias humildes –oficinistas y funcionarios públicos, tenderos y pequeños
empresarios, agricultores, y en Occidente hasta obreros especializados
prósperos- pudiera permitirse que sus hijos estudiasen a tiempo completo”,
sostenía Eric Hobsbawm refiriéndose a los años dorados del capitalismo en el
Siglo XX. En la actualidad 264 millones de niños no concurren a la escuela, por
cierto una institución muy criticada por los contenidos que imparte y por su
estructura de funcionamiento.
Los datos socioeconómicos que arroja la crisis
dificultan encontrar un calificativo para ellos: 821 millones de ciudadanos
pasan hambre (12,9% de la población mundial); 1.100 millones viven en
condiciones de extrema pobreza (14,5%), 2.800 viven en situación de pobreza
(36,8%). La nutrición deficiente es causa de muerte del 45% de los niños menores
de 5 años: 3,1 millones de niños mueren anualmente por esta causa (8.500 por
día); 66 millones de niños asisten a clase con hambre en los países
subdesarrollados. Cifras suministradas por Unicef. Además, 2.100 millones de
personas no tienen acceso a agua potable, 4.000 millones (más de la mitad de la
población mundial) carece de saneamiento seguro según la Organización Mundial de
la Salud. En el mundo hay alrededor de 350 millones de personas que “no
existen”, que no tienen ningún tipo de registro de su vida, que no son sujeto de
estadísticas.(...)
Tiempos
vendrán en que para salir de la crisis se planteen transformaciones radicales
que afecten de manera irreversible los parámetros sistémicos del capital. Para
hacer realidad estos deseos es imprescindible la creación de un movimiento
radical de masas que entre otros aspectos desarrolle una labor de educación
política del pueblo.