La
ofensiva neoliberal bajo el menemismo y su continuidad con De la Rúa
13 MAY 2010
Menem ganó la elección apelando al descontento popular y a la
promesa de producir un “salariazo” y una “revolución productiva”, pero ni bien
llegó al gobierno entabló primero una alianza con el grupo Bunge y Born y,
luego, aliándose a los “gorilas” de la Unión del Centro Democrático de ˜álvaro
Alsogaray, se transformó en el continuador y profundizador de la política
económica de la dictadura, con la privatización de las empresas estatales y la
aplicación de numerosas leyes antiobreras. Fue uno de los más fervientes
impulsores de las políticas “neoliberales” del llamado “consenso de
Washington”. Junto a Domingo Cavallo como ministro de Economía, avanzó en poner
la economía nacional bajo un control mayor del capital imperialista: durante su
mandato las empresas extranjeras pasaron de tener el control de un 33% de las 500
principales empresas del país a un 67%. Pese a los dólares entrados con el
negociado de las privatizaciones, la deuda externa se incrementó a 146 mil
millones de dólares. Crecieron la desocupación y la pobreza, mientras las
fuerzas de la clase obrera se vieron fragmentadas, aumentando el trabajo en
negro y diversas formas de trabajo precario. El grueso de la burocracia
sindical fue cómplice de esta política, transformándose parte de ella
directamente en lo que se llamó “sindicalismo empresario”, al quedarse con la
explotación de empresas privatizadas y sumarse a los bancos en la formación de
las AFJP que surgieron con la privatización de las jubilaciones y pensiones.
Nuevamente, la burocracia sindical actuaba como garantía de derrota de la clase
obrera.
En la clase dominante se consolidó un bloque de poder a partir de
las nuevas condiciones que presentaba la paridad “1 a 1” entre el peso y el dólar y el
ataque generalizado a la clase obrera. Las empresas privatizadas, los bancos y
la cúpula industrial exportadora constituyeron los sectores burgueses más
beneficiados, mientras gran parte de la “burguesía nacional” se transformaba en
rentista y fugaba capitales a diestra y siniestra.
Después de derrotadas las luchas contra las privatizaciones, la
resistencia obrera y popular se concentró primero en los levantamientos
provinciales, que tuvieron como expresión más importante al Santiagazo de
diciembre de 1993. Ya a comienzos del segundo mandato de Menem hicieron su
entrada en escena los desocupados, que protagonizaron los levantamientos de
Cutral Có y Plaza Huincul en Neuquén, Tartagal en Salta y Libertador General
San Martín en Jujuy. En los sindicatos surgieron también sectores de oposición
al menemismo, como la CTA y el MTA, pero que lejos de sostener una política
independiente de los trabajadores apoyaron a las distintas variantes de
recambio al menemismo preparadas por la burguesía: en las de 1999, la CTA llamó
a votar por la Alianza encabezada por De la Rúa y el MTA por el candidato del
Partido Justicialista, Eduardo Duhalde.
El gobierno de Fernando De la Rúa pretendió continuar con lo
central de la política económica del menemismo. No sólo asumió produciendo dos
muertos en la represión a los manifestaban que cortaban el puente entre Chaco y
Corrientes sino que impuso, a pocos meses de iniciado su gobierno, una ley de
“flexibilización laboral” sostenida por la UIA y otros sectores patronales, que
fue aprobada mediante la “coima” a diversos senadores (con la famosa
“Banelco”), en un episodio que concluyó con la renuncia del vicepresidente
Carlos “Chacho ” ˜álvarez. Fue un
gobierno que vivió de crisis en crisis y enfrentó una fuerte resistencia obrera
y popular, con siete huelgas generales y numerosas manifestaciones y
levantamientos de desocupados, culminando con su expulsión producto de las
“jornadas revolucionarias” del 19 y 20 de diciembre de 2001. La crisis
económica y la crisis social que se habían acrecentado a niveles insoportables
en estos meses (con la desocupación llegando a niveles cercanos al 25% y la pobreza
batiendo récords históricos) se combinaron con una crisis política de magnitud:
una verdadera “crisis orgánica”, para tomar la definición del marxista italiano
Antonio Gramsci. Es en este marco que se desarrollan las asambleas populares y
cobran fuerza los movimientos piqueteros y las fábricas ocupadas. Estas últimas
tuvieron como expresión emblemática a las obreras de Brukman y a los obreros de
Zanon, agrupados estos en el Sindicato de Obreros y Empleados de Neuquén
(SOECN), transformado en una clara avanzada del conjunto de la clase obrera. En
el caso de los movimientos piqueteros, jugaron el muy importante papel de
“organizar a los desorganizados” y evitar que surjan grupos de rompehuelgas
contra los trabajadores ocupados.
Frente a la crisis de la “convertibilidad”, la clase dominante se
encontraba dividida entre los dolarizadores y los devaluadores. Este sector se
impuso con la llegada al gobierno de Duhalde, que contó con el apoyo del grueso
del parlamento, así como de la burocracia sindical. La devaluación, que fue
apoyada por Moyano, significó un golpe brutal al salario obrero, que sufrió una
de las mayores caídas de su historia. Con esta medida se benefició el conjunto
de la clase dominante, pero en especial los sectores exportadores (que tenían
costos en pesos pero recaudaban en dólares). A su vez, el ciclo de crecimiento
capitalista internacional favorecido por la burbuja creada a partir del
endeudamiento norteamericano impulsó un aumento de los productos agrícolas
exportados por Argentina, particularmente la soja, el grueso de cuya producción
se exportó a China. Ya con Duhalde comenzó a delinearse lo que serían las
características centrales del esquema económico que se continuaría bajo el
kirchnerismo.
Fuente: http://www.pts.org.ar/La-ofensiva-neoliberal-bajo-el-menemismo-y-su-continuidad-con-De-la-Rua
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