Un
virus, la humanidad
y la
tierra
12
de abril de 2020
¿Qué lecciones
podemos aprender gracias al coronavirus sobre nuestra especie humana,
los paradigmas económicos y tecnológicos dominantes y la tierra?
Por
Vandana Shiva
para
El Salto
Un pequeño virus ha confinado el mundo, ha parado la
economía global, se ha llevado por delante la vida de miles y el
sustento de millones de personas.
¿Qué lecciones
podemos aprender gracias al coronavirus sobre nuestra especie humana,
los paradigmas económicos y tecnológicos dominantes y la tierra?
Lo primero que nos recuerda el confinamiento es que la tierra es para
todas las especies y que cuando dejamos espacio y
liberamos las calles de coches, la contaminación se reduce. Los
elefantes pueden acceder a las zonas residenciales de Dehradun y bañarse
en el Ganges en el ghat de Har Ki Pauri, en Haridwar. Un leopardo
campa a sus anchas en
Chandigarh, la ciudad diseñada por Le Corbusier.
La segunda lección es que esta pandemia no es un desastre natural, al
igual que los fenómenos climáticos extremos tampoco lo son. Las
epidemias emergentes, así como el cambio climático, son antropogénicas,
es decir, causadas por las actividades humanas.
Una economía global
basada en la ilusión del crecimiento ilimitado […] se traduce en una
ilimitada transgresión de los límites del planeta, de los ecosistemas y
de las especies.
Los científicos nos avisan de que al invadir los
ecosistemas forestales, destruir los hábitats de muchas especies y
manipular las plantas y los animales para obtener beneficio económico
fomentamos la aparición de nuevas enfermedades. A lo largo de los
últimos 50 años han aparecido 300 nuevos patógenos. Está sobradamente
documentado que un 70 % de los patógenos que afectan al ser humano,
entre los que se encuentran el VIH, el ébola, la gripe, el síndrome
respiratorio de Oriente Medio (MERS, por sus siglas en inglés) y el
síndrome respiratorio agudo grave (SARS, por sus siglas en inglés)
surgen cuando se invaden los ecosistemas forestales y los virus se
transfieren de animales a personas. Cuando se apiñan animales en granjas
industriales para maximizar los beneficios afloran nuevas enfermedades
como la gripe porcina o aviar.
La avaricia humana,
que no respeta los derechos de otras especies ni los derechos de los
miembros de nuestra misma especie, es la raíz de esta pandemia y de las
pandemias que la seguirán. Una economía global basada en la ilusión del
crecimiento ilimitado se traduce en un apetito insaciable por los
recursos planetarios, lo que en consecuencia se traduce en una ilimitada
transgresión de los límites del planeta, de los ecosistemas y de las
especies.
La tercera lección que nos enseña el virus es que la emergencia
sanitaria está relacionada con la emergencia de la extinción masiva de
especies. También con la emergencia climática.
Al usar venenos como insecticidas y herbicidas
para matar insectos y plantas es inevitable provocar una crisis de
extinción. Al quemar combustibles que la tierra fosilizó hace 600
millones de años transgredimos los límites planetarios. La consecuencia
es el cambio climático.
Los pronósticos de los científicos establecen que si no
frenamos esta guerra antropogénica contra la tierra y las especies que
la habitan, en cien años habremos destruido las condiciones que permiten
a los humanos vivir y prosperar. Nuestra extinción será una más de las
200 que se producen a diario. Nos vamos a convertir en una especie en
peligro de extinción por la avaricia, arrogancia e irresponsabilidad
humanas.
Si no frenamos esta guerra antropogénica contra la tierra y
las especies que la habitan, en cien años habremos destruido las
condiciones que permiten a los humanos vivir y prosperar.
Todas las emergencias que en la
actualidad ponen en peligro vidas tienen su origen en la visión
mecanicista, militarista y antropogénica de los humanos como seres al
margen de la naturaleza, como amos y señores de la tierra que pueden
dominar, manipular y controlar a otras especies como fuentes de
beneficio. También tienen su origen en un modelo económico que considera
los límites ecológicos y éticos como obstáculos que se deben superar
para aumentar el crecimiento de los beneficios empresariales. En ese
modelo no caben los derechos de la Madre Tierra, los derechos de otras
especies, los derechos humanos, ni los de las generaciones futuras.
Durante esta crisis y la recuperación tras el confinamiento, necesitamos
aprender a proteger la tierra, su clima,
los derechos y los hábitats de las diferentes especies, los derechos de
los pueblos indígenas, de las mujeres, de los agricultores y
agricultoras y de los trabajadores y trabajadoras.
Tenemos que romper
con la economía del lucro y el crecimiento ilimitado que nos ha llevado
a una crisis de supervivencia. Tenemos que aprender de una vez por todas
que somos miembros de la familia planetaria y que la verdadera economía
es la economía de los cuidados: el cuidado del planeta y el cuidado
mutuo.
Para prevenir futuras
pandemias, hambrunas, y la perspectiva de convertirnos en sociedades en
las que la vida humana no tenga valor, tenemos que romper con el sistema
económico global que está generando el cambio climático, la extinción de
muchas especies y la propagación de enfermedades mortales. La vuelta a
lo local deja espacio para que las distintas especies, las diferentes
culturas y las variadas economías locales se desarrollen.
Tenemos que aprender
de una vez por todas que somos miembros de la familia planetaria y que
la verdadera economía es la economía de los cuidados: el cuidado del
planeta y el cuidado mutuo.
Tenemos que reducir
de manera consciente nuestra huella ecológica para dejar recursos y
espacio disponibles para otras especies, para el resto de seres humanos
y para las generaciones futuras. La emergencia sanitaria y el
confinamiento ha demostrado que cuando hay voluntad política, se puede
revertir el proceso de globalización. Hagamos que esta reversión sea
permanente y volvamos a la producción local y de cercanía en línea con
los principios del swadeshi (autosuficiencia) que promulgaba
Gandhi, es decir, el restablecimiento de la economía doméstica.
Nuestra experiencia en Navdanya nos ha enseñado a lo largo
de tres décadas que los sistemas de producción de pluricultivos locales
y ecológicos son capaces de proveer de alimento a la población sin
empobrecer el suelo, contaminar el agua ni dañar la biodiversidad.
La riqueza de la biodiversidad en los bosques, las granjas,
los alimentos que consumimos, la microbiota intestinal, es un hilo
conductor que comunica el planeta y sus diferentes especies, también los
seres humanos, a través de la salud, no de la enfermedad.
Un pequeño virus puede ayudarnos a dar un gran paso
adelante para fundar una nueva civilización planetaria ecologista basada
en la armonía con la naturaleza. O bien podemos seguir viviendo la
fantasía del dominio sobre el planeta y seguir avanzando hasta la
próxima pandemia. Y por último, hasta la extinción.
La tierra seguirá adelante, con nosotros o sin nosotros.
Vandana Shiva nos aparta de condenar al sistema mundo capitalista cuyo
criminal objetivo, cada vez más exclusivo y excluyente, es el crecimiento
incesante del lucro oligopólico. Nos dice:
Los pronósticos de los científicos establecen que si no frenamos esta
guerra antropogénica contra la tierra y las especies que la habitan, en
cien años habremos destruido las condiciones que permiten a los humanos
vivir y prosperar. Nuestra extinción será una más de las 200 que se
producen a diario. Nos vamos a convertir en una especie en peligro de
extinción por la avaricia, arrogancia e irresponsabilidad humanas.
Si no frenamos esta guerra antropogénica contra la tierra y las especies
que la habitan, en cien años habremos destruido las condiciones que
permiten a los humanos vivir y prosperar.
Renán Vega Cantor
nos plantea con mayor precisión que
debemos emanciparnos, los pueblos y sus diversidades, del sistema mundo
capitalista y sus locales para garantizar la vida humana y la no humana
en el planeta.
El capitaloceno
27
de febrero de 2017
Por
Renán Vega Cantor
Al borde del
precipicio
Varias informaciones
recientes indican el acelerado proceso de destrucción de la naturaleza y
de trastorno climático en el mundo, así como de la miseria de millones
de seres humanos, afectado por catástrofes que se pretenden naturales
pero que tienen un claro origen social, aunque eso no sea evidente a
primera vista. Sin pretender ser sistemáticos recordemos algunas de las
noticias que se registraron en el 2016 sobre caos climático, extinción
de especies, pérdida de biodiversidad y las mal llamadas “catástrofes
naturales”. (...)
Las características del capitalismo, su lógica de funcionamiento,
explican que se haya convertido en una destructiva fuerza, que ataca a
la mayor parte de los seres humanos y destruye la naturaleza, habiendo
originado el capitaloceno (La época del capitalismo). Algunos de los
elementos centrales de su funcionamiento son los siguientes:
-
Primer elemento:
la acumulación capitalista que crece en forma exponencial e
ininterrumpida en la búsqueda insaciable de ganancias. Para obtener
ganancias se debe explotar intensivamente a los trabajadores y
expoliar el medio ambiente, sin interesar si se destruyen a otras
formas de vida. Se supone que puede haber crecimiento al infinito,
como requisito de la acumulación de capital, en una tierra cerrada y
limitada en recursos.
-
Segundo elemento:
para obtener ganancias el capital rebasa las fronteras nacionales y
se expande por el mundo en búsqueda de fuentes de materias primas,
trabajo barato y nuevos mercados de inversión y consumo. Incluso,
algunos lunáticos hoy hablan de la “colonización de Marte”, como
forma de huir de la tierra. Esta expansión tiene como motor
principal la competencia desenfrenada de capitales, que primero
compiten a escala local y luego en el mundo entero.
-
Tercer elemento:
obtener réditos en el corto plazo, porque, como decía Keynes, en el
largo plazo todos estaremos muertos. Esto supone que no se tienen en
cuenta los tiempos de la naturaleza, sino los tiempos del capital y
los negocios. Como consecuencia se aniquila a los ecosistemas, tal y
como lo evidencia la explotación mineral o de hidrocarburos, ya que
no se tiene en cuenta el tiempo de reposición de los ecosistemas
(cuando hablamos de bienes renovables) y se actúa en contra de los
límites naturales.
-
Cuarto elemento:
para conseguir el incremento de ganancia en forma permanente se
produce un crecimiento ininterrumpido de las fuerzas
productivas-destructivas, lo que se expresa entre otras cosas en el
desarrollo de la tecnociencia, lo que lleva a inventar tecnologías
más potentes, y que consumen mayores cantidades de materia y
energía, para extraer más materia y consumir hasta la última porción
de energía disponible. Esto genera una particular forma de
arrogancia tecnocrática, para la cual no hay límites naturales, ni
de ninguna otra índole, y que postula que tarde o temprano se
encontraran las soluciones técnicas a los problemas que ha generado
el capitalismo.
-
Quinto elemento:
se estructura una jerarquía de valores que exaltan la competencia,
el individualismo, el egoísmo, la codicia, la sed de ganancias, el
consumismo, la explotación de otros seres humanos, como propias de
la “naturaleza humana”. Esos valores son inculcados desde la
escuela, y por los medios de comunicación, lo que legitima al
capitalismo, que es visto como el orden natural de las cosas, un
sistema eterno e insustituible.
-
Sexto elemento: la producción de mercancías
obliga a su consumo, para poder obtener ganancia por parte de los
capitalistas. Esto conduce a impulsar el consumo, creando
necesidades artificiales e innecesarias, como puede verse hoy al
examinar gran parte de las mercancías que
se generan en el capitalismo, muchas de las
cuales son inherentemente nocivas.
Con estos elementos, puede concluirse sin mucho esfuerzo que el
capitalismo es insustentable a corto plazo. Como indican Fred Magdoff y
John Bellamy Foster: El sistema capitalista mundial es insustentable en:
(1) su búsqueda por una acumulación sin fin de
capital tendiente a una producción que debe expandirse continuamente
para obtener ganancias; (2) su sistema agrícola y alimentario que
contamina el ambiente y sin embargo no garantiza el acceso cuantitativo
y cualitativo universal de comida; (3) su desenfrenada destrucción del
ambiente; (4) su continua reproducción y aumento de la estratificación
de riqueza dentro y entre los países; y (5) su búsqueda por la “bala de
plata” tecnológica para evadir los crecientes problemas sociales y
ecológicos emergentes de sus propias operaciones34.
El término capitaloceno hace referencia a un periodo de tiempo reciente,
una nueva era geológica, y a una categoría analítica y explicativa.
En el primer sentido, establece una cronología
para englobar un conjunto de procesos cuyo nexo articulador es la
existencia y el predominio de la relación social capitalista, desde el
momento mismo de su génesis, como capitalismo de guerra en el siglo XVI,
en algunos lugares de Europa y que luego, se expande por el resto del
mundo durante los últimos siglos, adquiriendo una fuerza e impacto
mundial tras la revolución industrial a finales del siglo XVIII.
En el
segundo sentido, es una noción que se dirige a dar una explicación de
los fundamentos de funcionamiento del capitalismo y sus impactos
destructivos sobre el planeta tierra. Busca explicar en forma racional
las raíces de lo que sucede. Aunque el capitaloceno representa un
período muy corto, su impacto es tal que la mayor parte de las
transformaciones que ha generado tienen un carácter de irreversibles. El
capitalismo es una fuerza geofísica global, eminentemente destructora,
aunque se suponga que es creadora, su carácter devastador es de tal
dimensión que puede catalogarse como un nuevo meteorito, pero de origen
social, similar al meteorito que se estrelló contra el Golfo de México
hace 65 millones de años y que produjo la quinta extinción de especies y
arrasó con el 90 por ciento de la vida que por entonces existía en la
tierra35.
Al hablar de capitaloceno no importa tanto que se
le conciba como una época histórica o una era geológica, y lo menos
interesante es argüir que hoy no pueden leerse los registros
estratigráficos que demuestren su existencia. Es poco importante que
exista un reconocimiento estratigráfico del capitaloceno.
Lo
fundamental es el sentido político del término y al desafío cognitivo de
orden colectivo que debería generar, que conduzca no solamente a cambiar
nuestra comprensión de la realidad, sino lo que es más importante y
decisivo, nuestro accionar como sociedades. El asunto es crucial, no es
una cuestión terminológica ni una querella entre geólogos. Tiene que ver
con el esclarecimiento de las razones y de las causas que producen la
destrucción de la naturaleza, la extinción de especies, el vuelco
climático, la acidificación de los mares, la destrucción de los
corales…. El capitaloceno sí está dejando huellas de tipo geológico.
Al respecto, uno de los cambios
geológicamente más significativos, aunque aparezca casi invisible para
nosotros, es la modificación en la composición de la atmosfera: las
emisiones de bióxido de carbono (CO2), cuya contribución al
calentamiento global es innegable –lo que produce cambios climáticos,
concretamente elevación de la temperatura, que no se presentaban hace
millones de años– y que permanecen durante miles de años en la
atmósfera. Asimismo, el desplazamiento de plantas y animales hacia los
polos, un movimiento migratorio forzado por el aumento de la
temperatura, que ya se está presentando, va a dejar su registro fósil,
en idéntica forma que la elevación del nivel del mar en varios metros,
con lo cual se hundirán ciudades completas.
Es probable que mucho tiempo después de que
nuestros autos, ciudades y fábricas se hayan convertido en polvo, las
consecuencias de quemar carbón y petróleo equivalente a miles de
millones de toneladas sean claramente ostensibles. El bióxido de carbono
calienta el planeta y, al mismo tiempo, se cuela en los océanos y los
acidifica. En algún momento de este siglo serán tan ácidos que los
corales ya no podrán construir arrecifes, lo que se registrará
geológicamente como "un hiato de arrecifes". Estos hiatos han marcado
cada una de las últimas cinco extinciones masivas principales. La más
reciente, que se cree fue causada por el impacto
de un asteroide, tuvo lugar hace 65 millones de años, al final del
periodo Cretácico; no sólo eliminó a los dinosaurios, sino también a los plesiosaurios, los pterosaurios y los ammonoideos. La escala de lo que
les está sucediendo ahora a los océanos es, de acuerdo con muchos
expertos, incomparable desde entonces. Para los geólogos futuros, dice
Zalasiewicz, nuestro impacto podría parecer tan repentino y profundo
como el de un asteroide. (Bienvenido al Antropoceno, la era del hombre36)
Entre algunos de los cambios que ha generado el capitalismo se
encuentran:
un aumento en la tasa de extinción de la fauna y
la flora a niveles sin precedentes desde la aparición del homo sapiens;
aumento en los niveles de C02 en la atmosfera, que modifica
el clima y aumenta las temperaturas, de tal forma que no había sucedido
hace 66 millones de años; producción masiva de plásticos, que inundan
ríos, lagos y océanos, interfiriendo en la vida de miles de especies; la
utilización de fertilizantes ha duplicado la cantidad de nitrógeno y de
fosforo en las tierras de cultivo. Se calcula que esto puede causar un
impacto sobre el ciclo de nitrógeno que no se presentaba hace 2.500
millones de años; “la presencia de una capa permanente de partículas
transportadas por el aire en los hielos glaciares y sedimentos, como por
ejemplo carbono negro procedente del consumo de combustibles fósiles”
37. Con estas evidencias, advierten algunos geólogos,
"Muchos de estos cambios son geológicamente duraderos y algunos son
efectivamente irreversibles"38.
Los rasgos distintivos del capitaloceno no apuntan a señalar en
abstracto al ser humano como una fuerza geológica en sí misma de
extinción masiva, sino al sistema capitalista, como una forma de
organización social e histórica particular, cuyo funcionamiento ocasiona
los problemas que vivimos en la actualidad.
Como
tal, desde su origen el Homo sapiens ha vivido en diversas formas de
organización social, y en ninguna de ellas se puso en peligro global la
supervivencia de la misma humanidad y de otras formas de vida a una
escala masiva, como hoy acontece. Uno de los aspectos que suele
resaltarse cuando se habla de Antropoceno es el tamaño de la población
humana, cuyo número creció en forma exponencial en los últimos dos
siglos, tras la Revolución Industrial y en forma más veloz en los
últimos cincuenta años. Este crecimiento está asociado a las energías
fósiles, porque sin ellas no hubiera sido posible, algo que se deriva
entonces del mismo desarrollo del capitalismo. Pero un elemento
adicional que no puede ser negado es que no todos los seres humanos que
hoy vivimos en el planeta tierra tenemos el mismo grado de
responsabilidad, puesto que hay una asimetría evidente entre una ínfima
minoría de grandes capitalistas y el resto de la población mundial.
En otros términos, existe una
segmentación en términos de producción y consumo entre unos pocos países
y el resto, y más en general, entre los más ricos entre los ricos y
millones de pobres y miserables.
Oxfam lo ha dicho en sus informes de enero de
2016 y de enero de 2017. En este último proporciona algunos datos sobre
la aterradora desigualdad social y
económica en el mundo:
1. Cuando una
de cada diez personas en el mundo sobrevive con menos de dos dólares al
día, la inmensa riqueza que acumulan tan sólo unos pocos resulta
obscena. Sólo ocho personas (concretamente ocho hombres), poseen la
misma riqueza que la mitad más pobre de la población mundial, 3.600
millones de personas. […]
2. Siete de cada diez personas vive en un país
en el que la desigualdad ha aumentado en los últimos 30 años.
3. La
desigualdad extrema tiene un enorme impacto en las vidas de las mujeres, sobrerrepresentadas en los sectores con peores salarios y que sufren
mayores niveles de discriminación en el ámbito laboral y asumen la mayor
parte del trabajo de cuidados no remunerado. Al ritmo actual, llevará
170 años alcanzar la igualdad salarial entre hombres y mujeres.
4. La
evasión y elusión fiscal por parte de las grandes multinacionales priva
a los países pobres de al menos 100.000 millones de dólares cada año en
ingresos fiscales, dinero suficiente para financiar servicios educativos
para los 124 millones de niños y niñas sin escolarizar o servicios
sanitarios que podrían evitar la muerte de al menos seis millones de
niños y niñas cada año39.(...)
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