Coronavirus, agronegocios y
estado de
excepción
7 de marzo de 2020
Mucho se dice
sobre el coronavirus Covid-19, y sin embargo muy poco. Hay aspectos
fundamentales que permanecen en la sombra. Quiero nombrar algunos de éstos,
distintos pero complementarios.
Por Silvia Ribeiro, investigadora
del Grupo ETC.
El primero se refiere al perverso
mecanismo del capitalismo de ocultar las verdaderas causas de los problemas
para no hacer nada sobre ellas, porque afecta sus intereses, pero sí hacer
negocios con la aparente cura de los síntomas. Mientras tanto, los estados
gastan enormes recursos públicos en medidas de prevención, contención y
tratamiento, que tampoco actúan sobre las causas, por lo que esta forma de
enfrentar los problemas se transforma en negocio cautivo para las
transnacionales, por ejemplo, con vacunas y medicamentos.
La referencia dominante a virus y
bacterias es como si éstos fueran exclusivamente organismos nocivos que deben
ser eliminados. Prima un enfoque de guerra, como en tantos otros aspectos de la
relación del capitalismo con la naturaleza. Sin embargo, por su capacidad de
saltar entre especies, virus y bacterias son parte fundamental de la
coevolución y adaptación de los seres vivos, así como de sus equilibrios con el
ambiente y de su salud, incluyendo a los humanos.
El Covid-19, que ahora ocupa titulares
mundiales, es una cepa de la familia de los coronavirus, que provocan
enfermedades respiratorias generalmente leves pero que pueden ser graves para
un muy pequeño porcentaje de los afectados debido a su vulnerabilidad. Otras
cepas de coronavirus causaron el síndrome respiratorio agudo severo (SARS, por
sus siglas en inglés), considerado epidemia en Asia en 2003 pero desaparecido
desde 2004, y el síndrome respiratorio agudo de Oriente Medio (MERS),
prácticamente desaparecido. Al igual que el Covid-19, son virus que pueden
estar presentes en animales y humanos, y como sucede con todos los virus, los
organismos afectados tienden a desarrollar resistencia, lo cual genera, a su
vez, que el virus mute nuevamente.
Hay consenso científico en que el origen
de este nuevo virus –al igual que todos los que se han declarado o amenazado
ser declarados como pandemia en años recientes, incluyendo la gripe aviar y la
gripe porcina que se originó en México– es zoonótico. Es decir, proviene de
animales y luego muta, afectando a humanos. En el caso de Covid-19 y SARS se
presume que provino de murciélagos. Aunque se culpa al consumo de éstos en
mercados asiáticos, en realidad el consumo de animales silvestres en forma
tradicional y local no es el problema. El factor fundamental es la destrucción
de los hábitats de las especies silvestres y la invasión de éstos por
asentamientos urbanos y/o expansión de la agropecuaria industrial, con lo cual
se crean situaciones propias para la mutación acelerada de los virus.
La verdadera
fábrica sistemática de nuevos virus y bacterias que se transmiten a humanos es
la cría industrial de animales, principalmente aves, cerdos y vacas. Más de 70
por ciento de antibióticos a escala global se usan para engorde o prevención de
infecciones en animales no enfermos, lo cual ha producido un gravísimo problema
de resistencia a los antibióticos, también para los humanos. La OMS llamó desde
2017 a
que las industrias agropecuaria, piscicultora y alimentaria dejen de utilizar
sistemáticamente antibióticos para estimular el crecimiento de animales sanos.
A este caldo las grandes corporaciones agropecuarias y alimentarias le agregan
dosis regulares de antivirales y pesticidas dentro de las mismas instalaciones.
No obstante, es más fácil y conveniente
señalar unos cuantos murciélagos o civetas –a los que seguramente se ha
destruido su hábitat natural– que cuestionar estas fábricas de enfermedades
humanas y animales.
La amenaza de pandemia es también
selectiva. Todas las enfermedades que se han considerado epidemias en las dos
décadas recientes, incluso el Covid-19, han producido mucho menos muertos que
enfermedades comunes, como la gripe –de la cual, según la OMS, mueren hasta 650
mil personas por año globalmente. No obstante, estas nuevas epidemias motivan medidas extremas de vigilancia y control.
Tal como plantea el filósofo italiano Giorgio Agamben, se afirma así
la tendencia creciente a utilizar el estado de excepción como paradigma normal
de gobierno.
Refiriéndose al
caso del Covid-19 en Italia, Agamben señala que “el decreto-ley aprobado
inmediatamente por el gobierno, por razones de salud y seguridad pública, da
lugar a una verdadera militarización de los municipios y zonas en que se
desconoce la fuente de transmisión, fórmula tan vaga que permite extender el
estado excepción a todas la
regiones. A esto, agrega Agamben, se suma el estado de miedo
que se ha extendido en los últimos años en las conciencias de los individuos y
que se traduce en una necesidad de estados de pánico colectivo, a los que la
epidemia vuelve a ofrecer el pretexto ideal. Así, en un círculo vicioso
perverso, la limitación de la libertad impuesta por los gobiernos es aceptada
en nombre de un deseo de seguridad que ha sido inducido por los mismos
gobiernos que ahora intervienen para satisfacerla.
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