Lo que discuten los
intelectuales son los problemas de todos
Por Guillermo Almeyra
Los intelectuales forman un sector diferenciado pero no aislado de
Lo que caracteriza
todo proceso revolucionario es, antes que nada, que cambia la cabeza de todos
los que lo viven, sean los que quieren cambiar el sistema, sea los que vivían
hasta entonces como víctimas sin conciencia de la injusticia y la explotación o
las consideraban inevitables. Y los procesos durante los cuales ese cambio
revolucionario madura tienen siempre como preanuncio protestas culturales,
literarias, sociales o políticas en los sectores de los intelectuales más
democráticos: así sucedió antes de la
Revolución Francesa , o de la
Rusa , o en las Revoluciones latinoamericanas de Independencia.
Por lo tanto, tiene muy poca conciencia histórica y muy poca sensibilidad
social quien cree que las discusiones entre los diferentes grupos de intelectuales
en las que se reflejan, aunque deformada y confusamente, las exigencias
que trae el viento de abajo, son meras “querellas de intelectuales” o
tormentas en un vaso de agua.
En primer lugar,
habría que preguntarse ¿por qué los diversos grupos de intelectuales (ligados
al gobierno o adversarios del mismo) discuten hoy y no discutieron antes
y por qué discuten problemas que interesan a todos como la desigualdad social y
la injusticia, la represión y los asesinatos impunes de luchadores sociales, la
defensa de los campesinos y de los recursos del suelo ante la agresión de los
sojeros y de la gran minería, la necesidad de salarios que mantengan el paso
con la inflación y sostengan el mercado interno, la democracia y otros
semejantes? ¿Por qué –a diferencia de otros momentos en la historia
argentina– no hay ningún grupo de intelectuales que se anime a defender
abiertamente los intereses de la oligarquía, del gran capital, del
imperialismo?
¿Por qué, en resumen, todos los grupos de intelectuales, oficialistas
u opositores, hacen críticas por la izquierda a un gobierno que acaba de
obtener la mayoría absoluta de los votos? Porque les llegan los ecos sordos de
la protesta social, ya que ese gobierno tiene crecientes problemas con
los trabajadores, pues la crisis le obliga a optar entre mantener los subsidios
a las grandes empresas y los subsidios a los servicios (transporte, luz, gas,
agua) y, a pesar de que quiere mantener el consumo, hace lo contrario, pues
quiere congelar los aumentos salariales y sigue fomentando la explotación
sojera, que monopoliza las tierras, expulsa campesinos, reduce las tierras que
producían carne, trigo y maíz y encarece los alimentos.
Cuando tuvo lugar la
crisis “del campo” en torno a las retenciones y a la 125, el gobierno se vio obligado
a enfrentar un bloque unido de opositores dirigido por la oligarquía, los
sojeros y la
Sociedad Rural. En
el mismo estaban todos los partidos opositores, un sector del peronismo de
derecha, la
Iglesia católica,
los grandes diarios, las clases medias, el sector De Gennaro de la
CTA , el MST y el
PCR, un sector incluso de los obreros que creían que se cometían un a
injusticia con los pequeños chacareros, cuando en realidad el gobierno trataba
de hacer pagar a los grandes exportadores. En esa ocasión, surgió el grupo Carta
Abierta de
intelectuales prooficialistas que no veían otra alternativa que defender
intransigentemente al gobierno, en vez de defenderlo, sí, del golpe
económicopolítico que se fraguaba, pero planteando una política más radical,
antisojera, anticapitalista. Hoy Carta
Abierta dice que la política
sojera (que el gobierno fomenta) es el equivalente a la
Conquista del
Desierto por el genocida Roca y sostiene que hay que combatir la injusticia
social, la impunidad de los matones asesinos de la burocracia sindical (como Pedraza)
o de las policías de gatillo fácil y defiende contra los ultraclericales y
enemigos de las mujeres, como el ministro de Salud o los que gobiernan Entre
Ríos, el derecho de las mismas, como por ejemplo el de una niña
de once años violada, a la protección de la ley que le permite abortar.
Otro grupo, Argumentos para una mayor igualdad,
está en posiciones similares y expresa la opinión del partido Nuevo Encuentro
de Sabatella, que votó por Cristina Fernández con lista propia y se opone a la
derecha justicialista. Otro más, el del diputado y banquero comunista Heller y
el Centro de la
Cooperación , también es oficialista pero no habla de “sintonía
fina”, como el gobierno, sino de “profundizar el proceso”.
En el otro bando, los
intelectuales ligados al gobierno de Hermes Binner en Santa Fe, al MST, al PCR
y a los partidos de oposición antikirchneristas, más algunos intelectuales de
izquierda que combaten contra los sojeros y la gran minería y apoyan las causas
de los trabajadores y de los indígenas, se agruparon en Plataforma 2012 con críticas sociales justas al
gobierno, pero sin mencionar que Binner, además de sojero, carga con la
responsabilidad del asesinato en su provincia de tres jóvenes del grupo Darío
Santillán.
Por último, en apoyo
al derecho a la participación en las elecciones parlamentarias y presidenciales
últimas de los candidatos de la izquierda socialista, con el Frente de Izquierda y de los
Trabajadores, se formó una Asamblea de Intelectuales de apoyo al FIT,
que también formula críticas y propuestas democráticas y de lucha contra
las desigualdades sociales y de protección de los bienes comunes (agua,
territorio, aire).
Por supuesto, fuera de
estas agrupaciones actúan muchos intelectuales independientes que, por una u
otra razón, no quieren acercarse a ninguna de ellas pero que también apoyan las
luchas de los trabajadores y de los pueblos originarios y critican al
capitalismo. Naturalmente, en cada agrupación hay gente que busca servir
intereses propios o del sector al cual apoya, pero la mayoría de los integrantes
de las mismas allí trabajan sincera y honestamente, porque creen en lo que
hacen y desean cambiar para mejor la sociedad argentina. Por eso es elemental
tomarles la palabra a quienes tienen grandes coincidencias llamándolos a
integrar un Foro para debatir propuestas concretas junto con los trabajadores y
los movimientos sociales. O sea un espacio donde cada cual pueda exponer sus
posiciones con entera independencia pero donde se busquen las coincidencias
para que las críticas no queden sólo en palabras, discutiendo cómo llevar
adelante propuestas comunes en el Parlamento y en la sociedad. Eso haría
avanzar la discusión democrática de las diferencias y separaría a la gente
seria de los charlatanes u oportunistas, además de ligar la discusión entre
intelectuales con organismos o expresiones políticas de los que, hasta ahora,
en este debate aparecen como convidados de piedra. O sea, de los trabajadores.
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