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16 de diciembre de 2015

"Las asambleas populares constituyen una ruptura clave con el sistema de la democracia representativa, cualitativamente distinta a las dos rupturas anteriores".

Crisis, estallido social y tres momentos de ruptura 
con la democracia representativa en la Argentina
¿Hacia una nueva democracia?
31 de enero de 2002

Por Gonzalo Rodríguez 
            
Opinión
"Algo está por fin empezando a cambiar. Tengo ochenta años, y por primera vez en mi vida he visto que fue el Pueblo, y no los milicos el que echó a un gobierno..." (Alberto, en la Asamblea popular de Olivos, domingo 20/1/2002)

1. Introducción
El regreso a la "Democracia" en 1983 marcó no sólo el final de la Dictadura militar que desde 1976 había implementado uno de los mayores genocidios de la historia del país. Ese momento marcaba también la vuelta a una forma de gobierno donde el pueblo podría, nuevamente, "elegir a sus propios representantes". La política recobraba nueva vitalidad, miles de jóvenes se acercaban a los partidos políticos, y la sociedad renovaba una gran expectativa en las posibilidades de la democracia. Sin embargo, desde 1983 hasta el presente, el pueblo ha votado una cosa mientras que los gobiernos electos han hecho sistemáticamente otra. Elección tras elección, las promesas electorales de los partidos gobernantes se han revelado como falsas.

Dieciocho años después de la vuelta a la "Democracia", la economía argentina está hecha trizas, a pesar de que las empresas privatizadas, los bancos, las multinacionales y las grandes empresas de capital nacional han realizado enormes ganancias extraordinarias. La concentración de la riqueza supera año a año los niveles anteriores, a medida que aumentan la desocupación y la pobreza. El Estado argentino está quebrado producto de los pagos de la Deuda Externa, la corrupción estructural, y de quienes lo han aprovechado para los grandes negociados privados. Como broche de oro, la banca nacional y extranjera, en complicidad con el Estado y el gran capital, han consumado el mayor de los saqueos de la historia argentina, habiendo hecho "desaparecer" de un día para el otro nada menos que la casi totalidad los ahorros de millones de argentinos.

Todos los gobiernos desde 1983 prometieron programas que luego no sólo no se cumplieron, sino que resultaron ser exactamente lo contrario. En sus recordados discursos, el entonces presidente electo Raúl Alfonsín del Partido Radical, afirmaba que "con la Democracia se come, se cura y se educa". Luego vino el Dr. Carlos Menem del opositor Partido Justicialista, quien prometió llevar adelante una "revolución productiva", un "salariazo" para los trabajadores, y que no habrían privatizaciones de las empresas públicas. También mintió, aunque logró ser reelecto al convencer a una parte importante del pueblo de que los sacrificios habían sido necesarios, que ya había pasado lo peor, que la copa se había llenado y el champán estaba próximo a derramarse. Pero nada de eso sucedió. Luego vino nuevamente el radicalismo, en alianza con la centroizquierda del Frepaso. Las promesas electorales decían que no habría más ajuste, no más recetas neoliberales, más educación, trabajo y salud para los argentinos. Y otra vez la mentira dijo presente.

Según el diccionario de la Real Academia Española, "representar" quiere decir "Sustituir a alguien o hacer sus veces, desempeñar su función... Ser imagen o símbolo de algo, o imitarlo perfectamente". Más allá de la ambigüedad de estas definiciones, está claro que, al menos en el ideal del sentido común popular, el representante es quien debiera hacer "lo que uno le ha pedido que haga", es decir, si fuera uno mismo quien gobierna. Si a la luz de los hechos está claro que la voluntad de millones de ciudadanos expresada a través del voto, no es respetada por los supuestos representantes, se revela entonces que la democracia representativa no es un mecanismo de representación, sino un mecanismo de expropiación de la voluntad popular. Esto quiere decir que los ciudadanos, creyendo haber designado sus "representantes" y haberles dado un mandato, lo que han hecho en realidad es delegar en ellos sus facultades.(1) Una vez expropiada en manos de los representantes, la voluntad popular se encuentra sujeta a modificaciones; puede ser (y generalmente será) rediscutida, modificada y, recién entonces, ejecutada.

Este funcionamiento perverso de la democracia representativa no es una anormalidad, pues está consagrado nada menos que por la Constitución Nacional de la República Argentina. En su artículo 22, ésta dice que El pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución. Toda fuerza armada o reunión de personas que se atribuya los derechos del pueblo y peticione a nombre de éste, comete delito de sedición. Este artículo es el que le otorga legalidad a la traición de los representantes. La legitimidad de este accionar, indispensable para que el sistema funcione de modo normal, proviene de la ficción de que son los ciudadanos quienes deciden, y quienes eventualmente se equivocan al elegir mal a sus representantes. Si no es el pueblo ¿quién es entonces el verdadero soberano? ¿Es que los representantes no representan a nadie? Debemos recordar aquí que detrás de la separación entre la política y la economía, lo que existe es una división de funciones, y el Estado burgués aparece como el garante del proceso de acumulación capitalista.

El poder lo reciben del pueblo, y el mandato que cumplen los gobernantes es el del gran capital y sus organismos financieros internacionales. Allí son elaboradas las recetas económicas neoliberales que se han impuesto en la Argentina desde, cuando menos, el regreso a la democracia. La Argentina está en presencia de una situación donde la "clase política" y el propio capitalismo, aún sin quererlo, ha terminado destruyendo su propia fuente de legitimidad. Harían falta diez libros para completar el sombrío panorama de la situación social y económica que atraviesa la Argentina, pero basta observar que dicha situación fue conformando con el correr de los años la base de un incipiente descontento popular. Descontento que, huelga abundar en detalles, tuvo como consecuencia el auge de importantes luchas populares que atraviesan toda la geografía del país en los últimos años, dando lugar a grados crecientes de organización popular, como lo expresa la conformación de la Asamblea Nacional Piquetera (2) a mediados de 2001.

Pero las últimas medidas económicas del gobierno de De La Rua (bancarización forzada de las transacciones primero, y confiscación de los depósitos mediante el corralito bancario después, agravado luego por los efectos de la devaluación) determinaron el despertar político de un sector, las clases medias urbanas, que hasta entonces habían aceptado impávidas las consecuencias del modelo neoliberal. 2. Los tres momentos de ruptura con la democracia representativa A partir de los últimos meses de 2001, se han venido sucediendo una serie de hechos que implican un salto cualitativo respecto a las diferentes expresiones del descontento popular conocidas hasta entonces. Acontecimientos que expresan profundas rupturas no sólo con el modelo económico neoliberal dominante, sino con el sistema democrático representativo y aquella ficción de la representación política, y que, según el interrogante que orienta este trabajo, pueden estar inaugurando una nueva perspectiva en la construcción de un modelo distinto de verdadera democracia popular. Los tres momentos a los que nos referimos son:
1)     las elecciones legislativas de octubre de 2001;
2)     las movilizaciones espontáneas y el reclamo popular que obligaron a renunciar a dos presidentes entre el 20 y el 31 de diciembre de 2001; y
3)     desde ese momento, el surgimiento y multiplicación de las asambleas populares barriales.

2.1 El primer momento de ruptura
En el mes de octubre de 2001 se desarrollan las elecciones para cargos legislativos de las cámaras de diputados y senadores nacionales y provinciales. Tanto la alianza política gobernante como el principal partido de oposición el Partido Justicialista, decrecen su caudal de votos en términos absolutos. Más significativo aún es la enorme cantidad de votos en blanco y anulados (20% en todo país el país, 30% en Buenos Aires y casi el 40% en Rosario) y el voto "no presencial" (aquellos ciudadanos que expresaron su disconformidad desertando de los comicios). Este es el llamado "voto bronca", al que se suma además el notable crecimiento de las diferentes agrupaciones de izquierda que por primera vez en muchos años logran tres bancas en el Congreso Nacional y en varias legislaturas provinciales. Los resultados de aquellas elecciones dan cuenta de un nuevo escenario caracterizado por una crisis de representación, y expresan entonces una primer gran ruptura entre el sentir, el pensar y el hacer de los ciudadanos, respecto de los mecanismos legitimadores de la expropiación de la voluntad popular. Prácticamente la mitad de la población adulta no se siente representada por nadie, y se niega a delegar en los partidos políticos las facultades de ejercer el gobierno. El pueblo comenzaba así a cuestionar nada menos que el fundamento mismo del sistema representativo: el momento del "contrato" donde a través del voto los sujetos aceptan que otros gobiernan mientras que ellos obedecen. Pero aquí se abrían otros nuevos interrogantes. Este cuestionamiento ¿estaba poniendo en crisis el sistema democrático representativo como tal? ¿o sólo a los miembros de aquella "clase política" que circunstancialmente encarnaban la personificación del sistema democrático?(3) Y por otro lado, es cierto también que las distintas manifestaciones del "voto bronca" fueron muy heterogéneas en cuanto a sus contenidos, los había por derecha(4) , por centro y por izquierda.

2.2 El segundo momento de ruptura 
Al segundo momento de ruptura lo identificamos con el estallido social que se inicia en la semana del lunes 17 de diciembre de 2001, y que tiene su apogeo en los días miércoles 19 y jueves 20. El estallido tiene como protagonistas a cientos de miles, tal vez millones, de personas cuya movilización tiene como desenlace nada menos que el derrocamiento de dos presidentes de la república, y un ministro de economía (un "intocable" del neoliberalismo, el FMI y el poder financiero mundial) en el corto período de una semana. Este verdadero Argentinazo tiene dos caras. Los masivos saqueos a supermercados con los que se inicia la semana del 17 de diciembre y los cacerolazos (protagonizados mayoritariamente por las clases medias) que estallaron los días 19 y 20. Sin banderas e identificaciones políticas, la gente salió a reapropiarse del espacio público, cortando calles, avenidas y ocupando las plazas más emblemáticas del país. Así es como se ha instalando una nueva modalidad de manifestación pública de masas bautizada por la cultura popular como "el cacerolazo". Aunque la rebelión de las clases medias coincidió temporalmente con el estallido de los sectores más pobres de las periferias urbanas, ambas protestas se diferenciaron claramente en cuanto a su composición social, a las metodologías de la protesta y a los alcances políticos y las perspectivas inauguradas por la movilización . Mientras el argentinazo de los saqueos se agotó (al menos por ahora) en el reclamo y de medios para la subsistencia inmediata, el argentinazo de las clases medias logra proyectarse más allá de los reclamos económicos inmediatos (devolución de los depósitos) hacia un cuestionamiento global del régimen político y económico existente. En el cacerolazo, la manifestación se construye alrededor de la identificación de los participantes como "vecinos". Los vecinos de los barrios se agrupan cortando una calle, generalmente en alguna zona de tránsito o cruce de avenidas importante del barrio, a golpear cacerolas, utensilios afines, u otros recursos tomados del mobiliario urbano circundante. Eventualmente, el cacerolazo puede incluir la quema de cubiertas o de basura. En un primer momento, el cacerolazo es solamente una instancia a través de la cual se pretende hacer visible algún tipo de reclamo común sentido por todos los presentes, de catarsis colectiva donde manifestar la bronca. Sin embargo, el cacerolazo ha venido a ser también un espacio de encuentro con el otro vecino, de verse las caras, de recomposición de lazos de solidaridad. Lo más novedoso de este tipo de manifestación es que los cacerolazos de aquel inicio del estallido fueron totalmente espontáneos. De todas maneras, a partir de entonces los cacerolazos han ido perdiendo su espontaneidad, especialmente a causa del surgimiento de las asambleas populares. Comienzan a ser éstas las que se ocupan de convocar los cacerolazos y procuran eventualmente coordinarlos con otros barrios y organizaciones (por ejemplo los cacerolazos en Tribunales los días jueves, los escarches a instituciones bancarias, el cacerolazo nacional convocado para el día viernes 24 de enero, etc.) 

La eficacia (definida esta como su masividad) de los cacerolazos ha consistido principalmente en la accesibilidad de esta forma de protesta para "el común" de los ciudadanos; cada quien no tiene más que salir de su casa con su cacerola y encontrarse allí en un pie de igualdad con otras personas que son sus vecinos de siempre. También ayuda en la eficacia la simplicidad de las reivindicaciones presentes en el reclamo, de escaso contenido político y elevado consenso popular(6) . Por último, existe un elevado efecto de contagio, los cacerolazos se multiplican abarcando la totalidad del territorio de la ciudad y en un mismo horario, la protesta adquiere un carácter generalizado ¿Qué elemento detonante ha desencadenado los cacerolazos masivos de la semana en cuestión? La psicología social seguramente estará abocada al estudio de este fenómeno, aunque por ahora es posible identificar la función de los medios masivos de comunicación, en la medida que difundieron los cacerolazos, favorecieron el efecto de contagio. Otras imágenes difundidas, como el anteúltimo discurso presidencial de De la Rua, fue el principal detonante de la bronca popular contenida en el primer gran cacerolazo del día 19. La composición política e ideológica de los manifestantes en los cacerolazos es muy heterogénea. No está permitida la exhibición de banderas de agrupaciones políticas. Los propios participantes del cacerolazo se encargan de reprimirlo, y las agrupaciones políticas enseguida aceptaron estas reglas de juego. Al no ser los cacerolazos una forma de participación popular reconocida dentro del régimen de la democracia representativa; al no haber sido estos organizados por partidos políticos u otras organizaciones reconocidas por el sistema representativo; al no haber existido referentes políticos con quien se identificaran las movilizaciones; más aún, habiendo sido el derrocamiento de dos presidentes constitucionales su principal y más claro objetivo, los cacerolazos constituyen pues el segundo gran momento de ruptura con la legalidad y legitimidad de la democracia representativa. El pueblo argentino había ejercido durante aquella semana su primer acto de gobierno...

2.3 El tercer momento de ruptura ...y ahora empezaba a deliberar. En el corto período de un mes, han surgido alrededor de 30 asambleas barriales en la Capital Federal y una cantidad no determinada en otros partidos del conurbano y en el interior del país. Algunas asambleas surgieron tempranamente, durante el segundo día del la revuelta popular. A un mes del estallido, las asambleas populares se siguen multiplicando y no es posible prever cuál será su techo. Las asambleas populares surgen del espacio mismo donde se han autoconvocado los vecinos a participar de los cacerolazos. A diferencia de los cacerolazos, las asambleas son impulsadas por organizaciones políticas, militantes de otros movimientos y organizaciones barriales y sindicales, estudiantes universitarios con experiencia en asambleas estudiantiles, ex militantes de organizaciones políticas, etc. Sin embargo, la masiva participación de vecinos excede largamente a los militantes, adquiriendo realmente un carácter autónomo que las aproximan a la definición de un nuevo movimiento social. La auto identificación como "vecinos" es una manifestación de esta búsqueda de nuevas identidades colectivas que puedan contener a la heterogeneidad de sujetos presentes, y cada asamblea lleva entonces el nombre del barrio o de la plaza donde se reúnen. Por el momento, las asambleas no presentan la masividad que tuvieron los cacerolazos. Una de las mayores dificultades que presentan las asambleas populares es el generalizado rechazo o desconfianza hacia la política que todavía existe. En el imaginario popular, política es sinónimo de partidos políticos. Sobre este punto suelen desarrollarse las primeras discusiones en las asambleas ¿pueden participar los partidos políticos? ¿sólo los partidos hacen política o todos estamos haciendo política a partir del momento que nos juntamos para discutir y tomar acciones para solucionar nuestros problemas? Se percibe esta dificultad de los de asumirse como sujetos políticos, aunque de a poco la discusión al respecto se va saldando en el sentido de asumir la necesidad de la política y reconocer positivamente la participación de los partidos y otras organizaciones.

Las asambleas populares constituyen una ruptura clave con el sistema de la democracia representativa, cualitativamente distinta a las dos rupturas anteriores A través de ellas, el pueblo procura reapropiarse de la propia voluntad que los gobernantes le habían expropiado. Funcionan de manera horizontal y desarrollan formas alternativas (aunque escasamente desarrolladas por el momento) de representación y delegación. En las asambleas pareciera estar gestándose un nuevo contra poder. Allí se debaten absolutamente todos los temas, desde aquellos problemas específicos de cada barrio, hasta los problemas más generales que afectan al país (por ejemplo las soluciones al corralito bancario, la renuncia de la Corte Suprema, el no pago de la Deuda Externa, la estatización de la Banca y las empresas públicas privatizadas, convocatoria a una asamblea nacional constituyente, etc.) Las discusiones también conducen a la adopción medidas de acción directa, generalmente movilizaciones y nuevos cacerolazos, que se realizan casi prácticamente todos los días. Las distintas asambleas barriales de la ciudad de Buenos Aires han construido un espacio de coordinación general de todas las asambleas, con frecuencia semanal, a la que asisten delegados y vecinos con y sin mandatos de sus respectivas asambleas. 

3. Hipótesis y desafíos teórico-políticos A partir de la lectura de las tres rupturas experimentadas en el breve período que precede a este artículo, es posible plantear algunas hipótesis que invitan a pensar en las perspectivas y desafíos del nuevo movimiento social que se abre paso a través de la actual crisis orgánica que atraviesa el bloque dominante. Una primer hipótesis, dice que la crisis de la teoría de la representación política es todavía parcial e incompleta. No está claro aún que el pueblo haya decidido no confiar más en la actual clase política, y mucho menos que haya decidido gobernarse por sí mismo. Lo que se puede interpretar a partir de los cacerolazos es que está en crisis una forma de ver la política, entendida esta como el modelo tradicional de representación política, que es el régimen de los partidos y las elecciones periódicas. Pero no está descartada la posibilidad de que el bloque dominante logre generar una salida propia a la crisis de representación(7) , incluso podría ser esta un régimen de neto corte autoritario o una dictadura clásica como las que ya conoce nuestro país.

Una segunda hipótesis considera que aquella crisis orgánica no se resuelve, o se resolverá una y otra vez a favor del bloque dominante, ante la ausencia de una alternativa política del campo popular. La sociedad argentina camina hacia una agudización creciente de las contradicciones sociales, el enfrentamiento entre el bloque dominante y el campo popular (al que se suman incluso sectores de la clase media acomodada) se profundiza y se vuelve más visible. El actual gobierno del justicialismo continúa aplicando el mismo modelo neoliberal que engendró estas tensiones (el único posible dentro del capitalismo actual) y es imposible prever que esto se modifique. La crisis de representación política involucra por un lado al bloque dominante. Crisis que como ya vimos, comenzaba a expresarse en las elecciones de octubre de 2001, se confirmaba con el estallido social de diciembre, y que persiste en la actualidad, jaqueada por el movimiento de las asambleas y las luchas de desocupados y estatales. Pero aún estando en crisis la legitimidad del actual gobierno de Duhalde, el gobierno no parece haber perdido el poder que le otorga la legalidad de las instituciones. El bloque de poder conserva el control de la economía y del aparato represivo, y su capacidad de recambio aparece como ilimitada aun en un contexto de reclamos y movilizaciones permanentes. Por otro lado, la crisis de representación política también atraviesa al propio campo popular y a todos los sectores que conforman esta amplio movimiento social del Argentinazo. Hoy el pueblo no tiene representantes ni referentes dentro de la "clase política". Aunque muchas de las expresiones políticas organizadas del campo popular no estuvieron ausentes durante el Argentinazo, el pueblo se movilizó por fuera de las estructuras políticas tradicionales de los partidos y aún de los sindicatos y otros movimientos preexistentes. En última instancia, la crisis actual se define por la ausencia de una alternativa del campo popular, ya sea ésta una alternativa clásica de representación (algún agrupamiento político o conjunto de ellos) que se constituya en referente del movimiento popular; o bien una alternativa sui generis surgida del nuevo movimiento social que se está construyendo a partir de los cacerolazos y las asambleas populares, en articulación con el movimiento sindical y de desocupados. Una alternativa política debe ser una expresión de poder popular organizada que derribe y remplace al poder existente.

¿Son las asambleas barriales, por fin, el germen de una salida a aquella escisión entre los social y lo político? ¿Están en condiciones las expresiones políticas organizadas del campo popular de construir a partir de las asambleas una nueva articulación con las bases del movimiento social, respetando y alimentándose de su autonomía? ¿Podrá este nuevo movimiento ciudadano aceptar y resolver el desafío de asumir la política como única forma de transformación de la sociedad? ¿Podrán extenderse al punto de canalizar la bronca y la voluntad de cambio expresada masivamente por la gente durante los cacerolazos, hacia un nuevo contra-poder? Es evidente que las tres rupturas que desarrollamos no alcanzan a definir un rumbo unívoco de los acontecimientos. La ruptura será total a partir de que la mayoría del pueblo logre reapropiarse de la política. La construcción de una nueva alternativa política del campo popular, podrá llevar a cabo en algún momento la cuarta y última ruptura con la democracia representativa y el sistema económico que la ha engendrado. La ausencia de una articulación de la "lucha social" y la "lucha política" se presenta entonces como el principal desafío a resolver por parte de los actores políticos que buscan una transformación radical de la sociedad, no sólo en sus aspectos económicos, sino desde una concepción humanista y democrática. Las manifestaciones populares que derribaron a dos presidentes en una semana, sin duda han llevado a una parte importante del pueblo a recuperar la confianza en las utopías y las grandes empresas colectivas (cualesquiera que estas sean). Aunque objetivamente la eficacia de estas manifestaciones pareciera ser mucho más relativa (por no decir nula en cuanto al logro de soluciones), pareciera que comienza a cobrar fuerza la idea de que el pueblo debe gobernarse a sí mismo. Es una idea que así planteada despierta gran simpatía en las asambleas populares. Sin embargo, no se han desarrollado todavía las discusiones acerca de qué quiere decir esto exactamente. Y la discusión no es un tema menor, por cuanto no se está hablando de escribir un libro sino de cambiar el rumbo de la historia y refundar una sociedad y una nueva democracia. Notas: (1) Esta delegación no es algo novedoso. Ya en los orígenes de la teoría de la representación política, estas facultades eran definidas como la defensa de la vida y de la propiedad privada, que los individuos delegaban en el Estado Guardián. Más allá de las diferencias conceptuales, distintos autores de los siglos XVIII y XIX como Hobbes, Locke, Sieyés, Tocqueville, Jefferson y otros, coincidían en la necesidad de que el gobierno representativo sólo debía limitarse a estas funciones, mientras los individuos se abocaban a la búsqueda de la felicidad individual a través del comercio, la industria, las artes, etc. Por lo demás, es inseparable el origen de esta teoría con la emergencia del capitalismo y las necesidades de aquella nueva clase, la burguesía. Más tarde en el siglo XX esta concepción se fue modificando (o, mejor dicho, completando) y el Estado se vio forzado a asumir también otras funciones, el Estado Guardián se convirtió en el Estado de Bienestar, que ya no sólo debía garantizar la vida de los individuos y la propiedad privada sino también (en tanto son derechos humanos) la educación, la salud, el trabajo, etc. Como tales se hallan consagrados en las Constituciones de todos los países occidentales. En la mayoría de ellos, sin embargo, son letra muerta. (2) Esta asamblea constituye un espacio de articulación entre las diferentes expresiones organizadas del campo popular, principalmente la Central de Trabajadores Argentinos (de hegemonía socialcristiana) y la Corriente Clasista Combativa (de orientación maoísta). También participan de ella distintos partidos de izquierda, organizaciones territoriales, estudiantiles, y otros. Este espacio de unidad en la acción presenta sin embargo profundas diferencias en cuanto a los proyectos políticos que allí se disputan. (3) Diversas encuestas difundidas en los medios de comunicación daban cuenta de que los ciudadanos seguían creyendo en el sistema democrático representativo (al que se desvinculaba de la "clase política") como el mal menor frente a otras alternativas de gobierno. (4) Incluso algunos importantes comunicadores y formadores de opinión pública como Daniel Haddad y Bernardo Neustadt hicieron campaña por el voto en blanco y anulado. (5) Existe un importante proceso de lucha que en los últimos años llevan adelante distintas organizaciones políticas y movimientos de desocupados en el conurbano bonaerense, que buscan darle también una perspectiva política a la lucha de los pobres por las reivindicaciones inmediatas. Pero está claro que el saqueo de los supermercados no estuvo organizado por estos movimientos, y no es probable que hayan implicado un "salto político" en el nivel de organización de las masas. En realidad, los saqueos surgieron a partir de una mezcla de espontaneidad y agitación por parte de los punteros del PJ y se agotaron en sí mismos tan pronto dejaron de ser funcionales a las pretensiones presidencialistas de este partido, que los promovió con el objetivo de derribar a De La Rua, y los cortó de cuajo a través de operaciones de la policía y los punteros más tarde. Un dato más: distintas organizaciones de desocupados se juntaron de urgencia los día de los saqueos, y en asambleas con voto dividido se decidió no participar de los mismos. (6) En la historia del país, pocas consignas como las expresadas aquellos días 19 y 20 ("Fuera De la Rua y Cavallo") han tenido tanto consenso en todos los sectores de la sociedad argentina. (7) Cacerola en mano, un hombre exigía a viva voz "que se vayan todos los políticos", y expresaba a continuación su deseo de que "nos gobiernen los notables...". Otro hombre opinaba que "acá hay que hacer un recambio, deberían gobernarnos los empresarios jóvenes...". * Gonzalo M. Rodríguez, Miembro de la FISyP. Licenciado en Sociología. Texto publicado en "Rebeliones y Puebladas: diciembre 2001 y enero 2002. Viejos y nuevos desposeídos en Argentina". Cuadernos de la FISyP, cuaderno 7 (2° serie), enero de 2002

Fuente: http://www.alainet.org/es/active/1792

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