Crisis, estallido social y tres
momentos de ruptura
con la democracia representativa en la Argentina
¿Hacia una nueva democracia?
31 de enero de 2002
31 de enero de 2002
Por Gonzalo Rodríguez
Opinión
"Algo está por
fin empezando a cambiar. Tengo ochenta años, y por primera vez en mi vida he
visto que fue el Pueblo, y no los milicos el que echó a un gobierno..."
(Alberto, en la Asamblea popular de Olivos, domingo 20/1/2002)
1. Introducción
El regreso a la "Democracia "
en 1983 marcó no sólo el final de la Dictadura militar que desde 1976 había
implementado uno de los mayores genocidios de la historia del país. Ese momento
marcaba también la vuelta a una forma de gobierno donde el pueblo podría,
nuevamente, "elegir a sus propios representantes". La política
recobraba nueva vitalidad, miles de jóvenes se acercaban a los partidos
políticos, y la sociedad renovaba una gran expectativa en las posibilidades de la democracia. Sin
embargo, desde 1983 hasta el presente, el pueblo ha votado una cosa mientras
que los gobiernos electos han hecho sistemáticamente otra. Elección tras
elección, las promesas electorales de los partidos gobernantes se han revelado
como falsas.
Dieciocho años después de la vuelta a la "Democracia ",
la economía argentina está hecha trizas, a pesar de que las empresas
privatizadas, los bancos, las multinacionales y las grandes empresas de capital
nacional han realizado enormes ganancias extraordinarias. La concentración de
la riqueza supera año a año los niveles anteriores, a medida que aumentan la
desocupación y la
pobreza. El Estado argentino está quebrado producto de los
pagos de la Deuda
Externa , la corrupción estructural, y de quienes lo han
aprovechado para los grandes negociados privados. Como broche de oro, la banca
nacional y extranjera, en complicidad con el Estado y el gran capital, han
consumado el mayor de los saqueos de la historia argentina, habiendo hecho
"desaparecer" de un día para el otro nada menos que la casi totalidad
los ahorros de millones de argentinos.
Todos los gobiernos
desde 1983 prometieron programas que luego no sólo no se cumplieron, sino que
resultaron ser exactamente lo contrario. En sus recordados discursos, el
entonces presidente electo Raúl Alfonsín del Partido Radical, afirmaba que
"con la Democracia se come, se cura y se educa". Luego vino el Dr.
Carlos Menem del opositor Partido Justicialista, quien prometió llevar adelante
una "revolución productiva", un "salariazo" para los
trabajadores, y que no habrían privatizaciones de las empresas públicas.
También mintió, aunque logró ser reelecto al convencer a una parte importante
del pueblo de que los sacrificios habían sido necesarios, que ya había pasado
lo peor, que la copa se había llenado y el champán estaba próximo a derramarse.
Pero nada de eso sucedió. Luego vino nuevamente el radicalismo, en alianza con
la centroizquierda del Frepaso. Las promesas electorales decían que no habría
más ajuste, no más recetas neoliberales, más educación, trabajo y salud para
los argentinos. Y otra vez la mentira dijo presente.
Según el diccionario de la Real Academia Española ,
"representar" quiere decir "Sustituir a alguien o hacer sus
veces, desempeñar su función... Ser imagen o símbolo de algo, o imitarlo
perfectamente". Más allá de la ambigüedad de estas definiciones, está
claro que, al menos en el ideal del sentido común popular, el representante es
quien debiera hacer "lo que uno le ha pedido que haga", es decir, si
fuera uno mismo quien gobierna. Si a la luz de los hechos está claro que la voluntad
de millones de ciudadanos expresada a través del voto, no es respetada por los
supuestos representantes, se revela entonces que la democracia representativa
no es un mecanismo de representación, sino un mecanismo de expropiación de la
voluntad popular. Esto quiere decir que los ciudadanos, creyendo haber
designado sus "representantes" y haberles dado un mandato, lo que han
hecho en realidad es delegar en ellos sus facultades.(1) Una vez expropiada en
manos de los representantes, la voluntad popular se encuentra sujeta a
modificaciones; puede ser (y generalmente será) rediscutida, modificada y,
recién entonces, ejecutada.
Este funcionamiento perverso de la democracia representativa no es
una anormalidad, pues está consagrado nada menos que por la Constitución Nacional
de la
República Argentina. En su artículo 22, ésta dice que El
pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y
autoridades creadas por esta Constitución. Toda fuerza armada o reunión de
personas que se atribuya los derechos del pueblo y peticione a nombre de éste,
comete delito de sedición. Este artículo es el que le otorga legalidad a la
traición de los representantes. La legitimidad de este accionar, indispensable
para que el sistema funcione de modo normal, proviene de la ficción de que son
los ciudadanos quienes deciden, y quienes eventualmente se equivocan al elegir
mal a sus representantes. Si no es el pueblo ¿quién es entonces el verdadero
soberano? ¿Es que los representantes no representan a nadie? Debemos recordar
aquí que detrás de la separación entre la política y la economía, lo que existe
es una división de funciones, y el Estado burgués aparece como el garante del
proceso de acumulación capitalista.
El poder lo reciben del pueblo, y el mandato que cumplen los
gobernantes es el del gran capital y sus organismos financieros
internacionales. Allí son elaboradas las recetas económicas neoliberales que se
han impuesto en la Argentina desde, cuando menos, el regreso a la democracia. La Argentina
está en presencia de una situación donde la "clase política" y el
propio capitalismo, aún sin quererlo, ha terminado destruyendo su propia fuente
de legitimidad. Harían falta diez libros para completar el sombrío panorama de
la situación social y económica que atraviesa la Argentina, pero basta observar
que dicha situación fue conformando con el correr de los años la base de un
incipiente descontento popular. Descontento que, huelga abundar en detalles,
tuvo como consecuencia el auge de importantes luchas populares que atraviesan
toda la geografía del país en los últimos años, dando lugar a grados crecientes
de organización popular, como lo expresa la conformación de la Asamblea Nacional
Piquetera (2) a mediados de 2001.
Pero las últimas
medidas económicas del gobierno de De La Rua (bancarización forzada de las
transacciones primero, y confiscación de los depósitos mediante el corralito
bancario después, agravado luego por los efectos de la devaluación)
determinaron el despertar político de un sector, las clases medias urbanas, que
hasta entonces habían aceptado impávidas las consecuencias del modelo
neoliberal. 2. Los tres momentos de ruptura con la democracia representativa A
partir de los últimos meses de 2001, se han venido sucediendo una serie de
hechos que implican un salto cualitativo respecto a las diferentes expresiones
del descontento popular conocidas hasta entonces. Acontecimientos que expresan
profundas rupturas no sólo con el modelo económico neoliberal dominante, sino
con el sistema democrático representativo y aquella ficción de la
representación política, y que, según el interrogante que orienta este trabajo,
pueden estar inaugurando una nueva perspectiva en la construcción de un modelo
distinto de verdadera democracia popular. Los tres momentos a los que nos
referimos son:
1) las elecciones legislativas de octubre de 2001;
2) las movilizaciones espontáneas y el reclamo popular que obligaron
a renunciar a dos presidentes entre el 20 y el 31 de diciembre de 2001; y
3) desde ese momento, el surgimiento y multiplicación de las
asambleas populares barriales.
2.1 El primer momento de ruptura
En el mes de
octubre de 2001 se desarrollan las elecciones para cargos legislativos de las
cámaras de diputados y senadores nacionales y provinciales. Tanto la alianza
política gobernante como el principal partido de oposición el Partido
Justicialista, decrecen su caudal de votos en términos absolutos. Más
significativo aún es la enorme cantidad de votos en blanco y anulados (20% en
todo país el país, 30% en Buenos Aires y casi el 40% en Rosario) y el voto
"no presencial" (aquellos ciudadanos que expresaron su disconformidad
desertando de los comicios). Este es el llamado "voto bronca", al que
se suma además el notable crecimiento de las diferentes agrupaciones de
izquierda que por primera vez en muchos años logran tres bancas en el Congreso
Nacional y en varias legislaturas provinciales. Los resultados de aquellas
elecciones dan cuenta de un nuevo escenario caracterizado por una crisis de
representación, y expresan entonces una primer gran ruptura entre el sentir, el
pensar y el hacer de los ciudadanos, respecto de los mecanismos legitimadores
de la expropiación de la voluntad popular. Prácticamente la mitad de la
población adulta no se siente representada por nadie, y se niega a delegar en
los partidos políticos las facultades de ejercer el gobierno. El pueblo
comenzaba así a cuestionar nada menos que el fundamento mismo del sistema
representativo: el momento del "contrato" donde a través del voto los
sujetos aceptan que otros gobiernan mientras que ellos obedecen. Pero aquí se
abrían otros nuevos interrogantes. Este cuestionamiento ¿estaba poniendo en
crisis el sistema democrático representativo como tal? ¿o sólo a los miembros
de aquella "clase política" que circunstancialmente encarnaban la
personificación del sistema democrático?(3) Y por otro lado, es cierto también
que las distintas manifestaciones del "voto bronca" fueron muy
heterogéneas en cuanto a sus contenidos, los había por derecha(4) , por centro
y por izquierda.
2.2 El segundo momento de ruptura
Al segundo momento de ruptura lo identificamos con el estallido
social que se inicia en la semana del lunes 17 de diciembre de 2001, y que
tiene su apogeo en los días miércoles 19 y jueves 20. El estallido tiene como
protagonistas a cientos de miles, tal vez millones, de personas cuya
movilización tiene como desenlace nada menos que el derrocamiento de dos
presidentes de la república, y un ministro de economía (un
"intocable" del neoliberalismo, el FMI y el poder financiero mundial)
en el corto período de una semana. Este verdadero Argentinazo tiene dos caras.
Los masivos saqueos a supermercados con los que se inicia la semana del 17 de
diciembre y los cacerolazos (protagonizados mayoritariamente por las clases
medias) que estallaron los días 19 y 20. Sin banderas e identificaciones
políticas, la gente salió a reapropiarse del espacio público, cortando calles,
avenidas y ocupando las plazas más emblemáticas del país. Así es como se ha
instalando una nueva modalidad de manifestación pública de masas bautizada por
la cultura popular como "el cacerolazo". Aunque la rebelión de las
clases medias coincidió temporalmente con el estallido de los sectores más
pobres de las periferias urbanas, ambas protestas se diferenciaron claramente en
cuanto a su composición social, a las metodologías de la protesta y a los
alcances políticos y las perspectivas inauguradas por la movilización .
Mientras el argentinazo de los saqueos se agotó (al menos por ahora) en el
reclamo y de medios para la subsistencia
inmediata, el argentinazo de las clases medias logra proyectarse más allá de
los reclamos económicos inmediatos (devolución de los depósitos) hacia un
cuestionamiento global del régimen político y económico existente. En el
cacerolazo, la manifestación se construye alrededor de la identificación de los
participantes como "vecinos". Los vecinos de los barrios se agrupan
cortando una calle, generalmente en alguna zona de tránsito o cruce de avenidas
importante del barrio, a golpear cacerolas, utensilios afines, u otros recursos
tomados del mobiliario urbano circundante. Eventualmente, el cacerolazo puede
incluir la quema de cubiertas o de basura. En un primer momento, el cacerolazo
es solamente una instancia a través de la cual se pretende hacer visible algún
tipo de reclamo común sentido por todos los presentes, de catarsis colectiva
donde manifestar la
bronca. Sin embargo, el cacerolazo ha venido a ser también un
espacio de encuentro con el otro vecino, de verse las caras, de recomposición
de lazos de solidaridad. Lo más novedoso de este tipo de manifestación es que
los cacerolazos de aquel inicio del estallido fueron totalmente espontáneos. De
todas maneras, a partir de entonces los cacerolazos han ido perdiendo su
espontaneidad, especialmente a causa del surgimiento de las asambleas
populares. Comienzan a ser éstas las que se ocupan de convocar los cacerolazos
y procuran eventualmente coordinarlos con otros barrios y organizaciones (por
ejemplo los cacerolazos en Tribunales los días jueves, los escarches a
instituciones bancarias, el cacerolazo nacional convocado para el día viernes
24 de enero, etc.)
La eficacia (definida esta como su masividad) de los
cacerolazos ha consistido principalmente en la accesibilidad de esta forma de
protesta para "el común" de los ciudadanos; cada quien no tiene más
que salir de su casa con su cacerola y encontrarse allí en un pie de igualdad
con otras personas que son sus vecinos de siempre. También ayuda en la eficacia
la simplicidad de las reivindicaciones presentes en el reclamo, de escaso
contenido político y elevado consenso popular(6) . Por último, existe un
elevado efecto de contagio, los cacerolazos se multiplican abarcando la
totalidad del territorio de la ciudad y en un mismo horario, la protesta
adquiere un carácter generalizado ¿Qué elemento detonante ha desencadenado los
cacerolazos masivos de la semana en cuestión? La psicología social seguramente
estará abocada al estudio de este fenómeno, aunque por ahora es posible
identificar la función de los medios
masivos de comunicación, en la medida que difundieron los cacerolazos,
favorecieron el efecto de contagio. Otras imágenes difundidas, como el
anteúltimo discurso presidencial de De la Rua, fue el principal detonante de la
bronca popular contenida en el primer gran cacerolazo del día 19. La
composición política e ideológica de los manifestantes en los cacerolazos es
muy heterogénea. No está permitida la exhibición de banderas de agrupaciones
políticas. Los propios participantes del cacerolazo se encargan de reprimirlo,
y las agrupaciones políticas enseguida aceptaron estas reglas de juego. Al no
ser los cacerolazos una forma de participación popular reconocida dentro del
régimen de la democracia representativa; al no haber sido estos organizados por
partidos políticos u otras organizaciones reconocidas por el sistema
representativo; al no haber existido referentes políticos con quien se
identificaran las movilizaciones; más aún, habiendo sido el derrocamiento de
dos presidentes constitucionales su principal y más claro objetivo, los
cacerolazos constituyen pues el segundo gran momento de ruptura con la
legalidad y legitimidad de la democracia representativa. El pueblo argentino
había ejercido durante aquella semana su primer acto de gobierno...
2.3 El tercer momento de ruptura ...y ahora
empezaba a deliberar. En el corto período de un mes, han surgido alrededor
de 30 asambleas barriales en la Capital Federal y una cantidad no determinada en
otros partidos del conurbano y en el interior del país. Algunas asambleas surgieron
tempranamente, durante el segundo día del la revuelta popular. A un mes del
estallido, las asambleas populares se siguen multiplicando y no es posible
prever cuál será su techo. Las asambleas populares surgen del espacio mismo
donde se han autoconvocado los vecinos a participar de los cacerolazos. A
diferencia de los cacerolazos, las asambleas son impulsadas por organizaciones
políticas, militantes de otros movimientos y organizaciones barriales y
sindicales, estudiantes universitarios con experiencia en asambleas
estudiantiles, ex militantes de organizaciones políticas, etc. Sin embargo, la
masiva participación de vecinos excede largamente a los militantes, adquiriendo
realmente un carácter autónomo que las aproximan a la definición de un nuevo movimiento
social. La auto identificación como "vecinos" es una manifestación de
esta búsqueda de nuevas identidades colectivas que puedan contener a la
heterogeneidad de sujetos presentes, y cada asamblea lleva entonces el nombre
del barrio o de la plaza donde se reúnen. Por el momento, las asambleas no
presentan la masividad que tuvieron los cacerolazos. Una de las mayores
dificultades que presentan las asambleas populares es el generalizado rechazo o
desconfianza hacia la política que todavía existe. En el imaginario popular,
política es sinónimo de partidos políticos. Sobre este punto suelen
desarrollarse las primeras discusiones en las asambleas ¿pueden participar los
partidos políticos? ¿sólo los partidos hacen política o todos estamos haciendo
política a partir del momento que nos juntamos para discutir y tomar acciones
para solucionar nuestros problemas? Se percibe esta dificultad de los de
asumirse como sujetos políticos, aunque de a poco la discusión al respecto se
va saldando en el sentido de asumir la necesidad de la política y reconocer
positivamente la participación de los partidos y otras organizaciones.
Las asambleas populares constituyen una ruptura clave con el
sistema de la democracia representativa, cualitativamente distinta a las dos
rupturas anteriores A través de ellas, el pueblo procura reapropiarse de la
propia voluntad que los gobernantes le habían expropiado. Funcionan de manera
horizontal y desarrollan formas alternativas (aunque escasamente desarrolladas
por el momento) de representación y delegación. En las asambleas pareciera
estar gestándose un nuevo contra poder. Allí se debaten absolutamente todos los
temas, desde aquellos problemas específicos de cada barrio, hasta los problemas
más generales que afectan al país (por ejemplo las soluciones al corralito
bancario, la renuncia de la
Corte Suprema , el no pago de la Deuda Externa , la
estatización de la Banca y las empresas públicas privatizadas, convocatoria a
una asamblea nacional constituyente, etc.) Las discusiones también conducen a
la adopción medidas de acción directa, generalmente movilizaciones y nuevos
cacerolazos, que se realizan casi prácticamente todos los días. Las distintas
asambleas barriales de la ciudad de Buenos Aires han construido un espacio de
coordinación general de todas las asambleas, con frecuencia semanal, a la que
asisten delegados y vecinos con y sin mandatos de sus respectivas asambleas.
3.
Hipótesis y desafíos teórico-políticos A partir de la lectura de las tres
rupturas experimentadas en el breve período que precede a este artículo, es
posible plantear algunas hipótesis que invitan a pensar en las perspectivas y
desafíos del nuevo movimiento social que se abre paso a través de la actual
crisis orgánica que atraviesa el bloque dominante. Una primer hipótesis, dice
que la crisis de la teoría de la representación política es todavía parcial e
incompleta. No está claro aún que el pueblo haya decidido no confiar más en la
actual clase política, y mucho menos que haya decidido gobernarse por sí mismo.
Lo que se puede interpretar a partir de los cacerolazos es que está en crisis
una forma de ver la política, entendida esta como el modelo tradicional de
representación política, que es el régimen de los partidos y las elecciones
periódicas. Pero no está descartada la posibilidad de que el bloque dominante
logre generar una salida propia a la crisis de representación(7) , incluso
podría ser esta un régimen de neto corte autoritario o una dictadura clásica
como las que ya conoce nuestro país.
Una segunda hipótesis considera que
aquella crisis orgánica no se resuelve, o se resolverá una y otra vez a favor
del bloque dominante, ante la ausencia de una alternativa política del campo
popular. La sociedad argentina camina hacia una agudización creciente de las
contradicciones sociales, el enfrentamiento entre el bloque dominante y el
campo popular (al que se suman incluso sectores de la clase media acomodada) se
profundiza y se vuelve más visible. El actual gobierno del justicialismo
continúa aplicando el mismo modelo neoliberal que engendró estas tensiones (el
único posible dentro del capitalismo actual) y es imposible prever que esto se
modifique. La crisis de representación política involucra por un lado al bloque
dominante. Crisis que como ya vimos, comenzaba a expresarse en las elecciones
de octubre de 2001, se confirmaba con el estallido social de diciembre, y que
persiste en la actualidad, jaqueada por el movimiento de las asambleas y las
luchas de desocupados y estatales. Pero aún estando en crisis la legitimidad
del actual gobierno de Duhalde, el gobierno no parece haber perdido el poder
que le otorga la legalidad de las instituciones. El bloque de poder conserva el
control de la economía y del aparato represivo, y su capacidad de recambio
aparece como ilimitada aun en un contexto de reclamos y movilizaciones
permanentes. Por otro lado, la crisis de representación política también
atraviesa al propio campo popular y a todos los sectores que conforman esta
amplio movimiento social del Argentinazo. Hoy el pueblo no tiene representantes
ni referentes dentro de la "clase política". Aunque muchas de las
expresiones políticas organizadas del campo popular no estuvieron ausentes
durante el Argentinazo, el pueblo se movilizó por fuera de las estructuras
políticas tradicionales de los partidos y aún de los sindicatos y otros
movimientos preexistentes. En última instancia, la crisis actual se define por
la ausencia de una alternativa del campo popular, ya sea ésta una alternativa
clásica de representación (algún agrupamiento político o conjunto de ellos) que
se constituya en referente del movimiento popular; o bien una alternativa sui
generis surgida del nuevo movimiento social que se está construyendo a partir
de los cacerolazos y las asambleas populares, en articulación con el movimiento
sindical y de desocupados. Una alternativa política debe ser una expresión de
poder popular organizada que derribe y remplace al poder existente.
¿Son las asambleas barriales, por fin, el germen de una salida a
aquella escisión entre los social y lo político? ¿Están en condiciones las
expresiones políticas organizadas del campo popular de construir a partir de
las asambleas una nueva articulación con las bases del movimiento social,
respetando y alimentándose de su autonomía? ¿Podrá este nuevo movimiento
ciudadano aceptar y resolver el desafío de asumir la política como única forma
de transformación de la sociedad? ¿Podrán extenderse al punto de canalizar la
bronca y la voluntad de cambio expresada masivamente por la gente durante los
cacerolazos, hacia un nuevo contra-poder? Es evidente que las tres rupturas que
desarrollamos no alcanzan a definir un rumbo unívoco de los acontecimientos. La
ruptura será total a partir de que la mayoría del pueblo logre reapropiarse de la política. La
construcción de una nueva alternativa política del campo popular, podrá llevar
a cabo en algún momento la cuarta y última ruptura con la democracia
representativa y el sistema económico que la ha engendrado. La ausencia de una
articulación de la "lucha social" y la "lucha política" se
presenta entonces como el principal desafío a resolver por parte de los actores
políticos que buscan una transformación radical de la sociedad, no sólo en sus
aspectos económicos, sino desde una concepción humanista y democrática. Las
manifestaciones populares que derribaron a dos presidentes en una semana, sin
duda han llevado a una parte importante del pueblo a recuperar la confianza en
las utopías y las grandes empresas colectivas (cualesquiera que estas sean).
Aunque objetivamente la eficacia de estas manifestaciones pareciera ser mucho
más relativa (por no decir nula en cuanto al logro de soluciones), pareciera
que comienza a cobrar fuerza la idea de que el pueblo debe gobernarse a sí
mismo. Es una idea que así planteada despierta gran simpatía en las asambleas
populares. Sin embargo, no se han desarrollado todavía las discusiones acerca
de qué quiere decir esto exactamente. Y la discusión no es un tema menor, por
cuanto no se está hablando de escribir un libro sino de cambiar el rumbo de la
historia y refundar una sociedad y una nueva democracia. Notas: (1) Esta
delegación no es algo novedoso. Ya en los orígenes de la teoría de la
representación política, estas facultades eran definidas como la defensa de la
vida y de la propiedad privada, que los individuos delegaban en el Estado
Guardián. Más allá de las diferencias conceptuales, distintos autores de los
siglos XVIII y XIX como Hobbes, Locke, Sieyés, Tocqueville, Jefferson y otros,
coincidían en la necesidad de que el gobierno representativo sólo debía
limitarse a estas funciones, mientras los individuos se abocaban a la búsqueda
de la felicidad individual a través del comercio, la industria, las artes, etc.
Por lo demás, es inseparable el origen de esta teoría con la emergencia del
capitalismo y las necesidades de aquella nueva clase, la burguesía. Más
tarde en el siglo XX esta concepción se fue modificando (o, mejor dicho,
completando) y el Estado se vio forzado a asumir también otras funciones, el
Estado Guardián se convirtió en el Estado de Bienestar, que ya no sólo debía
garantizar la vida de los individuos y la propiedad privada sino también (en
tanto son derechos humanos) la educación, la salud, el trabajo, etc. Como tales
se hallan consagrados en las Constituciones de todos los países occidentales.
En la mayoría de ellos, sin embargo, son letra muerta. (2) Esta asamblea
constituye un espacio de articulación entre las diferentes expresiones
organizadas del campo popular, principalmente la Central de Trabajadores
Argentinos (de hegemonía socialcristian a)
y la
Corriente Clasista Combativa (de orientación maoísta).
También participan de ella distintos partidos de izquierda, organizaciones
territoriales, estudiantiles, y otros. Este espacio de unidad en la acción
presenta sin embargo profundas diferencias en cuanto a los proyectos políticos
que allí se disputan. (3) Diversas encuestas difundidas en los medios de comunicación daban cuenta de que los
ciudadanos seguían creyendo en el sistema democrático representativo (al que se
desvinculaba de la "clase política") como el mal menor frente a otras
alternativas de gobierno. (4) Incluso algunos importantes comunicadores y
formadores de opinión pública como Daniel Haddad y Bernardo Neustadt hicieron
campaña por el voto en blanco y anulado. (5) Existe un importante proceso de
lucha que en los últimos años llevan adelante distintas organizaciones
políticas y movimientos de desocupados en el conurbano bonaerense, que buscan
darle también una perspectiva política a la lucha de los pobres por las reivindicaciones
inmediatas. Pero está claro que el saqueo de los supermercados no estuvo
organizado por estos movimientos, y no es probable que hayan implicado un
"salto político" en el nivel de organización de las masas. En
realidad, los saqueos surgieron a partir de una mezcla de espontaneidad y
agitación por parte de los punteros del PJ y se agotaron en sí mismos tan
pronto dejaron de ser funcionales a las pretensiones presidencialistas de este
partido, que los promovió con el objetivo de derribar a De La Rua, y los cortó
de cuajo a través de operaciones de la policía y los punteros más tarde. Un
dato más: distintas organizaciones de desocupados se juntaron de urgencia los
día de los saqueos, y en asambleas con voto dividido se decidió no participar
de los mismos. (6) En la historia del país, pocas consignas como las expresadas
aquellos días 19 y 20 ("Fuera De la Rua y Cavallo") han tenido tanto
consenso en todos los sectores de la sociedad argentina. (7) Cacerola en mano,
un hombre exigía a viva voz "que se vayan todos los políticos", y
expresaba a continuación su deseo de que "nos gobiernen los
notables...". Otro hombre opinaba que "acá hay que hacer un recambio,
deberían gobernarnos los empresarios jóvenes...". * Gonzalo M. Rodríguez, Miembro de la FISyP. Licenciado
en Sociología. Texto publicado en "Rebeliones y Puebladas: diciembre 2001 y
enero 2002. Viejos y nuevos desposeídos en Argentina". Cuadernos de la
FISyP, cuaderno 7 (2° serie), enero de 2002
Fuente: http://www.alainet.org/es/active/1792
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