En atención a ese objetivo, la «reforma
agraria integral» enfoca
la tierra
que
hoy "ya no es de ninguna manera ni sólo la agricultura, ni sólo el territorio –
es la reserva de la biodiversidad – que es un problema completamente diferente.
Es la reserva agrícola, la reserva del agua, los acuíferos, y es también la
tierra que hoy es la base de la gran orgía de los recursos naturales en la que
nos encontramos. Todo el extractivismo vino también a territorializar las
relaciones económicas y políticas y es ésa la gran contradicción de la
globalización, ya que se pensaba que ésta iba a desterritorializar todo".
Democratizar el territorio, democratizar el espacio. Entrevista a Boaventura de Sousa Santos
Por Susana Caló
(...)Para los pueblos indígenas el territorio no es simplemente la
tierra agrícola, sino la raíz misma de su identidad cultural. Son sus
antepasados, su cultura, sus árboles sagrados, sus ríos sagrados, es, por lo
tanto, toda una memoria histórica que fue destruida o casi destruida por el
colonialismo y el capitalismo, y que ellos quieren recuperar. Y
recuperaron al punto de que en la
Constitución de Bolivia de 2009 y en
la de Ecuador de 2008 se asumió la idea de que los pueblos son plurinacionales,
es decir, que los pueblos indígenas tienen derecho a una autonomía territorial,
también en términos geopolíticos. No son territorios independientes, pero tienen
una autonomía que no es apenas la autonomía que posee la región de Madeira, por
poner un ejemplo, es otro tipo de autonomía que no es meramente administrativa o
política de carácter euro-céntrico, sino que se asienta en el reconocimiento de
que hay otras cosmovisiones, otras culturas, otras formas de administrar el
territorio, que deben ser reconocidas como tal. Por lo tanto, la lucha por la
tierra y por el territorio, hoy, es una lucha contra la herencia colonialista y
capitalista en este espacio.
Susana Caló –
Las luchas en torno al derecho a la tierra y al territorio han sido uno de los
principales tópicos de diversos movimientos sociales por el mundo entero, contra
aquello que se designa de fascismo territorial – formas de dominación y
explotación del territorio con carácter colonial – y defendiendo también
concepciones ecológicas de la territorialidad, véase el caso del petróleo o de
la extracción minera. ¿Le parece imposible la implementación con suceso de
reformas agrarias, así como su mantenimiento, frente a presiones capitalistas?
Boaventura de Sousa Santos –
Es una excelente pregunta porque la cuestión de la tierra y del territorio mudó
y no apenas en la dimensión en la que hablamos, es decir, de una lucha por una
distribución de la tierra como un recurso agrícola para una construcción
política de un territorio con una identidad cultural propia.
Pero la tierra,
hoy, ya no es de ninguna manera ni sólo la agricultura, ni sólo el territorio –
es la reserva de la biodiversidad – que es un problema completamente diferente.
Es la reserva agrícola, la reserva del agua, los acuíferos, y es también la
tierra que hoy es la base de la gran orgía de los recursos naturales en la que
nos encontramos. Todo el extractivismo vino también a territorializar las
relaciones económicas y políticas y es esa la gran contradicción de la
globalización, ya que si se pensaba que ésta iba a desterritorializar todo: hoy
viajamos, los productos son hechos en cualquier parte del mundo, el reloj es
hecho es seis partes del mundo, ¿qué interés tiene el territorio? Parece que
ninguno pero, al mismo tiempo, una
serie de factores nos obligan a pensar que al final la desterritorialización es
apenas uno de los lados de nuestra condición. El otro lado es, en contraposición
a ella, la reterritorialización… Hay cosas fundamentales que sólo pueden ser
producidas en ciertos lugares: la grabadora que estamos usando, su ordenador que
tiene metales especiales raros que sólo existen en ciertos lugares, etc. Tenemos
nuevamente en América Latina y África una carrera por los recursos naturales que
ejerce una enorme presión sobre la tierra y que crea un nuevo conflicto entre
aquellos que quieren la tierra para extraer los minerales y los agricultores y
campesinos que allí viven.
Yo acabo de regresar de Mozambique y vi exactamente eso, las
grandes empresas como la Rio Tinto o la
Vale do Rio Doce están desalojando a
poblaciones enteras para expandir sus minas de carbón. Aquí, la tierra no es
para la agricultura, aquí, la tierra es para la explotación minera. Y también
tenemos hoy otro problema que es lo que las Naciones Unidad designan ya como
“land grabbing” que es la acumulación de tierra, la compra y la ocupación masiva
de la tierra por países extranjeros y no sólo por empresas. Este es el caso de
Arabia Saudí, y de Kuwait que han comprado grandes extensiones de tierra en
África como reserva alimentar y reserva de agua. Por este motivo, la tierra hoy
está dentro de una geopolítica del territorio mucho
más compleja que aquella que habíamos construido anteriormente como el mundo
rural.
Ahora, su referencia al fascismo territorial coloca otra cuestión que me ha tenido muy ocupado. Yo realicé mi tesis doctoral en la Universidad de Yale, mi trabajo de campo fue vivir en una favela de Rio de Janeiro, precisamente para intentar analizar las relaciones sociales y el espacio social dentro de una favela donde vivían 60.000 personas. Fue ahí que desperté para la idea del fascismo territorial. Las propias ciudades son hoy atravesadas por una lógica de territorio que acaba por fracturarlas, creando dentro de las ciudades una línea abismal entre las zonas que yo llamo civilizadas, las urbanizaciones que son cada vez más contra el espacio público (urbanizaciones privadas), y las zonas salvajes donde viven las clases populares en los suburbios, en los guetos y en las favelas. Estas zonas salvajes obviamente proliferan en el mundo, una vez que las ciudades no poseen la capacidad de acomodar de una manera urbanísticamente razonable, social y políticamente decente a las poblaciones que llegan a las ciudades huyendo de la violencia rural, de la desertificación, de la guerra, o de la ocupación salvaje de sus tierras.
Es por eso que existen todas esas formas de fascismo
territorial, que constituyen una división dentro de los países que son
homogéneos desde el punto de vista político, (en el que las leyes son las
mismas) pero en el que, sin embargo, la policía es capaz de actuar de una forma
totalmente diferente dependiendo del lado de la línea, según considere el
territorio enemigo o no, civilizado o salvaje. Es decir, en la construcción de nuestros países, estamos
asumiendo conceptos que eran conceptos de guerra contra los extranjeros. El
territorio del enemigo interno puede ser una favela, un barrio de lata, pueden
ser grupos terroristas o llamados terroristas. Los propios territorios internos
de los países están hoy sujetos a formas de geopolítica interna que parecen una
importación de relaciones internacionales para el propio territorio. Así,
tenemos también territorios que dentro del propio país reproducen relaciones
coloniales, que es un concepto que viene de los años 60, de la
América Latina, de un gran sociólogo llamado Pablo González Casanova que habrá
sido probablemente uno de los primeros en escribir sobre el colonialismo
interno.
Cuando los países latinoamericanos se independizaron, el
colonialismo no terminó porque la independencia no fue conquistada o entregada a
las poblaciones originarias, pero si a los descendientes de los colonos que
habían ido para allí. Y estos fueron en ocasiones más racistas que los propios
colonos. En algunos países el genocidio de indígenas fue superior después de la
independencia dando lugar a la creación de relaciones internas de colonialismo.
Susana Caló – Ha
trabajado mucho sobre la importancia de hacer visibles y valorizar la diversidad
de saberes e de experiencias del mundo en la perspectiva de las epistemologías
del Sur. La creciente relevancia política de los movimientos indígenas de
América del Sur ha abierto el camino al diálogo y a la coexistencia entre
diferentes saberes y modos de vida. ¿Cómo ve estos avances?
Boaventura de Sousa Santos –
Estos nuevos protagonismos políticos que han surgido en América Latina dejaron
una cosa clara. Que para ciertos grupos sociales no hay dignidad sin territorio.
Es la gran reivindicación de los pueblos indígenas que no imaginan el respeto de
su cultura y de sus saberes sin el respeto por sus territorios, porque sus
saberes están inscritos en sus territorios. Por lo tanto,
no hay cualquier
posibilidad de garantizar su dignidad sin garantizar la autonomía territorial.
Este reconocimiento es un gran avance histórico. ¿Está en peligro ese avance?
Si, ha sido siempre contestado y está en peligro en los países que precisamente
progresaran en dirección a ese reconocimiento.
Son los casos de Bolivia y de Ecuador porque, si políticamente existe este reconocimiento debido al protagonismo de estos movimientos sociales y una consagración constitucional, por otro lado, esto ocurre en un auge de presión neo-liberal por los recursos naturales debido sobre todo al desarrollo de China. Y por lo tanto, China va a provocar lo que llamamos de reprimarización de la economía, es decir, una vuelta a aquella idea, que es la maldición de América Latina desde el colonialismo, de que América Latina exporta naturaleza, exporta commodities, exporta recursos naturales, exporta materias primas, y no bienes industriales.
Países enteros intentaron salir de esa maldición, como es el caso de Brasil. Y el propio Brasil, en este momento, está explotando más los bienes primarios que los bienes industriales. Esto por la presión del desarrollo chino y de otras presiones internacionales sobre los productos alimenticios y la especulación sobre los minerales y por consiguiente, la presión sobre la tierra y el territorio está haciendo con que todas las conquistas políticas estén siendo minadas por los propios gobiernos que las instituyeron. Porque las presiones del neo-liberalismo, de las agencias internacionales, del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial, de la Organización Mundial del Comercio, les están diciendo que su ventaja comparada son los recursos minerales y que deben ser explotados ya. Por este motivo, iniciativas extraordinarias que habían sido diseñadas para este continente están retrocediendo como, por ejemplo, una gran iniciativa de Ecuador que pretendía alterar por completo el modelo de desarrollo basado en el extractivismo, renunciando a la explotación petrolífera en un territorio que es un territorio indígena. Es el territorio de mayor diversidad del mundo y se llama Yasuní- ITT que es un parque nacional grande y en el que Ecuador se propone no extraer el petróleo para proteger la biodiversidad y a los pueblos indígenas, pero pidiendo a la comunidad internacional que indemnice a Ecuador por la mitad de las pérdidas que va a tener por renunciar a la explotación del petróleo. Esto es algo totalmente nuevo, una innovación extraordinaria para el mundo, pero es evidente que el mundo desarrollado, que es el que podía financiar este proyecto, no sólo no tenía mucha voluntad política, como entró en una crisis financiera y, por consiguiente, comienza a ser evidente que este proyecto Yasuní- ITT no va a seguir adelante.
Aquí está una gran innovación basada en una nueva idea de
territorio. Porque el problema es que para la lógica capitalista, ahora
neo-liberal, pero capitalista desde siempre, el territorio sólo es válido en la
medida en que es explotado. Un territorio dejado a su suerte, es decir, que no
es explotado, no tiene valor comercial y el capitalismo no entiende la lógica de
los campesinos. Para la lógica campesina está muy claro: la tierra se cansa,
por este motivo, la gente tiene varias parcelas de tierra y en un año se planta
en una y en el otro en otra, para que la tierra descanse. Lo que el capitalismo
no acepta es que la tierra descanse, como tampoco acepta que descanse el
trabajador. ¿Cuál fue la innovación? Obviamente los fertilizantes, los
insecticidas y los pesticidas que han conseguido que la tierra está siempre en
constante producción. Esta es una gran alteración que se da a principios del
siglo XX en la concepción que nosotros tenemos de la tierra, porque
anteriormente había una concepción, si se quiere, más humana del territorio y de
la tierra.
Susana Caló -
¿A qué nos referimos si hablamos de la importancia de defender y promover un
diálogo horizontal de los saberes y de las prácticas en Europa en el contexto
actual? ¿Cómo se traducen esas problemáticas para Europa? ¿Puede el problema ser
colocado de la misma manera en Europa y en América del Sur?
Boaventura de Sousa Santos –
Esas son las preguntas que pretendo responder en un gran proyecto europeo,
financiado por el European Research Council, que estoy comenzando, el proyecto
ALICE (http: // alice.ces.uc.pt/en /). Llegué a la conclusión en mi trabajo de
que el Norte Global y Europa en especial, tienen muy poco que enseñar al mundo y
que el colonialismo los incapacitó para aprender con la experiencia del mundo.
El colonialismo creó una arrogancia tal en el continente europeo, que se
desprecian todas las innovaciones que puedan venir del Sur Global, porque en el
fondo siempre fueron considerados inferiores. La reacción a cualquier cosa que
venga de Brasil es “ah, esto viene de Brasil, no se aplica a nosotros”, y si
viene de la India, peor aún. Ahora
bien, yo defiendo que puede existir un aprendizaje. No se trata de una lección
del Sur, no es una inversión tipo “ahora el Sur enseña al Norte”, sino que se
trata de intentar crear un clima intelectual en Europa – y ahí son fundamentales
para mí las epistemologías del Sur y la ecología de los saberes, a la par de los
conceptos paralelos que estoy usando, que son la sociología de las ausencias, de
las emergencias, y de la traducción intercultural – un contexto epistemológico
que, en el fondo, permita a Europa reconocer más experiencias del mundo y
valorizar sus orígenes. ¿Cómo se
hace esto? Reconociéndolas en sus propios términos, según los criterios de
validez cognitiva y normativa en que se desarrollaron y, por consiguiente, sin
depender apenas del filtro del conocimiento y de la normativa eurocéntrica.
Cuando examino una economía indígena, yo la examino desde el punto de vista de aquello que ella consigue traer en términos de preservación de la biodiversidad y cultivo de la tierra. Siempre existirán extractivistas, en la selva, en el Amazonas. El gran activista brasileño, Chico Mendes, asesinado por latifundiarios, era un extractivista, siringuero, pero ecológicamente orientado. Es decir, fueron siempre los indígenas, los siringueros, y las poblaciones en las riberas del Amazonas, las que utilizaron de una manera ecológicamente sustentable la floresta y los recursos naturales. Ahora bien, las epistemologías del Norte privilegian formas de conocimiento y de actuación orientadas para que apenas interese saber cuánto es lo que se produce por año y cuánto más se puede producir.
Por eso, una de las cinco ecologías tratadas en A Gramática do Tempo es la ecología de las productividades. Implica tener otro concepto de productividad de la tierra que no el meramente basado en el ciclo de producción que promueve el uso negligente de pesticidas. Existe aquí una gran transformación en donde la conquista de la diversidad y de la biodiversidad están en el punto de mira de un desarrollo neoliberal.
Recientemente tuve dos experiencias personales de gran impacto: la
que ya mencioné, en Mozambique, donde fui informado de la expulsión de
poblaciones campesinas de sus tierras para avanzar con el proceso de extracción
mineral y, otra, cuando atravesé la
Pampa argentina en mayo, totalmente
conquistada por la cultura de la soja transgénica y los pesticidas. Pasamos por
allí y no nos ocurrió nada, pero ya existe una consecuencia perversa y trágica:
Río Cuarto, que es una ciudad de la
Pampa, y Córdoba, que eran los grandes centros de la producción de miel, vieron
como caían sus producciones. La miel acabó porque las abejas fueron todas
envenenadas al alimentarse de polen transgénico.
Por lo que, estas luchas,
tienen una triple dimensión. Tienen una dimensión colonial que se mantiene – el
colonialismo continua bajo otras formas-, existe una dimensión capitalista del
uso de la tierra, y existe ahora la dimensión ecológica que son los límites
ecológicos del capitalismo en el siglo XXI. La naturaleza está hablando, y nos
dice que “así no puede continuar”, es el calentamiento global, es el deshielo.
Las fuerzas que no quieren parar son las que dominan el mundo en este momento. Por
lo tanto, los movimientos tienen que continuar su lucha, pero esencialmente se
trata del esfuerzo de convencer a las clases medias europeas de que lo que está
en causa es un cambio de civilización que nos va a obligar a cambiar nuestros
hábitos de consumo. Y esta ha sido nuestra dificultad.
Susana Caló –
Ya oí decir que la teoría no debe ser una teoría de la vanguardia, sino de la
retaguardia, en el sentido en que debe tratar de facilitar, acompañar y aprender
con las transformaciones sociales. Eso parece esencial, pensar la teoría y el
conocimiento como una práctica que abre espacios a la multiplicidad y a la
diversidad, en la medida en que mantiene esa ligación a lo social. Pensando aún
en esa traducción para Europa, ¿existe un lugar importante en las universidades,
teniendo en cuenta que son un espacio tan privilegiados entre nosotros?
Boaventura de Sousa Santos –
Sin lugar a dudas, la universidad es un espacio tan privilegiado como
problemático. Es un espacio que se
asienta sobre la idea fundamental de privilegiar un cierto tipo de conocimiento,
el conocimiento que triunfó a partir del siglo XVII, el conocimiento científico
y la tradición filosófica eurocéntrica. Hasta que en el siglo XIX “descubrimos”
que la filosofía occidental era toda griega, destruyendo así todas las
ligaciones con África y el Medio Oriente. Llevamos a cabo una ruptura a partir
de Grecia, eliminando o dejando en la sombra el desarrollo filosófico y toda la
creación cultural de una región del mundo bastante más vasta.
La universidad fue la gran consagración del conocimiento vencedor
y, por lo tanto, del conocimiento de los vencedores, aquellos que tienen más
progresos en la ciencia y en la filosofía. Para no hablar ya de las ciencias y
de las filosofías orientales, hay muchas otras formas de conocimiento en
circulación en la sociedad, conocimientos legos, populares muchas veces
vinculados a las luchas sociales. El conocimiento popular, rescatado por las
ecologías de los saberes, es un conocimiento que muchas veces, está inserido en
una práctica que nace de la lucha, es un conocimiento born
in struggle, y sólo existe en los contextos prácticos en los que existe y no
en las instituciones de producción de conocimiento. Por lo tanto, la universidad
tiene esa especificidad de haber separado la práctica y el conocimiento y de
haber transformado el conocimiento en una práctica en sí mismo. Aún así, lo
separó de todas las prácticas y es por este motivo que la universidad nos
permitió también –la otra cara de la moneda- crear ideas revolucionarias en un
contexto reaccionario, porque aisló a los académicos del resto del mundo, en la
tal torre de marfil. Ahora bien, mi objetivo ha sido el de intentar mostrar
cuáles son las virtudes de la propia universidad para criticar la idea de que
hay apenas un tipo de conocimiento. Hay diversos tipos de conocimiento y quizás
deberíamos tener afiliados dentro de la universidad llegados de los ciudadanos,
de los movimientos y organizaciones sociales, portadores de otras formas de
conocimiento que deberían ser reconocidas. Hay experiencias, hoy, por todo el
mundo, donde esto se está llevando a cabo. El caso de Brasil, por ejemplo, donde
algunas Facultades de Medicina, sobre todo en las universidades del Amazonas, ya
incluyen medicinas y métodos tradicionales, que complementan la biomedicina
moderna. Por lo tanto,
es esta ecología de saberes médicos, arquitectónicos,
urbanísticos, o jurídicos, que estamos estudiando en el proyecto ALICE, y que
desde mi punto de vista, puede traer alguna esperanza a las propias
universidades, porque gran parte del conocimiento de hoy, se lleva a cabo en
otras instancias que no las universidades convencionales. De ahí la propuesta
que he venido a avanzar en el Fórum Social Mundial, de una universidad popular
de los movimientos sociales, que vaticina justamente otra manera de unir a
científicos y artistas con los movimientos sociales.
Susana Caló –
Se ha referido a este momento en que las personas salen a las calles y a las
plazas como un periodo post-institucional, en el que las instituciones ya no
consiguen acomodar los ecos de las nuevas generaciones, lo que de algún modo
hace que nuevas y diversas formas de actuación estén posicionándose en el
espacio urbano, abriendo nuevos espacios políticos. ¿Cree que estos movimientos
que vienen de abajo abren la posibilidad de una nueva idea de espacio público? Y
¿cómo se pueden articular estos movimientos con las instituciones?
Boaventura de Sousa Santos –
Creo que hay ahí dos cuestiones. Una de ellas es ver la contradicción que se fue
generando, sobre todo, en las últimas décadas, en términos de las relaciones
socio-espaciales, y lo que yo llamo de espacio autoritario y espacio
democrático.
Las concepciones espaciales autoritarias se desarrollan en gran
parte en el momento en que la polarización social y la desigualdad social
comenzaron a poner en peligro la gobernabilidad. Los espacios autoritarios son
los espacios dominantes que intentan defenderse de una reacción popular, las
urbanizaciones privadas son exactamente un buen ejemplo, entre otros. Otros
ejemplos en la organización espacial de la ciudad son el abandono de los
espacios públicos, u organizarlos de manera a que se dificulte la aglomeración
de las personas, o el distanciamiento de las universidades de los centros de las
ciudades con la creación de los campus universitarios.
Esto en América Latina es absolutamente evidente, se crearon
espacios para que el movimiento estudiantil no pudiera tener un carácter
perturbador del poder político y confinaron a los estudiantes en espacios más o
menos segregados. Por lo tanto, la
lógica de la gestión del espacio dominante fue la de crear un espacio que,
siendo público, fuese autoritariamente construido, es decir, es un público
restrictivo y selectivo. El propio espacio hace difícil cualquier articulación
del movimiento social.
James Holston de la
Universidad de Berkeley, que hace
poco tiempo estuvo en el CES, escribió un libro fundamental sobre Brasilia en el
que de algún modo, criticaba toda la lógica modernista de Brasilia, una ciudad a
la que voy muchas veces, pero con la que no consigo identificarme, porque
precisamente es una ciudad donde es muy difícil el espacio público y la
movilización social contestataria organizada, a pesar de haber sido construida
por arquitectos comunistas. Los espacios físicos entre las partes edificadas son
tan vastos, que lejos de favorecer la creación de espacios públicos, crean
desiertos de ciudadanía, zonas social y políticamente neutralizadoras.
Así que, el espacio autoritario estuvo siempre ahí, y después
existe el espacio de los excluidos, digamos, que es la respuesta al autoritario
y que son las favelas, los suburbios – no los suburbios americanos, sino los
latinoamericanos – los guetos, que fueron una respuesta no a modo de confronto,
sino de adaptación. Entretanto, empezaron a surgir las luchas por el espacio
público. Estas luchas tendrán muchas dimensiones hasta llegar al momento actual,
desembocando en los movimientos a los que asistimos hoy. El
espacio público fue utilizado para llevar a cabo reivindicaciones en las que lo
público no era en sí mismo una reivindicación: era el nuevo código de trabajo,
los derechos de las mujeres, y de ahí en adelante. El espacio público era usado
para servir a las reivindicaciones…
Susana Caló –
Como un palco.
Boaventura de Sousa Santos –
Exactamente, como palco. Hoy ya no es así. El espacio público del movimiento de
los indignados hoy es el espacio en
sí mismo, el propio espacio es el valor, es la cuestión de la arena política. La
lucha política tiene lugar en ese espacio porque los indignados creen que los
espacios institucionales fueron colonizados por el neoliberalismo, neutralizando
el derecho a la manifestación política dentro de las instituciones. De ahí viene
mi concepto de post-institucionalidad. El espacio público surge como una
situación de transición espacial paradigmática, de un espacio que es palco o es
vehículo, para un espacio que es entidad en sí mismo. Es presencia, por eso digo
que a veces no debemos hablar de movimientos, sino de presencias colectivas en
la ciudad y en los espacios públicos, se trata de un tipo distinto de
reivindicación del espacio.
Ahora bien, su segunda pregunta se refiere a saber si este momento
es el momento, en términos dialécticos, de un entendimiento diferente con las
instituciones y con los espacios institucionales. En este caso, todo va a
depender de la fuerza de nuestra democracia, porque si la democracia tuviera aún
un mínimo de vitalidad, la democracia sería el gobierno del pueblo para el
pueblo y por el pueblo. Ahora bien, si el pueblo va para el espacio no
institucional, está diciendo a las instituciones que no son democráticas y que
no están cumpliendo su misión, porque si ellas no se desviasen de sus funciones
no era necesario esto.
Anteriormente, existían los parlamentos, y la movilización popular
en la calle servía para que actuasen los parlamentos. Pero estamos en una fase
en la que actuamos en la calle para producir resultados políticos en la calle,
porque sabemos que los parlamentos no responden, ellos están cooptados, están
tomados por la troika y
por otros valores e intereses que no son los intereses de la población. Pero, si
la democracia tiene aún esa semilla de la vitalidad, creo que habrá reformas
políticas que responderán a esta situación, a la que las instituciones con su
configuración actual, no consiguen dar respuesta. Vamos a desarrollar formas de
democracia participativa, vamos a permitir que la democracia no sea apenas
elegir gente para el parlamento, y vamos a tener también ciudadanos organizados
en los municipios, que participen en las decisiones. Esto también podría ser
facilitado por las vías actuales, como las redes sociales y los medios
electrónicos disponibles que permiten formas de democracia electrónica. Es toda
una nueva realidad que está ahí, de un espacio público virtual, que es un
espacio con un potencial enorme.
Pero esto va a depender de la capacidad que tenga la democracia de
dar respuesta. El pueblo fue expulsado de las instituciones, por eso se
manifiesta en las calles. No se trata de no querer las instituciones, no hay que
olvidar que la lucha de los indignados es una lucha por una democracia real. Por
lo tanto, no se trata de alguien que recusa la democracia, sino que es alguien
que se siente expulsado de una democracia, que ya no sirve a sus intereses. Lo
que se reivindica es una entrada,
sólo que esa entrada implica una reforma fundamental de las instituciones. Y esa
es la transición en la que nos encontramos en este momento y que torna toda la
lucha histórica muy incierta.
Susana Caló –
En Portugal. Ensaio contra a
Autoflagelação, escribe sobre la
necesidad de democratizar la democracia. ¿Cree inminente la democratización del
espacio como vehículo para la democratización de la democracia? Es muy revelador
cómo en los movimientos de ocupación de espacios, o de reutilización para fines
comunitarios, las personas hablan de un “hacer” de la comunidad y de una
sensación renovada de lo colectivo.
Boaventura de Sousa Santos – Absolutamente, creo que es lo esencial. Hay que democratizar el espacio, porque éste ha sido privatizado de varias formas, no apenas por los proyectos inmobiliarios, sino también a través de una respuesta meramente represiva a la criminalidad. El espacio público tiene que ser reconstruido con un sentido de colectividad. Es el espacio de la convivencia, el espacio de la emoción, de la confianza, es el espacio del mirar, y es el espacio del abrazar. Son todos espacios que deben ser construidos y, por lo tanto, ese espacio es una gran conquista en este momento. Porque lo que hicimos con el modelo neo-liberal fue ir para el espacio privado y salir del espacio público, y hoy vemos que cuando abandonamos el espacio público las crisis financieras y las crisis ecológicas nos entran dentro de casa. Es decir, no ganamos mucho refugiándonos en el espacio privado, porque ahora estamos sin empleo, o entonces estamos comiendo productos envenenados. Y, por eso, tenemos que volver al espacio público. Pero es necesario reconquistarlo. Por lo tanto, democratizar la democracia para mí tiene un sentido muy amplio. Todas las relaciones sociales son espacio-sociales, pero lo son de diferentes formas. En A Crítica da Razão Indolente, distingo seis modos de producción del poder, del conocimiento y del derecho: son el espacio doméstico, el espacio de la producción, el espacio de la ciudadanía, el espacio de la comunidad, el espacio de consumo y el espacio mundial. Son todos estos geo-espacios los que deben ser democratizados. Ahora bien, lo que ocurre es que en el modelo occidental que tenemos, sólo el espacio de la ciudanía fue relativamente democratizado. Nuestra democracia trabaja apenas al nivel del espacio público de la ciudadanía, no está en la familia, no está en la fábrica, no está en el consumo, no está en la comunidad, ni en las relaciones mundiales. La democracia representativa que lo que tenemos, en el fondo, es una isla de democracia hoy muy fragilizada, en un archipiélago de despotismos, en la familia, en la fábrica, en la calle, en la comunidad y en el consumo. Por lo tanto, democratizar la democracia es democratizar esos espacios y todos ellos tienen, a mi modo de ver, una dimensión de espacio público. Es decir, la familia hoy no puede ser entendida como un espacio privado, porque está regulada públicamente.
Nosotros creamos la idea de que la propiedad privada no se toca.
Pero esto obliga también a repensar todos los otros conceptos de propiedad
inmobiliaria e inclusive la propiedad de la tierra. ¿Qué
es importante tener como espacio público para una ciudad? ¿Cuáles son los
criterios de valorización? ¿Por qué los planos maestros son continuamente
violados? Y ¿por qué siempre que se necesita se van a buscar a ese potencial
espacio público otras valoraciones, sobre todo ahora con la crisis financiera?
La cuestión del espacio se mide exactamente con la cuestión del tiempo. El
espacio público es el espacio de los largos tiempos, de la convivencia, de la
confianza, que no se crea de un día para otro. Se crea de aquí a un año, dos
años…porque muchas veces se crean espacios y después decimos que las personas no
los usan. Claro que no, porque tiene que pasar algún tiempo para que las
personas se habitúen y disfruten otras concepciones de espacio. Es un largo
tiempo, y si antes nuestros políticos gobernaban cuatro años, ahora gobiernan
dos, y con latroika gobiernan
meses, lo que es un tiempo muy breve, y juega totalmente contra cualquier idea
de espacio público.
Susana Caló -
¿Cómo ha acompañado eventos recientes en Portugal de retoma y ocupación de
espacios abandonados para un potencial uso por parte de la población, por
ejemplo, el caso del movimiento es.col.a en
Oporto, y la creciente voluntad de auto-gestión colectiva de ciertos espacios de
la ciudad?
Boaventura de Sousa Santos –Es
un movimiento que tiene obvias razones sociológicas y políticas en el contexto
en el que vivimos, y que ha ocurrido en otros contextos, solo que cada contexto
determina cuál el perfil de un movimiento. Por ejemplo, después del 25 de Abril,
en el periodo revolucionario, hubo muchos movimientos de ocupación, porque había
una carencia de vivienda en el país – y estoy hablando sólo del movimiento
urbano, porque también hubo ocupación de las tierras en el Alentejo y la
creación de las cooperativas agrícolas-, pero en la ciudad existían muchos
espacios vacios, había edificios construidos que nunca habían sido ocupados, y
había mucha gente sin una vivienda digna. Por otro lado, hubo una gran presión
habitacional con las transformaciones políticas, con la llegada de los
retornados, 500 mil personas en el plazo de un año, entraron en un país de 10
millones de habitantes, obviamente un fenómeno de población significativo. Y de
ahí se deriva toda una transformación política que tiene lugar en el país y que
permite energías de ocupación, o sea, de violación de las normas jurídicas,
porque lo que la ocupación tiene de característico es violar una regla
fundamental: el respeto por la propiedad privada. La propiedad privada es el
áncora de todo el derecho moderno y de toda la democracia burguesa. En el
periodo revolucionario de 1974-1975 – o de crisis revolucionaria, nunca le llamé
propiamente una revolución, sino una crisis revolucionaria, de igualdad del
poder, en la que ni hubo poder popular, ni poder burgués –creamos una brecha que
permitió, de una forma masiva y organizada, ocupaciones. Este es, por lo tanto,
un contexto.
Otro contexto de los últimos 40 años es un contexto que no es de
modo alguno revolucionario, sino quizás contra-revolucionario. Es el contexto
que ocurre dentro de la democracia que entre tanto fue institucionalizada por el
25 de Abril, en el que se dieron enormes expectativas de bienestar a la
población portuguesa; se reclamaron y reconocieron derechos políticos y sociales
y, muy repentinamente, y por razones
que la población no entiende, tales expectativas están siendo frustradas y los
derechos confiscados. Ahora bien, en un contexto contra-revolucionario, se
frustran las expectativas, las instituciones democráticas no responden, los
ayuntamientos no tienen dinero, los gobiernos están cerrando colegios, etc., y,
por lo tanto, ese movimiento de ocupación es más una dimensión de aquello a que
llamo movimiento post-institucional, que en este caso es la violación o de la
propiedad privada o de la propiedad pública. La propiedad privada es del dueño,
la propiedad pública está sujeta a las reglas del Estado, por lo que, quien no
cumple las reglas no puede ocupar, son esas las dos dimensiones de la propiedad.
Porque la propiedad pública entre nosotros es la propiedad estatal, sobre todo
en términos de espacios edificados, no hay un espacio público edificado
no-estatal. Podía ser un espacio comunitario, pero no lo es –la escuela lo es,
por ejemplo, del Ministerio de Educación. Y, por lo tanto, estamos asistiendo a
un momento post-institucional que se traduce también en esa ocupación de
espacios, y la lógica es la misma: es una respuesta política a una situación de
frustración de expectativas que fueron construidas en los últimos 40 años. Y
obviamente no acreditando en las instituciones, ni en los derechos que las
sustentan, se viola el derecho de la propiedad privada y se viola el derecho de
la propiedad pública. No son movimientos de la misma dimensión, son movimientos
más pequeños, son organizaciones más pequeñas, son en ocasiones lo que la gente
hoy denomina de movimientos espontáneos – claro que no hay movimientos
propiamente espontáneos, tiene que haber una agregación, ni que sea a través de
las redes sociales – pero es evidente que hay aquí otro tipo de movilización
cuya connotación política es muy difícil de identificar, o que hasta son
totalmente hostiles a la política, lo que no ocurría en 1974 y 1975.(...)
(Esta entrevista, traducida por Pilar Pereila Martos, tuvo lugar el
27 de julio de 2012 en el Centro de Estudios Sociales, en Coimbra, Portugal).
Publicado 27th
November 2013 por Lobo
suelto
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