El surgimiento de las
Teorías de Dependencia
26 de julio de 2016
Por Claudio Katz* (Rebelión)
Las Teorías de Dependencia se desenvolvieron en los años 60-70 en
torno a tres vertientes. Ruy Mauro Marini, Theotonio Dos Santos y Vania
Bambirra postularon una concepción marxista, que fue complementada por la
visión metrópoli-satélite de André Gunder Frank. Ambas miradas confrontaron con
la tesis del desarrollo asociado dependiente que propuso Fernando Henrique
Cardoso. ¿Cuáles fueron sus divergencias?
SOCIALISMO Y LIBERALISMO
La Teoría Marxista de la Dependencia fue
un producto directo de la revolución cubana . Hasta 1960 nadie imaginaba el
debut de un proceso anticapitalista a 90 millas de Miami. Se suponía que esas
transformaciones serían consecuencia de cambios previos en los centros del
poder mundial. El éxito de Cuba trastocó ese escenario y abrió una gran
expectativa de horizontes socialistas próximos para América Latina.
Marini, Dos Santos y Bambirra postularon
conceptos acordes a esa esperanza. Participaron en organizaciones que luchaban
contra las dictaduras militares y alentaban proyectos de izquierda, en el
turbulento período comprendido entre el ascenso de la Unidad Popular
chilena (1970) y la caída del Sandinismo (1990).
Los tres autores confrontaron con el imperialismo estadounidense y
concibieron propuestas de integración latinoamericana y de asociación
internacional con el denominado bloque socialista. Propiciaron una drástica
ruptura con la estrategia política de los partidos comunistas, que proponían
forjar alianzas con la burguesía para gestar modelos de capitalismo nacional.
Los pensadores brasileños buscaron convergencias con las
tendencias radicales del nacionalismo y tomaron distancia de las vertientes
conservadoras de esa corriente. Sus conceptualizaciones del subdesarrollo se
desenvolvieron en estrecha conexión con todos los debates de la izquierda de
esa época ( actitud frente a la URSS, posturas frente a los gobiernos
reformistas, oportunidad de la lucha armada) (Bambirra, 1986: 113-115, 78-82).
Los teóricos de la dependencia polemizaron con
las interpretaciones liberales, que atribuían el atraso regional a la
insuficiente absorción de la civilización occidental o a la herencia cultural
indígena, mestiza e hispano-portuguesa.
Marini demostró la inconsistencia de esa
concepción, recordando la exacción colonial padecida por América Latina y el
posterior dominio de oligarquías despilfarradoras (Marini, 2007: 235-247).
También Dos Santos cuestionó la propuesta
liberal de repetir el modelo estadounidense mediante la adopción de
comportamientos modernizantes. Señaló que la inserción internacional de la
región como exportadora de productos agro-mineros obstruía su desarrollo y
refutó la falacia de una paulatina convergencia con las economías avanzadas
(Dos Santos, 2003). Además, demostró la inconsistencia de todos los indicadores
utilizados por los economistas neoclásicos para evaluar el pasaje de una
sociedad tradicional a otra industrial (Sotelo, 2005).
Dos Santos rechazó la interpretación liberal
dualista del subdesarrollo como un conflicto entre sectores modernos y
retardatarios de la
economía. Resaltó el carácter artificial de esa antinomia y
retrató la estrecha integración entre ambos segmentos (Dos Santos, 1978:
283-198) .
También Frank participó de esa crítica,
destacando que el sector atrasado no era una rémora del modelo imperante sino
su principal recreador. Señaló que el subdesarrollo latinoamericano no obedecía
a la ausencia de capitalismo, sino a la gravitación de una modalidad
dependiente de ese sistema.
Este planteo de Frank no sólo confrontó con la
mitología liberal que contraponía el rezago regional con la modernización
occidental. Al definir al subdesarrollo como un rasgo intrínseco del
capitalismo dependiente, sustituyó las miradas centradas en tipologías ideales
por caracterizaciones históricas de los regímenes sociales (Laclau, 1973; Wolf,
1993: 38).
DESARROLLISMO Y MARXISMO
Los teóricos marxistas de la dependencia
fueron influidos por las concepciones de la CEPAL, que atribuían el retraso de
la periferia al deterioro de los términos de intercambio y a la heterogeneidad
estructural de economías con alto desempleo, consumismo de las elites y
estancamiento de la agricultura.
Los desarrollistas promovían la
industrialización mediante la sustitución de importaciones y mayores
inversiones del sector público. Cuestionaban la atadura al modelo
agro-exportador y auspiciaban políticas económicas favorables a la burguesía
nacional.
Marini coincidió con varios diagnósticos de
Prebisch sobre el origen del subdesarrollo y con algunas tesis de Furtado sobre
el impacto adverso de la oferta laboral en los salarios. Pero nunca compartió
la esperanza de resolver esos desequilibrios con políticas burguesas de
modernización. Ponderó los hallazgos teóricos de la CEPAL, cuestionando sus
expectativas en el desenvolvimiento capitalista autónomo de América Latina
(Marini, 1991: 18-19) .
Además, criticó su desconocimiento de la función cumplida por la
región en la acumulación de las economías centrales. Marini explicó la brecha
centro-periferia por la dinámica del capitalismo y subrayó la inexistencia de
otra variante de ese sistema para el Tercer Mundo. Señaló que el subdesarrollo
no podía erradicarse con simples políticas correctivas o con mayores dosis de
inversión (Marini, 1993).
Dos Santos formuló una crítica semejante. Recordó que el atraso
latinoamericano no obedecía a la orfandad de capitales, sino al lugar ocupado
por la zona en la división internacional del trabajo (Dos Santos, 1978: 26-27).
Los teóricos de la dependencia objetaron, además, la presentación
del estado como un artífice del crecimiento, ajeno a las limitaciones de las
clases dominantes. Por eso descreyeron del margen sugerido por CEPAL para
completar la industrialización latinoamericana.
En este abordaje exhibieron una afinidad con
los economistas marxistas de otras regiones que renovaron la caracterización
del capitalismo de posguerra, evitando la presentación de esta etapa como una
simple continuación del escenario leninista precedente (Katz, 2016) .
Dos Santos destacó la nueva gravitación de las
empresas multinacionales y la creciente integración global del capital. Empalmó
con los diagnósticos de Amin sobre la ley del valor operando a escala mundial y
coincidió con la evaluación de Sweezy del protagonismo estadounidense . También
Bambirra señaló ese predomino norteamericano en el nuevo circuito de la
acumulación global.
Estas miradas conectaron las mutaciones del
capitalismo con el estudio de la crisis de ese sistema. Marini evalúo la
dinámica de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia en la periferia,
recordando que el declive porcentual de la rentabilidad proviene de la
reducción del nuevo trabajo vivo incorporado a las mercancías, en relación al
trabajo muerto ya objetivado en materias primas y maquinaria. Remarcó que esa
modificación reduce la tasa de beneficio en proporción al capital total
invertido .
Marini también señaló que la afluencia de capital a la periferia
morigeraba ese declive en las economías centrales, mediante incrementos de la
explotación de los trabajadores de la periferia y abaratamientos de la
provisión de alimentos e insumos para la industria metropolitana. Pero d estacó
que esa compensación acentuaba la asfixia de la capacidad de consumo en los
países con salarios más reducidos (Marini, 2005).
Dos Santos compartió este razonamiento
combinado de la crisis por desequilibrios de valorización (tendencia
decreciente de la tasa de ganancia) y tensiones en la realización del valor
(insuficiencia del poder de compra) (Dos Santos, 1978: 154-155 ) . Ambos
autores adoptaron una mirada multicausal -semejante al enfoque de Mandel- que
clarificó varios rasgos de la crisis en la periferia (Katz, 2009:117-119).
Los teóricos de la dependencia convergieron,
además, con Mandel y Amin en el registro de las nuevas bifurcaciones presentes
en los países subdesarrollados. Por eso Marini indagó los desequilibrios
fabriles de economías intermedias afectadas por mayores costos, desventajas
tecnológicas y déficits crónicos en la balanza comercial. Su diagnóstico de
Brasil (o Argentina y México) fue coincidente con el expuesto por los
estudiosos de la industria de países equivalentes de Asia y África.
Marini analizó las economías medianas de
Latinoamérica para superar las presentaciones de la periferia como un universo
indistinto. Corrigió viejas tradiciones del marxismo que asemejaban a América
Latina con regiones de Asia o África .
El mismo propósito impulsó a Dos Santos a
indagar la especificidad de las industrias latinoamericanas, sujetas a
encarecimientos externos de importaciones y ahogos internos por estrechez del
mercado interno .
Bambirra conceptualizó el mismo problema
introduciendo distinciones entre las economías latinoamericanas. Contrastó los
países de industrialización antigua (Argentina, México, Brasil),
industrialización posterior (Perú, Venezuela) y estructuras agro-exportadoras
sin industria (Paraguay, Haití) (Bambirra, 1986: 57-69) . Esta atención por el
subdesarrollo desigual de la región fue un pilar analítico de los teóricos de
la dependencia.
LAS NUEVAS CATEGORÍAS
Marini interpretó el deterioro de los términos
de intercambio como una expresión del intercambio desigual. A firmó que las
transferencias de valor hacia el centro no derivaban de la inferioridad de la
producción primaria, sino de la dinámica objetiva de la acumulación a escala
mundial (Marini, 1973). De esta forma resaltó la gravitación genérica de la ley
del valor en ese proceso.
Pero el pensador brasileño no profundizó ese
análisis y soslayó el estudio diferenciado de esos fenómenos dentro y fuera de
la industria, que iniciaron los teóricos del intercambio desigual (Emnanuel,
Amin, Bettelheim). Tampoco exploró la dinámica de rentas petroleras recicladas
en circuitos financieros que indagó Mandel. La misma óptica adoptó Dos Santos.
Solamente situó el intercambio desigual en el escenario de las pujas
comerciales internacionales, que habitualmente afectan a la periferia (Dos
Santos, 1978: 322-323, 367) .
Los autores latinoamericanos concentraron su
atención en los desequilibrios de la reproducción dependiente. Dos Santos
estudió cómo se combinan los desbalances comerciales con los desajustes de
endeudamiento e inflación en los países industrializados de la periferia.
Marini conceptualizó el ciclo de financiación,
producción y comercialización de esas economías en contraste con los países
centrales. Observó que la inversión privada es menor que en las metrópolis y
que el capital extranjero drena fondos a través de royalties, utilidades o
compras de maquinaria. Describió cómo las empresas obtienen lucros
extraordinarios aprovechando la baratura de los salarios e ilustró de qué forma
la baja capacidad de compra recorta el mercado interno (Marini, 2012).
De esta forma teorizó la heterogeneidad
estructural de la CEPAL en términos marxistas, como un ciclo dependiente.
Retomó de Prebisch el diagnóstico de fuertes límites a la acumulación como
consecuencia de las desproporciones sectoriales y las restricciones al consumo
y estimó que esa adversidad capitalista impedía el desarrollo.
Pero observó estos desequilibrios como
contradicciones específicas del capitalismo dependiente e indagó su dinámica
utilizando un modelo extraído del tomo II de El
Capital. En ese razonamiento
evitó presupuestos abstractos de equilibrio y detectó las mismas tensiones en
la acumulación industrial que observaron Amin y Mandel.
Marini remarcó la estrechez del poder
adquisitivo retomando las hipótesis de sub-consumo de Luxemburg. Pero ubicó el
problema en los escenarios periféricos. En lugar de analizar cómo la
obstrucción de la demanda interna empuja hacia el exterior al capital
metropolitano, estudió los desequilibrios que genera ese proceso en las
economías subdesarrolladas.
El pensador brasileño ya conocía la dinámica
del consumo de masas en los países centrales y por eso expuso una teoría del
fordismo obstruido en las economías medianas de la periferia. Resaltó
la existencia de una gran estratificación del consumo entre segmentos bajos y
medio-altos y subrayó la ausencia de una masa de adquirientes medios, comparable a los países desarrollados.
Pero Marini situó la principal peculiaridad de las economías
periféricas industrializadas en la superexplotación del trabajo. Utilizó ese
término para describir la condición de los obreros sometidos al pago de
remuneraciones inferiores al valor de su fuerza de trabajo. Señaló que esa
anomalía era el trasfondo de la situación dependiente y de la conducta de
clases dominantes que lucraban con tasas de plusvalía superiores al centro.
Marini consideró que la burguesía de la periferia compensaba por
esa vía las pérdidas derivadas de su lugar subordinado en el mercado mundial.
Señaló que los capitalistas latinoamericanos utilizaban el fondo de consumo de
los trabajadores como una fuente de acumulación del capital.
El teórico de la dependencia aclaró que la superexplotación sólo
era viable en regiones con grandes excedentes de mano de obra, surgidas de la
sobrepoblación indígena (México), el éxodo rural (Brasil) o los flujos
inmigratorios.
Situó en la forma de generar plusvalía la
principal peculiaridad de las economías medianas latinoamericanas. Al igual que
Amin resaltó la vigencia de mayores niveles de explotación. Pero en lugar de
explicar este dato por diferencias de salarios mayores que las diferencias de
productividades, atribuyó el fenómeno a una remuneración cualitativamente
inferior de la fuerza de trabajo. Esta evaluación fue formulada con la mira
puesta en el proceso de industrialización de un país con enormes desigualdades
del ingreso (Brasil).
SUB-IMPERIALISMO Y BURGUESÍA NACIONAL
Marini no se limitó a retomar las viejas
denuncias sobre el rol opresor de Estados Unidos. Introdujo el controvertido
concepto de sub-imperialismo para retratar la nueva estrategia de la clase
dominante brasileña. Describió las tendencias expansivas de grandes empresas
afectadas por la estrechez del mercado interno y percibió su promoción de
políticas estatales agresivas para incursionar en las economías vecinas.
Esta interpretación se basó en un razonamiento
semejante al desarrollado por Luxemburg para caracterizar las tendencias
imperiales de Alemania, Francia o Inglaterra. Esa visión subrayaba que esos
cursos se implementaron para contrarrestar el reducido poder de compra local
(Marini, 2005).
Pero el marxista latinoamericano le asignó al
concepto una dimensión geopolítica muy diferente al registro clásico. No postuló que Brasil
se incorporaba al club de potencias que disputan el dominio mundial. Más bien
resaltó la subordinación de ese país a la estrategia estadounidense. Por eso
habló de sub-imperialismo y retrató el papel de gendarme anticomunista regional
jugado por la dictadura brasileña durante la guerra fría contra la URSS.
El teórico de la dependencia completó posteriormente ese sentido
del sub-imperialismo introduciendo otras nociones como “ estado de
contrainsurgencia”. Utilizó ese concepto para describir el papel de tutelaje
represivo ejercido por los militares, en la transición hacia regímenes
constitucionales (Martins, 2011a; M endonça 2011).
Marini habló de sub-imperialismo para subrayar que la principal
burguesía sudamericana era socia y no títere de Washington. Resaltó
especialmente el rol geopolítico autónomo de una clase dominante que buscaba
proyectarse como potencia económica y militar a escala regional (Marini, 1985).
Con esta mirada retomó percepciones de los marxistas clásicos
sobre el rol de los imperialismos menores e incorporó los nuevos análisis sobre
el papel de Estados Unidos en la posguerra. Su tesis sintonizó con la idea de
imperialismo colectivo de Amin en tres planos: la creciente asociación mundial
de capitales, la función capitalista protectora ejercida por el Pentágono y el
nuevo rol de los custodios regionales asociados con Washington.
Mientras que el subimperialismo fue un tema específicamente
abordado por Marini, el giro de la burguesía nacional fue tratado por los tres
teóricos marxistas de la dependencia. Señalaron el pasaje de una clase
industrialista con proyectos de desarrollo independiente a un segmento asociado
con empresas extranjeras. El sostén burgués al golpe
de 1964 fue presentado como un contundente indicio de esa renuncia a procesos
de acumulación autónomos ( Chilcote, 1983 ).
Los pensadores de la dependencia remarcaron las conexiones con el
capital extranjero y no su simple subordinación. Destacaron el nuevo perfil de
burguesías industriales más internacionalizadas, puntualizando las diferencias
con la vieja oligarquía terrateniente y con el capitalismo nacional precedente. Dos Santos señaló que
ese giro creaba un conflicto con sectores de la burocracia apegados al
desarrollismo clásico ( Dos Santos, 1978: 34, López Segrera, 2009).
El teórico brasileño profundizó, además, la
dimensión política de ese proceso, al definir el status de una situación
subordinada. Estimó que la dependencia se verifica cuando cierto grupo de
países condiciona el desarrollo de otros ( Dos Santos, 1978: 305) . Retrató
esta situación para el caso latinoamericano, mediante un análisis semejante al
propuesto por Amin.
En ambos casos la dimensión política de la
dependencia fue diferenciada de la polarización económica, aclarando las
conexiones entre procesos que no se desenvuelven (necesariamente) en forma
simultánea. Los dos pensadores exploraron la especificidad de la subordinación
política al poder imperial, que anteriormente era asemejada a la sujeción
económica. Pero en un contexto de absorbente primacía de las estrategias
socialistas, esas caracterizaciones sólo fueron esbozadas.
TEORÍAS Y SINGULARIDADES
Marini, Bambirra y Dos Santos intentaron
amoldar el marxismo al estudio de la nueva realidad latinoamericana de
posguerra. Por esa razón se embarcaron en la misma búsqueda de nociones
específicas que encararon Baran-Sweezy con el excedente, Amin con el valor
mundial y Mandel con las Ondas Largas. Esta indagación siguió, a su vez, la
pista inaugurada por Lenin con el desenvolvimiento desigual, por Luxemburg con
la revisión de la acumulación primitiva y por Trotsky con el desarrollo
desigual y combinado.
Pero el status de la dependencia como teoría
suscitó fuertes debates. Se discutió si constituía una concepción, un paradigma
o un enfoque, según las distintas interpretaciones en boga de las leyes
sociales.
Dos Santos sostuvo que la teoría de la
dependencia ya había alcanzado un nivel científico, al definir las leyes que
rigen el desarrollo de los países periféricos. Señaló que esos principios
esclarecían la evolución del capitalismo dependiente, con razonamientos
equivalentes a los utilizados por Lenin para explicar el imperialismo.
El economista brasileño estimó que las reglas de la
dependencia clarificaban de qué forma la sujeción comercial, financiera o
tecnológico-industrial generaba bloqueos a la acumulación en América Latina (Dos Santos, 1978:
300, 360-366). Marini trabajó en la misma dirección y atribuyó legalidad
científica a los mecanismos generadores de plusvalía en las regiones
dependientes.
Ambos teóricos estudiaron la peculiaridad de
América Latina frente a otras sociedades dependientes y notaron que sus
investigaciones eran distintas a las predominantes en Asia o África. En los
principales países de esos continentes los interrogantes giraban en torno a las
razones históricas que permitieron a Europa superar a viejas civilizaciones,
para someterlas a una degradación colonial (India) o semicolonial (Egipto,
China) (Amin, 2005).
En América Latina los enigmas de la
dependencia surgían de la renovación de un status subordinado, al cabo de un
siglo y medio de independencia política sin parangón en otras zonas del Tercer
Mundo. Esta visión estimuló investigaciones sobre las peculiaridades del
Caribe, Centroamérica, Brasil, la región andina y el Cono Sur (Dos Santos,
1998).
Estos estudios fueron abordados con una mirada
“desde la periferia”, que Marini adoptó en oposición al paternalismo elitista
de estudios latinoamericanos localizados en Estados Unidos, Inglaterra o
Francia . Propuso revertir esa anomalía generando conocimientos desde la región
( Marini, 1991: 9-10, 42). Con el mismo enfoque Dos Santos intentó corregir a
los autores clásicos del imperialismo, que a su juicio no abordaron esa
problemática desde una óptica propia de los países dependientes (Dos Santos,
1978: 301-303, 340-345).
Con estas caracterizaciones del status teórico de la dependencia,
los tres marxistas brasileños completaron la presentación de un enfoque que
trastocó la agenda de las ciencias sociales latinoamericanas. Los conceptos
introducidos por Marini, las caracterizaciones políticas de Dos Santos y las
miradas de Bambirra sobre el subdesarrollo desigual crearon perdurables
referencias analíticas para los pensadores de ese período.
LA VISIÓN METRÓPOLI-SATÉLITE
André Gunder Frank participó activamente en el
surgimiento de la teoría marxista de la dependencia y sus tesis tuvieron un
impacto inmediato superior al resto de los autores. Pero su mirada fue
diferente y su enfoque de metrópolis-satélites constituyó apenas la primera de
las tres concepciones que sostuvo a lo largo de su vida. El periodo inicial fue
curiosamente el más corto y afamado de esa trayectoria.
Comenzó sus trabajos bajo el fuerte impacto de
la revolución cubana, adoptó las críticas de izquierda a la estrategia
comunista de etapas y cuestionó la política de apoyo a la burguesía nacional.
Subrayó la inexistencia de espacios para repetir el desarrollo clásico del
capitalismo, remarcó la inviabilidad del desarrollismo y postuló la necesidad
del socialismo ( Frank, 1970: 211-213).
Frank asumió esa actitud radicalizando ideas
políticas liberales y abandonando un esquema evolutivo, que identificaba la
superación del subdesarrollo con la erradicación de instituciones
pre-capitalistas. No maduró su visión asimilando los debates teóricos marxistas
que incorporaron otros autores de la dependencia.
Pero la afinidad con ese enfoque fue señalada
por Marini, que resaltó el acierto de la fórmula utilizada por Frank para
retratar el retraso latinoamericano. Consideró que el “desarrollo del subdesarrollo”
ilustraba cómo la consolidación de las economías avanzadas se consumaba a costa
de las relegadas (Marini, 1993).
El pensador estadounidense no expuso ese
corolario identificando los mecanismos de la reproducción dependiente. Tampoco
enmarcó su caracterización en el funcionamiento global del capitalismo, ni
relacionó su teoría con algún diagnóstico del valor, el sub-consumo o la
tendencia decreciente de la tasa de ganancia.
Frank postuló simplemente que el capitalismo
generaba subdesarrollo en la periferia del sistema mundial. Señaló que esa
inserción subordinada determinaba la apropiación del excedente de las economías
relegadas por parte de las avanzadas.
El autor norteamericano presentó la
polarización metrópoli-satélite como dos caras de una misma trayectoria
mundial. Subrayó la complementariedad de esos procesos y remarcó el carácter
excepcional de la interrupción de esa fractura. Recordó que en la era
contemporánea ninguna economía sometida alcanzó el status de potencia central y
estimó que el debilitamiento de una metrópoli no modificaba el perdurable
status de la dependencia (Frank, 1970: 8-24).
El teórico estadounidense aplicó este razonamiento a la historia
latinoamericana. Ubicó el origen de la relación centro-periferia en la integración
subordinada de la región al capitalismo mundial en siglo XVI. Señaló que en ese
encadenamiento a la acumulación global un centro metropolitano (Europa) somete
a los satélites periféricos (América Latina), a través de la mediación de
ciertos países (España, Portugal), que a su vez se convierten en satélites de
la potencia dominante (Gran Bretaña).
Al interior de América Latina este mismo circuito conecta al
satélite periférico (Chile) con el satélite colonial principal (Perú), que a su
vez es manejado por la metrópoli extra-regional (España o Inglaterra). Esta
cadena de sometimientos se recrea junto a la confiscación jerárquica de los
excedentes ( Frank, 1970: 1-7) .
Frank expuso dos ejemplos de esta conexión. Ilustró cómo Chile
quedó sometido a esa subordinación desde la época colonial, a través de una
clase dominante local atada a las exigencias de un puñado de firmas
extranjeras. En el caso de Brasil, remarcó la inserción dependiente a través de
satélites principales (Sao Paulo), que aseguraron la subordinación de los
satélites secundarios (Recife) a las metrópolis (primero Portugal, luego
Estados Unidos). No observó diferencias significativas entre los dos países (
Frank, 1970: 119-123, 149-154) .
DOS ABORDAJES DIFERENTES
Frank priorizó el análisis de los drenajes que
sufre la periferia, en sintonía con los enfoques de polarización absoluta entre
el centro y la periferia de la
periferia. En cambio Marini, Dos Santos y Bambirra
incorporaron un registro de las bifurcaciones existentes entre economías
agro-exportadoras (Chile) y parcialmente industrializadas (Brasil).
Esta diferencia determinó abordajes distintos. Mientras que el pensador
estadounidense observó la economía latinoamericana como una totalidad uniforme,
sus colegas brasileños estudiaron contradicciones nacionales específicas.
Establecieron distinciones en lo que Frank observó como subordinaciones
equivalentes.
Los teóricos brasileños partieron, además, de
caracterizaciones generales del capitalismo de posguerra que Frank no tuvo en
cuenta. Su enfoque no incorpora las evaluaciones de empresas multinacionales,
las trasformaciones tecnológicas o los cambios de la inversión que señaló Dos
Santos.
Por esta omisión Frank sólo notó que en los
momentos de crisis del centro se amplían los espacios para el desenvolvimiento
de la periferia. Pero
con ese señalamiento explicó sólo el debut de la industrialización
latinoamericana, sin aclarar lo sucedido posteriormente.
El pensador estadounidense salteó todas las
elaboraciones de la fractura centro-periferia que desenvolvieron los
economistas marxistas y asimilaron los autores brasileños. Por eso estudió
solamente la dinámica de la exacción, mientras Marini captaba las
articulaciones con el capitalismo avanzado y Dos Santos percibía los
amoldamientos con la
mundialización. Ese registro les permitió evitar
simplificaciones y notar las nuevas formas de la dependencia.
Dos Santos cuestionó tempranamente la omisión
de Frank de las transformaciones internas de los países subdesarrollados.
Objetó su mirada estática y la consiguiente sugerencia de inmutabilidad de la
sociedad latinoamericana . Atribuyó esa unilateralidad al apego a una metodología
estructural-funcionalista ( Dos Santos, 1978: 304-305, 350-352, 346).
Este error se verificó en la presentación de
encadenamientos del centro con sus satélites, como si fueran simples piezas de
un tablero dirigido por las grandes potencias. En esta visión los sujetos
sociales están ausentes o cumplen un mecánico rol, emanado del lugar que ocupan
en el dispositivo global. Los antagonismos entre clases sociales, los
conflictos entre segmentos capitalistas y las mediaciones del estado no tienen
cabida en ese abordaje.
Por el contrario, en el razonamiento de Marini
la preeminencia de ciclos dependientes, formas de superexplotación o
transferencias del valor, no anula la gravitación protagónica de los opresores
y oprimidos en la dinámica de la dependencia.
Los mecanismos económicos que recrean la
polaridad centro-periferia en Frank constituyen sólo el punto de partida de
Marini, Bambirra o Dos Santos. Por esta razón los teóricos brasileños no
utilizaron el término satélite para describir a las economías dependientes. Esa
metáfora alude a un cuerpo que gira en forma invariable en torno a cierto
centro, sin ninguna autonomía o desenvolvimiento interno.
Ciertamente Frank aportó varias intuiciones
provechosas, pero el desarrollo de esas percepciones quedó obturado por su
omisión de los sujetos sociales. Su registro de relaciones tripolares es un
ejemplo de observaciones acertadas, que no tienen soporte en
conceptualizaciones adecuadas.
Frank notó que la jerarquía global desborda la
dualidad centro-periferia, pero al mismo tiempo desconoció la especificidad de
las formaciones intermedias. Por eso utilizó el mismo razonamiento para indagar
la evolución de Chile y Brasil.
Este reduccionismo fue mayor en su mirada de
las burguesías nacionales. A diferencia de Marini y Dos Santos se limitó a
constatar la defección de ese sector, sin analizar las contradicciones que
inauguraba ese cambio. Además, identificó la asociación con empresas
extranjeras con una degradación de las clases dominantes locales a la condición
de “lumpen-burguesías” ( Frank , 1979).
Esa noción implica una descomposición de los
grupos dirigentes que imposibilitaría su conducción del estado. Marini y Dos
Santos nunca perdieron de vista que las burguesías latinoamericanas combinan el
usufructo de la renta agro-minera con plusvalías extraídas a los trabajadores.
Son grupos gobernantes y no simples capas tributarias del capital foráneo.
Los dominadores de la región están sujetos a
patrones de competencia, inversión y explotación propios del capitalismo. Esas
normas difieren del puro pillaje que implementa una “lumpen-burguesía”. Es a
denominación puede ser aplicada, por ejemplo, a las mafias del narcotráfico que
blanquean sus fortunas en actividades financieras o productivas. Son
capitalistas marginados del club estable de los dominadores ( Katz , 2015:
41-42) .
Frank tampoco incorporó las distinciones entre
la polarización económica y dependencia política que concibieron los teóricos
brasileños. Esta omisión no fue ajena a su limitada participación política en
los procesos que signaron la trayectoria de Marini, Dos Santos y Bambirra.
Estos tres autores estuvieron directamente
involucrados en las disyuntivas de Cuba, Chile o la guerrilla. En cambio
Frank sólo adoptó en forma entusiasta las banderas de la revolución cubana, sin
aportar reflexiones significativas sobre los dilemas políticos de la izquierda. No formó
parte del universo militante que definió la obra de la teóricos marxistas de la dependencia. Esta
distancia influyó en el viraje posterior de sus trabajos.
DESARROLLO Y DEPENDENCIA
Fernando Henrique Cardoso desenvolvió un
enfoque opuesto a Frank, Marini, Dos Santos y Bambirra, pero quedó inicialmente
ubicado en el mismo campo de teóricos de la dependencia.
Su texto con Faleto cuestionó la presentación
tradicional del retraso regional como un efecto de fracturas entre la sociedad
tradicional y moderna. También objetó las explicaciones de Prebisch-Furtado
basadas en el deterioro de los términos de intercambio y la heterogeneidad
estructural.
Retrató los mecanismos de sujeción económica
que acentuaban la integración subordinada de América Latina al mercado mundial,
describiendo dos variantes de esa situación. En los modelos de control nacional
las elites, burocracias u oligarquías manejan el principal recurso exportado
(Brasil, Argentina), en las economías de enclave esa administración queda en
manos de compañías extranjeras (pequeñas naciones de Centroamérica o el
Caribe). A partir de este esquema Cardoso describió la diversidad de
ordenamientos sociales, que en cada país desembocaron en escenarios de
estancamiento o crecimiento.
Más que un diagnóstico del subdesarrollo, el
teórico brasileño trazó un cuadro de múltiples cursos, subrayando la
importancia de las relaciones establecidas entre los grupos dirigentes locales
y las potencias centrales. Identificó esas conexiones con distintas situaciones
de dependencia en la asociación entre grupos dominantes nacionales y foráneos
(Cardoso; Faletto, 1969: 6-19, 20-34, 40-53).
Cardoso no contrapuso la dependencia con el desarrollo.
Sólo destacó que ambos rumbos generan modelos diferenciados, que permiten o
frustran el desenvolvimiento de largo plazo. Remarcó que esos senderos son
determinados por el bloque conductor del estado, la cohesión social y la
conformación de órdenes legítimos de consentimiento y obediencia.
En su mirada los grupos dirigentes definen
modelos políticos, que a su vez determinan cursos económicos convenientes o
adversos para cada en país. Como esa acción exige autonomía, FHC concentró sus
análisis en los países medianos con manejo propio de sus recursos productivos.
Estimó que en las economías de enclave predominan regímenes políticos
excluyentes, con poco espacio para continuar el desarrollo (Cardoso; Faletto,
1969: 39, 83-101).
Cardoso evaluó que Argentina avanzó
significativamente en 1900-30, al incorporar a las clases medias a un dinámico
proyecto de la burguesía exportadora. Consideró que Brasil mantuvo una
confederación de oligarquías sin hegemonías, ni gravitación de los sectores medios y por esa razón su economía se retrasó. La
acción política desde el estado determinó ambos resultados.
FHC estimó que en el periodo posterior
(1940-60) el distribucionismo afectó la expansión de Argentina, mientras que
Brasil logró un mayor desenvolvimiento industrial, mediante auxilios del estado
y menores presiones populares. Las articulaciones generadas por el peronismo y
el varguismo definieron ese desemboque.
Cardoso concluyó su estudio señalando la
generalizada tendencia a superar los límites del desenvolvimiento, mediante
mayores inversiones foráneas y asociaciones de los grupos capitalistas
nacionales con sus pares extranjeros (Kubistechek, Frondizi) (Cardoso; Faletto,
1969: 54-77, 111-129, 130-135).
CONFUSIÓN DE TEORÍAS
Las tesis de Cardoso no confrontaron con el
liberalismo, no compartieron el espíritu crítico de CEPAL y fueron ajenas a la
tradición marxista. Sólo presentaron afinidad con la sociología convencional,
con el método funcionalista y con ópticas indefinidas en la relación entre
dimensión política y estructura económica, que algunos analistas asocian con
Weber ( Martins, 2011b: 229-233).
Cardoso asignó formalmente primacía analítica
al condicionante económico (control nacional versus enclave), pero en los
hechos atribuyó a los actores políticos (clases, burocracias, elites) la
capacidad de generar modelos positivos (desarrollo) o negativos
(subdesarrollo).
En todos los casos desconoció los límites que
impone el capitalismo a los cursos en juego. Concibió a ese sistema como un
régimen conflictivo, pero superior a cualquier alternativa. A diferencia de
Frank, Dos Santos, Bambirra o Marini, no adoptó ópticas anticapitalistas, ni
propuestas socialistas.
FHC sólo contrastó esquemas de mayor o menor
efectividad a partir de tipologías construidas en torno a modelos ideales.
Asignó total primacía a los determinantes políticos de ese contrapunto. Estimó
que en el marco de ciertas posibilidades estructurales, las trayectorias de
cada país quedan definidas por el tipo de alianzas políticas predominantes .
Consideró que en cierto momento la presión
obrera favorece la acumulación y en otras etapas la obstruye. Supuso
lo mismo para los acuerdos de la burguesía industrial con las oligarquías
exportadoras o para la afluencia y salida de capitales (Cardoso; Faletto, 1969:
136-143).
Con esta mirada evaluó la compatibilidad de
cada proceso con el desarrollo, siguiendo una lógica funcionalista de
amoldamiento o inadaptación a los requerimientos del capitalismo. Adoptó a este
régimen social como un dato invariable, omitiendo cualquier reflexión sobre la
explotación de los trabajadores.
Cardoso eludió opiniones nítidas. Adoptó la
actitud de un investigador distante que diseca su objeto de estudio, observando
cómo los distintos sujetos capitalistas forjan alianzas entre sí, aprovechando
el acompañamiento pasivo del pueblo.
Lo más curioso de este enfoque fue su
presentación como una teoría de la dependencia. En el esquema de FHC ese término
constituye un ingrediente más de la deducción funcionalista. Algunas
situaciones de dependencia son disfuncionales y otras compatibles con el
desarrollo.
En esta visión la dependencia no supone
necesariamente una adversidad. Por eso es tan sólo registrada sin ninguna
denuncia de sus efectos. FHC omitió considerar cualquiera de los mecanismos de
la reproducción dependiente que Marini, Dos Santos o Bambirra señalaron como
causantes del subdesarrollo.
Cardoso únicamente observó adversidades
significativas en los enclaves. En los países con control nacional del recurso
exportado, estimó que las situaciones de dependencia podían diluirse con
manejos adecuados. La total lejanía de este enfoque con una teoría de la
dependencia quedó inicialmente oscurecida por las ambigüedades y el
reconocimiento que rodeó a FHC .
UN DEBATE ESCLARECEDOR
La mirada de Cardoso se clarificó en la
polémica que entabló con Marini. En un artículo coescrito con Serra acusó al
teórico marxista de estancacionismo. C uestionó la consistencia de la
superexplotación, objetó el deterioro de los términos de intercambio, rechazó
la existencia de un declive de la tasa de ganancia y subrayó el pujante consumo
de las clases medias ( Cardoso; Serra, 1978).
En otros artículos complementó esta crítica,
puntualizando que las situaciones de dependencia no obstruían el dinamismo de
las economías industrializadas de la periferia (Cardoso, 1980; Cardoso, 1978;
Cardoso, 1977a). Estimó que la inversión extranjera incentivaba una revolución
burguesa, internacionalizaba los mercados y revertía la estrechez del consumo
local (Cardoso, 1973; Cardoso, 1977b; Cardoso, 1972).
Marini respondió ilustrando el nivel de
explotación de los asalariados Expuso indicadores de prolongación e
intensificación del trabajo y aclaró que su concepto del superexplotación
estaba referido a esas modalidades. Señaló también que su modelo no implicaba
predominio de la plusvalía absoluta, ni ausencia de incrementos de la
productividad.
El teórico marxista retrató, además, la
severidad de las crisis de realización, observando que en un marco de alto
desempleo y deterioro del salario, el surgimiento de clases medias no compensa
la debilidad general del poder de compra ( Marini, 1978) .
Marini recordó que el estancacionismo fue un
defecto del pesimismo desarrollista de Furtado y de su tesis de la
“pastorización” brasileña. Esa visión diagnosticaba una regresión hacia
estadios agrícolas, que fue desmentida por el nuevo periodo de
industrialización (Marini, 1991: 34).
El revolucionario brasileño nunca fue
estancacionista. Escribió Dialéctica
de la Dependencia para
indagar contradicciones y no estadios finales del capitalismo (Osorio, 2013) .
En la valoración de la dinámica expansiva de ese sistema se ubicó más cerca de
Mandel que de Sweezy.
La respuesta de Marini permitió aclarar que
sus divergencias con Cardoso no giraban en torno a la existencia de una nueva
burguesía local, estrechamente asociada al capital extranjero. Ambos autores
resaltaban esa novedad. El punto de discordia era la consistencia y alcance de
la industrialización en curso.
Para Marini ese proceso no corregía las viejas
limitaciones de la economía brasileña, ni equiparaba su desenvolvimiento con
los países centrales. Por el contrario, Cardoso suponía que esas restricciones
habían quedado atrás y que el país sudamericano ingresaba en un círculo
virtuoso de desarrollo.
En el curso de la polémica Marini
modificó su visión inicialmente considerada hacia su adversario y estimó que
Cardoso había roto con su pasado, para embarcarse en una “grotesca apología al
capitalismo vigente en Brasil”..
Esa fascinación le impedía registrar los datos
básicos de un país con desigualdades superiores al promedio mundial, mercados
internos más segmentados y desequilibrios de industrialización más
significativos. Cardoso omitió estos problemas e ignoró la imposibilidad
brasileña de alcanzar la performance histórica de Estados Unidos, Francia o
Japón (Marini, 2005).
Dos Santos expuso las mismas críticas. Señaló
su coincidencia con Cardoso en la existencia de un giro de la burguesía
brasileña hacia mayores asociaciones con el capital multinacional. Pero subrayó
su total discrepancia con la presentación de ese viraje como un camino al
desarrollo. Puntualizó que el modelo adoptado por la clase dominante
incrementaba las inversiones, sin repetir el desenvolvimiento auto-sustentado
de las economías avanzadas (Dos Santos, 2003).
Todo el debate confirmó que el deslumbramiento
de Cardoso con el capital extranjero había germinado en su libro clásico con
Faleto. Ya el título de esa obra - Dependencia
y desarrollo - había sido
expuesto en implícita oposición al Desarrollo
del subdesarrollo de Frank .
Allí se expusieron situaciones de dependencia
muy alejadas de las dinámicas estructurales de sujeción que retrataron Marini,
Dos Santos o Bambirra . Se supuso que el desenvolvimiento se materializa con
políticas económicas acertadas y que el capitalismo no obstruye la erradicación
del subdesarrollo .
INVOLUCIÓN SOCIO-LIBERAL
La disolución del sentido de la dependencia
fue acentuada por Cardoso en la revisión de su libro. Allí utilizó la fórmula
“desarrollo dependiente asociado” para caracterizar la gestión conjunta de las
empresas multinacionales con las burocracias y las burguesías locales (Cardoso,
Faletto, 1977).
FHC señaló que bajo esa administración las
inversiones extranjeras facilitan una intensa expansión económica, sin generar
los obstáculos señalados por los teóricos marxistas. Rechazó el enfoque de los
autores que ilustraban cómo el crecimiento motorizado por el capital foráneo
genera desequilibrios superiores a los padecidos por los países centrales. Esta
diferencia cualitativa fue olvidada por Cardoso, que transformó a la
dependencia en un concepto antagónico a lo imaginado por los gestores de esa
idea.
El único límite real al desarrollo que observó
Cardoso en los países intermedios
fue la existencia de regímenes políticos excluyentes y obstructores de los
mercados que integran a toda la población. Supuso que la remoción de esa barrera
política erradicaba también la principal causa del subdesarrollo.
En ese período FHC aún consideraba varios
caminos para el logro de esa democratización. Pero poco tiempo después estimó
que sólo las transiciones negociadas con las dictaduras pavimentaban ese rumbo.
Por eso participó activamente en la gestación de las democracias tuteladas, que
en los años 80 aseguraron la continuidad del esquema económico neoliberal
inaugurado por esas tiranías.
A partir de ese enfoque Cardoso promovió las
transiciones pos-dictatoriales como el marco político ideal para atraer capital
extranjero. Inició una fervorosa reivindicación del neoliberalismo y sus
divergencias con la izquierda se concentraron en torno a esa apología. Las
evaluaciones dispares sobre la dependencia quedaron relegadas como una
problemático del pasado.
FHC tomó mayor distancia también de la CEPAL y
abandonó cualquier presentación del estado como entidad impulsora de la
industrialización (López Hernández, 2005). Es cierto que a diferencia del
desarrollismo captó la conversión de las viejas burguesías nacionales en
asociadas, pero nunca lamentó, ni cuestionó ese giro. Al contrario, lo
reivindicó como un acertado camino hacia la prosperidad latinoamericana.
Su crítica a Marini coincidió con la asunción
de posturas más derechistas. Cuestionó todos los conceptos de su adversario que
chocaban con su fascinación por el mercado y las empresas multinacionales.
En ese período Cardoso introdujo a la Fundación Ford en
el medio académico e incentivó el financiamiento privado de las ciencias
sociales. Cortó toda referencia a los problemas discutidos con Marini y evitó
los debates relacionados con su propio pasado (Correa Prado, 2013).
Posteriormente como presidente de Brasil
Cardoso se transformó en el principal artífice de ajustes, privatizaciones,
aperturas comerciales y flexibilizaciones laborales. En la última década
traspasó nuevos límites hasta convertirse -junto a Vargas Llosa- en el
principal adalid de las causas reaccionarias. Actualmente es un vocero de la
intervención imperialista en Venezuela y de todos los atropellos del Pentágono.
Por eso no sorprende su activa participación
en el reciente golpe judicial-mediático- institucional que desplazó a Dilma
Rouseff. FHC tuvo un papel descollante en esa tropelía, al presentarse como un
noble estadista que enaltece los valores de la república, reclamando la
destitución de una presidenta electa.
Cardoso escribió 22 artículos con ese
hipócrita mensaje en el principal periódico de los destituyentes (O Globo) y
asumió esa campaña como una venganza personal contra su rival Lula (Anderson,
2016; Feres Júnior, 2016) . Esta actitud ya generó contundentes repudios de la
intelectualidad progresista (CLACSO, 2016).
También el socio de FHC en la crítica a Marini
-José Serra- ha sido un activo golpista premiado con el cargo de canciller.
Desde allí promueve el mayor giro pro-norteamericano de la historia reciente de
Brasil (Nepomuceno, 2016).
La involución neoliberal de Cardoso fue
anticipada por la crítica de Marini. La polémica entre ambos no fue un episodio
coyuntural de los años 70, ni concentró equívocos de ambos lados. El primer
autor negó la persistente realidad del atraso y el segundo explicó su
continuidad. Esa diferencia los ubica en polos contrapuestos.
En los últimos años comenzó una revalorización
de la obra de Marini ( Murua, 2013:1-3; T raspadini, 2013:10-12). Se difunden
sus escritos y se retoman trabajos para actualizar su concepción. Algunos
investigadores sostienen que construyó una “economía política de la
dependencia” y aporta los cimientos para comprender el subdesarrollo (Sotelo,
2005).
Esta caracterización suscita varias preguntas:
¿Los pilares señalados por Marini son suficientes? ¿La valoración de su enfoque
se refiere a la época del revolucionario brasileño o se proyecta hasta la
actualidad? ¿Cómo evaluar los cuestionamientos que recibió desde el campo del
marxismo? En los próximos textos abordaremos esos problemas.
RESUMEN
Tres teorías de la dependencia surgieron en
los años 60. Los autores marxistas conceptualizaron el subdesarrollo desde una
expectativa socialista próxima. Cuestionaron los mitos liberales, analizaron
los desequilibrios de la industrialización desarrollista y explicaron el atraso
por los efectos del capitalismo dependiente.
Marini indagó el fordismo obstruido, la
superexplotación, el ciclo dependiente y la doble dimensión del
sub-imperialismo. Dos Santos teorizó la diferencia entre polarización económica
y dependencia política y Bambirra distinguió las variantes desiguales del
subdesarrollo. Asignaron un status científico a su concepción y evaluaron la
especificidad de América Latina en el universo periférico.
El enfoque metrópoli-satélite de Frank tuvo
afinidades con la visión marxista, pero sólo postuló un encadenamiento de
excedentes traspasados al centro. No registró bifurcaciones internas, omitió a
sujetos sociales y presentó erróneamente a las clases dominantes como segmentos
lumpenizados.
Cardoso planteó un enfoque muy diferente. No contrapuso el
desarrollo con la dependencia y se limitó a describir retrasos económicos
resultantes de modelos políticos divorciados de las prioridades del
capitalismo. Con esa mirada ignoró las diferencias cualitativas entre economías
medianas y potencias centrales e inició una involución neoliberal.
REFERENCIAS:(...)
*Claudio Katz
economista, investigador del CONICET, profesor de la UBA, miembro del EDI. Su página web es: www.lahaine.org/katz
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=214869