Partamos del acuerdo
mayoritario:
"acerca de la
necesidad de encaminarnos como humanidad a una relación más saludable con la
naturaleza, y en la necesidad de realizar cambios en la manera de producir
nuestros alimentos para evitar futuras y próximas catástrofes civilizatorias.
Prácticamente desde todos los sectores, sean de izquierda, liberales o
ideologías alternativas, se habla de sustentabilidad y de producción
sustentable. La humanidad, para evitar una catástrofe civilizatoria, debe
encaminarse urgentemente hacia la construcción de una relación armoniosa con la naturaleza. En este
debate, uno de los modelos que han estado en el centro de la reflexión ha sido la agroecología. Se
trata, de forma resumida, de un sistema de producción de alimentos que busca
integrar de manera armónica el proceso productivo con el entorno ecológico,
valorando todos los elementos naturales y biológicos intervinientes en el
mismo. Un sistema de producción que, en lugar de ser invasivo del ambiente
natural, se integra a él".
"Para lograr reconvertir nuestra matriz agrícola
al modelo agroecológico, deberíamos llevar adelante una verdadera revolución
productiva, y también económica
Nos encontramos por lo
tanto encerrados en una trampa de la que no es posible salir dentro del sistema
capitalista".
"La única
alternativa para evitar una catástrofe civilizatoria en el mediano (o en el
corto) plazo, es comenzar a construir de manera urgente un sistema global de
producción de alimentos integrado a la naturaleza y dirigido al bien social. Lo
que implica necesariamente un profundo plan de transición que debe
desarrollarse democráticamente y desde abajo, con el protagonismo de los
colectivos y asociaciones campesinas, la población rural y la sociedad
organizada".
Es asumir la
«soberanía alimentaria» como fue definida por la Vía Campesina. En
1996 la contrapuso a la seguridad alimentaria de la FAO. Y la enfocó con base y
motor en la «reforma agraria Integral»
que, en la actualidad, debe ser: anticapitalista, antiimperialista,
antirracista, antipatrialcal y decolonial. Avizorémosla como poder de los
pueblos arraigado en comunalidades territoriales y laborales con unión
plurinacional e internacionalista revolucionaria.
La agroecología sólo
podrá expandirse
superando el capitalismo
15 de mayo de 2020
Por Santiago Clement
La izquierda diario
La crisis desatada por el Coronavirus, deja
al descubierto la necesidad de una transformación radical en el modo de
producir alimentos y de relacionarnos con la naturaleza. Hacia
un sistema productivo agroecológico.
Desde que se desató la crisis global de la
pandemia, el debate acerca de la relación del hombre con la naturaleza, y del
efecto catastrófico que nuestra civilización globalizada ha venido ejerciendo
sobre el medio ambiente, se ha expandido y profundizado. Se han publicado en
los últimos tiempos numerosos trabajos y artículos que exponen la manera en que
el avance del hombre por sobre la naturaleza y la producción animal en
confinamiento a gran escala, provocan o favorecen la aparición de epidemias y
pandemias (consultar Rob Wallace, David Harvey, Mike Davis, Silvia Ribeiro,
John Vidal entre otros), e incluso se propone que estas podrían ser las causas
de la atroz pandemia que estamos sufriendo.
Hay un acuerdo muy mayoritario entre la
población mundial y en el ámbito científico (en este casi unánime) acerca de la
necesidad de encaminarnos como humanidad a una relación más saludable con la
naturaleza, y en la necesidad de realizar cambios en la manera de producir
nuestros alimentos para evitar futuras y próximas catástrofes civilizatorias.
Prácticamente desde todos los sectores, sean de izquierda, liberales o
ideologías alternativas, se habla de sustentabilidad y de producción
sustentable. La humanidad, para evitar una catástrofe civilizatoria, debe
encaminarse urgentemente hacia la construcción de una relación armoniosa con la naturaleza. En este
debate, uno de los modelos que han estado en el centro de la reflexión ha sido la agroecología. Se
trata, de forma resumida, de un sistema de producción de alimentos que busca
integrar de manera armónica el proceso productivo con el entorno ecológico,
valorando todos los elementos naturales y biológicos intervinientes en el
mismo. Un sistema de producción que, en lugar de ser invasivo del ambiente
natural, se integra a él.
El modelo agroecológico viene siendo promovido
desde hace décadas, con muy importantes experiencias en diversos países (puede
consultarse el programa Zonas Agroecológicas Mundiales “ZAE” de la FAO). En
nuestro país, de hecho, se anunció, poco tiempo antes del estallido de la
pandemia, la creación de una “Dirección Nacional de Agroecología”. Sin embargo, la realidad
es que el sistema productivo mundial y el sistema productivo de nuestro país se
encuentran enormemente alejados del modelo agroecológico. Por lo contrario, si
se analizan las últimas cuatro o cinco décadas, se revela que el modelo
productivo que se viene impulsando ha venido siendo, en lugar de más amigable,
cada vez más destructivo con el ambiente, derivan do
en la pérdida de grandes nichos ecológicos por causa del desmonte, de
incendios, contribuyendo al calentamiento global por el uso de combustibles
fósiles y la cría de ganado rumiante y provocando diversas catástrofes, entre
ellas, quizás, la que estamos sufriendo con la actual pandemia.
La humanidad, para evitar una catástrofe
civilizatoria, debe encaminarse urgentemente hacia la construcción de una
relación armoniosa con la
naturaleza. En este debate, uno de los modelos que han estado
en el centro de la reflexión ha sido la agroecología. Se
trata, de forma resumida, de un sistema de producción de alimentos que busca
integrar de manera armónica el proceso productivo con el entorno ecológico
El Green New Deal y la lógica del
capital
Cabe entonces hacerse esta
pregunta; ¿es posible la expansión de la agroecología cuando la producción de
alimentos está sujeta a las reglas del mercado capitalista y los alimentos son
considerados antes una mercancía que un bien social?, ¿Puede expandirse la
agroecología si los alimentos continúan siendo una mercancía regida por la
lógica del sistema capitalista?
Hay sectores de la
población, líderes y gobernantes que proponen la realización de un “pacto
social” para que el capitalismo se vuelva “verde” o “sustentable”; esto se
expresa en el llamado “Green New Deal”. Los defensores de esta estrategia,
manifiestan la necesidad de promover o implementar una serie de regulaciones
ambientales y se apoyan, entre otras cosas, en la idea de que el modelo de
producción agroecológico puede ser más rentable que el modelo convencional con
el que se produce actualmente. Es decir, que se lograría a la vez, en teoría,
un beneficio ambiental y un beneficio económico. Es cierto que el modelo
convencional, al ser destructivo de la naturaleza, sería, efectivamente, menos
rentable a largo plazo que cualquier otro modelo que sea más amigable con el
ambiente, puesto que si se destruye el ambiente necesario para producir luego
ya no se puede producir y por lo tanto no se genera ninguna rentabilidad.
Sin embargo, la realidad
es que los requerimientos de la producción agroecológica se encuentran
contrapuestos a los requerimientos del capital; se trata de dos modelos
que se hayan en oposición, en constante tensión. La única manera de que la agroecología se
adopte de manera global como modelo de producción (es decir, la única manera de
establecer un sistema productivo verdaderamente sustentable, en armonía con la
naturaleza), es haciendo que la producción de alimentos deje de estar
determinada por la lógica del mercado capitalista; es decir, aboliendo la
esencia mercantil de los alimentos e instituyéndolos como un bien social, e
instituyendo a la producción de alimentos como un servicio para la sociedad (en
armonía con la naturaleza), en lugar de continuar desarrollándola como una actividad
lucrativa. No se trata de hallar las condiciones para que la producción
agroecológica sea rentable, sino de producir en base a las necesidades de la
humanidad y del planeta. La salud de la humanidad y de la naturaleza, no pueden
seguir supeditadas a la rentabilidad y a las necesidades del capital.
¿Es posible la expansión de la agroecología
cuando la producción de alimentos está sujeta a las reglas del mercado
capitalista y los alimentos son considerados antes una mercancía que un bien
social?
El panorama local
En nuestro país, la producción de sólo 4
cultivos (soja, maíz, trigo, girasol), ocupa, según las estadísticas del
Ministerio de Agricultura Ganadería y Pesca de la Nación para la campaña
2018/2019, unos 29,2 millones de has., lo que representa aproximadamente el 72%
de la superficie cultivable total del país (que es de cerca de 40 millones de
has.). Se sembraron en dicha campaña 12 millones de has. de soja (“de
primera”), 9 millones de has. de maíz, 6,3 millones de has. de trigo, y 1,9
millones de has de girasol, más 5 millones de has de soja “de segunda” (es
decir, sembrada en una misma superficie luego de la cosecha de otro cultivo,
principalmente trigo). El 70% de la producción de soja y maíz (79 millones de
tn –entre granos y sus derivados como pellet o aceite- en la campaña
2018/2019), fue exportada para ser utilizada en su mayoría como alimento en la
producción de carne, generalmente en confinamiento a gran escala (producción
porcina, aviar, bobina). Es decir que gran parte la superficie cultivable
de nuestro país (llegaría al 60% sumando soja y maíz), está destinada a la
producción de un insumo (alimento animal) del sistema productivo que es
causante de la aparición periódica de epidemias globales y, quizás, que es
responsable de la actual pandemia. Algunos defensores de aquella idea del
“capitalismo verde” o de un Green New Deal local, proponen reconvertir la
producción de soja y maíz al modelo agroecológico, algo que, en definitiva,
terminaría siendo por completo contradictorio si esa soja y ese maíz son luego
destinados a la producción masiva de carne en confinamiento. Respecto al trigo
y al girasol (8,2 millones de has, o el 20% de la superficie cultivada total)
son destinados en gran parte a la alimentación humana (harinas, aceites). Sin embargo,
su actual modelo productivo se sostiene en la adopción de un paquete
tecnológico que se encuentra muy alejado del modelo agroecológico (alta
dependencia del uso de agroquímicos y de maquinaria de combustión a gasoil y
uniformidad genética y varietal).
Es así que la enorme
superficie cultivable de nuestro país, es cultivada bajo un modelo que se
encuentra sumamente alejado de los requerimientos de la agroecología (es decir,
de los requerimientos del cuidado ambiental). Uno de los pilares de la agroecología
es la diversidad genética de los cultivos, pero la realidad nos muestra que más
del 70% de la superficie cultivable del país es utilizada de manera sistemática
(con algún período eventual de rotación), para sólo 4 cultivos. Y para colmo,
la mayor parte de lo cosechado se destina, en última instancia, a la producción
de carne en confinamiento a gran escala, una actividad destructiva y peligrosa
para la salud global.
Si tomamos entonces por caso nuestro país (uno
de los principales productores de alimentos del mundo), nos daremos cuenta de
que, para lograr reconvertir nuestra matriz agrícola al modelo agroecológico,
debiéramos llevar adelante una verdadera revolución productiva, y también
económica, ya que gran parte de la economía de nuestro país se sostiene,
efectivamente, en la producción de estos 4 cultivos. ¿Sería acaso posible
concretar esta transformación radical sin romper con el sistema de producción
capitalista, por más modificaciones y regulaciones que se implementen y por más
“Green New Deal” que se ensaye?
Para lograr reconvertir nuestra matriz agrícola
al modelo agroecológico, deberíamos llevar adelante una verdadera revolución
productiva, y también económica
Nos encontramos por lo tanto encerrados en una
trampa de la que no es posible salir dentro del sistema capitalista. Los
intentos de expandir la agroecología sin atacar la raíz del problema (el hecho
de que la producción de alimentos sea una actividad que persiga el lucro en
lugar de perseguir el bien social, la salud y el cuidado de la naturaleza),
chocarán frontalmente con esta realidad: los requerimientos del capital son
contrarios a los de la
ecología. La creación de direcciones nacionales de
agroecología o la instauración de un “Green new deal” que promuevan maneras más
amigables de producción pero que busquen a su vez conciliar los intereses del
capital, serán acciones por completo ineficaces para lograr el objetivo colosal
que se requiere, la instauración de un sistema nacional (y mundial) de
producción de alimentos integrado a la naturaleza y que proteja la salud
global. Esto, a su vez, requeriría un cambio profundo no sólo en el modo de
producción sino en el régimen de tenencia y utilización de la tierra, su
socialización y democratización de su uso y protección.
La actual crisis que estamos
viviendo, nos demuestra que la única alternativa para evitar una catástrofe
civilizatoria en el mediano (o en el corto) plazo, es comenzar a construir de
manera urgente un sistema global de producción de alimentos integrado a la
naturaleza y dirigido al bien social. Lo que implica necesariamente un profundo
plan de transición que debe desarrollarse democráticamente y desde abajo, con
el protagonismo de los colectivos y asociaciones campesinas, la población rural
y la sociedad organizada, que han históricamente luchado en defensa de los
derechos de las comunidades y el cuidado de la tierra. Este desafío,
además, debemos ponerlo en práctica en un sistema-mundo deteriorado, frágil y
que se encuentra sufriendo un proceso de calentamiento global de consecuencias
impredecibles. No se trata de la adopción de pequeños cambios progresivos que
nos lleven de a poco a lograr un sistema “más amigable” con el ambiente; hace
por lo menos un siglo que no venimos precisamente siendo “amigables” con el
ambiente. El desafío es inmenso, e implica cambios inmensos y radicales. Se
trata de una verdadera revolución ecológica que requiere, entre otras cosas,
una condición fundamental, la superación del capitalismo y la construcción de
un modelo global alternativo, democrático, centrado en el cuidado del planeta y
en el desarrollo de una civilización igualitaria que conviva de manera armónica
con la naturaleza.
La única alternativa para evitar una catástrofe
civilizatoria en el mediano (o en el corto) plazo, es comenzar a construir de
manera urgente un sistema global de producción de alimentos integrado a la
naturaleza y dirigido al bien social. Lo que implica necesariamente un profundo
plan de transición que debe desarrollarse democráticamente y desde abajo, con
el protagonismo de los colectivos y asociaciones campesinas, la población rural
y la sociedad organizada.
Notas
de interés / Bibliografía:
John Vidal;
“Destruction of hábitat and loss of biodiversity are creating the perfect
conditions for diseases like Covid-19 to emerge” (2020), disponible en: https://ensia.com/features/covid-19-coronavirus-biodiversity-planetary-health-zoonoses/
Pablo Rivas; “El peligroso vínculo entre
destrucción de ecosistemas y enfermedades infecciosas” (2020); disponible
en https://www.elsaltodiario.com/biodiversidad/peligroso-vinculo-destruccion-ecosistemas-enfermedades-infecciosas
Entrevista a Rob Wallace; “La responsabilidad
de la agroindustria en el Covid-19 y otras enfermedades virales” (por Yaak
Pabst (2020), disponible en http://www.biodiversidadla.org/Documentos/La-responsabilidad-de-la-agroindustria-en-el-Covid-19-y-otras-enfermedades-virales
Roberto Andrés; “Menos distopía, más utopía: el
Covid-19, el agronegocio y la crisis ecológica global”, visiones de Mike Davis
y Robe Wallace, disponible en: https://www.laizquierdadiario.com/Menos-distopia-mas-utopia-el-Covid-19-el-agronegocio-y-la-crisis-ecologica-global
Silvia Ribeiro; “No le echen la culpa al
murciélago” (2020); disponible en: https://amp.pagina12.com.ar/256569-no-le-echen-la-culpa-al-murcielago?__twitter_impression=true
Tomas Quindt;
“Por qué grandes granjas producen grandes gripes”, apuntes sobre “Big Farms
Make Big Flu: Dispatches on infectious disease, agribusiness, and the nature of
science” de Rob Wallace (2020). Disponible en http://www.laizquierdadiario.com/Por-que-las-grandes-granjas-producen-grandes-gripes
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