Desafíos ante la nueva frontera
¿QUÉ HAY DETRÁS DE SU RECUPERACIÓN? |
Por OPSur.- Cuando las asambleas
socio-ambientales cuestionan la mega-minería metalífera y afirman: “el
agua vale más que el oro”, logran la adhesión de amplios sectores
de la población, incluso de abrumadoras mayorías, en algunas regiones. El agua
es tan necesaria para la vida como el aire que respiramos; la ecuación es
sencilla: sin agua no hay vida. En cambio, podemos prescindir del oro. Pero si
afirmamos: “el agua vale más que los hidrocarburos”, esa
certeza entra en crisis, se establece una paridad entre ambos, aunque
biológicamente podemos vivir sin consumir los derivados de los hidrocarburos. Es decir, lo que entra en juego no es
la vida misma sino un modelo de vida: la Era Petrolera , que comenzó hace poco más de 150 años, es un ínfimo
fragmento de la historia de la Humanidad.
La respuesta más común a esa
consigna es: “vos usas tu auto y yo también”,
cerrando el paso a pensar cualquier alternativa, trasladando todo el peso de la
existencia de esta matriz energética al consumidor individual y no a decisiones
políticas. Aceptando, por ende, la creación de zonas de sacrificiocomo
un hecho irreversible. (Zonas de sacrificio que son territorios que albergan
pueblos, culturas, ecosistemas: diferentes formas de vida.) Se
evita la reflexión sobre quiénes habitan esas zonas de sacrificio y qué
derechos tienen; por acción u omisión se valida la existencia
de ciudadanos de segunda.
Desde el momento que se aceptan
las zonas de sacrificio, se recrea el “desierto”: todo lo existente en ese lugar
virtualmente desaparece, se crean una nueva geografía y un nuevo sentido del
territorio con un único objetivo:extraer
la energía almacenada en las entrañas de la Tierra.
Sin duda la dependencia de la
sociedad actual respecto de los hidrocarburos es muy fuerte y no sólo en
términos energéticos -que en Argentina representan la
base de nuestra matriz-, ya que sus derivados están también presentes en el día
a día: desde la ropa, el calzado y los recipientes plásticos a una amplia gama
de productos que los requieren como insumo.Nuestro vínculo -dependencia- con los hidrocarburos no tiene punto de
comparación con la relación que mantenemos con el oro -cuyo valor responde a una convención
social más que a una aplicación material.
El punto no es dejar mañana de
extraer hidrocarburos y de consumir sus derivados -ya que sencillamente es
imposible-, sino empezar de una vez la transición hacia otras
fuentes en lugar de profundizar la matriz existente, con sus
costos socio-ambientales, sus zonas de sacrificio; y buscar otras alternativas
para el desarrollo regional.
Hace años que se debate en ámbitos
internacionales si hemos alcanzado o no el pico del petróleo, el Peak
Oil, el fin del petróleo barato. Haber
llegado a él significa que en adelante extraer hidrocarburos demandará mayores
inversiones, por lo que su precio aumentará y se trasladará a toda la cadena de
producción y consumo; además del incremento de los riesgos ambientales,
ya que se avanza en yacimientos ubicados en aguas profundas o en ecosistemas
continentales muy delicados, fuentes de biodiversidad. (En el marco del
concepto de desarrollo vigente, basado en la acumulación, la muletilla de la
existencia de avances tecnológicos que disminuyen esos riesgos, los controles
estatales y el compromiso ambiental de las empresas, se desvanecen ante
catástrofes como el hundimiento de la plataforma de British Petroleum en el
Golfo de México.)