Veinteene
Por Ulises Bosia. La clase trabajadora en el centro de la escena. Niveles de
unidad insospechados, respuestas oficiales con resonancias neoliberales,
novedades en el discurso gremial y mayores exigencias para las fuerzas
políticas populares.
El primer
paro general convocado en casi diez años de gobiernos kirchneristas ya es historia.
Reunidos en una conferencia de prensa, sus principales organizadores –la CGT
moyanista y la CTA opositora- consideraron que la medida “superó las
expectativas”. Según el dirigente estatal y líder de la CTA Pablo Micheli ,
fueron más de 300 los cortes realizados en todo el país. A lo que se sumó la
huelga del poderoso gremio de camioneros, de los petroleros, de un sector de
los aeronáuticos, de los bancarios, de los trabajadores del peaje, de los
judiciales, de una parte de los ferroviarios, de los estatales de ATE, y de los
municipales de la Ciudad de Buenos Aires, entre muchos otros. Los líderes
sindicales aseguraron que el acatamiento fue altísimo y tiraron la pelota del
lado del gobierno nacional al declarar que ahora es el kirchnerismo el que debe
responder los reclamos de las centrales obreras y que de no hacerlo los
obligarían a programar nuevas medidas de fuerza.
Las principales reivindicaciones
del paro fueron las que Hugo Moyano viene instalando desde hace ya varios
meses: el aumento del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias y la
universalización de las asignaciones familiares. Pero además, fueron
incorporadas un conjunto de reivindicaciones que la CTA viene impulsando
históricamente, como el aumento del salario mínimo, el 82% móvil para las
jubilaciones y el rechazo a la llamada ley antiterrorista. Mayoritariamente se
trata de reclamos al Estado, que quizás deberían ser complementados por la
exigencia de ser financiados por los sectores más concentrados de la economía. De todas
maneras, se trata de un conjunto de medidas que gozan de una amplia legitimidad
en las organizaciones del campo popular, a tal punto que ni siquiera quienes se
opusieron al paro las rechazan. La novedad, de la que es necesario tomar nota,
es la incorporación al discurso moyanista del problema de los trabajadores y
trabajadoras tercerizados, precarizados o en negro.
Frente a un verbo sindical raras
veces permeable a la problemática del amplio sector del pueblo trabajador que
se encuentra por fuera de la vida gremial, resulta positivo que se encare esta
cuenta pendiente que hasta hace un tiempo era patrimonio casi exclusivo de
sectores minoritarios del movimiento obrero y de la izquierda independiente.
Indudablemente este cambio tiene que ver con la necesidad de Moyano de asumirse
como un referente popular en función de su propia perspectiva política,
traspasando los límites del férreo liderazgo sectorial del que gozó hasta
ahora. De todas maneras, aún teniendo en cuenta las particularidades del
empresariado argentino, hay que tener en cuenta que la precarización del
trabajo en todas sus variantes no es un fenómeno casual o accidental sino que
es una de las características más retrógradas de la era del capitalismo
neoliberal que rige en el mundo. En consecuencia la lucha por el fin de las
tercerizaciones y del empleo informal tiene grandes potencialidades y no es
solamente algo que debe estar presente en los discursos ni en una demanda
puntual sino que requiere para ser llevada a fondo de un proyecto político
alternativo, porque representa un desafío al capitalismo dependiente que
sufrimos día a día.
Tras la jornada de cacerolazos del
8N en la que distintos reclamos de la clase media estuvieron en el centro de la
escena política, mayoritariamente sustentados en el sentido común liberal que
la caracteriza, es auspicioso que sean ahora los reclamos de la clase
trabajadora los que estén en discusión. La misma presidenta tomó nota ya hace
varios días de esta cuestión, razón por la cual se adelantó a liberar del pago
de ganancias al medio aguinaldo de diciembre para los sueldos brutos menores a
$25.000. Y por otro lado el discurso oficialista se centró en la supuesta
extorsión de los cortes de accesos, rutas y avenidas pero no cuestionó en
ningún momento la legitimidad de los reclamos. La utilización de argumentos más
propios de quienes históricamente justificaron la represión de la protesta
social, como el plenipotenciario “derecho a la libre circulación”, expresa
también la incomodidad de un gobierno que no está acostumbrado a enfrentar
demandas legítimas de gran magnitud ante las que no tiene una respuesta
contundente.
Otra de las características del
paro tuvo que ver con la capacidad de sus organizadores de reunir a un amplio
espectro político al interior de la medida. Desde el ruralista Venegas, aliado de las
patronales rurales y de lo peor de la derecha política, hasta el ferroviario
Sobrero, referente del Frente de Izquierda, pasando por el gastronómico
Barrionuevo, líder de la CGT
Azul y Blanca, el conductor de la Juventud Sindical Facundo Moyano y el
referente social territorial Carlos Chile de la CTA. La demostración de
que se trató de una inteligente política premeditada fue la conferencia de
prensa del día de ayer, en la que se pudo escuchar desde vivas a José Ignacio
Rucci hasta la exigencia de la adecuación a la Ley de Medios de los monopolios
y reclamos al gobierno por la aplicación de la ley para los medios de comunicación populares y alternativos.
Cada sector aplaudía lo suyo, por supuesto, pero lograron la unidad de acción
necesaria para generar este hecho político. Por otro lado, en cada corte
pudieron verse también banderas de distintas organizaciones de izquierda y populares,
que vieron facilitada su participación por la modalidad de la medida de fuerza.
Finalmente, resta llamar la
atención del lector sobre la transformación que a lo largo de este año sufrió
el discurso kirchnerista. De unas elecciones realizadas bajo la consigna de
“profundizar el modelo”, se pasó ahora a “cuidar mucho lo que tenemos”, como
afirmó ayer la misma presidenta. Se trata de un reflejo del cambio en la
situación política más general. Nos acercamos a fin de año, y antes del pan
dulce y la sidra, ya podemos ir aventurando los primeros e incompletos balances
del 2012. Es evidente que tras un periodo de alza de la conflictividad social
el gobierno nacional ya no se encuentra a la ofensiva, sino que redujo su
hegemonía política. De todas maneras la oposición no ha logrado hasta ahora
fortalecer sus liderazgos, en gran medida por su incapacidad de formular un
modelo alternativo de país. Lo que le permite al kirchnerismo continuar
dominando cómodamente la situación política. Además, se trata de una fuerza
política capaz de remontar situaciones muy difíciles sin bajar sus banderas,
como quedó demostrado tras el voto no positivo de Julio Cobos en el 2008. Tras
el 7D será posible completar la pintura y así evaluar con más elementos el
cierre del año.
Si el 8N ponía en evidencia la
ausencia de una representación política para la clase media que asumiera las
banderas del liberalismo y el egoísmo social, el 20N también plantea un
problema similar para las organizaciones de izquierda y populares. No existe
hoy por hoy una fuerza política que logre representar políticamente los
reclamos de la huelga con la capacidad de articular con amplios sectores
buscando una superación de la experiencia kirchnerista y así convertirse en una
opción real para nuestro pueblo. En esa ausencia se asientan los sectores más
reaccionarios que intentan aprovechar la medida de fuerza para acumular para su
propio molino, como es el caso de la Sociedad Rural.
Fuente: http://www.marcha.org.ar/1/index.php/nacionales/97-analisispolitico/2531-veinteene
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