9 de julio
Análisis Político
Por Ulises Bosia.
Este martes se van a
cumplir 197 años de la declaración de independencia. ¿Es posible ser
independientes en el mundo del capitalismo globalizado?
El
fenómeno de la extranjerización de la economía sufrió una aceleración
cualitativa en los años 90,
a tal punto
que hoy es posible decir que el capital extranjero tiene una influencia
decisiva en la economía argentina. La magnitud de este
problema es tal que en el 2011 el 80,4% del valor generado por las 500 empresas
más grandes correspondió a firmas extranjeras.
Monsanto, Cargill, Barrick Gold, Chevron, Pan
American Energy, BBVA, HSBC, Telefónica, Telecom, Petrobrás, Carrefour o
Volkswagen son algunas de las empresas multinacionales más conocidas que operan
en nuestro país. Si bien muchas de ellas concentran su accionar en las
actividades ligadas a la extracción y exportación de recursos naturales, en
realidad se las puede encontrar en casi todas las ramas de la economía.
Las
consecuencias de esta realidad son múltiples pero vamos a destacar tres.
Ø
Por un lado el problema de la enorme fuga de capitales, que
desangra nuestra economía y es uno de los principales factores de la escasez de
dólares que vivimos actualmente.
Ø Por otro, la limitación
al desarrollo de la industria nacional, en la medida en que la producción local
es planificada como un eslabón de una cadena que se despliega por varios
países. De esa manera los procesos más complejos vinculados a una mayor
innovación tecnológica se reservan a los países centrales del capitalismo,
mientras que en naciones como la nuestra se aprovecha la abundancia de recursos
naturales y el bajo nivel salarial de la mano de obra.
Ø Finalmente, en buena
medida las inversiones extranjeras se orientan en toda América Latina a la
extracción de bienes naturales y la actividad primaria en general, sea en la
minería, el petróleo, el gas o la producción agraria, y al financiamiento de la
infraestructura necesaria para ese circuito de exportación. En ese sentido la
inversión extranjera, tal como está planteada hoy, es un factor de peso que empuja
con fuerza la tendencia a la primarización de las economías de nuestros países
hermanos.
Esta presencia
económica se combina con el aspecto jurídico-político del fenómeno de la
extranjerización que tiene que ver con un enorme entramado legislativo proveniente
de la década de 1990 pero aún vigente.
·
En primer lugar nos referimos a la Ley de Inversiones Extranjeras
(Ley 21.382) sancionada por la última dictadura militar y reformada por el
menemismo. Es una norma que afirma que “los inversores extranjeros que
inviertan capitales en el país tendrán los mismos derechos y obligaciones que
la Constitución y las leyes acuerdan a los inversores nacionales”. Por si fuera
poco asegura la libre disponibilidad para el giro de las ganancias empresarias
al exterior del país y la ausencia de requisitos de inversión.
·
En segundo lugar, hay que tener en cuenta la vigencia de decenas
de Tratados Bilaterales de Inversión con múltiples países mediante los que los
capitales extranjeros gozan de diversos incentivos para invertir en nuestro
país. Los tratados les aseguran la garantía de que ante cualquier problema que
surja, sus intereses no serán defendidos ante la Justicia local sino ante el
tribunal del Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a
Inversiones (CIADI), un organismo dependiente del Banco Mundial en el que hoy
se acumulan las denuncias de las empresas multinacionales contra nuestro país.
Algunos
países de América Latina, pertenecientes a la
Alianza Bolivariana para
los pueblos de Nuestra América se retiraron del CIADI, como Venezuela, Bolivia
y Ecuador, mientras que por ejemplo Brasil nunca formó parte, al entender que
hacerlo implica una inaceptable entrega de la soberanía nacional.
Finalmente
se puede pensar la extranjerización de la economía también por su dimensión
social. Principalmente teniendo en cuenta el problema del bajo nivel salarial
de la clase trabajadora y de las condiciones concretas en las que trabaja. Para
que las multinacionales inviertan en nuestro país se necesita una mano de obra
barata.
En
los últimos diez años la tasa de ganancia empresaria fue muy elevada y en
algunas ramas incluso más alta a la de la década del noventa. Sin embargo, el
poder de compra real del salario de la clase trabajadora en promedio solamente
pudo recomponerse ligeramente por sobre el nivel del año 2001, muy por debajo
del máximo histórico que en nuestro país se dio en el año 1974. Además, el
hecho de que uno de cada tres trabajadores se encuentre empleado en negro, es
decir ilegalmente, no puede ser comprendido por fuera de esta realidad. Así
como tampoco las condiciones de tercerización fraudulentas instaladas en
múltiples actividades entre las que se destaca el empleo público.
¿Cómo
recordar y homenajear entonces la entrega de los patriotas de nuestra
independencia sin enfrentar en la actualidad estos impedimentos estructurales
al desarrollo de nuestro país?
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