¿Por qué “segunda independencia”?
7 de julio de 2016
7 de julio de 2016
Por Rolando Astarita
El próximo sábado, 9
de julio, se cumplen 200 años de la declaración de la independencia argentina.
A raíz de la conmemoración, se multiplican desde el nacionalismo
progre-izquierdista hasta la izquierda radical, los llamados a luchar por una
“segunda independencia”. La idea central es que Argentina hoy está sometida a
un dominio de tipo colonial (algunos hablan de semicolonia, otros de
neocolonia). En este amplio “frente de hecho” existen, por supuesto, matices y
diferencias. Los militantes y organizaciones de izquierda (trotskistas,
guevaristas, maoístas, entre otras) afirman que hay una doble explotación: la
del país de conjunto y la explotación de la clase obrera por el capital. Y que
la explotación nacional se mantuvo desde que Argentina se constituyó como
nación formalmente independiente, hasta el día de hoy. El nacionalismo burgués
o pequeño burgués, en cambio, no habla de la explotación de la clase obrera, y
por otra parte, y mayoritariamente, afirma que el dominio colonial fue
interrumpido entre 1946 y 1955, con los gobiernos de Perón; y entre 2003 y
2015, con los gobiernos de los Kirchner.
En cualquier caso, y
por sobre las diferencias, el punto de acuerdo es que en Argentina hoy está
planteada la tarea histórica de lograr la segunda independencia. En definitiva,
estaríamos más o menos como antes del 9 de julio de 1816.
En otras notas del blog he argumentado -recogiendo una tesis que
viene de Lenin, y fue desarrollada en Argentina por diversos grupos, al menos
desde los años 1960- por qué considero que la demanda de una segunda
independencia no tiene sentido (aquí, aquí, aquí). Reproduzco
algunos pasajes que sintetizan la posición. En primer lugar, sobre la noción de
liberación nacional.
Liberación nacional
“El significado de la
demanda de liberación nacional deriva de la naturaleza de la relación colonial
o semicolonial, ya que se trata de obtener el derecho a la autodeterminación
política y ‘a la existencia de un Estado separado’ (Lenin, 1916). Por eso, es
una demanda democrático-burguesa, del mismo tenor que otras reivindicaciones
democráticas; por ejemplo, el derecho al voto, o al divorcio. La
autodeterminación constituye un derecho formal, pero de consecuencias
económicas, ya que la constitución de un Estado independiente termina con el
pillaje y el robo del país sometido por medios extraeconómicos. Por eso
también, la autodeterminación genera mejores condiciones para el desarrollo
capitalista (Lenin, 1916). Un país que deja de ser colonia, o semicolonia, y se
constituye como Estado autónomo pasa así al estatus de ‘dependiente’. Esto
implica que el Estado tiene jurisdicción sobre su territorio: ‘En el momento en
que una colonia ha luchado y conquistado su independencia política, se
constituye nuevamente en una formación social propia’ (Sonntag p. 151). Sonntag
sostiene que después de la independencia se continúa acumulando capital para la
economía dominante (o las economías dominantes), pero también ‘debe iniciarse
un proceso de acumulación interna y de reproducción ampliada de capital que
tenga como objetivo el sustentamiento y la expansión interna de las formaciones
sociales creadas, incluso cuando sea muy bajo su volumen’ (pp. 151-2)”.
Los textos aquí
referidos son el folleto de Lenin “El imperialismo fase superior del
capitalismo” y ““Hacia una teoría política del capitalismo periférico” de
Sonntag.
Dependencia
Pero la liberación
nacional no elimina la dependencia económica:
“Sin embargo, la autodeterminación nacional no elimina –ni puede
hacerlo- la dependencia económica, que en el enfoque de Lenin, está asociada al
predominio del capital financiero, y no puede desaparecer en tanto haya
capitalismo (véase 1916). Por eso, la superación de la dependencia económica de
un país atrasado excede lo que puede lograr una revolución nacional burguesa y
democrática, o anti-imperialista. En otros términos, acabar
con la dependencia no puede plantearse como tarea nacional burguesa y
democrática. Por ejemplo, y siempre según el enfoque de Lenin,
Noruega, al independizarse de Suecia, había alcanzado su liberación nacional, esto
es, el derecho formal a ser un Estado independiente. Sin embargo, desde el
punto de vista económico, seguía siendo dependiente, y esto no podía ser de
otra manera en tanto subsistiera el sistema capitalista. ‘Ninguna medida
política puede prohibir un fenómeno económico’ observa Lenin. Noruega, Polonia
y otros países atrasados podían acceder a la independencia política, pero esto
no cortaría la dependencia del capital financiero. ‘La independencia de
Noruega, lograda en 1905, fue solo política. No podía afectar su dependencia
económica, ni era su intención’ (1916). Subrayaba que ‘la autodeterminación
concierne sólo a lo político’, y no tenía sentido siquiera hablar de la
imposibilidad de la autodeterminación económica’.
Argentina, ¿relación colonial?
Con respecto al caso
específico de Argentina, las políticas adoptadas por su clase dirigente, no se
pueden aprehender con el esquema “relación colonial”:
“…en el caso de
Argentina, se puede sostener que desde su organización nacional más o menos
definitiva, en 1880, las políticas económicas y sociales no fueron impuestas
por potencias extranjeras, ocupaciones militares o gobiernos instalados por
ellas. A lo largo de la historia los gobiernos argentinos adoptaron muchas
medidas que serían impensables dentro de una relación colonial, o semicolonial.
Como botones de muestra, recordemos que en 1973 Argentina estableció relaciones
comerciales con Cuba, la
Unión Soviética y Polonia, y obligó a las multinacionales
estadounidenses, a participar en ese comercio, contra los deseos de Washington;
más tarde, la dictadura militar exportó trigo a la URSS, a pesar de la
oposición de EEUU; en 1982 Argentina ocupó militarmente Malvinas; ese mismo año
el país entró en cesación de pagos de su deuda; en 2001, defaulteó; desde 2005
el gobierno argentino se ha negado a realizar los informes anuales para el FMI;
también en años recientes Argentina reconoció a Palestina como ‘Estado
libre e independiente’, contra la posición de EEUU; actualmente el gobierno
sigue sin regularizar su deuda con el Club de París; y negocia con China y
otros países según sus conveniencias. Cualquiera de estas medidas era
inconcebible en una semicolonia como lo era China de los años 1910” .
Bases materiales de la dependencia
Vinculado a esto, es
necesario tener en cuenta que la misma dinámica del desarrollo capitalista
genera las bases materiales para las políticas de los países dependientes, no
coloniales:
“A medida que los
países se fueron liberando del dominio colonial y semicolonial –América Latina
en el siglo XIX, la mayor parte de Asia y África en la segunda posguerra, y
hasta los años 1970- se generalizó el modo de producción capitalista, y con él
la participación de las burguesías de los países atrasados en el manejo de
“sus” Estados. En consecuencia, las medidas económicas de estos gobiernos se
deciden de manera creciente teniendo en cuenta la situación competitiva en que
se encuentran los capitales locales y de qué manera pueden avanzar sus
intereses, en el marco de relaciones económicamente desiguales. Esto comprende
incluso a países cuyas luchas fueron ejemplos del combate antiimperialista y
anticolonial. Por ejemplo, hasta 1975, el gobierno de Vietnam del Sur era un
títere del imperialismo estadounidense, y por lo tanto podía considerarse que
el país era una variante de semicolonia. Después de 1975, y con el triunfo
sobre EEUU, Vietnam se unifica bajo el nuevo gobierno revolucionario. Pues
bien, y contra lo que muchos esperaban (o esperábamos), en 1976 el gobierno
vietnamita pidió el ingreso del país al Fondo Monetario Internacional y al
Banco Asiático de Desarrollo, y aprobó leyes para fomentar las inversiones
extranjeras. Pero no se trató de una imposición colonial, sino de la decisión
de un país políticamente independiente. (…)
… el gobierno
argentino de Cristina Kirchner está procurando atraer inversiones chinas, y no
por ello es “lacayo” del imperialismo chino. Como tampoco lo es de Estados
Unidos, aunque cierre acuerdos con Chevron, acate las sentencias del CIADI y
negocie la deuda con el Club de París”.
Todo esto no niega el
hecho de que existen presiones políticas y diplomáticas de los Estados más
poderosos, y de los capitales internacionalizados, sobre los gobiernos de los
países más débiles:
“En este punto, y a diferencia del planteo de Lenin, diría que
esa dependencia económica no está asociada exclusivamente a la existencia del
capital financiero internacional, sino al conjunto del capital –las grandes
transnacionales abarcan también la industria, el comercio, la agricultura- y a
la estructura desigual del modo de producción capitalista mundial.
Naturalmente, los capitales más avanzados científica y tecnológicamente, y con
mayor poder comercial y financiero, ejercen presión sobre los capitales más
débiles; y los Estados nacionales más fuertes, asociados a esos capitales
avanzados, tienen un poder de presión incomparablemente mayor que los Estados
de los países atrasados. Por eso, así como EEUU presiona a los países
latinoamericanos, Brasil hace lo propio con Paraguay y Bolivia (recordemos los
conflictos en torno a Itaipú, o por los precios que paga Petrobrás a Bolivia);
y también Argentina con Paraguay y Bolivia; o con Uruguay. Pero esto no
significa que existan relaciones de tipo semicolonial entre estos países. Por
ejemplo, Argentina presiona a Uruguay por la construcción del puerto de aguas
profundas que alienta el gobierno de Mujica, sin que ello implique que Uruguay
sea semicolonia argentina. Estas presiones derivan
del modo de producción capitalista, y son ineludibles en tanto exista la propiedad
privada y el mercado mundial”. (…)
“Es puro utopismo
pequeño burgués pensar que un país capitalista puede abstraerse o modificar
esta dinámica objetiva. La dependencia económica de los países atrasados con
respecto a las grandes potencias no se puede eliminar con la liberación
nacional, que atañe a lo político. Es una dependencia que está asociada al
desarrollo internacional desigual de las fuerzas productivas. Por eso, un
programa socialista sería reaccionario (en el sentido del atraso de la ciencia
y la tecnología) si propusiera desarrollos autárquicos, y basados en los
particularismos nacionales. Una “liberación nacional” a lo Corea del Norte no
es “liberación” en ningún sentido de mejora de las condiciones de vida de las
masas trabajadoras, ni de las condiciones para terminar con toda forma de
explotación, que es lo que en definitiva importa”.
¿Qué explotación?
En cuanto a la
“explotación”, no tiene sentido sostener que Argentina es “explotada”. Son los
trabajadores los explotados, no “el país” (esto es, el conjunto de la
población). Esto se debe a que la relación dominante es capitalista. En esta
explotación, los capitales nativos y extranjeros participan como socios, según
sus fuerzas relativas.
“Para expresarlo con nombres, en Argentina los grupos Socma,
Techint, Lázaro Báez, Bulgheroni, Clarín, Macro, Arcor, Pescarmona, Grobo y
similares, no son explotados, sino explotadores. Algo similar ocurre con los
grandes grupos económicos mexicanos, chilenos, malayos o indios. Pueden estar
asociados con capitales extranjeros, sean financieros, comerciales o
productivos, pero no por ello están colonizados. Lo mismo se puede decir de los
inversores argentinos (o de cualquier otro país atrasado) que realizan
inversiones directas en otros países, o colocan fondos en los grandes centros
financieros internacionales. Sus intereses están entrelazados con los del gran
capital. Un funcionario argentino que invierte sus dinerillos en un paraíso
fiscal, no es un explotado por el capital financiero internacional; es alguien
que ha participado, y se ha beneficiado, de la explotación de la clase obrera
de “su” país, y se sigue beneficiando de la explotación del trabajo a nivel
global. … la clase dominante argentina, como la de cualquier otro país
dependiente, no es ‘semi-oprimida’
ni ‘semi-explotada’, como aparecía en la visión tradicional basada en la
caracterización ‘Argentina semicolonia”.
En definitiva,
lo que está planteado hoy como tarea es la liberación social de los explotados
por el capital. La consigna de la segunda independencia sólo lleva agua al
molino de la conciliación de clases y del nacionalismo.
Descargar el documento: [varios formatos siguiendo el link, opción
Archivo/Descargar Como]:
¿Por qué “segunda independencia?”
¿Por qué “segunda independencia?”
Fuente: https://rolandoastarita.wordpress.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario