Aportes de la economía ecológica
a la gestión ambiental
2 de mayo de 2016
"La economía ecológica menciona que tanto la economía de los recursos
naturales y la economía ambiental no logran dar respuestas a la
sustentabilidad en tanto constituyen una prolongación de los marcos
teóricos e instrumentales de la economía convencional. Por ejemplo
plantean que para solucionar los impactos negativos de la economía
convencional a la sociedad y el ambiente lo que hay que hacer es
incorporarlo a las leyes del mercado, en este caso, internalizar las
externalidades. La economía ecológica dice que el problema es que hay
valores en la vida que no son internalizables."
Por Rodrigo
Arce Rojas
Ingeniero Forestal
Los
defensores acérrimos de la pertinencia del sistema económico vigente
aducen que la economía es el eje que mueve el mundo. Para ellos primero
es la economía, segundo, es la economía y tercero es la economía. Bajo
esta concepción lo ambiental y social deben tomarse en cuenta pero sólo
si no afectan la economía. Incluso se ha inventado el término desarrollo
sostenible para decir que se toma en cuenta lo económico, lo social y lo
ambiental pero valgan verdades el peso específico que tienen los
factores ambientales y sociales varía entre los actores porque éstos
están supeditados a que no se afecte la economía.
Si
aceptamos que es el Homo
economicus el que domina
el mundo, entonces habría que reconocer también que el sistema económico
predominante no ha sido capaz de ofrecer un planeta sustentable. La
afectación del sistema atmosférico global, la pérdida de los glaciares,
la alteración de los recursos hídricos, la pérdida de biodiversidad, la
deforestación, la desertificación, entre otros procesos globales, nos
estarían indicando que el modelo civilizatorio ha fallado. Ello nos
obliga a revisar los viejos paradigmas que han conducido los procesos
políticos y económicos que predominan en el mundo.
La base
de la economía neoclásica se sustenta en las siguientes premisas
básicas: las personas se mueven con el propósito de maximizar sus
beneficios, solamente interesa todo aquello que es producible,
apropiable y vendible, y solo cuentan los actores que están en la
transacción. Como tal el sistema económico se concibe como un sistema
cerrado y con una mirada fundamentalmente cortoplacista de la ganancia
inmediata.
Frente a esas posturas la «economía ecológica» apareció como la ciencia que estudia las interacciones entre los sistemas económicos y los ecosistemas en una perspectiva de gestión de la sustentabilidad (Van Hauwermeiren (1998). La economía ecológica parte de una crítica profunda a la economía convencional y da respuestas filosóficas, teóricas y metodológicas para construir una propuesta alternativa más amigable con la sociedad y el ambiente.
A
diferencia de la economía convencional la
«economía ecológica» reconoce
que la economía es un sistema abierto y como tal abierto a las leyes de
la termodinámica. Desde una perspectiva holística y sistémica la
economía ecológica dice que no es posible abstraerse ni de la naturaleza
ni de la sociedad por tanto incorporan en su reflexión y práctica
conceptos que son esquivos en la economía convencional tales como la
justicia ambiental, la equidad, la cultura, la igualdad y equidad de
género y la participación de todos los actores involucrados en la
definición de los límites económicos de los ecosistemas.
La
«economía ecológica» no hace las explicaciones sólo desde una perspectiva
ecológica o económica sino más bien desde un enfoque interdisciplinar y
transdisciplinar. En tal sentido está más acorde con lo que implican los
retos del pensamiento complejo donde el enfoque sistémico es
fundamental. De ahí que una preocupación central de la economía
ecológica es el desarrollo de indicadores biofísicos de sustentabilidad
para superar las limitadas mediciones del crecimiento económico. El
reconocimiento de la incertidumbre en los sistemas y los diversos
factores que están en juego convierten a la «economía ecológica» en una
ciencia postnormal.
Los
impactos de la actividad económica convencional al ambiente se
manifiestan en el agotamiento de los recursos naturales, la
contaminación y la afectación a los servicios ecosistémicos. No es
posible pues abstraer las actividades económicas de la naturaleza pues
en realidad se sustenta en ella.
La
«economía ecológica» menciona que tanto la economía de los recursos
naturales y la economía ambiental no logran dar respuestas a la sustentabilidad en tanto constituyen una prolongación de los marcos
teóricos e instrumentales de la economía convencional. Por ejemplo
plantean que para solucionar los impactos negativos de la economía
convencional a la sociedad y el ambiente lo que hay que hacer es
incorporarlo a las leyes del mercado, en este caso, internalizar las
externalidades. La «economía ecológica» dice que el problema es que hay
valores en la vida que no son internalizables. Lo curioso es que la
economía convencional también reconoce este hecho cuando dice: “la
sonrisa de mi bebé no tiene precio, para todo lo demás existe una
tarjeta de crédito”. La “sonrisa de mi bebé” puede ser reemplazada por
el valor sagrado de la montaña, beber agua de la laguna con confianza,
el paisaje cultural, la sabiduría que encierra un idioma local, entre
otros.
Otro
aspecto central a destacar en la «economía ecológica» es la participación
de todos los involucrados en la toma de decisiones sobre los límites
económicos de los ecosistemas en lo que se ha dado a llamar la comunidad
extendida de pares que incluye a todos los que deben estar y no sólo los
tecnócratas o los sectores económicos involucrados. Con ello la «economía ecológica» se adelantó a los principios que se han ido desarrollando en
la gobernanza ambiental.
Frente a
los retos de la gestión de paisajes forestales sostenibles la «economía ecológica» da marcos filosóficos, teóricos y metodológicos que
contribuyen a la reflexión y la acción para la gestión de la sustentabilidad. Por ello es irresponsable la propuesta de la candidata
que pretende desandar el proceso de formalización de la minería
informal. Como todo proceso es perfectible pero lo que no se puede hacer
es avalar la destrucción de la Amazonía, de Áreas Naturales Protegidas,
la explotación sexual de niñas, entre otros nefastos impactos en nombre
del trabajo, del crecimiento económico o de la sed insaciable del poder
político.
Bibliografía revisada:
Van
Hauwermeiren, Saar (1998), Manual de economía ecológica. Quito:
Instituto de ecología política. Pp. 97
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