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9 de octubre de 2017

II. Ruptura con nuestro racismo y nuestra lógica capitalista para posicionarnos junto a indígenas en rebeldía.

"Nosotros no reconocemos fronteras, 

nuestro pueblo abarca de mar a mar"

A pocos kilómetros, en Vuelta del Río, está la zona ocupada. Jessica, una mapuche que vino de Esquel, se acomoda su pañuelo palestino en la cabeza a la puerta de una precaria cabaña de vigilancia. Con un fuego al aire libre –viven sin agua corriente ni electricidad- cocinan una carne e intentan esquivar el frío. Algunos usan pasamontañas para evitar ser reconocidos. “ Benettones el foco del conflicto por su peso político. El objetivo de fondo es fortalecernos como pueblo”, cuenta Jessica. Mirtha, de rasgos más claramente indígenas, bajó de las reservas de Cushamen: “Ellos tienen balas, nosotros piedras. Sabemos que están desesperados por sacarnos. Pero no van a poder”, dice con seguridad. No se van a ir. Ya hay incluso un niño nacido en el campamento. Su plan es de largo plazo: convencer a todos los mapuches para alzarse contra Benetton y otros terratenientes, construir un nuevo estado dentro del territorio chileno y argentino. “Nosotros no reconocemos fronteras, nuestro pueblo abarca de mar a mar”, cuenta Maicoño. Atilio y Rosa Curiñanco se hicieron famosos en 2007 porque ocuparon otra parcela de las tierras de Benetton. Llegaron a viajar a Italia para convencer al patriacra, Luciano, sin éxito. Así que siguen ocupando 500 hectáreas sin papeles ni derechos. Pero ya nadie intenta echarlos. No aprueban la violencia. “La manera que estos jóvenes de luchar no es aceptada por las 110 comunidades de acá. Pero sí la idea de recuperar las tierras. Acá destruyeron una cultura. Venimos de sangre milenaria y queremos juntar lo que desparramó el huinca [blanco]”, explican en su pequeño rancho, donde apenas tienen unas gallinas. Les cuesta cultivar las tierras, no tienen maquinaria. Han cumplido 10 años allí y se sienten libres, aunque viven en la pobreza absoluta.

Resistencia Ancestral Mapuche

Los indígenas no están solos, cuentan con un fuerte apoyo social y político. “No son ocho locos, detrás hay una organización, Resistencia Ancestral Mapuche” se indigna McDonald, quejoso por el apoyo de Amnistía Internacional. Le gustaría que el Estado argentino fuera tan duro como el chileno, que les aplica la ley antiterrorista. De hecho el líder de estos mapuches, Facundo Jones Huala, tiene una reclamación de extradición al país vecino. “Chile tiene un estado presente, si no esto es como el far west. Nuestro personal está muy preocupado, han atormentado a varios empleados. Esto en la Patagonia no se dio nunca”, asegura mientras muestra junto a Juan Chuquer, responsable de forestación de la compañía, los pinos ponderosa que han plantado en otra parte de la estancia. “Esta empresa es Benetton pero también somos nosotros, los que trabajamos aquí”, asegura Chuquer. “Hemos hecho una forestación para que un día haya una maderera que dé trabajo al pueblo. Es una inversión a 50 años, no pueden decir que estamos saqueando. Amenazas con quemarnos los pinos, ya quemaron una casilla de trabajo. Está en riesgo nuestra seguridad física, así no se puede seguir”, remata Chuquer. El juez de Esquel que ordenó el último allanamiento, Guido Otranto, cuenta que encontraron cócteles molotov. “Son violentos, aunque no se les puede llamar terroristas como pretenden algunos”, matiza. Todos tienen claro que esto no es una batalla por unas hectáreas. La pelea de fondo cuestiona la construcción de un continente a sangre y fuego. Por eso el tiempo no es un problema para nadie. En la Patagonia todo va despacio. Pero en su silencioso paisaje de ensueño la tensión es evidente. Se pelea metro a metro. En cualquier momento puede estallar la chispa definitiva.




Fuente: https://elpais.com/especiales/2017/represion-mapuches-argentina/

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