La
herencia colonial de la deuda climática a través de la idea de raza
15 de octubre de 2019
Por
Andrés Kogan
Valderrama (Rebelión)
A
propósito de una nueva conmemoración del mal llamado día de la raza o
encuentro entre dos mundos este 12 de octubre, se hace interesante
reflexionar en qué medida la crisis socioambiental en la cual estamos
envueltos en la actualidad como seres vivos, tiene directa relación con
la aparición de un nuevo sistema mundo colonial moderno, el cual desde
la conquista hasta nuestros días, sigue dejando huellas en los
diferentes territorios que ha impuesto su dominio.
Una de estas huellas, es lo que se conoce como deuda climática, la
cual no es otra cosa que el brutal impacto que ha tenido el planeta en
los últimos 200 años, como resultado de la explosiva industrialización
de algunos países del Norte Global desde el siglo XIX, los cuales con
sus sistemas de vida basados en la producción y consumo ilimitado de
mercancías, han generado efectos irreversibles para el planeta en su
totalidad.
Como
la evidencia histórica nos muestra, países de occidente como Estados
Unidos, Inglaterra, Alemania, Australia, Canadá, son los que a lo largo
de los dos últimos siglos más han impactado el clima a nivel mundial con
sus sistemas de vida insostenibles para el planeta. De ahí que desde el
Sur Global se hable de una deuda histórica de aquellos países y la
necesidad de garantizar una justicia climática para todas y todos, la
cual anteponga los derechos de pueblos y territorios por sobre los
estados y las empresas.No obstante, esa expansión industrial de esos países, no es posible entenderla sin un proceso previo de colonización desde 1492, el cual fue capaz de expandirse gracias a la idea de raza, la cual como bien plantea el pensamiento anticolonial, se usó para clasificar mundialmente a distintos grupos de seres humanos en inferiores o superiores. En consecuencia, la racialización de comunidades indígenas durante la conquista, solo se entiende en la medida que los llamados indios fueron vistos como seres salvajes, no civilizados y más cercanos a la naturaleza.
Una herencia colonial que se ha mantenido hasta el día hoy, la cual se evidencia con cada proyecto extractivo que se aprueba e instala en cada país de la región, sea este minero, maderero, agroindustrial o petrolero, en donde siempre los más perjudicados son comunidades indígenas, ante su mayor apego a los territorios. Por eso que es tan importante ser igual de críticos tanto con gobiernos conservadores como progresistas, ya que todos están atrapados en lógicas de colonialismo interno, funcionales al extractivismo imperante.
Sin embargo, la deuda no debiera pagarse en dinero, como algunos sectores de izquierda plantean, sino en decrecimiento de los países más industrializados, que incluya también a países no occidentales como China por ejemplo, el cual es el mayor contaminador del planeta, por lo que se hace indispensable incluirlo también en la lista de países ecocidas a nivel planetario, más allá que algunos sectores decoloniales lo vean como un aliado contra occidente.
China no habrá usado la idea de raza para expandir su dominio
económico en la actualidad, como ocurrió con los imperios de occidente,
pero igualmente está tomando un estilo de vida que tiene su origen en
1492, el cual se sustenta de la extracción de bienes comunes de América
Latina y África.
A su vez, sería bueno que Naciones Unidas entienda de una vez que
los Derechos Humanos tienen que ampliarse a los Derechos de Los
Territorios, pasando de una mirada jurídica antropocéntrica a una que
incluya al resto de los seres vivos, de manera de exigir a los Estados
una responsabilidad planetaria en sus políticas. No es posible que en
cada cumbre por la crisis climática que se realizan en distintos países,
se siga pensando con lógica dual, que separa la cultura de la
naturaleza, como si las sociedades se pudieran sostener solas, por fuera
de los ecosistemas.
Seguramente los predicadores del crecimiento económico sin fin y
expertos en derecho internacional, como son buena parte de los
economistas y abogados, sean estos de izquierda o de derecha, les
parecerá una locura estas ideas, pero es la única forma de construir en
conjunto la idea de una nueva justicia climática, que se haga cargo del
calentamiento global y de un sistema depredador, que afecta a las
poblaciones más empobrecidas, sean estas humanas como no humanas.
Andrés Kogan Valderrama, sociólogo, editor del Observatorio
Plurinacional de Aguas.
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