Entrevista a Boaventura de Sousa Santos.
Por Susana Caló
(...)Susana
Caló –
Las luchas en torno al derecho a la tierra y al territorio han sido uno de los
principales tópicos de diversos movimientos sociales por el mundo entero, contra
aquello que se designa de fascismo territorial – formas de dominación y
explotación del territorio con carácter colonial – y defendiendo también
concepciones ecológicas de la territorialidad, véase el caso del petróleo o de
la extracción minera. ¿Le parece imposible la implementación con suceso de
reformas agrarias, así como su mantenimiento, frente a presiones capitalistas?
Boaventura de Sousa Santos –
Es una excelente pregunta porque la cuestión de la tierra y del territorio mudó
y no apenas en la dimensión en la que hablamos, es decir, de una lucha por una
distribución de la tierra como un recurso agrícola para una construcción
política de un territorio con una identidad cultural propia. Pero la tierra,
hoy, ya no es de ninguna manera ni sólo la agricultura, ni sólo el territorio –
es la reserva de la biodiversidad – que es un problema completamente diferente.
Es la reserva agrícola, la reserva del agua, los acuíferos, y es también la
tierra que hoy es la base de la gran orgía de los recursos naturales en la que
nos encontramos.
Todo el extractivismo vino también a territorializar las relaciones económicas y políticas y es esa la gran contradicción de la globalización, ya que si se pensaba que ésta iba a desterritorializar todo: hoy viajamos, los productos son hechos en cualquier parte del mundo, el reloj es hecho es seis partes del mundo, ¿qué interés tiene el territorio? Parece que ninguno pero, al mismo tiempo, una serie de factores nos obligan a pensar que al final la desterritorialización es apenas uno de los lados de nuestra condición. El otro lado es, en contraposición a ella, la reterritorialización… Hay cosas fundamentales que sólo pueden ser producidas en ciertos lugares: la grabadora que estamos usando, su ordenador que tiene metales especiales raros que sólo existen en ciertos lugares, etc. Tenemos nuevamente en América Latina y África una carrera por los recursos naturales que ejerce una enorme presión sobre la tierra y que crea un nuevo conflicto entre aquellos que quieren la tierra para extraer los minerales y los agricultores y campesinos que allí viven.
Yo acabo de regresar de Mozambique y ví exactamente eso, las
grandes empresas como la Rio Tinto o la
Vale do Rio Doce están desalojando a
poblaciones enteras para expandir sus minas de carbón. Aquí, la tierra no es
para la agricultura, aquí, la tierra es para la explotación minera. Y también
tenemos hoy otro problema que es lo que las Naciones Unidad designan ya como
“land grabbing” que es la acumulación de tierra, la compra y la ocupación masiva
de la tierra por países extranjeros y no sólo por empresas. Este es el caso de
Arabia Saudí, y de Kuwait que han comprado grandes extensiones de tierra en
África como reserva para alimentar y reserva de agua.
Por este motivo, la tierra hoy
está dentro de una geopolítica del territorio mucho
más compleja que aquella que habíamos construido anteriormente como el mundo
rural.
Ahora, su referencia al fascismo territorial coloca otra cuestión que me ha tenido muy ocupado. Yo realicé mi tesis doctoral en la Universidad de Yale, mi trabajo de campo fue vivir en una favela de Río de Janeiro, precisamente para intentar analizar las relaciones sociales y el espacio social dentro de una favela donde vivían 60.000 personas. Fue ahí que desperté para la idea del fascismo territorial. Las propias ciudades son hoy atravesadas por una lógica de territorio que acaba por fracturarlas, creando dentro de las ciudades una línea abismal entre las zonas que yo llamo civilizadas, las urbanizaciones que son cada vez más contra el espacio público (urbanizaciones privadas), y las zonas salvajes donde viven las clases populares en los suburbios, en los guetos y en las favelas. Estas zonas salvajes obviamente proliferan en el mundo, una vez que las ciudades no poseen la capacidad de acomodar de una manera urbanísticamente razonable, social y políticamente decente a las poblaciones que llegan a las ciudades huyendo de la violencia rural, de la desertificación, de la guerra, o de la ocupación salvaje de sus tierras.
Es por eso que existen todas esas
formas de fascismo territorial,
que
constituyen una división dentro de los países que son homogéneos desde el
punto de vista político, (en el que las leyes son las mismas) pero en el que,
sin embargo, la policía es capaz de actuar de una forma totalmente diferente
dependiendo del lado de la línea, según considere el territorio enemigo o no,
civilizado o salvaje. Es decir, en la construcción de nuestros países, estamos
asumiendo conceptos que eran conceptos de guerra contra los extranjeros. El
territorio del enemigo interno puede ser una favela, un barrio de lata, pueden
ser grupos terroristas o llamados terroristas. Los propios territorios internos
de los países están hoy sujetos a formas de geopolítica interna que parecen una
importación de relaciones internacionales para el propio territorio. Así,
tenemos también territorios que dentro del propio país reproducen relaciones
coloniales, que es un concepto que viene de los años 60, de la
América Latina, de un gran sociólogo llamado Pablo González Casanova que habrá
sido probablemente uno de los primeros en escribir sobre el
colonialismo interno.
Cuando los países latinoamericanos se independizaron, el
colonialismo no terminó porque la independencia no fue conquistada o entregada a
las poblaciones originarias, pero si a los descendientes de los colonos que
habían ido para allí. Y estos fueron en ocasiones más racistas que los propios
colonos. En algunos países el genocidio de indígenas fue superior después de la
independencia dando lugar a la creación de relaciones internas de colonialismo.(...)
(Esta entrevista, traducida por Pilar Pereila Martos, tuvo lugar
el 27 de julio de 2012 en el Centro de Estudios Sociales, en Coimbra, Portugal).
http://anarquiacoronada.blogspot.com.ar
/2013/11/democratizar-el-territorio-democratizar.html
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