Dinámicas
moleculares-
molares sociales
21 de septiembre de 2017
Por
Raúl Prada Alcoreza
Dedicado a los y las activistas en defensa de la vida y de la
democracia. Algunos de ellos y ellas han sido detenidos, compartiendo la
suerte con los y las detenidas de los movilizados de Achacachi. El
“gobierno progresista” recurre a la violencia demoledora del Estado,
defendiéndose como una fortaleza aislada y sitiada por las
movilizaciones sociales anti-sistémicas, en la soledad de su desierto
extractivista.(...)
(...)Breve
descripción del conflicto
El conflicto del TIPNIS es descrito en La guerra de la
Madre Tierra I de la siguiente manera: ¿Qué podemos decir al respecto?
En relación a este análisis y descripción de las condiciones, pero
también de las probables consecuencias si se produce el quiebre del
Territorio y Parque Isiboro-Sécure, queda claro que
la defensa del TIPNIS es no sólo responsabilidad de las comunidades de las naciones y
pueblos indígenas originarios que lo habitan, sino también de todos los
bolivianos y bolivianas conscientes del problema y la problemática, de
todos los
bolivianos y bolivianas que aprobamos la Constitución Política
del Estado.
El TIPNIS es el corazón de la producción de agua de Bolivia,
no hay dónde perderse, si se ejecuta el proyecto extractivista, el
proyecto IIRSA, la vinculación transoceánica, conllevando el
desplazamiento e invasión cocalera, no sólo se terminará desforestando,
degradando y destruyendo uno de los ecosistemas más ricos en
biodiversidad del planeta, sino que también se habrá quebrado el corazón
de la producción de agua, se habrá cortado con la articulación de los
ciclos del agua conectados a los ciclos climáticos, a los ciclos del
suelo, a los ciclos de los bosques, a los ciclos de reproducción de la
vida.
Cochabamba disminuirá progresivamente su régimen
hidrológico y con el pasar del tiempo quedará sin agua, cambiando los
climas de los grandes entornos geográficos y regionales del TIPNIS.
Se
entiende que, a mentalidades desarrollistas, extractivistas, modernistas
e industrialistas, estas consecuencias les preocupa poco, si no es que
nada, pues ellos miden los costos y beneficios en términos monetarios,
en términos de la brutal y reducida contabilidad capitalista. En sus
imaginarios colonizados no entran para nada los costos ambientales, los
costos ecológicos; ahora sabemos que no les interesa para nada los
derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios.
¿Qué es el
desarrollo para estas mentalidades? Podemos
interpretar que se trata del goce inmediato compulsivo de la ilusión
dineraria;
estos tardíos burgueses internacionalizados no llegan a un diseño
estratégico
de dominación; al contrario, se
supeditan a potencias, a las estrategias de estas potencias, creyendo
que, del rebalse de las ganancias de la acumulación ampliada de capital,
a escala mundial, les va tocar una parte. No son solamente ilusos, sino
que también expresan la consciencia desdichada de las burguesías tardías
y periféricas.
El desarrollo al que apuestan es el desarrollo capitalista,
que se da en escala mundial; este “desarrollo” produce “subdesarrollo” y
dependencia en la periferia del sistemamundo capitalista. Estos
gobernantes al servicio de estrategias hegemónicas y de dominación a
escala mundial, esta lumpenburguesía, como la llamaba André Gunder Frank,
no son otra cosa que dispositivos y agenciamientos de los diagramas de
poder, de los mapas de fuerza, de la dominación global del capitalismo
contemporáneo.
El
conflicto del TIPNIS ha puesto en evidencia los nuevos frentes
políticos, sociales, económicos y culturales, frentes dibujados en la
coyuntura crítica del proceso;
por un lado, defendiendo los derechos de
la Madre Tierra, están las naciones y pueblos indígenas originarios,
sobre todo los movimientos y organizaciones propiamente indígenas,
constatados en sus formas de organización, formas de representación,
mandos rotativos, normas y procedimientos propios, instituciones
ancestrales y cosmovisiones nativas; estas naciones y pueblos están
apoyados por nuevos movimientos juveniles y urbanos, también por
históricos movimientos como los regantes9, los guerreros del
agua y los guerreros del gas. Por otro
lado, apoyando
el trazo de la carretera por el TIPNIS, están las organizaciones campesinas,
organizadas en sindicatos (CSUTCB, CNMCIOB “BS”, CSCIB); todo el
conglomerado campesino, de alguna manera conducido por las federaciones
cocaleras.
Todo este conjunto, más o menos cohesionado, también
diferenciado y plural, así mismo abigarrado, que fue parte del llamado
“bloque popular”, ahora se encuentra llevando al ascenso desbocado a una
nueva burguesía emergente, de nuevos ricos y nuevos intermediarios en
los circuitos de capital, mercancías, transgénicos, contrabandos,
tráficos, incluyendo los del narcotráfico. Lo hace en el desplazamiento
constante hacia alianzas inesperadas con los agroindustriales de Santa
Cruz, la burguesía intermediaria, la banca, las empresas trasnacionales
de los hidrocarburos y la minería, las empresas constructoras brasileras
y el gobierno brasilero. Tomando en cuenta este mapa de fuerzas,
respecto a lo que decimos y afirmamos, vamos a respaldarnos en el
análisis que hace Enrique Ormachea, Investigador del Centro de Estudios
para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA), quien hace una ilustrativa
descripción de la dinámica estructura de clases en la coyuntura, lo que
nos permite elucidar el carácter de la lucha de clases y de la guerra
descolonizadora en el momento de la crisis del proceso.
Enrique Ormachea
escribe: Una buena parte de los cocaleros son ya campesinos ricos o
acomodados porque obtienen ganancias gracias a la apropiación de trabajo
ajeno, pues producen normalmente con el concurso de peones asalariados.
Por el contrario, los indígenas yuaracarés, moxeños y chimanes que
habitan en el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS)
–y la mayor parte de los indígenas de las tierras bajas– además de
realizar actividades agrícolas en chacos que usufructúan individualmente
y que combinan con otro tipo de actividades económicas vinculadas con el
mercado (como la extracción de recursos forestales y la elaboración de
artesanías), normalmente se ven obligados a vender temporalmente su
fuerza de trabajo a ganaderos, madereros y a los propios cocaleros para
asegurar su medios de subsistencia. En este sentido, mientras los
primeros son pequeños y hasta pequeñísimos capitalistas, los segundos
son mayoritariamente semiproletarios10.
Esta descripción es importante pues nos ubica de lleno en
la relación social, en la relación
de dominación de un conglomerado social sobre otro, de una dinámica
bullente de monocultivo, agrícola, comercial, encaminada a la expansión
de la frontera agrícola, de la comunicación carretera y caminera, sobre
otra dinámica, apegada al territorio, a las normas y procedimientos
propios, a las instituciones ancestrales, a la búsqueda de un proyecto
alternativo al desarrollo y a la modernidad, que actualice las
comunidades ancestrales, sus manejos territoriales y de bosques,
combinándolos con formas de organización emergentes y en la perspectiva establecida en la Constitución, perspectiva traducida como
la del vivir bien.
Lo que fue el “bloque popular”, que se coaligó y
expulsó a la mega-coalición neoliberal, terminó mostrando su composición
diferencial y ha terminado de manifestar las contradicciones inherentes
rápidamente, justo en el momento de transición hacia el Estado
Plurinacional Comunitario y Autonómico. Esta abertura y quiebre del
“bloque popular” evidencia la existencia de proyectos distintos,
dicotómicos y contradictorios; un proyecto capitalista, desarrollista,
extractivista, dependiente, articulándose al reacomodo de las
estructuras y formas de intercambio en la geopolíticas del sistema mundo
capitalistas;
otro proyecto emergente, nacido de las entrañas de las
luchas sociales contra el neoliberalismo y de las entrañas de la guerra
anticolonial y descolonizadora de las naciones y pueblos indígenas
originarios, que ha expresado su horizonte civilizatorio en la
Constitución, en tanto Estado Plurinacional Comunitario y Autonómico, en
tanto economía social y comunitaria, en tanto modelo civilizatorio
alternativo al capitalismo, la modernidad y el desarrollo.
Los dos proyectos no pueden coexistir en el proceso, son
opuestos; uno se coloca en la continuidad de la misma civilización
moderna, capitalista, desarrollista y extractivista; el otro apunta a
abolir esta civilización, abriendo la posibilidad civilizatoria
alternativa, haciendo emerger configuraciones culturales inhibidas por
los colonialismos y los capitalismos, actualizándolos y combinándolos
con formas autogestionarias y solidarias contemporáneas.
Este proyecto se opone abiertamente al
desarrollismo y al extractivismo, se encamina más bien a restaurar
las complementariedades dinámicas con
los ecosistemas, seres, ciclos vitales interrelacionados e
integrados en las formas complejas de reproducción de la vida.
No debe sorprendernos entonces los
conflictos que se dan entre el gobierno y las naciones y pueblos
indígenas originarios, pues el gobierno se ha convertido en la expresión
política e institucional del proyecto de continuidad capitalista,
desarrollista, extractivista y de monocultivos. ¿Por qué ha sucedido
esto? La contradicción era latente, sólo que no tuvo las condiciones de
posibilidad para mostrarse; una cosa era luchar contra los gobiernos
neoliberales y el proyecto neoliberal en curso y otra cosa es abolir el
Estado-nación, construir el Estado Plurinacional Comunitario y
Autonómico, en la perspectiva del modelo civilizatorio del
vivir bien, que se basa en el respeto de los derechos de los seres,
componentes y ciclos vitales de la Madre Tierra.
En lo que fue el “bloque popular” hay clases sociales que
no están dispuestas a abandonar las formas de monocultivo, menos la
producción de coca, también de cocaína, no están dispuestas a renunciar
a la expansión de la frontera agrícola a costa de los bosques y
ecosistemas, no están dispuestas a renunciar a las ganancias y, sobre
todo, a las ganancias fáciles, tampoco van a renunciar a una compulsión
individual por la tenencia de la tierra, aunque esto implique violar la
Constitución. La CSUTCB ha desarrollado un anteproyecto de Ley que
contempla la desaparición de las TCOs porque las considera
“latifundios”, también contempla la redistribución de la tierra de forma
individual, contraviniendo a la Constitución, que establece la reversión
de tierras a comunidades indígenas y campesinas de forma colectiva.
Sorprende que en las argumentaciones justificadoras del anteproyecto se
ventilen calificativos de “terratenientes” para los indígenas que
habitan las TCOs, llama la atención que se olviden de los latifundistas
y terratenientes históricos, contra los que se había tenido una larga
lucha, precisamente por la reforma agraria.
¿Qué pasa? ¿Otros son los enemigos? Ahora son los
indígenas, las naciones y pueblos indígenas, sus organizaciones, sus
formas colectivas de propiedad, sus gestiones territoriales ancestrales.
Ahora, en cambio, los campesinos son aliados los latifundistas y
terratenientes históricos, los agroindustriales, los soyeros, que
emplean transgénicos, los empresarios, pues ellos, así como los
campesinos, persiguen la continuidad del mismo modelo capitalista,
desarrollista, extractivista. Ahora las alianzas son otras y los frentes
de la lucha son otros. El conflicto en torno al TIPNIS es demostrativo
por poner al descubierto de una manera descarnada estas contradicciones:
Acicateados entonces por sus crecientes motivaciones de acumulación, los
cocaleros del trópico de Cochabamba se han visto en la necesidad de
acrecentar sus propiedades, lo que implica expandir la frontera
agrícola. Sin embargo, esta expansión sólo puede darse hacia dos zonas
claramente definidas. Por un lado, hacia el TIPNIS y, por otro lado,
hacia el departamento de Santa Cruz; esta última opción implicaría
avanzar sobre tierras que ya están ocupadas tanto por otros
colonizadores (buena parte de ellos también campesinos ricos) como por
pequeñas, medianas y grandes empresas capitalistas agrícolas y ganaderas
articuladas a la agroindustria 11.
Al respecto y de una manera contextual, Mayari Castillo y
Anahí Durand, escriben en Identidades, etnicidad y racismo en América
Latina, que:
En primer lugar, la economía de la coca, aunque no
reconocida oficialmente, genera una porción importante del PIB de
Bolivia. Durante la peor crisis económica, la economía ilegal de la coca
permitió sustentar la aplicación de los ajustes estructurales, siendo
válvula de escape de la pobreza y un nuevo espacio laboral para los ex
mineros de las recién cerradas minas de la COB (Lanza, 1999). De la
misma manera, frente a una economía con crecimiento estancado o negativo
y uno de los índices de pobreza más altos de América Latina, la
cooperación internacional radicada en Bolivia constituía una importante
fuente de ingreso. En los últimos doce años, Bolivia recibió por
concepto de asistencia financiera oficial cerca del 11% del PIB. Sumado
a los aportes de agencias privadas, ONG y otros, la cifra se eleva a un
15% (Grebe, 2002). También pudo reprogramar su deuda financiera gracias
a los recursos donados por Europa y, hasta hace poco, recibía
financiamiento de organismos multilaterales como el Banco Mundial, Banco
Interamericano de Desarrollo (BID) y la Corporación Andina de Fomento,
además de financiamiento de carácter bilateral desde Japón, Estados
Unidos, Alemania y Países Bajos. La mayor parte de estos apoyos estaban
condicionados al cumplimiento de metas sobre control del narcotráfico,
incluyendo la erradicación del cultivo de la hoja de coca. Por ello, la
resistencia cocalera al cumplimiento de metas otorgaba al conflicto una
importancia nacional12.
Los investigadores nos dejan en este dibujo panorámico y de
evaluación del movimiento cocalero determinados perfiles de la
problemática:
-
Primero se habla de una economía de la coca, una economía
subterránea, que sostiene parte del funcionamiento de los circuitos
económicos.
-
Segundo, que, con el propósito de erradicación y sustitución
de los cultivos de coca, la cooperación internacional ha financiado
programas de apoyo a la diversificación de la producción agrícola, así
como programas de interdicción. Todo esto puede considerarse también
como parte de las inyecciones monetarias al campo económico boliviano,
incidiendo en la formación de su Producto Interno Bruto (PIB). En otras
palabras, la economía de la coca forma parte de la realidad, como uno de
sus niveles, en la compleja sedimentación de sus ámbitos, mundos
paralelos o colaterales.
Esta economía de la coca es tan importante que
no sólo dibuja circuitos, recorridos, articulaciones con otros niveles
económicos, sino que también ha terminado constituyendo sujetos
sociales, subjetividades e imaginarios, incluso instrumentos políticos y
electorales, además de lograr catapultar a las Federaciones Cocaleras
por parte del gobierno. Se sabe que por lo menos dos ámbitos
territoriales campesinos están articulados a la economía de la coca, Los
Yungas y El Chapare, además de otros territorios de expansión,
comprendiendo otras zonas más circunscritas y dispersas, que fueron
tradicionales en el cultivo de la hoja de coca, como el caso de Apolo e Inquisivi; también hay que considerar la irradiación espacial de la
economía de la coca en relación a otros circuitos comerciales y flujos
dinerarios, de mercancías y migraciones. También sabemos que la economía
de la coca ha estado articulada a la historia económica de la Audiencia
de Charcas y de los periodos republicanos; el ciclo de la economía de la
plata, el ciclo de la economía del estaño y, también, aunque de un modo
más indirecto y con muchas mediaciones, al actual ciclo de la economía
de los hidrocarburos.
La economía de la coca ha formado parte entonces de las
estructuras económicas, de sus flujos, circuitos y recorridos. Por otra
parte, podemos abrirnos a la comprensión de las estrategias
diferenciales, plurales, cíclicas y rítmicas de las economías
campesinas, atravesadas por complementariedades, reciprocidades, también
por transformaciones del ayni y la mink’a, como formas de relación por
servicios y especies, por un lado, y por trabajos y dinero, por otro.
Comprender también que las formas de organización son complejas,
variadas, expansibles o contraíbles, dependiendo de la forma como se
relacionan las unidades domésticas con las familias, con las estructuras
familiares, comprendiendo edades, género y generaciones. Así mismo tener
en cuenta las diferentes prácticas de los vecinos respecto a las
prácticas combinadas de los pueblos y comunidades. Todo esto nos muestra
una combinación rica de estrategias y de estructuras, de composiciones y
de ritmos cíclicos, dependiendo del producto, de las interrelaciones
entre productos, dependiendo también del lugar y del momento. Las
economías campesinas son configuradas por racionalidades alternativas y
colaterales a la racionalidad moderna y eficaz del cálculo del costo y
beneficio. En otras palabras, es imposible comprender las estrategias
campesinas a partir de la reducida contabilidad económica. Se trata de
otras racionalidades, que funcionan flexiblemente, dúctilmente y en
combinaciones abiertas 13 .
Empero, algo que podemos compartir con
cierta certeza es que, de todas maneras, se trata de economías
articuladas al mercado y a los vaivenes del mercado, por lo tanto, a los
movimientos de los precios de los productos. Ahora bien, un cultivo y
producto altamente rentable es la coca, incluso en momentos de bajos
precios; esto debido a los rendimientos, sobre todo a las cosechas que
se dan al año. Lo que decimos vale mucho más cuando los precios de la
hoja de coca suben estrepitosamente, debido a factores externos de
extrema imponderabilidad, como la debida al comercio del narcotráfico,
sobre todo de la cocaína. Bajo estas consideraciones es posible una
hipótesis en relación a la expansión estrepitosa de los cultivos de la
hoja de coca, incluyendo la invasión a los parques y territorios
indígenas.
Es tan gravitante el comercio de la cocaína, tal la
incidencia de sus circuitos, de su capacidad de irradiación, de su
fuerza financiera, de sus múltiples estrategias de tráfico, que se ha
convertido en el núcleo explicativo de la propia economía de la coca,
por lo tanto, no sólo de los circuitos y de la acumulación sino de la
expansión compulsiva del monocultivo.
Independientemente de cualquier
pretensión moral o de pose artificial sobre la problemática de la
cocaína, pretensión y pose falsa de las potencias, de NNUU y de la
cooperación internacional,
lo que importan es comprender claramente el
conflicto suscitado en torno al TIPNIS, así como los conflictos que se
han dado sucesivamente, contiendas anteriores y en perspectiva,
repetidos intermitentemente, colisiones del gobierno con las naciones y
pueblos indígenas originarios, desde la aprobación de la Constitución;
lo que importa es comprender el conflicto a partir de las fuerzas
involucradas, de las tendencias, de los proyectos inherentes.
La economía de la coca forma parte de
la economía de la cocaína y la economía de la cocaína forma parte de
las economías del sistema-mundo capitalista. Una apuesta por la
expansión del monocultivo de la coca forma parte de la expansión
compulsiva de la economía de la cocaína y obviamente de la
acumulación ampliada de capital en la economía-mundo capitalista.
Apostar por esta salida, se lo haga
abiertamente, como en el caso de las decisiones prácticas que toman
los cocaleros, o veladamente, haciendo como si no se viera nada,
como ocurre con el comportamiento del gobierno respecto a esta
problemática, no importa, pero apostar por esta salida significa la
continuidad del modelo capitalista, desarrollista extractivista y
dependiente, ahora atravesado por la economía política del chantaje,
es decir por la economía de la cocaína, como una de sus formas.
Raúl Prada Alcoreza continúa
esclareciéndonos sobre porqué los pueblos naciones indígenas del Tipnis
abren caminos emancipatorios. Prosigue:
El proyecto continuista se enfrenta abiertamente al otro
proyecto, nacido de las entrañas de las luchas sociales y de la guerra
anticolonial y descolonizadora, expresada plenamente en la Constitución.
Este modelo es el del vivir bien, modelo civilizatorio alternativo al
capitalismo, a la modernidad y al desarrollo. Este modelo se basa en la
condición plurinacional, en la condición comunitaria, en la condición
autonómica y en la condición intercultural, por lo tanto, este modelo se
basa en las cosmovisiones indígenas y en la reconstitución de los
territorios ancestrales, actualmente habitados, como reza la
Constitución.
Este modelo supone un descentramiento radical del
antropocentrismo, desplazándose al reconocimiento de la condición vital
de los otros seres que componen la Madre Tierra, reconociendo su
condición de sujetos y reconociendo sus derechos. Esta concepción está
plasmada en el Proyecto de Ley de la Madre Tierra - elaborado por el
Pacto de Unidad, antes de su ruptura, y desmantelado por el “gobierno
progresista” y presentada como un Frankenstein en una grotesca
simulación denominada Ley de la Madre Tierra y del Desarrollo Integral
-.
El conflicto del TIPNIS está
expresando entonces la guerra de dos proyectos opuestos,
antagónicos, de modelos encontrados, uno el capitalista y moderno,
el otro alternativo al capitalismo y la modernidad.
Hay una lucha de clases y
una guerra anticolonial y descolonizadora en curso, con sus sujetos
sociales, sus organizaciones, sus instituciones opuestas, incluso
con sus diferentes formaciones discursivas en franco y abierto
debate.
Volviendo al análisis de Enrique Ormachea, podemos
dimensionar los alcances concretos del conflicto en torno al TIPNIS.
Entonces el conflicto específico, en el territorio, en los límites del
parque y en el interior del parque, en el llamado “Bloque Siete”, que es
la zona de avasallamiento del parque por los colonizadores, es entre
comunidades indígenas y colonizadores, comunidades indígenas y
cocaleros. En el documento citado se escribe: Si en algo hacen hincapié
los indígenas cuando plantean la defensa del TIPNIS es en el tema de la
expansión cocalera y sus efectos. No les faltan razones. En el Gobierno
de Evo Morales se les ha recortado alrededor de 145 mil hectáreas que
acabaron siendo dotadas a cocaleros que habían ocupado estas tierras de
hecho, al aprobar un título final de propiedad colectiva de 1.091.656
hectáreas frente al título ejecutorial concedido en 1997 que ascendía a
1.236.296 hectáreas14 .
La legitimación del avasallamiento ya muestra el
sentido del gobierno, de sus políticas en relación a la tierra y al
territorio, en relación de lo que respecta a las áreas protegidas y
territorios indígenas. El gobierno responde
en primer lugar, en el plano
afectivo y de los compromisos orgánicos, a las federaciones cocaleras,
también a las organizaciones de colonizadores, llamados ahora
“interculturales”, que ya cuenta con más de un millón de afiliados, así
mismo responde a los compromisos sindicales con las organizaciones
campesinas, constituidas en la CSUTCB y en la Confederación de Mujeres
Campesinas, las conocidas como “bartolinas”;
en segundo lugar, ya en un
plano político, responde a la continuidad del proyecto capitalista,
desarrollista, extractivista, dependiente, otorgándole un carácter
popular al proyecto;
en tercer lugar, ya en un plano estratégico o
geopolítico, el gobierno está supeditado a la irradiación de la política
expansionista y hegemónica del Estado brasilero;
en cuarto lugar, ya en
un plano de las complicaciones de las que no puede zafarse, atado a las
herencias de las lógicas de poder persistente, responde a los
condicionamientos de las empresas trasnacionales, tanto de los
hidrocarburos como de la minería;
en quinto lugar, ya en el plan de las
nuevas alianzas, responde a los acuerdos económicos con la burguesía
intermediaria boliviana, los agroindustriales, los soyeros y las
mediaciones de los grandes monopolios de las empresas de transgénicos.
La presión sobre la frontera agrícola cocalera y colonizadora se da no
sólo con la benevolencia del gobierno sino en alianza estratégica con
los agroindustriales y soyeros, es decir, la burguesía intermediaria.
Todos ellos forman parte de la composición social, económica, subjetiva
e imaginaria del proyecto desarrollista-extractivista.
Esta situación es
vivida, intuida, comprendida y elucidada por las organizaciones
indígenas del CIDOB y CONAMAQ. Se comenta el testimonio de uno de los
dirigentes del TIPNIS que estuvo en la VIII marcha indígena: En una
entrevista reciente, el dirigente indígena Adolfo Moye ha señalado que,
a raíz de la expansión de los cocaleros hacia las comunidades indígenas
del TIPNIS, muchas terminaron rodeadas de colonos “…por ejemplo, la
comunidad de Santísima Trinidad donde yo vivo junto a 140 familias
indígenas mezcladas con algunos colonos, hemos quedado al centro de la
zona colonizada y rodeada por cocaleros.
En la comunidad Limo, los hermanos del pueblo moxeño e
yuracaré ahora tienen apenas una hectárea y trabajan como empleados de
los colonos. Sus hijos han tenido que migrar a las ciudades capitales
para buscar empleo queriendo adoptar otra forma de vida; en muchos
pueblos solo quedan los viejitos. Algunas comunidades, como Puerto
Patiño e Isiborito, se extinguieron y no sabemos a dónde se fueron esos
hermanos…”. (Entrevista en el Foro Social de Asunción) 16 . El
testimonio de Adolfo Moye es elocuente; lo que describe es una relación
de dominación de los cocaleros y de los colonizadores sobre los
indígenas del TIPNIS.
Los indígenas no solamente son discriminados y
explotados, sino vistos como menos. No se los considera iguales, ni se
establece con ellos relaciones de igualdad. Esto ocurre de manera
dramática en los lugares de intersección entre comunidades indígenas y
colonos; si bien no ocurre lo mismo cuando los dirigentes de las
organizaciones indígenas y de las organizaciones campesinas entablan
relaciones de organización, de discusión, cuando entablan acuerdos y
pactan sobre temas de interés común, pues a este nivel se entiende que
no considerarse como iguales sería una muestra insostenible de racismo.
No ocurre porque a ese nivel se tiene otra concepción de lo que es ser
indígena; somos todos indígenas, aymaras, quischwas, urus, chipayas,
guaranís, moxeños, chácobos, chimánes, yuracarés. La diferencia está en
que unos somos campesinos y otros conservan la propiedad comunitaria, el
ayllu; unos estamos organizados en sindicatos y otros en las formas
organizativas propias comunitarias. Este discurso se mantuvo durante
parte de la vida del Pacto de Unidad, sobre todo durante el proceso
constituyente. Ahora parece desmoronarse este discurso ante la evidencia
de las grandes diferencias, discrepancias de concepciones, de intereses
y de proyectos. Los dirigentes campesinos se acercan rápidamente a los
prejuicios que tienen los campesinos y colonos que habitan los lugares
limítrofes con territorios indígenas.
Sobre todo, ahora, cuando se da el
conflicto del TIPNIS, los dirigentes campesinos se apegan más a defender
el discurso gubernamental, estridentemente descalificador del movimiento
indígena en defensa de sus derechos, consagrados por la Constitución. El
“bloque popular” se ha roto. Esta descripción me recuerda a lo que
ocurría años atrás, cuando era vigente, convocativo e irradiante el
proletariado minero; a pesar de su consciencia de clase, de su condición
de clase compuesta por el desclasamiento de las otras clases, de clase
que debería abolir todas las clases, los mineros mantenían relaciones de
dominación, subordinando a las comunidades indígenas y campesinas
aledañas a los campamentos. ¿Por qué ocurre esto? Se notaba un aire de
superioridad; una cosa implica estar ligado al campamento minero, a la
explotación de las vetas mineras, a los ingenios, a la organización
capitalista del trabajo, y otra cosa significa estar ligado a los
ayllus, a las comunidades, donde preponderaban “modos” de “producción
pre-capitalistas” y no-capitalistas. La diferencia estaba dada.
Los
mineros compartían una ilusión desarrollista y un imaginario modernista,
en contraposición de los indígenas y campesinos, que expresaban un apego
a otros imaginarios, mas bien, animistas. Una de las consecuencias de la
modernidad fue esta descalificación de otras formas de vida, de otras
formas de cohesión social y de relacionamiento, que no sean las propias
de la modernidad. Las investigaciones y los estudios sociológicos han
descrito y han teorizado sobre la transición a la modernidad; el
desencanto, la desacralización, la ruptura y quiebre de las comunidades,
de las instituciones y estructuras tradicionales, forma parte de las
hipótesis iniciales de estos estudios y estos análisis.
El paso de la
familia extendida y compuesta a la familia nuclear, las migraciones
rural-urbanas, la atomización y la individualización, la homogeneización
de los comportamientos y las conductas, el disciplinamiento, forman
parte de este proceso de modernización, entendido como una dinámica
cultural y civilizatoria, que pone en suspenso los valores y las
instituciones tradicionales; la modernidad entendida como experiencia de
la vertiginosidad, sensibilidad estética que expresa esta experiencia
como cuando todo lo sólido se desvanece en el aire, frase de Shakespeare,
recogida por Marx17.
La historia de la representación de la modernidad
es toda una arqueología, comienza con los poetas malditos, quienes le
atribuyen características estéticas y lúdicas, haciendo hincapié sobre
todo en la experiencia de la vertiginosidad y el suspenso. El concepto
es retomado por la sociología y la economía, empero, de una manera más
instrumental y descriptiva, perdiendo sus ribetes poéticos, empezando a
adquirir perfiles organizacionales, estructurales, institucionales y de
relaciones de mapas definidos de transvaloración y transición
modernizadora.
Marx y algunas corrientes marxistas retoman el concepto
dándole un carácter dialéctico, retomando algunas ideas iniciales de la
experiencia de la transformación desbocada. Ya en la etapa de balance
habría que contar con el análisis desplegado por Marshall Berman;
estudio que intitula precisamente Todo lo sólido se desvanece en el
aire18.
En las corrientes marxistas teóricas contemporáneas un
antecedente de la crítica de la modernidad es el libro de Adorno y Horkheimer titulado Dialéctica del iluminismo19 . Quizás sea el análisis
más penetrante de la modernidad, a la que caracterizan como iluminismo,
que también puede ser retomada como crítica; de lo que se trata entonces
es de desplegar una crítica de la crítica, un iluminismo del iluminismo.
Ponen en cuestión los mitos de la modernidad, como la idea de progreso y
el mito de la historia; también ponen en cuestión la pretensión moderna
de dominación de la naturaleza.
Queda claro en los autores, que hacen la
crítica de la racionalidad instrumental, que
no basta hacer una crítica
de la economía política, sino que es necesaria y urgente hacer una
crítica de la modernidad, matriz histórica y cultural, civilizatoria, en
la que emerge y se recicla el capitalismo. Después de ellos, todas las
escuelas, corrientes teóricas críticas de la modernidad, son deudoras de
la apertura iniciada por la Escuela de Frankfurt.
A nosotros nos interesa retomar las críticas
de la modernidad en los contextos periféricos del sistema-mundo
capitalista, pues nos interesa comprender los fenómenos complejos,
abigarrados y heterogéneos que desata la modernización en nuestras
regiones y países.
Marshall Berman escribe
sobre el modernismo del subdesarrollo y toma en cuenta el caso de San
Petersburgo, dice que se trata de modernidades impulsadas desde arriba,
por el Estado, el poder; quizás también por algunas élites. Son
construcciones titánicas que se enfrentan a los pantanos, es la voluntad
de la geometría que termina imponiéndose a la adversidad, a pesar de las
inundaciones centenarias. Se trata de espacios modernos, pero sin contar
con una vida moderna, espacios públicos que no llegan a tener vida
pública. ¿Qué es la modernidad en estos lugares insondables? ¿Es una
ilusión? ¿Un espejismo? ¿Un fabuloso monumento? Todo lo demás no llega a
ser moderno, las instituciones, el manejo de las instituciones, el
Estado, la administración del Estado; tampoco las subjetividades.
Estamos ante transiciones problemáticas, cuando el pasado no termina de
irse, mas bien, se queda persistentemente, combinándose con esas
proposiciones iluministas de futuro. Se producen composiciones
intrincadas que contienen también subjetividades recargadas, que
acompañan a comportamientos que moran mundos que cohabitan. René
Zabaleta Mercado habla de formaciones abigarradas y Bolívar Echeverría
de modernidades barrocas.
¿Qué es la modernidad en la periferia del
sistema-mundo capitalista? Las corrientes hindúes que estudian la
subalternidad conciben que, mas bien, hay que comprender modernidades
heterogéneas o la modernidad en su condición heterogénea. Ciertamente no
se puede hablar del ámbito social del campesinado como si fuera
homogéneo; esto desde ya está descartado. Estamos ante un campo complejo
y diferencial, cuyos ciclos y articulaciones con el mercado también son
variados.
En un tiempo se pensó que la campesinización y la re-campesinización
formaban parte de procesos de resistencia a la diseminación capitalista.
Se mostraban contradicciones de las formaciones campesinas con el
mercado, con el capitalismo y con el capital a partir de la tesis de la
subsunción formal del trabajo al capita. En Bolivia se realizaron
estudios de la cuestión agraria, sobre todo de las economías campesinas,
a partir de su irrupción misma, irrupción que se da desde la expansión
de las formas de pequeña propiedad agraria, a partir de la reforma
agraria de 1953. Se pueden hacer distintas clasificaciones de un
abundante material, que llega hasta nuestros días, empero nos interesa,
por los límites y las razones implícitas de este ensayo, dibujar grandes
campos de análisis. Se puede apreciar que una de las áreas de
preocupación, quizás las más economicista, está relacionada con las
evaluaciones de la reforma agraria y la búsqueda por reencaminarla; otra
área de preocupación es la que tiene que ver con los estudios de caso,
con un enfoque sociológico; quizás los más interesantes son los estudios
que vienen acompañados de una orientación antropológica, sobre todo por
el aporte etnográfico en el análisis de las estructuras y las
instituciones involucradas.
No podemos dejar de considerar los estudios
sobre la estructura agraria y de clases desde una perspectiva marxista,
mas bien, análisis macros que estudios locales o regionales. Por último,
deberíamos considerar un área de trabajos de investigación
antropológicas, sociológicas y económicas, de enfoque, mas bien,
integral, que cuestiona las perspectivas
anteriores, consideradas estáticas, que no contemplan las
dinámicas locales, diferenciales, cíclicas y de estructuras de
cambiantes, vinculadas a las estrategias de adaptación a las
circunstancias de las formas de organización campesinas. Quizás las más
aportadoras a la elucidación y a la inteligibilidad de la problemática
campesina sean estos estudios23.
En relación a toda esta arqueología del
saber de la cuestión agraria, debemos apreciar sus mapas conceptuales,
para poder atender con una mirada escrutadora a los recientes
desplazamientos de las economías campesinas. Obviamente lo que se
requiere para lograr una comprensión adecuada de lo que ocurre son
investigaciones a profundidad y en los distintos espacios de
desplazamiento de las formas de organización campesina; empero, a falta
de estas investigaciones, nos vemos obligados a lanzar algunas hipótesis
interpretativas de lo ocurre en la coyuntura crítica del proceso con las
economías y formas de organización campesina, sus estrategias y sus
circuitos.
Hipótesis
Por más compleja que pueda ser la formación social,
económica y cultural campesina, por más diversa y diferencial, por más
barroca, combinada, compuesta y entrecruzada en que se encuentre,
moviéndose contradictoriamente en transiciones cíclicas, definiendo a
veces rutas en espiral y en algunos casos desplazamientos lineales, toda
esta complejidad está atravesada por los circuitos del mercado, los
circuitos dinerarios, incluso, en menor escala los circuitos
financieros, como los relativos al microcrédito; aunque tengamos que
aceptar, como lo hicimos en otro tiempo, la presencia alterativa de
resistencias, de otras lógicas, otras estrategias y otras
racionalidades, el mercado y el desarrollo capitalista juegan un papel
gravitante, sobre todo en determinados momentos de alta demanda de
monocultivos y de la evidencia de la atracción efectiva de subida de
precios.
Esta atmósfera de muchos microclimas culturales, imaginarios y
de comportamientos, recrea la ilusión de una modernidad barroca,
heterogénea, del bienestar, del acceso y del consumo. En momentos de
intervención de circuitos de alta rentabilidad y de predisposiciones
políticas que los facilitan, los conglomerados sociales campesinos, sus
tendencias económicas, tienden a volcarse plenamente a la ilusión del
desarrollismo y sobre todo al espejismo de la riqueza fácil.
Los núcleos
de resistencias, alterativos, alternativos, las racionalidades y
estrategias complementarias y cíclicas, tienden a ser inhibidas,
ocultadas, desarticuladas, en beneficio de las opciones más comerciales,
incluso más perversas de los circuitos dinerarios.
Boceto de interpretación de algunas dinámicas moleculares
En el caso de las comunidades indígenas de la Amazonia, particularmente
en el caso del TIPNIS, lo que llamamos vida cotidiana, para definir uno
de los ámbitos recurrentes de las dinámicas moleculares sociales,
adquiere las tonalidades de vida en la territorialidad acuática y la
territorialidad boscosa de la Amazonía, entonces, la vida
social y comunal más se acerca a las formas de los ciclos vitales, dados
en esas territorialidades. Entre las actividades de la reproducción
social comunitaria se encuentran la pesca, la caza y la recolección;
también cierta agricultura, como el cacao, así como cría de animales, no
solo domésticos, sino incluso lagartos. El cacao y los lagartos están
vinculados a mercados especializados en la industria de chocolate como
en el uso de cueros de saurios. La comunicación fluvial es la que
conecta, desde tiempos antiguos a las comunidades indígenas amazónicas;
es la red comunicacional, como dicen sus dirigentes, son sus “caminos” o
“carreteras”.
El TIPNIS está dividido administrativamente en tres zonas,
la del núcleo boscoso del territorio, que es considerado como
intangible; la del “desarrollo comunitario” y la del “desarrollo
sostenible”. Estos últimos tienen vinculaciones con el mercado, además
de encontrarse bañados, por así decirlo, por los ríos Isiboro, Sécure e
Ichoa y sus afluentes. La cuarta zona, por así decirlo, siguiendo con
esta clasificación administrativa, sería la zona de avasallamiento de
los colonizadores, que corresponde a lo que se ha venido en llamar el
“Bloque Siete”. En consecuencia, tendríamos que añadir,
descriptivamente, otras actividades de los ámbitos de la vida social
comunitaria; esta vez más cerca de la vida cotidiana que a los ciclos
vitales ecológicos. Hemos mencionados las actividades agrícolas, la de
la cosecha del cacao, la de la cría de saurios, además de otras
actividades de combinación de subsistencia y de mercadeo, fuera de la
venta de fuerza de trabajo asalariada, de manera esporádica. Tendríamos
que mencionar, en referencia al “Bloque Siete”, la del cultivo de la
hoja de coca excedentaria.
Con esta descripción sucinta tenemos ya un
panorama de aproximación a los ámbitos de las dinámicas moleculares
sociales. Sin embargo, no se termina de abarcar los ámbitos de las
dinámicas moleculares sociales si no se mencionan los ámbitos relativos
a la organización comunal, social y sindical. La Subcentral del TIPNIS
forma parte del CIDOB, la organización indígena de tierras bajas; los
sindicatos cocaleros del “Bloque Siete” forman parte de la Federación
Campesina del Trópico de Cochabamba. Aunque hay que hablar también del
CONISUR, que es un montaje gubernamental en el “Bloque Siete” para
simular la representac ión de comunidades indígenas.
Como hicimos notar
más arriba las dinámicas moleculares no sólo se circunscriben a la vida
comunitaria, más cercana a los ciclos vitales ecológicos, tampoco a la
vida social comunitaria de la denominada vida cotidiana, sino que hay
otros ámbitos que hemos llamado de las dinámicas moleculares sociales de transgresión o, si se quiere, de transversalidad de la vida comunitaria
y de la vida cotidiana. Hablamos de las asociaciones vinculadas a los
agenciamientos de la movilización indígena. En otros textos dijimos que
en estos entrelazamientos de otros agenciamientos comunitarios las
mujeres hacen de tejedoras de los tejidos comunitarios, al expresar,
encarnar y simbolizar los entramados comunitarios. De la misma manera
que en lo que respecta a Achacachi, en el TIPNIS podemos mencionar, a
modo de comparación, un eje políticocomunitario-cultural de los tejidos
sociales comunitarios, que tienen que ver con las dinámicas moleculares
comunitarias sociales transgresoras.
Eje político-comunitario-cultural
1. Los espesores
territoriales, comunitarios y culturales amazónicos, en este caso del TIPNIS, moxeños trinitarios, chimanes e yuracares, son los substratos
eco-sociales de lo que las dos organizaciones indígenas, de tierras
bajas y de tierras altas, el CIDOB y el CONAMAQ, denominan proyectos
civilizatorios alternativos de las naciones y pueblos indígenas
originarios.
2. En los espesores de la coyuntura los substratos
ecológicos y comunitarios se hacen presentes como resistencia indígena
en el conflicto con el “gobierno progresista”.
3. Las dinámicas
moleculares comunitarias y sociales, en su multiplicidad bullente,
tienen efectos e masa, como conformaciones molares sociales. Entre las
formas molares comunitarias y sociales, fuera de las organizaciones
indígenas mencionadas, se encuentran las formas políticas del conflicto.
La expresión conocida que denomina al conflicto del TIPNIS, dicho desde
la interpelación indígena, es la defensa del TIPNIS y de la vida.
4.
Ciertamente la forma molar territorial, reconocida administrativamente,
es el mismo Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure. Por lo
tanto, también la zona denominada “Bloque Siete”, que es reconocida en
términos administrativos gubernamentales. 5. Pero, sobre todo, interesa
mencionar a las formas de avasallamiento de los territorios indígenas
amazónicos. Hablamos del avance de la frontera agrícola, así como de
otras fronteras de la extensión de la economía capitalista y de la
vorágine del mercado; por ejemplo, la frontera maderera, responsable de
la tala de árboles y de la destrucción de bosques. En el caso del avance
de la frontera agrícola, se trata de la expansión depredadora de la
frontera del cultivo de la hoja de coca excedentaria, acompañada por la
expansión disociadora y diseminadora de la economía política de la
cocaína.
En lo que respecta al conflicto del TIPNIS, no se puede obviar
la expansión de la frontera caminera y de carreteras, que forman parte
de la infraestructura comunicacional física del espaciamiento del
capitalismo extractivista colonial y dependiente. Así también, de la
expansión de la frontera hidrocarburífera y quizás también minera. 6.
Las dinámicas moleculares comunitarias transgresoras de la vida
cotidiana, que forman parte, en este caso, no solo de la sociedad
alterativa, sino de las comunidades indígenas alterativas, corresponden
a los agenciamientos comunitarios y sociales alterativos que sostienen
no sólo las movilizaciones indígenas, sino también las resistencias,
todavía diseminadas, del pueblo boliviano, al proyecto colonial
extractivista del “gobierno progresista”.
7. Siguiendo con la
comparación respecto del conflicto de Achacachi, diremos que entre las
dinámicas moleculares comunitarias y sociales se destacan los flujos de
emotividad social en lo que respecta a la defensa ambiental y ecológica,
así como de los derechos de las naciones y pueblos indígenas,
consagrados en la Constitución. Estos flujos emotivos colectivos,
comunitarios y sociales son compartidos por colectivos activistas, por
parte de la opinión pública y el pueblo boliviano, además de ser
compartidos por colectivos continentales y mundiales, vinculados a la
defensa de la vida, de los derechos indígenas y de proyecciones de
alternativas.
8. El conflicto del TIPNIS, que es ya una convocatoria
nacional, continental y mundial, ha adquirido las características y el
alcance de una respuesta social nacional durante la VIII marcha
indígena. No ocurrió lo mismo, como dijimos, con la IX marcha indígena,
y en la actualidad del conflicto renovado, tampoco está adquiriendo,
todavía, la conformación de una respuesta movilizada nacional, a pesar
de la Declaración TIPNIS-Achacachi en defensa de la democracia y de la
vida, a la que se van sumando otras organizaciones representativas
sociales, como la misma COB y las organizaciones campesinas y cocaleras
de los Yuncas, de las zonas del cultivo de la hoja de coca tradicionales.