Integración,
descolonización y
extractivismo minero
29 de marzo de 2018
Por Cristian Abad
Restrepo
La democracia implica respetar los espacios
de reproducción, lo que a su vez implica plurinacionalizar el territorio del
Estado moderno; dar cabida a la gestión del territorio sobre diversas formas de
ver y reproducir la vida.
Existe una revuelta de la naturaleza desde los pueblos del
continente americano, dado el agotamiento de la reproducción de la vida que,
como respuesta, abren sus mundos para reencantar el pensamiento desde-hacia
otros horizontes de afectividades,para encontrar
sentidos de vida ante la duda de la existencia porque la modernidad ya no
ofrece futuro.
Esto quiere decir que desde los pueblos hay fisuras
político-epistémicas que están situando las alternativas de vida, modos
diversos de estar en el mundo, basadas
en las relaciones comunales para recrear los sueños y posibilidades de un
futuro abierto no prediseñado
por el Estado moderno, cuyo modelo de más desarrollo, más progreso y más extractivismo
minero nos quieren implantar a como dé lugar. Dice
Zibechi que ‘ese mundo nuevo existe, ya no es un proyecto ni un programa sino
múltiples realidades, incipientes y frágiles. Defenderlo, para permitir que
crezca y se expanda, es una de las tareas más importantes durante las próximas
décadas’ (Zibechi, 2003) en el siglo XXI. Dicho de otra forma, las múltiples realidades son
aquellas que provienen de los pueblos racializados (indígenas, afrodescendientes y
campesinos) que con sus dinámicas propias de sus lugares están reproduciendo
otras formas de pensar y de sociabilizar. La democracia que requerimos
en Panamá, México, Colombia, Argentina, Ecuador, Brasil, Honduras, en
definitiva, en todos los países, implica respetar los espacios de reproducción, lo que a su vez implica
plurinacionalizar el territorio del Estado moderno, es decir, darle cabida
a la gestión del territorio sobre diversas formas de ver y reproducir la vida,
lo que desencadenaría en una gestión pluriversal del territorio.
Resistencias y descolonización
Las resistencias contra la minería moderna nos abren esas
posibilidades de descolonizar tanto el futuro como el espacio-tiempo presente
regido por la
modernidad. Es decir, un
futuro abierto a los múltiples espacios-tiempos de los pueblos existentes que
fueron encubiertos (Dussel,
1996), y que hoy pugnan, no sólo por su reconocimiento institucional, sino por
la creación de mundos sin necesidad de recurrir al Estado y al mercado
capitalista, cuya creación se
basa en la autodeterminación y autonomía territorial.
Las resistencias que vemos en los últimos tiempos, no son
resistencias propias de los actuales momentos, sino una manifestación de los
pueblos silenciados por siglos, que cobran
una importancia en la actualidad porque ya es imposible seguir encubriendo el
entrampe de la modernidad (Bautista,
2015), que ha llevado todo a la
muerte. Por eso, las resistencias por mantener la vida son
luchas contra-modernas, de allí la importancia
de valorar el legado milenario de saberes que nos han permitido ir más allá que
la modernidad (Bautista, 2015).
Las actuales resistencias contra-extractivas además de ser
expresiones contra la acumulación de hechos, de opresión, de aniquilamiento
cultural, de racismo, de la humillación histórica, de la pérdida constante de
la vida, en un contexto
histórico de neocolonialismo minero, son
también manifestaciones de la recreación de los paisajes de pensamiento como
nunca antes visto y sentido en la historia latinoamericana. La valoración de
formas de trabajo enfocadas en el alimento, en
la gestión de cuidado de las montañas, del agua y el amor por el río, son ahora
prácticas ‘críticas a la modernidad’ (Abdiel,
2018) que podemos hacer, porque la modernidad privilegió trabajos monstruosos
basados en disparar bombas y balas, producir pobreza y acumular riqueza,
estallar montañas y contaminar la tierra, expropiar la cultura de los cuerpos y
territorios mediante la violencia.
Las resistencias son manifestaciones de la r-existencia [Por06], de
aquel residuo que ha quedado después de siglos de destrucción constante de
mundos y de saberes. Ese
residuo se convierte hoy en la semilla que empieza a expandirse con potencia
desde la solidaridad de los pueblos y de articulación de posicionalidades sobre
la vida que guardan un objetivo presente común: reproducir la
vida-cultura-naturaleza, en definitiva, el territorio.
Radicalidad de las múltiples alternativas
Los conflictos ambientales que resultan del extractivismo minero
tienen entonces una solución, una única salida, la vida del territorio o la
muerte del mismo. No hay puntos medios ,
ni negociación posible porque como indica Machado (2015) ‘allí donde se radica
la mina, estalla el conflicto como conflictividad estructural de larga
duración’.
La radicalidad no debe de entenderse como simple fundamentalismo
ecológico, como lo piensan los extractivistas y funcionarios del Estado, es que
no hay otra forma u otro modo posible sino descolonizar
la naturaleza, lo que implica radicalizar las múltiples alternativas existentes
al extractivismo minero. La negociación nos
condena de antemano a la pauperización y creciente racismo (inferiorización) de nuestros pueblos.
De allí, que las resistencias hayan comprendido que con el extractivismo minero no hay
posibilidades de convivencia porque su razón y su lógica de ser es racializar
al extremo a los pueblos, transferir/producir escasez, en definitiva, la
ampliada destrucción de la
vida. La descolonización de la madre naturaleza [Wal08] es
ahora una visión desde el presente que asumieron/asumimos las resistencias
contra el extractivismo minero, ya posible en el siglo XXI.
Las transiciones epistemológicas y políticas que requiere la
humanidad están siendo construidas desde este continente para el mundo. Tomará
años, como dice Dussel, para ver más nítidas esas transiciones, pero es un
proceso no reversible de transición hacia otra cosa, hacia otra forma de vida.
Esa es quizás la mayor
característica que podamos asignar a las ‘sociedades en movimiento’ (Zibechi, 2017) en la actualidad, su
capacidad de producir transiciones hacia otra vida posible en la diversidad. Arturo
Escobar (2014) denomina este proceso como Pluriverso. Ya
entendemos el porqué de la negación en las consultas populares-autonómicas
contra la megaminería y la creciente hermandad de pueblos en diversos momentos
en la historia reciente, donde convergen posicionalidades que se articulan en
agendas y construcción de alternativas de liberación desde una geopolítica de
otro modo. En definitiva, es una geopolítica que nos remite a
la integración latinoamericana de los pueblos ‘desde’ abajo. Ganar más
integración implica avanzar hacia la descolonización.
Más integración = más descolonización
Lo anterior supone la construcción de una integración latinoamericana desde
abajo. Hemos visto en los últimos 20 años un sinnúmero de actores sociales
y comunales contra el extractivismo minero en congresos, encuentros y creación
de redes cuyo carácter ha sido integrista a favor de la causa de la liberación
de Latinoamérica como el Movimiento
Mesoamericano contra el Modelo Extractivo Minero, la Red
Colombiana Frente a la Gran Minería
Transnacional , Coordinadora
Andina de Organizaciones Indígenas, Unión
de Asambleas Ciudadanas en Argentina. Es decir, tales formas de
organización en redes y congresos deben ser entendidos desde la integración de
los pueblos en América sin las cuales no es posible avanzar hacia las múltiples
descolonizaciones, precisamente porque la colonización implicó la fragmentación
de los cuerpos de sus contextos y de los amplios territorios/territorialidades,
al implantar fronteras modernas a favor de la gestión del extractivismo minero.
Dicha integración desde abajo implica otra
mirada desde la territorialidad de los pueblos que deciden/decidieron acabar
con la continua soberanización de los minerales, es decir, radicalizar no
solamente las alternativas de vida, sino fomentar más y de forma incluyente los
diversos actores y perspectivas de/desde Latinoamérica. En ese sentido, tenemos que la integración de
pueblos contra el extractivismo minero implica un avance en la descolonización
que está siendo producida al radicalizar las alternativas a la modernidad desde
las resistencias para liberar el presente y el futuro.
25/03/2018
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