El
capitalismo ha fracasado,
¿qué viene
a continuación?
9 de marzo
de 2019
Por
John Bellamy
Foster
Kritika
Casi al terminar las
dos primeras décadas del siglo XXI, es evidente que el capitalismo ha
fracasado como sistema social. Hoy el mundo está inmerso en el
estancamiento económico, la financiarización, el desempleo masivo, el
subempleo, la precariedad, la pobreza, el hambre, y la desigualdad más
extrema de la historia. Desde el punto de vista ecológico vivimos una
planeta amenazado por una “espiral de muerte.” (1)
La revolución digital,
el mayor avance tecnológico de nuestro tiempo, que en sus inicios fue
una promesa de comunicación libre se ha transformado en un poderoso
medio de vigilancia y control de la población. Las instituciones de la
democracia liberal están a punto de colapsar, mientras que el fascismo,
la retaguardia del sistema capitalista, está de nuevo en marcha, junto
con el patriarcado, el racismo, el imperialismo y la guerra.
Decir que el capitalismo es un sistema fallido no es, por supuesto, sugerir que su ruptura y desintegración es inminente. (2) Sin embargo, significa – que en el presente siglo- el capitalismo ha dejado de ser un sistema necesario para transformarse en un régimen innecesario y destructivo. Hoy, más que nunca, el mundo se enfrenta a la elección entre “la transformación revolucionaria de la sociedad o la ruina de las clases en pugna” (3).
Las indicaciones de
este fracaso están en todas partes.
Los llamados mercados
libres están obstruyendo la inversión productiva y la especulación
financiera trae consigo burbujas que explotan inevitablemente. (4)
Una creciente
desigualdad en los ingresos y la concentración de la riqueza ha
degradado de las condiciones materiales de la gran mayoría. (Los
salarios reales para los trabajadores en los Estados Unidos apenas se
han movido en cuarenta años, a pesar del aumento constante de la
productividad). (5)
La intensidad del
trabajo ha aumentado, mientras que la seguridad en las faenas son
sistemáticamente eliminadas. Los datos de desempleo ya no tienen sentido
debido al subempleo institucionalizado. (6) Los sindicatos son meras
sombras del pasado. El capitalismo ha conseguido un control arbitrario
de los lugares de trabajo. Con la desaparición de las sociedades de tipo
soviético, la socialdemocracia en Europa ha fenecido en manos de la
ideología del “libre mercado” (7).
La plusvalía obtenida
por las corporaciones multinacionales – en las regiones más pobres del
mundo – está produciendo una acumulación de riqueza financiera sin
precedentes en el centro de la economía mundial y una extendida pobreza
en el mundo de la periferia, (8). (Alrededor de 21 billones de dólares
de fondos offshore se esconden en paraísos fiscales (principalmente en
el Caribe) creando “un refugio fortificado de las grandes finanzas”).
(9)
Los monopolios
tecnológicos impulsados
por
la revolución de las comunicaciones, junto con el dominio del capital financiero y los activos
especulativos (con sede en Wall Street) contribuyen de forma permanente
al enriquecimiento del “uno por ciento”. Cuarenta y dos multimillonarios
disfrutan de tanta riqueza como la mitad de la población mundial; los
tres hombres más ricos de los Estados Unidos, Jeff Bezos, Bill Gates y
Warren Buffett, tienen más riqueza que la mitad de la población de su
país. (10)
En todas las regiones
del mundo, la desigualdad ha aumentado considerablemente en las últimas
décadas. (11) La brecha en el ingreso per cápita, entre las naciones más
ricas y las más pobres, crece apresuradamente. (12) El 60 por ciento de
la población empleada del mundo, unos dos mil millones de personas,
trabajan en un sector informal empobrecido, formando un enorme
proletariado global. El ejército de reserva del trabajo es un 70 por
ciento más grande que el ejército de trabajadores formalmente empleados.
(13)
La asistencia
sanitaria, la vivienda, la educación, el agua y el aire limpio están
fuera del alcance de grandes sectores de la población. En los países
ricos de América del Norte y de Europa el transporte se ha vuelto
insostenible, con niveles irracionalmente altos de dependencia del
automóvil y con una pasmosa falta de inversión en el transporte público.
Las estructuras urbanas
se caracterizan por la gentrificación y la segregación; en las ciudades
se construye para favorecer a la población acomodada, mientras se
margina a amplios sectores ciudadanos. Alrededor de medio millón de
personas (la mayoría de ellos niños) no tienen hogar en los Estados
Unidos. (14) Nueva York está experimentando una gran infestación de
ratas, atribuida al calentamiento global, lo que refleja otras de las
tendencias que afectan a todo el mundo.(15)
En los países de altos
ingresos, la esperanza de vida está en pleno declive; hay un
resurgimiento de las enfermedades – de la época victoriana – que esta
directamente relacionada con la pobreza y la explotación. En Gran
Bretaña, la escarlatina, la tos ferina, la tuberculosis y el escorbuto
han vuelto emerger después de haber desaparecido por décadas. La llamada
enfermedad pulmonar negra ha vuelto con fuerza en las minas de carbón en
todo el norte rico. (16)
El uso excesivo de
antibióticos, utilizados por la industria pecuaria y agrícola, está
provocando una peligrosa resistencia a los antibióticos. Para mediados
de siglo las muertes por la aparición de las súper-bacterias podrían
superar las muertes anuales por cáncer, lo que ha llevado a la
Organización Mundial de la Salud a declarar una “una emergencia
sanitaria mundial” .(17) Definitivamente, esta espiral destructiva de la
vida es el resultado del funcionamiento de un sistema fracasado.
(Frederick Engels lo llamó “asesinato social”, en su libro La Formación
de la Clase Obrera en Inglaterra). (18)
A instancias de
corporaciones gigantes, fundaciones filantro-capitalistas y gobiernos
neoliberales, la educación pública se está reestructurando con la
implementación de la Inteligencia Artificial. Este mecanismo está
generando bases de datos entre la población estudiantil, para
comercializarlos y venderlos al mejor postor. (19) La privatización de
la educación está pensada para alimentar la sumisión al mercado. En la
practica estamos viviendo la burda filosofía utilitaria dramatizada en
la novela “Los tiempos difíciles” de Charles Dickens. (20)
En los Estados Unidos
muchas de los colegios más pobres y racialmente segregados son “escuelas
del delito” (21). Más de dos millones de personas están tras las rejas.
Los Estados Unidos tienen la tasa de encarcelamiento más alta del mundo.
La población que hay en prisión es casi igual a la población de Houston,
la cuarta ciudad del país. Los afroamericanos y los latinos constituyen
el 56 por ciento de los encarcelados. Tanto negros, hispanos y nativos
americanos tienen casi tres veces más probabilidades de morir por un
disparo de la policía. (22)
La violencia contra las
mujeres y la expropiación de su trabajo no remunerado (así como la
sobre-explotación del trabajo remunerado) son parte integral de la forma
en que se organiza el poder patriarcal en la sociedad capitalista, y de
cómo se trata de dividir, en lugar de unificar a la población
trabajadora. Más de un tercio de las mujeres en todo el mundo han
sufrido violencia física o sexual. Los cuerpos de las mujeres son
mercantilizados como parte del sistema de mercado. (23)
La propaganda de los
medios masivos se ha fusionado con un sistema de publicidad basado en
los medios sociales, concentrando como nunca el dinero y el poder en
manos de tres o cuatro gigantes tecnológicos. Con las modernas técnicas
de mercadotecnia y vigilancia de masas las grandes empresas dominan
todas las interacciones digitales, adaptando sus mensajes sin ningún
tipo de control. Diariamente se generan “noticias falsas” en todos los
ámbitos. (24) Han nacido numerosas empresas que se dedican a manipular
tecnológicamente a los votantes (en todo el mundo) subastando sus
servicios a los partidos políticos capaces de pagar este tipo de
manipulación. (25)
La eliminación de la
neutralidad de la red ha permitido una mayor concentración y control
sobre toda Internet por parte de los monopolios proveedores de estos
servicios. Las elecciones son presa del “dinero oscuro” no regulado que
procede de las corporaciones y de la clase multimillonaria. Estados
Unidos, aunque se presenta como la principal democracia del mundo,
“tiene sólo una apariencia democrática pero un contenido profundamente
plutocrático” (Paul Baran y Paul Sweezy en El Capital Monopolista). (26)
Con la administración
de Trump – siguiendo una tradición establecida hace mucho tiempo- el 72
por ciento de los miembros de su gabinete provienen de los escalones
corporativos más altos, mientras que otros han sido elegidos por el
ejército. (27)
La guerra, diseñada por
los Estados Unidos y otras potencias importantes, se ha hecho
permanente en regiones petroleras estratégicas y amenaza con convertirse
en un conflicto termonuclear global. Durante el gobierno de Obama,
Estados Unidos participó en guerras, atentados y bombardeos en siete
países diferentes: Afganistán, Irak, Siria, Libia, Yemen, Somalia y
Pakistán. (28) Washington ha vuelto ha utilizar la tortura y los
asesinatos como instrumentos contra individuos, países y sociedades
enteras, que son arbitrariamente calificadas de terroristas.
Este último tiempo se
está articulando una nueva Guerra Fría y una carrera de armamentos
nucleares entre los Estados Unidos y Rusia, mientras Washington pone
todos los obstáculos posibles al crecimiento de la nación china. La
administración Trump ha creado una nueva Fuerza Espacial como una rama
separada del ejército en un intento por asegurar su superioridad con la
militarización del espacio.
Una prestigiosa revista
de los Científicos Atómicos han hecho sonar las alarmas por el aumento
del peligro de una guerra nuclear y por la desestabilización del clima,
colocando el “reloj del fin del mundo a dos minutos para la medianoche”,
el más cercano desde el año 1953. (29)
Estados Unidos impone
sanciones económicas cada vez más severas a países como Venezuela y
Nicaragua, a pesar de sus elecciones democráticas, o debido a ellas. Las
guerras comerciales y de divisas son promovidas activamente por los
Estados centrales del sistema capitalista, mientras se levantan murallas
racistas contra la inmigración en Europa y los Estados Unidos.
Unos 60 millones de
refugiados y personas desplazadas huyen de países devastados por el
hambre y la guerra. Las poblaciones migrantes ha aumentado a 250
millones, y las que residen en países de altos ingresos constituyen más
del 14 por ciento de sus poblaciones. Mientras los países ricos
amurallan sus islas de privilegios (30) más del 10 por ciento de la
población mundial, padecen desnutrición crónica. (31) Alrededor de
cuarenta millones de estadounidenses (uno de cada ocho familias) –
incluidos casi trece millones de niños- padecen de inseguridad
alimentaria y crece la producción de alimentos tóxicos y de baja
calidad. (32)
Los pequeños
agricultores están siendo expulsados
de sus
tierras por el agro-negocio, el capital privado y los fondos soberanos,
en un proceso
mundial que constituye el mayor desplazamiento de personas en la
historia. (33)
El hacinamiento urbano y la pobreza es tan grave que ahora uno puede referirse razonablemente a un “planeta de ciudades miseria”. (34) Junto al despojo de los pequeños propietarios el mercado mundial de la vivienda sigue una curva al alza desmesurada producto de la especulación.(Se estima que tendrán un valor $ 163 billones de dólares; el oro extraído en toda la historia está estimado en $ 7.5 billones). (35)
La época antropocena,
iniciada por la gran aceleración de la economía (después de la Segunda
Guerra Mundial) ha generado el cambio climático y la acidificación del
océano. Se ha puesto en marcha la llamada sexta extinción con la
desaparición de bosques, contaminación tóxica, química, radioactiva,
pérdida de agua dulce y destrucción del nitrógeno y de ciclos del
fósforo. (36)
En las últimas décadas
el 60 por ciento de la población mundial de vertebrados (mamíferos,
reptiles, anfibios, aves y peces) y un 45 por ciento de invertebrados
han disminuido peligrosamente. (37) El climatólogo James Hansen ha
explicado que la pérdida de la biodiversidad y el “exterminio de
especies” es el resultado del cambio climático. Los biólogos calculan
que a este ritmo casi la mitad de las especies van a estar en peligro de
extinción a fines del siglo XXI. (38)
Todos los especialistas
científicos advierten que si continúan las tendencias actuales la
catástrofe ambiental está asegurada. (39) De continuar, el incremento de
las emisiones de carbono los daños ecológicos, sociales y económicos
serán irreversibles (en 2018 aumentaron en 2.7 por ciento y en un 3.4
por ciento en los Estados Unidos). Las reducciones de las emisiones que
actualmente se requieren para evitar una desestabilización fatal para el
balance energético de la Tierra, son simplemente incalculables.(40)
Sin embargo, las
principales corporaciones de energía siguen embaucando a la población
con su interesada visión del cambio climático. Promueven y financian el
negacionismo, a pesar que en sus documentos internos admiten la verdad
de la situación. Estas corporaciones están trabajando para acelerar la
extracción y producción de combustibles fósiles (incluidas las
variedades más generadoras de gases de efecto invernadero) obteniendo
enormes ganancias en el proceso.
El derretimiento del
hielo ártico producto del calentamiento climático es visto por el
capitalismo como un nuevo El Dorado, que les permitirá explotar enormes
reservas de petróleo y gas, sin tener en cuenta las consecuencias para
el clima. A los informes científicos la respuesta de Exxon Mobil ha
sido: “trataremos de extraer y vender todas las reservas de combustibles
fósiles posibles”. (41)
Las corporaciones de
energía sigue interviniendo en las negociaciones sobre el clima,
impidiendo el control de las emisiones de carbono. Con la
desestabilización del clima los países capitalistas no sólo ponen en
primer lugar la acumulación de riqueza para unos pocos, sino que también
amenazan el futuro de todos los seres humanos.
Como el capitalismo es un modo de producción que funciona por la acumulación del capital (con la explotación de la fuerza de trabajo) y con el predominio del mercado en todas las esferas de la vida su contabilidad económica considera valor todo lo que circula por el mercado y produce ingresos. Esto significa que en sus métodos contables los costos sociales y ambientales están fuera del mercado y los beneficios, por lo tanto son tratados como “externalidades” negativas.. (42)
Hemos llegado a un
punto en el siglo XXI en el que las “externalidades” de este sistema
irracional (costo de la guerra, agotamiento de recursos naturales,
desperdicio de vidas humanas, alteración del medio ambiente) están
superando los beneficios económicos del propio capitalismo. Ahora la
acumulación de la riqueza se está produciendo a expensas de una ruptura
irreparable de las condiciones sociales y ambientales de la vida. (43)
Se podría pensar que
por su rápido crecimiento China es una excepción. Aclaremos: el
desarrollo chino tiene sus raíces en la Revolución de 1949 (llevada a
cabo por el Partido Comunista encabezado por Mao Zedong) mediante la
cual el país se liberó de la dominación imperialista. La revolución
permitió a China un desarrollo con una economía planificada que
construyó una sólida base económica industrial y agrícola.
Las reformas
post-maoístas crearon un sistema híbrido, que junto con la planificación
estatal estableció relaciones de mercado, que conllevan contradicciones
sociales y ecológicas. Por el momento estas reformas han resultado
particularmente beneficiosas para el gigante asiático, tanto es así, que
los EEUU a través de guerras comerciales – y otras presiones – está
tratando de impedir el crecimiento de China.
La historia demuestra que el cambio y el desarrollo de China no es el resultado de un capitalismo tardío. De hecho el actual modelo chino contiene muchas de las tendencias destructivas propias del capitalismo. Por tanto, en última instancia, el futuro de China también dependerá de un retorno a un proceso de transformación revolucionaria.(44)
¿Cómo se ha
desarrollado el actual contexto desastroso que caracteriza al
capitalismo mundial en este siglo?
Para comprender el
fracaso del capitalismo es necesario realizar un examen histórico del
auge del neoliberalismo. También se requiere estudiar cómo este modelo
capitalista ha servido para aumentar la capacidad destructiva del
sistema. Solo así podremos abordar el futuro de la humanidad en el siglo
XXI.
El neoliberalismo y el
fracaso capitalista
Muchos de los síntomas
del fracaso del capitalismo descritos anteriormente son bien conocidos.
Sin embargo, a menudo no se atribuye el desastre al capitalismo como
sistema, sino simplemente a algo que llamamos neoliberalismo. Hay
intelectuales que creen que este modelo particular de desarrollo
capitalista puede ser reemplazado por otra forma de dominio del capital.
Para muchos en la
‘izquierda” la respuesta al neoliberalismo es un retorno al estado de
bienestar, a la regulación del mercado o, a alguna otra forma de
democracia social limitada, y por lo tanto a un capitalismo más
racional. No es el fracaso del capitalismo lo que se percibe como el
problema, sino el fracaso del capitalismo neoliberal.
Al contrario de este
pensamiento la tradición marxiana entiende el neoliberalismo como una
etapa del capitalismo en su etapa tardía. Se trata de un periodo en que
el sistema para sobrevivir estar totalmente subordinado al capital
monopolista-financiero.
Por tanto, para
efectuar análisis crítico-histórico del neoliberalismo no solo es
necesario entender cómo funciona el capitalismo actual, sino que también
hay que comprender la razón porque es imposible una alternativa al
neoliberalismo que mantenga incólume el sistema capitalista.
El término
neoliberalismo tuvo su origen a principios de la década de 1920. Fue
Ludwig von Mises en su libro “La Nación, el Estado y la Economía” (1919)
quien colocó las bases fundacionales de la ideología
neoliberal-capitalista. (45) En su trabajo, Mises (entonces empleado por
la Cámara de Comercio de Viena) planteó que: “el viejo liberalismo tiene
que regresar para derrotar al socialismo”. Calificó al socialismo como
“destructivo”, defendió la desigualdad, sostuvo que los monopolios eran
parte de la libre competencia y que los consumidores ejercían la
“democracia” cuando compraban, porque esta actividad era equivalentes a
votar en las elecciones.
Ludwig Von Mises
condenó enérgicamente la legislación laboral, el seguro social
obligatorio, los sindicatos, el seguro de desempleo, las
nacionalizaciones, los impuestos y la inflación. (46 )Tan extremos
fueron sus puntos de vista que comentando el libro de Dickens “Hard
Times” descalificó a Sissy Jupe (la joven heroína de la novela) porque
había, ”enseñado a millones de personas a odiar el liberalismo y al
capitalismo”. (47)
En 1921, el
austro-marxista Max Adler acuñó el término neoliberalismo para designar
los intentos de Mises de restaurar un orden liberal en plena decadencia
a través de una nueva ideología “fetichismo del mercado”. Por su parte
la austro-marxista Helene Bauer y el marxista alemán Alfred Meusel
elaboraron documentadas críticas a Mises, para la revista teórica
alemana Die Gesellschaft, editada por Rudolf Hilferding. (48)
Sobre la base de un
análisis marxista, Adler, Bauer y Meusel demostraron que es falsa la
afirmación de Mises: “que un capitalismo no regulado es el único sistema
económico racional” y combatieron con argumentos consistentes la idea de
“un capitalismo armonioso” basado en el libre mercado.
En el análisis de Mises
los sindicatos eran un obstáculo al mercado, mientras las patronales y
las empresas monopólicas eran totalmente compatibles con la libre
competencia. Del mismo modo, Mises abogaba por un estado fuerte con el
objeto de coartar la lucha de la clase trabajadora, en nombre de un
mercado autorregulado porque, “cualquier acción contra el libre mercado
son una forma de terrorismo”.
Para Meusel, Mises era
“un ferviente servidor del capital financiero internacional” y para el
economista Othmar Spann (1926) “sus ideas eran un intento atávico, de
volver a una versión extrema del liberalismo clásico”.(49)
En 1927, en su obra
“Liberalismo”, el propio Mises distinguió entre “antiguo liberalismo y
neoliberalismo”. Según su opinión, el primer liberalismo aceptaba
equivocadamente el concepto de igualdad. En contraste, el neoliberalismo
rechaza la igualdad y la reemplazaba por lo que llamó “igualdad de
oportunidades”. (50)
El neoliberalismo, tal
como surgió de la pluma de Mises, estaba muy alejado de los nociones del
liberalismo clásico. Los críticos marxistas –e incluso algunas figuras
de la derecha- lo vieron como un intento de ofrecer algún tipo de
racionalidad al capital financiero y a la era de los monopolios. Desde
su origen, el neoliberalismo fue un proyecto para proveer una base
intelectual a la guerra de clases de los capitalistas; una guerra no
solo contra el socialismo, sino contra todo intento de regulación social
y de democracia: un ataque sin cuartel a la clase trabajadora.
Junto con su protegido
Friedrich Hayek, el ataque de Mises al socialismo fue una reacción
contra la Viena Roja donde destacaban las figuras de Adler, Otto Bauer y
Karl Renner. (51) En esa misma época el economista Karl Polanyi
desarrolló una aplastante crítica a los dogmas neoliberales que
formarían la base teórica de su libro “La Gran Transformación”. (52)
En los años 1930 a 1960
(después de la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial) la ideología
neoliberal perdió influencia en medio de una profunda crisis del
capitalismo. A principios de la década de 1930, cuando las nubes de la
tormenta se acumularon en Europa, Mises se desempeñó como asesor
económico del dictador austriaco Engelbert Dollfuss. (53) Más tarde con
el apoyo de la Fundación Rockefeller Mises emigró a Suiza y luego a los
Estados Unidos, donde enseñó en la Universidad de Nueva York. Mientras
tanto, Hayek fue reclutado por la London School of Economics, a
instancias del economista neoliberal británico Lionel Robbins.
Sin embargo, en el
mundo occidental las tesis del economista británico Keynes se impusieron
en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Las economías
capitalistas crecieron rápidamente durante un cuarto de siglo animadas
por el aumento del gasto estatal, (en medio de la Guerra Fría) la
reconstrucción de las economías europeas y japonesas, la expansión del
comercio, la era del automóvil y dos grandes guerras (Corea y Vietnam)en
Asia. (54)
Mientras tanto, ante la
amenaza de un modelo alternativo representado por la Unión Soviética y
la creación de sindicatos fuertes, los gobiernos de los países
occidentales aplicaron políticas keynesianas con el llamado “estado de
bienestar”. Sin embargo, se mantuvo la tendencia al estancamiento
económico – como un defecto estructural del sistema – que temporalmente
se disimuló por la llamada Edad de Oro.
Durante esta etapa las
gigantescas corporaciones del capitalismo monopolista lograron
apropiarse de un superávit cada vez mayor, tanto en términos absolutos
como relativos. Este proceso que provocó una sobreacumulación productiva
(y de capital ) fue en parte compensada por una expansión de las ventas,
el militarismo y el imperialismo.
Finalmente, la excesiva
propagación de billetes de dólares por el mundo, provocaron la ruptura
de los acuerdos de Bretton Woods que habían estabilizado el comercio
mundial, de tal manera que Richard Nixon se vio obligado a poner fin al
patrón dólar-oro en los 70. Esta medida estaba relacionada con la
desaceleración de la economía estadounidense a partir de finales de la
década de 1960.
El fin de la guerra de
Vietnam marcó el comienzo de décadas de estancamiento económico. Lento
pero seguro, se inició un largo declive de la economía con una tendencia
a la baja de la tasa de crecimiento en las economías capitalistas
avanzadas. Los principales estímulos que provocaron el auge posterior a
la Segunda Guerra Mundial se habían desvanecido, dejando a las economías
capitalistas en crisis. (55)
La primera respuesta a
la crisis del sistema –que surgió en la década de 1970- fue utilizar las
tesis keynesianas para expandir el gasto estatal. El gasto civil y
gubernamental de los Estados Unidos en bienes y servicios alcanzó un
pico durante la administración de Nixon. (56) Como consecuencia de esta
política económica las empresas elevaron los precios agresivamente y los
sindicatos lucharon por mantener los salarios reales de los
trabajadores. El efecto fue un período de estancamiento económico más
inflación.
Como la inflación
disminuye la riqueza acumulada –en forma de activos monetarios- es una
amenaza directa para la clase capitalista. Entonces, surgió un
movimiento anti-keynesiano que descalificó cualquier posición a la
izquierda del más extremo neoliberalismo. Esta resucitada ideología se
propuso revertir décadas de las modestas conquistas de los trabajadores.
(57)
Hubo un giro brusco
hacia la austeridad y la reestructuración económica. En sus inicios bajo
el disfraz de monetarismo y el aumento de la oferta, pero bajo cuerda se
llevó a cabo un programa para destruir los sindicatos por medios
políticos, económicos y jurídicos. Se eliminó lo que John Kenneth
Galbraith llamó ”el poder compensador” del trabajo. (58)
La clave para el
resurgimiento del neoliberalismo fue la Sociedad Mont Pèlerin, llamada
así por el balneario suizo donde Mises, Hayek, Robbins, Milton Friedman,
George Stigler, Raymond Aron se reunieron en 1947 para promover la
economía neoliberal y sus ideas políticas. Los miembros de la Sociedad
Mont Pèlerin generalmente se referían a sí mismos como liberales, en el
sentido europeo, como una manera de contrarrestar las devastadoras
críticas marxistas a la ideología neoliberal . Evitaron de manera
sistemática la etiqueta de neoliberal – que el propio Mises había
adoptado en 1927 – en el Coloquio “Walter Lippmann” de 1938 en París, al
que asistieron Mises y Hayek. (59)
En cambio, el
neoliberalismo no fue presentado como una ideología política sino como
una extensión del liberalismo clásico y como parte inseparable a la
naturaleza humana. Como argumentó Michel Foucault, el neoliberalismo, de
esta manera se convirtió en la primera forma de la llamada biopolítica .
(60) Aunque en apariencia sus teóricos abandonaban la etiqueta
neoliberal, la Sociedad Mont Pèlerin, a través del Departamento de Ecoe
la Universidad de Chicago, se erigió en el bastión de esta ideología.
En la era keynesiana,
de los años cincuenta y sesenta, figuras como Mises, Hayek, Friedman y
James Buchanan se mantuvieron al margen de las grandes decisiones,
aunque fueron fuertemente financiadas por fundaciones privadas. (61)
Pero, con el regreso del estancamiento económico, los intelectuales
neoliberales fueron reclutados por la cúspide del capital monopolista
para proporcionar la base ideológica de una campaña para reestructurar
la economía capitalista. Su principal objetivo era batir a los
trabajadores, al estado, al gobierno y a las economías del sur global.
Desde el principio, los
economistas neoliberales fueron presentados como paladines del libre
mercado y del espíritu empresarial aunque su tarea fue la defensa del
capital monopólico y de las dinastías de la clase burguesa. (62) La
virulencia del programa anti-socialista tenía como propósito la completa
privatización del mercado y de la vida social.
En el Londres de
Margaret Thatcher y en el Washington de Ronald Reagan, las figuras de
Hayek y Friedman se convirtieron en los símbolos de la era neoliberal.
El Premio Nobel en Economía, o el Premio Sveriges Riksbank en Ciencias
Económicas (establecido por el Banco de Suecia en 1969) fue controlado
desde sus inicios por economistas neoliberales ultraconservadores. Siete
miembros de la Sociedad Mont Pèlerin, incluidos Hayek, Friedman, Stigler
y Buchanan, recibieron el Nobel entre 1974 y 1992, mientras que
economistas ligeramente socialdemócratas fueron totalmente excluidos.
(63)
A pesar de su
persistente fracaso en la promoción del crecimiento, el neoliberalismo
se ha impuesto. Su propósito siempre fue ofrecer cierta racionalidad a
una economía dominada por las grandes empresas y el poder de los
monopolios. (64) En efecto, el neoliberalismo, no fue más que una
estrategia político-económica eficaz para la clase multimillonaria, en
una época en que el capital financiero buscaba tomar el control de todos
los flujos monetarios de la sociedad (65).
Si bien las economías
capitalistas continuaron estancadas y las tasas de crecimiento
disminuyeron década tras década, el capital excedente en manos de las
grandes corporaciones no sólo aumentó sino que organizó nuevas formas
para acumular riqueza.(66) El cambio de una economía productiva a una
economía de la financiarización abrió vías para la especulación y la
formación de riqueza, alejando de manera relativa la inversión en la
producción (es decir, la acumulación de capital real).
La globalización
implicó no sólo nuevos mercados, sino, lo que es más importante, la
apropiación de enormes excedentes económicos por la sobreexplotación del
trabajo con los bajos salarios de la periferia. Esta sobreexplotación
terminó en los arcas de las corporaciones multinacionales y de los
multimillonarios del mundo. (67)
Las beneficios que los
trabajadores habían obtenido -en los países centrales del capitalismo–
empezaron a dejar de existir, mientras las empresas multinacionales
aumentaron sus ganancias con un trabajo asalariado desvalorado y con un
sistema de subcontratas. Paralelamente la tecnología digital creó las
bases materiales para un nuevo capitalismo global de vigilancia y
control económico constituyendo un sistema de compra y venta que utiliza
los datos privados de centenas de millones de seres humanos. (68)
El crecimiento de la
desigualdad y de la riqueza han sido justificados como necesarios para
la innovación. Con este pretexto se han beneficiado a unos pocos con los
avances cque son producto del conocimiento colectivo acumulado por
muchos años. En esta nueva era de la expropiación, todo está en el
mercado: educación, sistemas de salud, transporte, vivienda, tierras,
ciudades, prisiones, seguros, pensiones, alimentos, entretenimiento.
Los intercambios han
sido completamente mercantilizados, corporativizados y financiarizados.
La comunicación humana se ha convertido en una mercancía más. Todo en
nombre de la “sociedad de libre mercado”. Para las monopolios globales
esta estrategia ha sido enormemente exitosa. Ahora el capitalismo (a
pesar de Adam Smith) no estaba referido a “la riqueza de las naciones”
sino que a la riqueza de la clase capitalista.
En cierta medida el
proceso de financiarización logró contrarrestar las tendencias al
estancamiento económico, pero lo hizo a costa de crisis financieras
periódicas. Mientras la acumulación de riqueza se aceleran con ligas
crisis se sigue produciendo una mayor concentración de la riqueza. Hoy
los neoliberales sostienen, sin ambages, que es normal y natural una
lógica que comporta despojo y acumulación de la riqueza como producto de
la financiarización.
El estado también ha
quedado atrapado por la política de financiarización. (69) En la gran
crisis financiera de 2007-09, casi todos los bancos fueron rescatados y
los ciudadanos pagaron el coste de la estafa. La Gran Crisis Financiera
no constituyó una crisis para el neoliberalismo, al contrario, le dio un
nuevo impulso. De hecho la política neoliberal se ha convertido en un
sistema de expropiación que lo abarca todo.(70)
Una característica de
esta nueva era del consumo es que ha aumentado el conflicto entre el
valor de cambio y el valor de uso en el proceso económico. (71) El
resultado es que: vivimos una emergencia planetaria social y ecológica
(72) con un rápida destrucción del ambiente natural y las condiciones de
vida.
Los combustibles
fósiles se han incorporado como activos financieros, incluso cuando sólo
existen en forma de reservas enterradas en el subsuelo. De esta manera,
el combustible y la energía forman parte integral de todo el proceso de
acumulación financiarizada del capitalismo monopólico. Los trillones de
dólares de activos de Wall Street están amarrados al “capital” fósil
.(73)
Hoy es doblemente
difícil pasar del uso de combustibles fósiles a alternativas más
sostenibles, como la energía solar y eólica. Como nadie es dueño de los
rayos del sol ni del viento hay pocos interés en estas formas de
energía. En el capitalismo las ganancias actuales y futuras dictan su
manera de funcionar. En otras palabras, al sistema no le importa que sus
beneficios se hagan a expensas de las personas y del planeta. Vivimos
con una población que indefensa que observa perpleja la destrucción del
clima y la desaparición de innumerables especies. Se trata de desastre
anunciado e impuesto por la fuerza –aparentemente abrumadora– de la
sociedad de mercado.
El neoliberalismo
siempre se ha opuesto al “laissez faire” decimononico, ya que su
ideología implica un Estado fuerte e intervencionista al servicio
directo del capital y del mercado: lo que James K. Galbraith denominó
“un Estado depredador”. (74)
En la visión
neoliberal, el absolutismo capitalista no es un proceso espontáneo sino
una forma de administrar un modelo que debe ser creado. El papel del
estado no es simplemente proteger la propiedad (como sostuvo Smith) sino
que como Foucault explicó es un sistema se hace necesario ampliar la
dominación del mercado sobre todos los aspectos de la vida. (75) Por
esto, el neoliberalismo ha reformado el estado y la sociedad, según los
patrones del propio mercado.
Según la reflexión de
Foucault, “el neoliberalismo para sostenerse debe modelar el poder
político sobre los principios de la economía de mercado”. El estado no
debe “corregir los efectos destructivos del mercado… más bien debe
aprovechar estos efectos destructivos para imponer nuevas medidas que
intensifiquen su penetración”. (76)
Para el economista
neoliberal Jack Buchanan el objetivo no es limitar la acción del estado,
sino ligarlo a los fines monopolistas-competitivos del capital. (77) Por
tanto, el estado neoliberal ha sido transformado específicamente para
coartar cualquier cambio que afecte negativamente al valor del dinero.
Ahora la política
fiscal y la monetaria están fuera del alcance de cualquier gobierno que
se atreva hacer algún cambio que afecten los grandes intereses creados.
Los Bancos Centrales se han transformado en entidades controladas por
los Bancos Privados. Los Ministerios de Hacienda están atrapados por los
límites de la deuda y las agencias reguladoras están en manos de los
monopolios financieros y actúan, en interés directo de las
corporaciones. (78)
En sus trabajos Karl
Polanyi demostró que el intento de construir una “sociedad de mercado
autorregulada”, requiere de intervenciones constantes del estado a favor
del capital, y estas intervenciones terminan socavando los cimientos de
la sociedad y de la vida. (79) Para el capitalismo actual, este proceso
no tiene vuelta atrás porque es la base de la actual organización de su
poder económico. Por tanto sólo una política abiertamente
anticapitalista puede cambiar el sistema.
El estancamiento, la financiarización, la privatización, la globalización, la mercantilización del estado, la reducción de las personas a “capital humano” y de la naturaleza a “capital natural”, han hecho de las políticas neoliberales una característica obligatoria en la era del capitalismo monopólico-financiero.En su fase globalizada el capitalismo monopolista ha desencadenado una crisis estructural y universal del propio sistema. Ante esta crisis la respuesta neoliberal es dar otro giro de tuerca, abriendo nuevas áreas de rentabilidad para unos pocos y perpetuando los problemas que nos causa a todos.El resultado de esta lógica irracional no es simplemente un desastre económico y ecológico, sino la desaparición del Estado “liberal-democrático”. El neoliberalismo inevitablemente está en camino a un autoritarismo de mercado y a un neofascismo. En este sentido, Donald Trump no es una mera aberración. (80) En 1927, Mises lo expresó con claridad: “no se puede negar que el fascismo (y movimientos similares de la derecha) se propone al establecimiento de dictaduras, pero su intervención, por el momento, ha salvado a la civilización europea. La estimación que el fascismo se ha ganado vivirá eternamente en la historia de nuestros pueblos”. (81)
En 1973 los
neoliberales Hayek, Friedman y Buchanan, apoyaron activamente el golpe
de Estado de Pinochet que derrocó al presidente socialista Salvador
Allende , para imponer la doctrina neoliberal a la nación chilena. En un
viaje que realizó a Chile, en 1978, Hayek advirtió personalmente a
Pinochet que impidera la resurrección de una “democracia ilimitada”.
Durante una segunda visita, afirmó que “una dictadura puede ser más
liberal que una República Democrática ” (82).
El mismo Hayek había
escrito en 1949: “debemos enfrentar el hecho que la preservación de la
libertad individual es incompatible con la justicia distributiva”. (83)
En resumen, el neoliberalismo no es un mero paradigma del cual el
capitalismo pueda prescindir, al contrario representa las tendencias
absolutistas en la “era de las finanzas monopólicas”.
Como señaló Foucault,
“el capitalismo sólo puede sobrevivir por un tiempo mediante una
aplicación de su lógica económica a toda la sociedad”. (84 ) Sin
embargo, como en el Mito del Rey Midas, el capitalismo terminará
destruyendo todo que toca.
Pero, si el capitalismo
ha fracasado, la pregunta pertinente es: ¿Qué viene después?
Lo que sigue a
continuación
Al observar el naciente
siglo XXI en el libro “La edad de los extremos”, el historiador marxista
Eric Hobsbawm, expuso su preocupación por las amenazas que conmoveran
este nuevo siglo.
Para Hobsbawm el siglo
XXI nos trae peligros mayores que la terrible “edad de los extremos”
cuando la humanidad se vio estremecida por conflictos imperiales,
depresiones económicas, dos guerras mundiales y la posibilidad de su
propia auto-aniquilación.
En 1949 Hobsbawm
describió cómo veía el futuro:
“Vivimos en un mundo
transformado por un desarrollo económico y tecno-científico que ha
dominado los últimos dos o tres siglos. Sabemos – o al menos es
razonable suponer – que esto no puede continuar hasta el infinito. El
futuro no puede ser una continuación del pasado, y hay indicios, tanto
externos como internos, de que hemos llegado al punto de una gran crisis
histórica.
Las fuerzas
generadas por la economía y la tecnociencia son ahora lo suficientemente
poderosas como para destruir el medio ambiente, es decir, los
fundamentos materiales de la vida humana. Las estructuras de las
sociedades y las bases sociales de la propia economía capitalista están
a punto de ser destruidas por una degradación que seguimos
reproduciendo.
Nuestro mundo
arriesga una explosión o una implosión. Esto debe cambiar. No sabemos a
dónde vamos. Solo sabemos que la historia nos ha llevado a este punto.
Sin embargo, una cosa es clara, si la humanidad tiene un futuro posible,
ese futuro no puede ser la prolongación del pasado o del presente. Si
intentamos construir un tercer milenio sobre esta base, con seguridad
fracasaremos. Y el precio del fracaso será una sociedad donde predomine
la oscuridad”. (85)
Hobsbawm dejó pocas
dudas acerca de cuál era el principal peligro: el sistema tendrá
consecuencias irreversibles y catastróficas para el medio ambiente
natural, incluida la raza humana que forma parte de él. (86) La fe
teológica que afirma que los recursos son asignados por un mercado sin
restricciones crea las condiciones para que se desarrolle el
“capitalismo del desastre”.
En su momento la
posición de Hobsbawm fue criticada, por gente de izquierda, por ser
demasiado “pesimista” (87). Un cuarto de siglo después, está claro que
las preocupaciones que expresó entonces eran las correctas. Sin embargo
después de décadas de neoliberalismo, estancamiento económico,
financiarización, creciente desigualdad y deterioro ambiental una visión
que aborde, de manera integral, el fracaso del capitalismo es todavía
una “rara avis” en gran parte de la izquierda de los países ricos.
La respuesta más
habitual es reivindicar el mito que una sociedad de mercado
autorregulada puede salvaguardar la sociedad y el medio ambiente. (88)
Esta concepción –que alimenta la esperanza de que el péndulo retroceda–
ha sumado a cierta “izquierda” a distintas versiones de un
social-liberalismo. Esta nueva versión del neoliberalismo esconde, sin
disimulo, los fracasos del capitalismo y propone el retorno a una nueva
era keynesiana, como si la historia pudiera desandar lo caminado.
Los políticos que
promueven esperanzas de este tipo niegan a los menos cuatro realidades
históricas.
Primero, la
socialdemocracia floreció sólo mientras existía la amenaza de una
sociedad socialista representada por la Unión Soviética y en Occidente
partidos y una fuerza sindical importante que defendían a los
trabajadores. Pero, como hemos comprobado, después de la caida del
sistema sovietico, las políticas socialdemócratas se desvanecieron
rápidamente.
Segundo, el
neoliberalismo es la forma que adquiere el capitalismo en su actual fase
monopolista-financiera. Ya no existe la realidad económica del capital
industrial en la que se sostenía el keynesianismo.
Tercero, en la práctica
real, la Socialdemocracia Europea y de EEUU depende de un sistema
imperialista que se enfrenta a los intereses de la gran mayoría de la
humanidad.
Cuarto, el estado
“liberal-democrático” y el dominio de la clase capitalista industrial
dispuesta a un acuerdo social con el trabajo es una reliquia del pasado.
Incluso, cuando partidos socialdemócratas llegan al gobierno prometiendo
establecer un “capitalismo de rostro amable”, invariablemente se rinden
a las leyes del funcionamiento del capital correspondiente a la presente
fase histórica.
Como ha puntualizado
Michael Yates: “hoy en día, es imposible creer que habrá una
recuperación de los derechos sociales, que el modesto proyecto político
y económico de los sindicatos y los partidos políticos socialdemócratas
aceptaron y ayudaron a construir en el siglo pasado”. (89)
La llamada izquierda
social-liberal, ha aceptado acríticamente la modernización tecnológica
sin tener en cuenta las relaciones sociales. Prisionera del determinismo
tecnológico, esperan que la digitalización, la ingeniería social y una
administración liberal gestionen el sistema.
Según los intelectuales
social-liberales: “el capitalista neoliberal nos lleva a un desastre,
pero este capitalismo (el neoliberal) puede ser reformado y debe hacerse
desde arriba por imperativos tecnológicos”. En esta concepción el
sistema capitalista mutará y solo quedarán “los marcos vacíos de las
corporaciones, desprovistas de los intereses de la clase propietaria”.
Para el futurólogo
Jørgen Randers (uno de los autores del libro Los Limites del
Crecimiento): “la sociedad mundial dentro de cuarenta años vivirá un
capitalismo reformado en que el bienestar colectivo estará por encima
del individualismo”. Este capitalismo reformado estaría supeditado a:
“un gobierno de sabios dirigido por tecnócratas, con menos democracia y
también con menos mercado libre”.
En lugar de enfrentar
directamente el fracaso del capitalismo, su estancamiento económico y la
pobreza del “resto del mundo” Randers considera que estas cuestiones son
secundarias. Predice que en el futuro: “la vida será más eficiente y
sostenible que en la actual la versión del capitalismo”.(90)
Sin embargo, en los apenas siete años (desde que se escribió el libro en 2012) ya está claro que las predicciones de Jørgen Randers y compañía, están totalmente equivocadas. La situación que hoy enfrenta el mundo es cualitativamente más grave que cuando todavía las soluciones tecnocráticas parecían factibles para algunos y que el estado “democrático liberal” parecía estable.Un cambio climático acelerado, un continuo estancamiento económico y una creciente inestabilidad geopolítica, son razones suficientes para entender que los desafíos a los que ahora nos enfrentamos son mucho más adversos que los vaticinios de “modernizadores progresistas” como Randers. Nunca la historia ha sido benévola con aquellos que se prodigan con predicciones. En particular si se conforman simplemente con proyectar determinadas tendencias tecnológicas y dejan fuera de cuadro a la mayoría de la humanidad y su vida cotidiana.Por esta razón una visión dialéctica es tan importante. El curso real de la historia nunca se puede predecir. Lo único cierto sobre el cambio histórico es la existencia de luchas que impulsan cambios revolucionarios de carácter discontinuos.
Tanto las implosiones
como las explosiones se materializan inevitablemente. Este proceso hace
que el mundo para las nuevas generaciones sea diferente al de las
anteriores. La historia nos enseña que todos los sistemas alcanzan un
límite definitivo cuando son incapaces de regular las relaciones
sociales y no pueden hacer un uso racional y sostenible de las fuerzas
productivas.
El pasado humano está
salpicado de períodos de regresión, seguidos por aceleraciones
revolucionarias que barren todo lo que tienen ante ellos. El historiador
conservador Jacob Burckhardt describió de esta manera los cambios
revolucionarios: “un cambio histórico
ocurre
cuando se produce una crisis en todo el estado de las cosas, involucra a
épocas completas y a muchos pueblos de la misma civilización… Entonces,
el proceso histórico se acelera repentinamente de manera aterradora. Los cambios que, de otra manera, tardarían
siglos se producen en meses o semanas”. (91)
Cuando Burckhardt escribió este texto tenía en mente la Revolución Francesa de 1789. Esta revolución fue una aceleración de la historia. En realidad, la Revolución Francesa inició una serie de revoluciones que mutaron a una velocidad aterradora. Transitó de una revolución aristocrática a una revolución burguesa y posteriormente a una revolución popular y campesina, que finalmente adoptó el carácter de un “bloque histórico”, invencible, que transformó gran parte de la historia de occidente. (92)
¿Podría una aceleración
revolucionaria de este tipo acontecer en el siglo XXI?
La mayoría de los
analistas convencionales de los países hegemónicos del sistema
imperialista mundial dirán que no. Se basan en una visión interesada
porque las revoluciones continúan detonando en la periferia del sistema
y sólo son sofocadas por la intervención económica, política y militar
de las potencias imperialistas.
El fracaso del
capitalismo a escala planetaria hoy en día amenaza a la civilización y a
la vida del planeta tal como la conocemos. Si no se realizan cambios
drásticos la temperatura global de este siglo aumentará entre 4 grados a
6 grados Celsius, lo que pondrán en peligro a la humanidad en su
conjunto. Mientras tanto, el capitalismo extremo busca expropiar y
utilizar todos los recursos de la existencia material, arruinando al
medio ambiente en beneficio de unos pocos.
Con el aumento de las
catástrofes naturales y con el vertiginoso proceso de concentración del
capital, en este siglo la humanidad se enfrenta a un tipo de las
relaciones sociales capitalistas que son más funestas que cualquier
calamidad que hayamos conocido. (93)
Cientos de millones de
personas ya se han involucrado en el combate contra este sistema,
creando las bases de un nuevo movimiento mundial hacia el socialismo.
En su libro ¿Puede la
clase obrera cambiar el mundo? Yates responde que sí se puede. Agrega :
“sólo se podrá hacerlo si se unifican las luchas de los trabajadores y
de los pueblos. Las batallas deberán tener como objetivo un auténtico
socialismo. (94)
Los intelectuales
postmodernos sostienen que “el sistema socialista ya se intentó y
fracasó”; por tanto, ya no existe como alternativa. Sin embargo, la
historia demuestra algo muy distinto. El siguiente periodo histórico
desmiente claramente a los profetas post modernos.
“Los primeros intentos
del capitalismo, en las ciudades-estado italianas (de la Baja Edad
Media) no fueron lo suficientemente consistentes para sobrevivir en
medio de las sociedades feudales que las rodeaban, sin embargo el
capitalismo como sistema terminó imponiéndose”.
Si algo nos enseña la
historia es que el fracaso de los primeros experimentos de socialismo no
presagia nada más que su eventual renacimiento con nuevas formas; más
revolucionario, más universal, un socialismo que reconoce y aprende de
sus anteriores fracasos. (95)
Podemos decir
sin equivocarnos que a pesar de su fracaso (relativo) el socialismo es
superior al capitalismo. La tradición de lucha por la libertad, la
igualdad sustantiva y el desarrollo humano sostenible son
consustanciales al socialismo y en la actualidad son una propuesta
política que expresa cabalmente una necesidad histórica para la
humanidad y el planeta.
(96)
El economista
conservador Joseph Schumpeter (que fue ministro de finanzas de Austria
en los años 20) escribió que el capitalismo no moriría por “un fracaso
económico, sino más bien porque el capital al centrarse solo en fines
económicos, termina socavando los fundamentos de su propia existencia”.
Según Schumpeter el capitalismo “crea inevitablemente las condiciones
que le impedirán sobrevivir y estas condiciones apuntan claramente al
socialismo como su heredero.” (97) En cierto modo, sus opiniones eran
correctas, aunque esto no ha ocurrido como muchos lo esperaban.
El desarrollo global del
capitalismo monopolista y la financiarización encabezado por el
neoliberalismo –que surgió en esa Viena Roja- ahora está socavando las
bases materiales, no solo del propio capitalismo sino de la ecología
planetaria. A pesar de esto, el orden social neoliberal se impone en un
confuso contexto político; hay menos oposición al capitalismo pero hay
más oposición al neoliberalismo como si ambas cosas fueran distintas.
(98)
El capitalismo
neoliberal (el capitalismo realmente existente) es un sistema que
destruye de manera permanente las bases de la existencia. Los
trabajadores y los pueblos del mundo no tienen más alternativa que
buscar nuevos caminos para el futuro.
Un movimiento inclusivo
-basado en la clase trabajadora- que se proponga el socialismo para este
siglo abrirá una etapa de progresos cualitativos que la humanidad
necesita con urgencia. La anarquía de la sociedad del mercado con su
avaricia institucionalizada no tiene nada que ofrecer a las nuevas
generaciones. (99)
El nuevo socialismo deberá
incluir el desarrollo de una tecnología que tengan contenido social, en
oposición a la tecnocracia que mira solo por la ganancia individual de
un sistema depredador. (100) Hoy técnicamente es posible la
planificación democrática a largo plazo, lo que permite que las
decisiones que se tomen originen una distribución de la riqueza fuera de
la lógica del capital. (101)
Un socialismo, en su forma
más radical, debe ser consistente con la igualdad sustantiva, la
solidaridad comunitaria y la sostenibilidad ecológica, también deberá
proponerse la unión, y no a la división de las fuerzas del trabajo. El
desarrollo humano sostenible requiere urgentemente que la actividad
creativa y productiva se utilice para los valores de uso y no para los
valores de cambio del mercado.
Cuando en un futuro –que
ahora parece cerrado– se abran las puertas de una nueva sociedad, este
cambio revolucionario lo hará de muchas maneras, produciendo un
desarrollo completamente nuevo, más cualitativo, y con formas colectivas
de organización. (102)
Las medidas prácticas que
deberán tomarse hoy son imposibles con el actual modo de producción.
No es la imposibilidad física, o la falta de excedentes económicos lo
que impide la satisfacción de necesidades básicas como aire y agua
limpia, alimentos, ropa, vivienda, educación, atención médica,
transporte y trabajo útil. No es la escasez de conocimientos
tecnológicos o de medios materiales lo que impide la conversión a
energías más sostenibles. (103) No es una fantasmal división, congénita
de la humanidad, la que obstruye la construcción de una nueva
Internacional de los trabajadores y de los pueblos. (104) Todo esto está
a nuestro alcance, pero requiere seguir una lógica que vaya contra el
capitalismo.
Como Karl Marx
advirtió: “la humanidad se impone sólo las tareas que puede resolver en
su momento. Un examen detenido de la historia nos muestra que las
soluciones surgen sólo cuando las condiciones materiales están
desplegadas o al menos en están en camino de madurez.” (105)
Los desperdicios y los
excesos del capitalismo monopolista se han transformado en el principal
obstáculo para el desarrollo humano. Una vez que el mundo se libere de
estas cadenas los nuevos medios tecnológicos permitirán que la
planificación y la acción democrática construyan los caminos hacia un
mundo de igualdad sustantiva y sostenibilidad ecológica. (106)
La respuesta a la
crisis que tenemos ante nosotros son de carácter socialy ecológica.
Estas respuestas exigen una regulación racional del metabolismo entre
los seres humanos y la naturaleza. El nuevo mundo deberá se capaz de
regenerar los procesos vitales, con ecosistemas saludables, tanto
locales como regionales y globales.
A lo largo de la
historia los seres humanos hemos luchado para domeñar el medio natural,
pero la libertad humana integral sólo es posible si se vive con igualdad
y en comunidad.
El desarrollo futuro no
es posible sin sostenibilidad ecológica y tampoco es posible sin una
sociedad que se construya sobre bases socialistas.
Notas (..)