Derechos de la Naturaleza:
clave en la divergencia
izquierda – progresismo
25 de setiembre de 2016
Servindi, 23 de setiembre, 2016.-
Las
posturas sobre el extractivismo y los derechos de la Naturaleza son uno de los
elementos clave en la divergencia entre progresismo e izquierda en varios
países sudamericanos.
Así lo afirma Eduardo Gudynas, analista
del Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES). Con sede en
Uruguay, Gudynas destaca “esa izquierda plural una vez que conquistó
los gobiernos (…) terminó convirtiéndose en el progresismo”. Esto es una
postura defensora de un desarrollismo que sigue basado en una explotación
intensiva de los recursos naturales.
El progresismo en el Estado, tal como se
ha observado en Bolivia, Ecuador o Argentina, “busca captar mayores
excedentes económicos con la ilusión de ayudar a los más pobres”.
A partir de la experiencia en otros
países sudamericanos, Gudynas opina que en Perú se debería estar alerta a
que “buena parte del progresismo no siempre es plural” y “terminó triturando a
la izquierda plural y abierta”.
El analista del CLAES destaca que esa
izquierda es indispensable para la viabilidad conceptual y práctica de
cualquier proceso de cambio real.
Lea a continuación el artículo completo de
Eduardo Gudynas:
En la
oposición a los derechos de la Naturaleza asoma la divergencia entre izquierda
y progresismo
Por Eduardo Gudynas*
En
Perú, en los últimos meses se han difundido distintas críticas contra las
alternativas a los extractivismos (especialmente minero y petrolero) y el
concepto de los derechos de la Naturaleza. Unas son muy conocidas por provenir
de actores políticamente conservadores; otras más recientes se originan en
quienes podrían llamarse progresistas.
Estas
últimas muestran que malinterpretan los derechos de la Naturaleza y que siguen
atadas a las viejas concepciones del crecimiento por exportación de recursos
naturales. Pero lo más interesante es que reflejan lo que en otros países
terminó en una notable divergencia entre progresismo e izquierda.
La crítica a los derechos de la Naturaleza
Un
buen ejemplo de estas nuevas críticas es Germán Alarco, economista de la
Universidad del Pacífico y participante de los equipos técnicos del Frente
Amplio. En un artículo en el periódico empresarial “Gestión”, este economista
afirma que es “cuestionable” la defensa de los derechos de la Naturaleza y
califica como “radicales” a las alternativas post-extractivistas (1). En ese
texto como en otros, Alarco despliega varios fantasmas: que la protección de la
Naturaleza llevaría a un “primitivismo” o a un “retroceso”, que habría un
“modelo” de Pachamama y Apus que “todos” deberían seguir, o que es
inevitablemente necesario el crecimiento económico por las exportaciones (1,
2).
En
su crítica a los derechos de la Naturaleza, este economista considera que es un
“exceso” condenar la explotación de recursos naturales por sus graves impactos
sociales y ambientales. Por si no está claro insisto en su idea: es una
exageración de “radicales” denunciar los impactos de los extractivismos y
buscar alternativas a ellos. Para no ser “radical” no hay que denunciar esos
efectos negativos ni buscar opciones.
Esos
cuestionamientos apuntan a varias ideas en mi libro “Derechos de la Naturaleza”
(3), atacando incluso la idea que la naturaleza sea usada para las necesidades
vitales de los humanos. Es importante aclarar que las posturas llamadas
biocéntricas, que son las que expongo en ese libro, no defienden una Naturaleza
intocada.
Esos
derechos imponen límites en el uso de los recursos naturales evitando nuevas
extinciones en las especies. O dicho de otro modo, es aprovechar el ambiente
dentro de los propios ritmos de reproducción y regeneración de la Naturaleza.
Cuando
se dice que ese aprovechamiento se debe enfocar en las necesidades vitales de
las personas implica, por ejemplo, que es legítimo obtener alimentos, minerales
o energía para asegurar la calidad de vida a nivel nacional (y regional),
aunque es condenable seguir haciendo, por ejemplo, megaminería de oro, con
todos sus impactos en Perú, para sostener el deseo de lucir joyas en la China o
India (el 90% de los usos globales del oro son no-industriales, y de ellos, un
45% termina en la joyería, sobre todo entre los nuevos adinerados en Asia). Por
lo tanto, el biocentrismo le dice “sí” a erradicar la pobreza y asegurar el
bienestar, y le dice “no” a una vana opulencia.
Desarrollo y postextractivismo
Comparto
esta aclaración para mostrar que esta y otras críticas contra los derechos de
la Naturaleza y los post-extractivismos se basan en lecturas apresuradas o
incorrectas. Se confunde minería con extractivismo, decrecimiento con
postextractivismo, se teme que proteger la Naturaleza nos llevaría a la edad de
piedra, o se cuestiona una moratoria petrolera olvidando todo el daño que esa
actividad está haciendo en la Amazonía o en el clima global.
Las
posturas como las de Alarco se deben, en buena medida, a que están atrapadas
dentro del desarrollo convencional. Es muy interesante que este economista
reconozca que indicadores como el PBI tienen limitaciones y que el crecimiento
económico no puede ser el único objetivo de una política económica, con lo que
se diferencia de conservadores o neoliberales.
Pero
Alarco defiende de todos modos al crecimiento aunque para ser positivo debe ser
“sostenible”. Ese “sostenible” no tiene nada que ver con el origen ecológico de
esa palabra, sino que se refiere a un crecimiento que se logra por mayores
exportaciones. Y más exportaciones implica, otra vez, exportar recursos
naturales, continuar con las presiones extractivistas, repetir los conflictos y
los impactos sociales y ambientales.
Como
en todas estas críticas contra los derechos de la Naturaleza y el
post-extractivismo no hay muchos argumentos de peso, y al final se asemejan al
rechazo de los conservadores. Este es otro de los procesos sobre los que deseo
llamar la atención: obsérvese que el calificativo que usa Alarco es tildar a
los postextractivistas como “radicales”.
Ese
calificativo, “radical”, asociado a las movilizaciones ciudadanas ante los
extractivismos, tiene un triste e intenso uso en el Perú. Decir que el
post-extractivismo es “radical” es más o menos lo mismo que han dicho de estas
posturas distintos jerarcas de la administración Humala ,
como lo han hecho los anteriores gobiernos; lo mismo sostienen unos cuantos
actores empresariales, y muchos conservadores. La acusación de antimineros
“radicales” se ha escuchado mucho en estos años; adjetivos similares se repiten
en el portal ultraconservador Lampadia. Hay algunos tan pero tan preocupados
por el postextractivismo que hace poco lanzaron un emplazamiento a la izquierda
peruana para que abandonara esa idea.
Se
llega así a una situación donde se cuestiona al postextractivismo y los
derechos de la Naturaleza desde algunos actores progresistas y desde la derecha
convencional. Como no hay muchos argumentos se ven en la necesidad de
adjetivar, y por ello, sea desde los conservadores como los progresistas, todo
lo que no gusta o no se entiende sería “radical”.
Izquierda y progresismo: dos posturas sobre el desarrollo
y la Naturaleza
Llegamos
así al asunto de fondo que deseo comentar. Las posturas sobre el extractivismo
y sobre los derechos de la Naturaleza han sido uno de los elementos clave en la
divergencia entre progresismo e izquierda que ha ocurrido en varios países
sudamericanos.
Cuestionamientos
como los comentados arriba han sido muy comunes en los países vecinos al Perú,
marcando la divergencia entre las corrientes políticas del “progresismo” y
aquellas de una izquierda abierta y plural.
En
efecto, en varios países, el cambio político de inicios de los años 2000 fue
promovido por una izquierda abierta, plural y democrática. Se nutrió de
múltiples movimientos sociales, cuestionaba las ideas convencionales del
desarrollo, incluyendo la manía de crecer por exportaciones que satisfacían el
consumismo de otros países (y de las propias elites nacionales), a costa de
destruir el patrimonio ecológico nacional. Allí nacen las búsquedas
postextractivistas.
Sin
embargo, esa izquierda plural una vez que conquistó los gobiernos, en un lento
proceso que llevó varios años, terminó convirtiéndose en el progresismo (4).
Esta es una postura defensora de un desarrollismo que sigue basado en una
explotación intensiva de los recursos naturales, donde el Estado busca captar mayores
excedentes económicos con la ilusión de ayudar a los más pobres. En sus
discursos se repite la idea de un crecimiento “sostenible”.
Por
ejemplo, los regímenes en Bolivia, Ecuador o Argentina, se volvieron cada vez
más extractivistas, o sea más progresistas, y más alejados de las izquierdas
que les dieron origen. La dependencia de las exportaciones de materias primas
fue tan alta que crearon sus propias vías para imponer la megaminería o la
petrolización amazónica, flexibilizaron sus normas sociales y ambientales, y se
violaron todo tipo de derechos de las comunidades indígenas y campesinas. Ellos
repiten todo el tiempo que los derechos de la Naturaleza llevarían al atraso y
que el posextractivismo es peligroso.
Comparto
esos apuntes porque parecería que la discusión política peruana olvida que esos
fueron uno de los principales factores que determinaron que algunos
progresismos enfrenten hoy en día serias resistencias populares (por ejemplo en
Ecuador y Bolivia), y otros colapsaran (Argentina). Tampoco puede olvidarse que
la crisis de corrupción en Brasil también descansó en redes de progresistas y
sus aliados atados a la renta de una petrolera controlada por el propio
gobierno. Cuanto más extractivismo, más progresismo, pero menos izquierda.
Entiendo
que es inevitable reconocer que en el espectro de movimientos sociales y
políticos que no son conservadores existan las dos miradas: una progresista,
que sigue apostando por un desarrollismo que descansa en unos extractivismos
con mayor participación estatal y la inserción comercial global, y una
izquierda renovada que busca alternativas para no seguir dependiendo de
exportar materias primas y promueve explorar alternativas.
Para
esa izquierda abierta, su propia pluralidad hace que acepte a los compañeros desarrollistas,
reconociendo que obviamente no todas las variedades de desarrollo son iguales,
y hay algunas que son mejores para la justicia social y ambiental. Pero saben
que el camino de las transformaciones no se detiene allí, y se deben dar otros
pasos. Pero, a partir de la experiencia en otros países sudamericanos, en Perú
se debería estar alerta a que buena parte del progresismo no siempre es plural,
y como está obsesionado en alcanzar o retener los gobiernos, terminó triturando
a la izquierda plural y abierta. Sin embargo, esa izquierda es indispensable
para la viabilidad conceptual y práctica de cualquier proceso de cambio real.
Notas
1.
Crecimiento económico: ¿lo único importante?, Germán Alarco, Gestión, Lima, 4
julio 2016, http://blogs.gestion.pe/herejias-economicas/2016/07/crecimiento-economico-lo-unico-importante.html
2.
Petroperú y la seguridad energética en la mira, Diario Uno, Lima, 28 febrero
2016, http://diariouno.pe/columna/petroperu-y-la-seguridad-energetica-en-la-mira/
3.
Derechos de la
Naturaleza. Etica biocéntrica y políticas ambientales,
Eduardo Gudynas. RedGE, CooperAcción, PDTG, y CLAES. Lima, 2014.
4.
10 tesis sobre el “divorcio” entre izquierda y progresismo en América Latina,
E. Gudynas. Ideas, Página Siete, La Paz, Bolivia, 9 febrero 2014, http://www.paginasiete.bo/ideas/2014/2/9/tesis-sobre-divorcio-entre-izquierda-progresismo-america-latina-13367.html
*E. Gudynas es analista en el Centro
Latino Americano de Ecología Social (CLAES). Seguimiento: @EGudynas
http://ambiental.net/sobre-claes/
Fuente:
https://redlatinasinfronteras.wordpress.com/2016/09/25/derechos-de-la-naturaleza-clave-en-la-divergencia-izquierda-progresismo/
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