Neoliberalismo con
vaselina y
Reformismo del Siglo XXI
15 de febrero de 2019
Por Joseba Pérez (Rebelión)
1.- Una década después del
estallido de la crisis financiera 2007-2008, la salud del sistema capitalista
global no ha mejorado ni mucho menos. Muy a pesar de los intentos de conformar
una matriz de opinión básicamente mediática de que “lo peor ya ha pasado”,
todos los indicadores estándar de evolución económica están por debajo de los
niveles previos al desencadenamiento de esa crisis. Ni los niveles de
crecimiento del PIB mundial se han recuperado sustancialmente (se plantea
eufemísticamente un “estancamiento secular”), ni el comercio mundial ha
recuperado su tono previo a la crisis, en tanto que la productividad y los
beneficios empresariales vinculados a la economía real se mantienen en una
tendencia a la baja, al igual que el consumo en general. Los principales
motores del crecimiento del PIB mundial (BRICS) se ralentizan sin llegar a un
estancamiento. Proliferan las voces que alertan, sin fijar plazos exactos,
sobre el riesgo de una nueva crisis de magnitudes superiores a la ocasionada en
el 2008, diagnóstico compartido incluso por informes económicos de organismos
que intervienen en el mundo capitalista (FMI, BM, OCDE) y diversas asesorías
financieras internacionales. Las señales de alerta vienen dadas además de por
los indicadores citados antes por: el crecimiento espectacular de la deuda
mundial (pública de los Estados y privada familiar y empresarial), al unísono
con la disparatada cifra que ocupan en el mundo financiero los productos
derivados y la situación comprometida de importantes bancos y empresas. El final previsto de las políticas de liquidez a casi nulo interés de los bancos centrales (Reserva Federal, BCE, BC de Japón) unido a la guerra comercial desatada por
2.- A lo largo de esta última década desde los centros rectores del capitalismo global, lejos de aplicarse a medidas correctoras o reguladoras que eviten una reedición del estallido financiero del 2008, que reduzcan las abismales diferencias de ingresos entre las grandes fortunas (cada vez más concentradas) y las clases más desfavorecidas, han optado por reinstalarse, intensificándolos, en los parámetros de la agenda neoliberal abierta y encarnada décadas atrás por Reagan-Tatcher y la Escuela de Chicago. Quedaron en el olvido las primeras insinuaciones de la necesaria “reforma del capitalismo” y las virtudes de las fórmulas keynesianas. Por el contrario las inyecciones de liquidez de los bancos centrales y los rescates bancarios operaron como una auténtica “socialización de las pérdidas” del mundo financiero cada vez más a su libre albedrío, incrementando sustancialmente los déficits públicos y la masa monetaria que circula en productos derivados y especulativos. Ninguna de estas iniciativas repercutió en la activación de la economía real-productiva. Y como corolario de esta línea de actuación se procedió a intervenir sobre las bases neoliberales ya conocidas: ajustes fiscales que descansan en la reducción de presupuestos para las políticas sociales, privatizaciones de servicios públicos básicos, menores impuestos a sociedades y grandes fortunas. Extensión de la precariedad laboral, reducción de la capacidad adquisitiva del salario, incremento de tarifas de servicios vitales, aumento de las edades de jubilación. Todo ello al interior de los estados capitalistas en continuada disputa por acceder, monitoreados por el capital internacional concentrado, a nichos de materias primas y mercados en mejores condiciones. Un escenario que se dibuja mediáticamente como el único posible en el mundo actual, en clave de ser percibido con la mayor resignación.
3.- Los representantes y gobiernos como agentes políticos del capital han actuado conforme a estas directrices en sus diferentes espacios de poder nacional-estatal. Prácticamente sin fisuras o sin contradicciones de orden mayor. En estas condiciones habría que relativizar las contradicciones entre los llamados “globalistas y los nacionalistas” en función de la internacionalización de las Cadenas de Valor actuales y la ausencia de una fracción significativa del capital que abogue por una recuperación de las políticas keynesianas en el orden de un hipotético rescate o retorno del llamado Estado del Bienestar. El paraguas de las políticas duras neoliberales suena bien para ellos en primera instancia (estancamiento salarial, precariedad, menos impuestos…) aunque a largo plazo estos sectores caben su fosa en la dinámica de concentración del capital. Se percibe como elemento de cohesión y de utilidad cortoplacista para las diferentes fracciones del capital.
En el marco de la consolidación de este diseño global las tendencias apuntan hacia la reactivación del “capitalismo por desposesión” (David Harvey) dibujado por formulas contractuales en el mundo laboral de semi-esclavitud, apropiación-robo de materias primas y trasvase naturalizado de rentas a las clases superiores. Apuntan también a la prevalencia de fracciones del capital financiero-especulativo en el contexto de la financiarización del capital y el dominio de los sectores con inclinación a la rentabilidad cortoplacista para mayor escarnio incluso de las teorías de mercado de Adam Smith.
Sin embargo los ritmos y alcance de estas directrices pueden ser
ajustados a la correlación de fuerzas y al nivel de resistencia de las clases
sobre quienes se impone. Es por ello que en el contexto del estancamiento de la
economía mundial y con la advertencia (esta vez sí) del riesgo de una nueva crisis
(sobre la que se percibe un cierto “consenso” con los economistas del capital)
se aprecia una suerte de radicalización hacia la derecha en los
políticos-gestores del capital concentrado. Bajo el epígrafe o denominación de
“populistas de derechas”, “out-siders”, “neo-fascistas”, el mundo asiste
perplejo a la irrupción con acceso a niveles decisivos de poder de una variada
gama de agentes políticos portadores de discursos explícitos o implícitos que
se creían desterrados por la historia. Xenofobia , misoginia, homofobia,
supremacismo, darwinismo social, anti-comunismo de guerra fría, se articulan en
diferentes discursos cuya puesta en acción tiene varios denominadores comunes:
sembrar la división entre las clases populares, reforzar los relatos simplistas
y crear las condiciones desde los estados para reprimir las protestas
populares, incluida la neutralización por diferentes métodos de quienes
cuestionen su nuevo orden. La disidencia ya no se mide por el apego o la
perspectiva de enfoque “socialista” o de “izquierda”, ser crítico es en su
visión alinearse con los peores enemigos. Cuentan para ello con el soporte de
los grandes medios cartelizados en sintonía con su relato y la maquinaria de
las llamadas redes sociales y sus fábricas de mentiras o “fake-news” lanzadas
desde empresas ad-hoc con datos y capacidad para acceder a millones de
usuarios.
4.- La derecha
tradicional ha sido la primera víctima de este tsunami político forzando su
práctica desaparición o su reacomodo con tesis y discursos más a 5.-El desarrollo de la crisis a lo largo de la década última no ha sido plácido ni mucho menos. En los países del centro capitalista occidental en los que el impacto en su primera fase fue directo, aun partiendo de la realidad de un movimiento obrero y popular desarticulado por las consecuencias de una etapa neoliberal previa hegemónica (décadas de 80’S y 90’s, con la caída de la URSS) y la deslocalización del proceso productivo, sumado a la extensión de la precariedad y nuevos instrumentos de control social, la resistencia popular irrumpió. El deterioro de las condiciones de vida de las llamadas “clases medias” generadas a base del endeudamiento familiar hipotecario y las tarjetas de crédito, junto con el descaro de los llamados rescates bancarios unido a los ajustes neoliberales sobre las clases populares, originaron múltiples resistencias de natural indignación. Nuevos sujetos políticos capitalizaron el descontento. Desde posiciones anticapitalistas que partían del cuestionamiento general del sistema, hasta posiciones que sencillamente aspiraban a ocupar el lugar abandonado por
Partiendo de factores como la heterogénea composición de estos movimientos y sujetos políticos, la brutal ofensiva y su arrope mediático que reubica más a la derecha a los agentes políticos del actual sistema de poder, el efecto final se observa como una suerte de búsqueda de la “centralidad política” a
-La lucha electoral adquiere una primacía y relevancia casi absoluta, convirtiendo los llamados partidos-movimiento en máquinas de guerra electorales centralizadas y escasamente participativas. Atrás quedan las consideraciones de que constituye una forma de lucha más que se articula con otras hacia un objetivo global. Los contenidos programáticos pasan a un segundo plano en el que prevalecen las figuras o nombres que encabezan las listas electorales. Se minimiza la formación y el debate cultural e ideológico al que se antepone la defensa de eslóganes publicitarios de campaña. Los personalismos cohesionan grupos de presión interna más allá de las implicaciones de sus diferentes líneas de actuación.
-Ocupados los espacios en las instituciones y los resortes del aparato de estado, significativos militantes que despuntaron por su actividad social, pasan a ser cooptados en cargos públicos o labores internas de apoyo. Todo ello sin que medie un debate, control o seguimiento de su labor y la de otros cargos públicos en función de los objetivos y programas marcados. Tanto a lo interno como en la sociedad en general.
-Se acentúa y consolida la tendencia al desenraizamiento de los militantes-afiliados de estas formaciones en su territorio y en los movimientos sociales. Su actividad presencial en barrios, comunidades, pueblos y movimientos sociales es reemplazada por el fetichismo de las redes sociales, evidentemente un campo de batalla necesario pero complementario y que no puede sustituir a la actividad directa, como manera de recoger el estado de ánimo y problemática de las clases populares. Este contacto permanente es la “antena” necesaria para hacerse eco de las auténticas inquietudes y proyecciones socio-políticas sustituidas por las encuestas de opinión al uso, claramente mediatizadas. Su aporte es fundamental en términos de organización y clarificación de objetivos en el entorno inmediato.
Obviamente la línea de actuación viene determinada por el diagnóstico de la crisis y la situación del sistema-mundo actual, frente a lo cual se establece una estrategia y un programa en el corto plazo. Si en el marco mundial presente, tienen cabida paliativos que atemperen sus facetas más salvajes o por el contrario, la multiplicidad de factores presentes en la crisis capitalista (económica, ecológica, militarista, de valores culturales) demanda la necesidad de un sistema alternativo. En este contexto de reordenación de las fuerzas políticas del capital mundial concentrado en el que exhiben sin pudor alguno sus signos y señas de identidad más retardatarias, la primera opción contemporizadora se ve abocada a reordenar sus discursos renunciando a aquellas metas que chocan con los intereses más inmediatos del capital, relegando a un plano futurista objetivos que integraban los ejes de su propuesta (reformas fiscales progresivas, sector público que englobe las áreas estratégicas, gratuidad de servicios públicos básicos…). Les queda entonces la opción minimalista de amortiguar en lo posible el impacto de la agenda neoliberal dura y abocarse a realizar una buena gestión de sus espacios de poder en los límites que la misma fija.
Neoliberalismo con vaselina.
Muy a pesar de estas concesiones, abocadas a hacer más digeribles las directrices neoliberales y en aspiración de “transversalidad” electoral, la beligerancia y presión mediática dominante seguirá caracterizando a estos sectores con el anatema de “socialistas o comunistas” camuflados. Desde la otra perspectiva transformadora no cabe sino enmarcar las luchas de resistencia actuales e incluso los objetivos socialdemócratas anteriores en una estrategia de transformación profunda, en donde los pilares básicos son la organización, la movilización, la participación y un discurso claro que advierta de las dificultades y resistencia del poder capitalista a alcanzar estos objetivos. La lucha electoral es un ingrediente más y llegado el caso de acceder a niveles de poder, la defensa popular de los programas y objetivos marcados una garantía necesaria.
El campo de batalla de Latinoamérica
6.-La victoria electoral de Hugo Chávez en Venezuela en 1998 marcó un punto de inflexión y aliento en positivo sobre
A modo de sucinto balance de estas políticas cabe considerar que tuvieron un impacto positivo en la mejora de los indicadores sociales, incrementaron la capacidad de consumo de las clases populares incluido el rescate de las clases medias hundidas por la anterior “década perdida” neoliberal y ralentizaron el efecto inmediato de la crisis global financiera. Sin embargo adolecieron de la falta determinación para afrontar la modificación de sus respectivas estructuras económicas de poder (reformas fiscales progresivas sobre las rentas y sociedades más altas, control sobre la banca privada y los entramados financieros, nacionalización y control democrático sobre sectores económicos estratégicos, cambio del modelo productivo mono-exportador, auditorias y límites al endeudamiento…) con el fin de sustentar y hacer sostenibles las políticas sociales. Bajo estos gobiernos del llamado “ciclo progresista” en general el poder del capital tradicional e internacional se mantuvo e incluso se incrementó en este periodo al calor de la potenciación de los mercados internos y exportadores. El impacto final de la crisis en virtud de la caída (real y también inducida) de los valores de los commodities (materias primas, energía, alimentos) dejaron sin sustento al equilibrio de las políticas sociales. Y en ausencia de una profundización mayor de las transformaciones, limitaron su margen de maniobra político.
7.- Los intentos de hacerse de nuevo con el control pleno de esta parte del mundo por parte de los capitales locales y trasnacionales concentrados sobre la base de los parámetros del llamado “Consenso de Washington” nunca cesaron. En virtud de la confrontación, aunque ya se ha visto que limitada a lo interno de las políticas económicas desplegadas y su voluntad de integración expresada en la creación del ALBA, MERCOSUR, UNASUR, CELAC y la mayor activa presencia inversora de China y en menor medida de Rusia, En este periodo a los fracasados intentos golpistas en Venezuela siguieron los de Ecuador, Bolivia y los exitosos de Honduras y Paraguay. La modalidad de “golpe suave” e intervención en diferentes ámbitos desde los centros operativos de EEUU-UE se sustenta en la presión mediática de sus cárteles, la ofensiva de las redes sociales, la cooptación de elementos de la judicatura respectiva (magnificando y parcializando casos de corrupción, para luego ellos legalizar y legitimar la suya) y potenciando una pléyade de ONG’S a modo de movimientos de la llamada “sociedad civil” que actúan a modo de caja de resonancia de la línea anterior. Se crean así las condiciones para desacreditar los “populismos” adversos a sus intereses y facilitar la victoria electoral las derechas de nuevo ropaje (Macri-Argentina, Piñera-Chile, Duque-Colombia, Bolsonaro-Brasil) alzándose con el triunfo sin mostrar su auténtica agenda económica y social a desarrollar.
La intervención sobre estas bases no deriva de una hipotética radicalización o “giro a la izquierda” de sus adversarios a batir y desplazar del poder. Ni Dilma en Brasil dio muestras de aventurarse en experiencias socializantes, al contrario en su corto periodo de gobierno las concesiones al capital fueron numerosas con ajustes de corte neoliberal. Ni Venezuela y Nicaragua de otro modo están de la mano de sus gobiernos en la antesala de decretar la abolición siquiera de alguna forma de propiedad privada. Por el contrario, son objeto de numerosas críticas desde la izquierda por sus concesiones y condescendencia con el capital local e internacional. En ambos casos se pone de relieve la ausencia de voluntad de diálogo o negociación por parte de los representantes delegados del capital concentrado, más allá de concesiones, en una apuesta al todo o nada que implica de una vez borrar de un plumazo toda estela de otra economía o mundo posible que no sea la del poder global del capital en su versión más salvaje y disciplinaria. ¿Hay en la actualidad otra versión?.
8.- El campo de actuación que deja el capitalismo global en crisis se ha reducido a sus límites más estrechos. La ostensible prevalencia de las tendencias depredadoras, especulativas y cortoplacistas bajo la hegemonía en el bloque de poder del capital financiarizado (encaja aquí correctamente el término de “lumpenburguesía” de Jorge Beinstein) no deja mucho margen de maniobra para las políticas reformistas, esto es aquellas que abogan por la continuidad del sistema sin cuestionar sus fundamentos. O la defensa de legítimos objetivos de resistencia que no se inscriban en una estrategia de ruptura con la lógica del capital. De ahí el agotamiento y el escaso recorrido a futuro de las opciones reformistas que terminan por aplicarse a la tarea de depurar y limar aristas de sus objetivos para conservar su espacio electoral, en tanto que el adversario se pertrecha y retroalimenta de los discursos y valores consagrados de su patrimonio conservador más simplistas y viscerales. Mientras el reformismo se repliega en su ensimismamiento, las derechas duras se dan alas y emprenden vuelo. Obviamente no se trata de competir en su terreno enarbolando banderas históricas (aunque sin renunciar a ellas por decoro de lo “políticamente correcto”), sino adaptando su fuerza conceptual transformadora al momento presente.
Las fuerzas políticas y sociales que abogan por la superación y el auténtico cambio transformador del actual sistema global en sus formulaciones de “Socialismo del Siglo XXI”, “Ecosocialismo”, “Comunitarismo, etc. también son merecedoras de su apartado crítico y autocrítico en tanto que se han mostrado incapaces de alcanzar una relevancia a modo de referentes de peso en sus ámbitos de actuación, bien sea en el interior de los partidos-movimiento de centro-izquierda o llegado el caso de manera autónoma. En este orden cabe considerar: cierta contaminación del electoralismo-institucionalismo que aboca al sectarismo de viejo cuño, el narcisismo de liderazgos y siglas, a los debates interminables para afinar comas y conceptos, a la incapacidad para dotarse de un programa de transformación con alcance popular y unificador de tácticas y estrategias, en suma también al desenraizamiento de los vínculos sociales y territoriales apegados a la realidad.
9.-La República Bolivariana
de Venezuela en el punto de mira. A poc@s lector@s se les escapará que buena parte de lo
que se describe y analiza hasta aquí, desde esta acogedora tierra donde se
escriben estas líneas, ocupa un lugar central en la dialéctica descrita. Sin
por ello necesariamente considerarse el ombligo de la lucha de clases mundial.
A manera de metáfora y narrativa estamos cerca de una cierta lectura del film
“AVATAR”. A diferencia de otras intervenciones anteriores se explicita ahora la
opción de una intervención militar llegado el caso. Evidentemente están en
juego el destino de los amplios recursos de este país pero también el efecto
disuasorio para quienes pretendan aventurarse en un modelo de sociedad que no esté
debidamente monitoreado por quienes se erigen en rectores y capitalizadores de
los recursos. Tal es el caso de la experiencia chavista galvanizadora y
dinamizadora del continente con efectos ejemplarizantes en el mundo.
Debidamente elaborada su realidad por los
grandes medios, Venezuela ocupa un lugar homologable al de la extinta URSS en la
guerra fría como modelo a contrastar y emplazar a las fuerzas transformadoras.
¿Eso quieres aquí preguntan? como si nada en su “sentido común”, haciendo tabla
rasa e ignorando los efectos de unas medidas de bloqueo, sanciones económicas y
financieras internacionales a los que pocos países del mundo sobrevivirían.
Estas medidas no dan cuenta de todas las dificultades evidentemente. Se puede
abrir todo un catálogo de críticas pre y post Hugo Chávez en cuanto a los
errores de gestión, burocratismo, ingredientes de corrupción (micro y macro),
concesiones al capital importador vía otorgar divisas sin control de precios ni
contrapartidas para el diseño de una economía productiva, a lo que no pocos
añaden el ingrediente del “autoritarismo” bajo un sistema político que pocas de
las llamadas democracias en el mundo occidental soportarían exhibiciones de
oposición de la naturaleza que se practica en Venezuela. Todo ello minimizando
el efecto de las medidas internacionales restrictivas y la labor saboteadora y
especulativa del capital interior tradicional. Según el manual al uso por los
estrategas del imperio cercano “así se hace chirriar una economía”.
Las críticas y autocríticas de carácter
constructivo en la línea de enriquecer el proceso abierto son necesarias. El
entramado de organizaciones productivas y comunales chavistas no cesa en ello,
al igual que destacadas personalidades de la izquierda chavista a las que se debe
una obligada atención. Sin embargo ciertas líneas de posicionamiento “crítico”
pueden alumbrar un entramado de “compañeros de viaje” a los fines restauradores
de la derecha más retrograda y ultra-neoliberal. Su destino y marco final no
contemplan las opciones o nichos electorales a tono con el espíritu de los
autodenominados y configurados como “chavismo crítico” (se entiende por la
naturaleza y práctica de su precursor que el chavismo es, al igual que el
marxismo, crítico per se). Su ideal es desterrar al olvido cualquier atisbo que
evoque el pasado a eliminar. Defender críticamente el proceso actual frente a
toda forma de injerencia no implica una ciega aprobación de la gestión y
conducción presente y pasada. Sin embargo reconocer a modo de interlocución a
piezas claves del entramado intervencionista es sencillamente suicida y
desacreditado aunque gane espacios mediáticos. Finalmente, el
desenlace y las lecciones de este pulso apuntan también a colocar en su lugar
en el contexto actual la lucha electoral-institucional en exclusiva pero
carente de capacidad de organización de las clases populares, frente a un
poderoso enemigo de cualquier modelo de sociedad que no colme sus intereses. La
solidaridad explícita con Venezuela con todos los matices adecuados es importante
en la batalla actual, sin olvidar que la mejor forma de activarla es
desplegando la lucha por la agenda propia y la problemática específica (que no
es poca) en los países que constituyen los pilares y la avanzada de esta
agresión intervencionista: Argentina, Brasil, Colombia, Chile, EEUU, Francia,
Reino de España…
Joseba Pérez, Miembro de la organización
internacionalista en Venezuela Fundación Pakito Arriarán (paquitoarriaran.org)
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