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20 de diciembre de 2017

IV. La resistencia/reexistencia origina otra política posible

México: La asamblea, colectividad milpera
30 de octubre de 2017
"La milpa tiene por costumbre acercar a los diversos. Multiplicidad cuya consistencia entrama numerosas relaciones que tal vez por venir de la tierra sean profundas. Diplomacia entre distintos que, en conjunto, reproducen vida. Así, el maíz se vincula con frijoles, calabazas, chayotes, camotes… que, sin perder su lugar, se entreveran con frutales tan plurales como plátanos, naranjales, mangos, papayas y magueyes aguamieleros."
 
MILPA SOCIAL
Por Mauricio González González CEDICAR / CORASON
La milpa tiene por costumbre acercar a los diversos. Multiplicidad cuya consistencia entrama numerosas relaciones que tal vez por venir de la tierra sean profundas. Diplomacia entre distintos que, en conjunto, reproducen vida. Así, el maíz se vincula con frijoles, calabazas, chayotes, camotes… que, sin perder su lugar, se entreveran con frutales tan plurales como plátanos, naranjales, mangos, papayas y magueyes aguamieleros. En la milpa convergen todos: animales como el tejón, los zanates, las chachalacas y un sin número de insectos, junto a los del color de la tierra que van desde la unidad familiar hasta los grupos barriales, que a través de mano vuelta donan trabajo que será retribuido en otro momento en la milpa de quien participe de ella. No es extraño que en época de cosecha la milpa también sea lugar de fiesta, pues es sabido que agradecer es política de los humildes, más aún cuando en comunidades indianas esa gratitud remite a los Dueños, quienes ocupan un rango del que depende la bonanza, al ser patrones del agua, el viento, las semillas, la tierra, el fuego.
Hay quien dice que la milpa es domesticación, nosotros creemos que es socialización, donde el conjunto de los humanos y no humanos amplían las nociones de sociedad que imaginaron los europeos de ultramar. Expliquémonos.
Hablar de sociabilidad entre rurales es hablar de autogobierno. Toda propiedad social tiene sus propias formas de regulación, “su modo”. No existe ejido o comunidad agraria en el país que no tenga en la Asamblea a su máximo órgano de decisión, donde se dirimen problemas pero también se concretan proyectos, se toman acuerdos, forman comisiones e informan lo relevante. Si bien están amparadas en la Constitución, en cuanto a reglamentos ejidales y estatutos comunitarios los matices son signados por localidad, es decir, por diversidad.

Las asambleas suelen llevarse a iniciativa del Comisariado de bienes ejidales o comunales y sus respectivos consejos de vigilancia, mas no ha de confundírseles con representantes, pues estos operan tomando el lugar de otros y no como lo que son, voceros del conjunto que acatan la decisión colectiva y están comisionados para hacerlas valer. Confundir al Comisariado con representantes es hacer de la milpa maizal. Y es que es en la imagen de la milpa es donde mejor podemos encontrar el funcionamiento asambleario, pues como en aquella, las yucas van de un lado, los frijoles a lo largo, y las calabazas entreveradas conel maíz, a la manera de las agrupaciones barriales, las mitades, géneros e incluso, con las plagas, cuando los partidos dividen bajo intereses alienados.

Pero lo relevante es que en la milpa la autorregulación se impone del brazo del productor, quien determina mucho pero a su vez es determinado por los muchos. A nadie sorprende que los fenómenos y cualidades naturales imperen en la agricultura, y más si es milpera, lo que impone ese saber andar de los sencillos, siempre atentos a un mundo en el que numerosos agentes influyen para llegar a puerto o tomar rumbos inesperados no sin riesgo de naufragio. La toma de decisión colectiva replica las decisiones colectivas que la milpa impone. Lo sorprendente es que a pesar de tal grado de diferencias puedan andar en conjunto, armonía de disonantes.
En tiempos de capitalismo desalmado, cuyos despojos son de las condiciones de posibilidad de la vida, dentro de ellos el territorio, caminar en conjunto es la fuerza de los muchos, y en materia preventiva no hay mejor arma que la de las Asambleas milperas, bien cohesionadas, ricas, plurales, unidas. Acuerdos asamblearios y fortalecimiento de reglamentos y estatutos, instrumentos eficaces para la defensa de lo nuestro, de lo que somos parte, pues en ellos el sueño futuro se torna norma, y el anhelo encarna en mañana. Las Asambleas han resultado tan importantes que no faltan los que las quieren sabotear, erosionar, como hacen los agroquímicos con la tierra. Dan lugar a tanto que incluso permiten irrupciones indeseables, pero la voluntad de los diversos es la que impera, es su legitimidad. Más aún, frente a las falsas consultas que muchos consultores intentan operar en favor de empresas extractivas o energéticas, la Asamblea opera como el mejor dispositivo, haciendo de los acuerdos autoconsulta, pues “donde hay buena Asamblea no entran proyectos de muerte”, dicen los serranos de Puebla. Y sí, donde la milpa se conserva, tierra, agua y biodiversidad permanecen, la vida florece.

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